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23. Hechos 23 Hechos Apostólicos es un estudio de la Edad Apostólica de la iglesia cristiana temprana. Es la continuación milagrosa de la obra de Jesús en el primer siglo, a través de la obra del Espíritu Santo y su iglesia. Presenta el ministerio de Pedro, de los doce apóstoles y de Pablo de Tarso, en su cumplimiento de la Gran Comisión desde el Día de Pentecostés hasta llevar el evangelio a Roma, el capital del mundo. 49. CAPITULO 26: TEN ÁNIMO
Léase
Hechos 23. Preguntas
de Preparación 1.
¿Cómo evitó Pablo que le juzgase el Sanhedrín? 2.
¿Qué palabra de ánimo recibió Pablo? 3.
¿Cómo fue protegido Pablo de los judíos? Introducción Al
día siguiente del alboroto en el templo, el tribuno ordenó
convocar al Sanhedrín judío, y sacó a Pablo de la cárcel, para
oir las acusaciones que tenían los judíos en su contra. 1.
Ante el Concilio Se
le concedió la palabra primero a Pablo, y éste comenzó declarando,
"Varones hermanos, yo con toda buena conciencia he vivido
delante de Dios hasta al día de hoy" (23:1) Ananías, el sumo
sacerdote al oir esto ordenó que los que estaban cerca de Pablo le
golpeasen en la boca. Pablo, molesto por este tratamiento injusto,
exclamó, "Dios te golpeará a tí, pared blanqueada. ¿Estás
tú sentado para juzgarme conforme a la ley, y quebrantando la ley
me mandas golpear? (23:3). Inmediatamente los judíos le acusaron de
injuriar al sumo sacerdote de Dios. Parece que Pablo no había
reconocido a Ananías, el sumo sacerdote. Quizá siendo ésta una
sesión extraordinaria convocada por el triunfo romano, Ananías no
tenía puesta sus vestiduras del sumo sacerdocio. De todos modos, al
oir Pablo que aquel a quien había dirigido estas palabras era el
sumo sacerdote de Dios, se disculpó; no porque estimara a Ananías
como persona, sino porque respetaba el oficio que tenía Ananías. Pablo
pronto entendió que no recibiría un juicio imparcial. Por lo tanto,
decidió aprovecharse de la división que existía dentro del
mismo concilio, ya que sabía que el concilio se componía de
fariseos y saduceos. Se identificó a sí mismo como partidario de
los fariseos, y declaró que se le estaba enjuiciando por causa de
algo en que los mismos fariseos creían. Dijo así, "Varones
hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseo; acerca de la esperanza y
la resurrección de los muertos se me juzga" (23:6). Inmediatamente
esto causó una división en el Sanhedrín, ya que los fariseos
afirmaban la resurrección, y los saduceos la negaban. Los saduceos
también negaban la existencia de los ángeles, mientras que los
fariseos la aceptaban. Por 1» tanto, los fariseos se pronunciaron
por la inocencia de Pablo, mientras que los saduceos insistieron
en la culpabilidad. El resultado fue una tremenda discusión entre
los dos grupos que componían el Concilio. El capitán, viendo que
así nunca llegaría a saber cuál era el crimen de Pablo, mandó
sacar del concilio a Pablo por temor a que nuevamente los judíos
intentaran su muerte. Hay
personas hoy que insisten que el modo de proceder de Pablo ante el
concilio no fue correcto. Piensan que Pablo hubiera hecho mejor al
insistir en un veredicto verdadero, y no en crear división en el
mismo tribunal. Sin embargo, Pablo estaba consciente de que no se
llegaría a dar un fallo justo. La Biblia en ningún lado dice que
el creyente está obligado a sufrir alguna injusticia, cuando esta
puede ser evitada. Además, dado que el Señor se manifestó a Pablo
aquella misma noche, y no le reprendió, sino que le dio una
promesa y una palabra de ánimo, podemos llegar a la conclusión de
que el procedimiento que siguió Pablo fue correcto. Es otra
evidencia de que Dios espera que usemos nuestro sentido común en
tiempos de emergencia. 2.
El Complot La
noche después de haber comparecido ante el concilio, el Señor le
dio a Pablo una visión. Parece que Pablo se hallaba en un estado de
desaliento, porque el Señor lo animó y le prometió que habría
de testificar de Cristo también en Roma, tal como lo estaba
haciendo ahora en Jerusalén. Pablo había expresado en su carta a
los romanos un deseo grande de visitarles (Véase Ro. 15:22-24).
Ahora Dios estaba próximo a concederle su deseo, sólo que en una
manera muy diferente a la que había esperado. Los
judíos aún estaban decididos a dar muerte a Pablo. Algunos de
ellos se juntaron al día siguiente e hicieron un juramento de que
no comerían ni beberían hasta conseguir matar a Pablo. Pidieron al
concilio que solicitase que los soldados romanos trajesen nuevamente
a Pablo ante el concilio, planeando tender en el camino una
emboscada y así matarle. Pero de alguna forma, el sobrino de Pablo
llegó a saber el plan y fue a la cárcel y se lo contó. Parece que
Pablo gozaba de bastante libertad, porque aún no había sido
acusado de ningún crimen formalmente. El, pues, envió al muchacho
a dar estas nuevas al capitán. Cuando supo el capitán de este
complot de los judíos, formuló planes para salvar a Pablo de este
intento de asesinato. Mandó alistar un fuerte destacamento para
llevar a Pablo a Cesárea, donde habría de ser protegido hasta que
se formulara un cargo en su contra. El capitán escribió una carta
a Félix, el gobernador romano, en la que explicaba las razones por
qué le estaba remitiendo a Pablo. Esa misma noche los soldados
romanos sacaron a Pablo de su celda en el cuartel de Jerusalén, y
le llevaron sano y salvo a la custodia del gobernador romano en Cesárea.
Al recibir Feliz la carta del tribuno, dio seguridades a Pablo de
que sería guardado con todo cuidado hasta que los acusadores pudiesen
llegar a Cesárea y presentar su caso. Muchas
veces pensamos que Dios obra de maneras milagrosas. Ciertamente en
la vida de Pablo había muchas ocasiones cuando Dios obró en forma
milagrosa. Pero Dios no obró únicamente por medio de milagros.
Obra también a través de los asuntos comunes y ordinarios de la
vida cotidiana. Protege a su pueblo por medio de su providencia,
como en el ejemplo de este capítulo cuando permitió que el sobrino
de Pablo oyera el complot y se lo dijera a Pablo. Dios preparó el
corazón del capitán para creer la noticia que trajo el sobrino de
Pablo, y fue así que Dios libró a Pablo de las manos de sus
enemigos.
50. Comentario
a Hechos de los Apóstoles Pablo,
que una vez había sido miembro del Sanedrín y había votado que se
apedreara a Esteban, ahora tenía que enfrentarse al más alto
tribunal de los judíos. Su sala de reunión se hallaba al oeste de
la zona del Templo; el tribuno romano lo llevó allí. La
esperanza y la resurrección (23:1-10) Entonces
Pablo, mirando fijamente al concilio, dijo: Varones hermanos, yo con
toda buena conciencia he vivido delante de Dios hasta el día de hoy.
El sumo sacerdote Ananías ordenó entonces a los que estaban junto
a él, que le golpeasen en la boca. Entonces Pablo le dijo: ¡Dios
te golpeará a ti, pared blanqueada! ¿Estás tú sentado para
juzgarme conforme a la ley, y quebrantando la ley me mandas golpear?
Los que estaban presentes dijeron: ¿Al sumo sacerdote de Dios
injurias? Pablo dijo: No sabía, hermanos, que era el sumo sacerdote;
pues escrito está: No maldecirás a un príncipe de tu pueblo. Pablo
no manifestó miedo ni duda. Sabía que estaba cumpliendo con la
voluntad del Señor, y había aprendido a depender del Espíritu
Santo. Mirando fijamente al concilio, declaró que había vivido (y
cumplido sus deberes) delante de Dios con una buena conciencia hasta
ese mismo día. (Vea 1 Corintios 4:4; Filipenses 3:6, 9.) En
aquel instante, Ananías, el sumo sacerdote, les ordenó a los que
se hallaban cerca de Pablo que le golpeasen en la boca. Pablo
reaccionó a esto, porque excitaron su sentido de la justicia:
"¡Dios te golpeará a ti, pared blanqueada!" Lo tomó por
uno de los miembros del concilio que estaba sentado allí para
juzgarlo según la Ley. Sin embargo, lo había mandado a golpear, lo
cual era contrario a la Ley. Esta trataba a un hombre como inocente
hasta que fuera probada su culpa. Los
que habían golpeado a Pablo lo reprendieron por injuriar (insultar)
al sumo sacerdote de Dios. Pablo se disculpó rápidamente. No sabía
que el que había dado la orden fuera el sumo sacerdote. Ananías
fue hecho sumo sacerdote en el año 47 d.C. por Heredes de Calcis.
Pablo había estado en Jerusalén desde entonces sólo unas pocas
veces y por breves períodos, por lo que no es extraño que no
hubiera visto antes al sumo sacerdote. También es probable que,
puesto que era el tribuno el que había convocado al Sanedrín en
aquella ocasión, el sumo sacerdote estuviera sentado en medio de
los demás miembros del tribunal, en lugar de presidirlo. Sin
embargo, aunque Pablo no sabía quién era el sumo sacerdote, sí
conocía las Escrituras. La forma en que cita Éxodo 22:28 nos
muestra la humildad genuina de su espíritu y su disposición a
someterse a la Ley que sus acusadores afirmaban que había desafiado. Entonces,
Pablo se dio cuenta de que había una cuestión en la que podía
hacer una declaración. Como ya sabía, pero ahora notó de nuevo,
parte del Sanedrín estaba integrada por saduceos, y parte por
fariseos. Los saduceos rechazaban la idea de la resurrección. Los
fariseos creían que la esperanza de la resurrección era algo
fundamental en la esperanza de Israel y necesario para que se
cumplieran a plenitud las promesas de Dios. Por
esto. Pablo se aprovechó de la situación con valentía. Era una
oportunidad para dar testimonio de la verdad de la resurrección y
del hecho real de la resurrección de Jesús; no estaba fuera de
orden en esto. Incluso antes de su conversión, cuando era fariseo,
ya se daba cuenta de lo profunda e importante que es la doctrina de
la resurrección futura. Al alzar la voz y decir que era fariseo e
hijo de fariseos, estaba declarando que se le estaba juzgando acerca
de la esperanza y de la resurrección. 4 Esto
dividió el concilio en dos campos. Mientras hablaban entre ellos,
crecía la discordia. Hasta fueron más allá de la idea de la
resurrección y comenzaron a discutir acerca de la existencia de los
ángeles y los espíritus, que también era negada por los saduceos. El
resultado fue un gran vocerío, al ponerse a contender unos con
otros. Algunos de los escribas (expertos en la interpretación de la
Ley) que se hallaban del lado de los fariseos, se pusieron de pie y
discutían fuertemente a favor de Pablo. No encontraban ningún mal
(nada malo) en él. Entonces sugirieron que quizá un ángel o un
espíritu le había hablado. La
mención de ángeles y espíritus debe haber sacudido a los saduceos.
Hubo tanto vocerío y tanta discordia, que el tribuno temió que
despedazaran a Pablo. Por tanto, les ordenó a los soldados que
bajasen y lo arrebatasen de en medio de ellos, para llevarlo de
vuelta a la Torre Antonia. El Señor
le da ánimos a Pablo (23:11) A la
noche siguiente se le presentó el Señor y le dijo: Ten ánimo.
Pablo, pues como has testificado de mí en Jerusalén, así es
necesario que testifiques también en Roma. Había
sido un día difícil para Pablo. Pero durante la noche siguiente,
el Señor Jesús se le apareció repentinamente y le dijo: "Ten
ánimo (ten valor, anímate y no temas)." Así como Pablo había
testificado (dado un claro testimonio) por Cristo en Jerusalén,
también debía testificar en Roma. El anhelo de Pablo de ir a Roma
había parecido imposible cuando fue arrestado. Pero ahora Jesús le
había dicho claramente que la voluntad de Dios seguía siendo que
diera testimonio de El en Roma. Este gesto de aliento del Señor fue
el que sostuvo a Pablo en medio de los sufrimientos, las pruebas y
las dificultades que aún le habrían de sobrevenir. Se
descubre un complot judío (23:12-22) Venido
el día, algunos de los judíos tramaron un complot y se
juramentaron bajo maldición, diciendo que no comerían ni beberían
hasta que hubiesen dado muerte a Pablo. Eran más de cuarenta los
que habían hecho esta conjuración, los cuales fueron a los
principales sacerdotes y a los ancianos y dijeron: Nosotros nos
hemos juramentado bajo maldición, a no gustar nada hasta que
hayamos dado muerte a Pablo. A la
mañana siguiente, más de cuarenta judíos se reunieron para tramar
la muerte de Pablo. Al hacerlo, invocaron una maldición sobre sus
propias personas, diciendo que no comerían ni beberían hasta haber
matado a Pablo. Después, fueron a los principales de los sacerdotes
y los ancianos y les explicaron su plan. Sin duda, estos ancianos
eran saduceos a los que no les había gustado lo que Pablo había
dicho sobre la resurrección. Los
conspiradores les pidieron a estos jefes que hicieran que el Sanedrín
le formulara una solicitud oficial al tribuno para que les llevara a
Pablo, como si tuvieran la intención de averiguar con mayor precisión
todo lo relativo a él. Antes de que pudiera acercarse, ellos estarían
esperando, preparados para matarlo. Es decir, le harían una
emboscada en el camino, para que no se pudiera considerar al Sanedrín
como responsable de su muerte. Aconteció
que el hijo de la hermana de Pablo llegó a la escena en aquel
momento y oyó lo que tramaban. Entonces, se fue de inmediato a la
Torre Antonia y se lo dijo a Pablo. Este llamó a un centurión y le
pidió que llevara al joven con el tribuno. El tribuno lo recibió
cortésmente, lo tomó por la mano, y se retiró con él a un lugar
donde pudieran hablar en privado. Entonces le preguntó qué le quería
decir. El
muchacho le habló del complot y le advirtió que no se dejara
persuadir por su solicitud de que les llevara a Pablo. Había más
de cuarenta hombres que se habían puesto a sí mismos bajo una
maldición, y estaban preparados, esperando la promesa del tribuno.
Entonces el tribuno lo dejó ir después de prometerle que no le diría
a nadie que le había informado todo aquello. Pablo
es enviado a Cesárea (23:23-35) Y
llamando a dos centuriones, mandó que preparasen para la hora
tercera de la noche doscientos soldados, setenta jinetes y
doscientos lanceros, para que fuesen hasta Cesárea; y que
preparasen cabalgaduras en que poniendo a Pablo, le llevasen en
salvo a Félix el gobernador. Y escribió una carta en estos términos: El
tribuno sabía que le podían pedir cuentas por Pablo, si era
asesinado estando bajo su custodia, puesto que era ciudadano romano.
Por tanto, hizo que dos centuriones prepararan doscientos soldados
de infantería para ir a Cesárea, junto con setenta de caballería
y doscientos de otra clase. (Todavía hoy se debate qué clase de
soldados podría ser ésta. La versión Reina-Valera los llama
"lanceros".) Debían salir a la hora tercera de la noche
(a eso de las 9 p.m.). También se consiguieron caballos para que
Pablo cabalgara, de forma que fuera llevado con seguridad hasta Félix,
el gobernador romano de la provincia. El
tribuno también le explicó en una carta al gobernador por qué le
enviaba a Pablo. El libro de los Hechos dice que iba "en estos
términos (según este modelo, como copia). Probablemente esto
signifique que se trata de una verdadera copia de la carta. En la
carta, el tribuno se llama a sí mismo Claudio Lisias. (Lisias era
un nombre griego que indicaba su procedencia.) Después, explicaba
la forma en que había rescatado a Pablo de los judíos, que estaban
a punto de matarlo. Sin embargo, se ponía en un plano mejor que el
real. Insinuaba que la razón por la que había rescatado a Pablo
era porque había sabido que era romano. Sin embargo, podemos darle
algún crédito, por tratar de hacer una buena presentación de
Pablo también. Explicaba que las acusaciones se fundamentaban en
cuestiones de las leyes judías, y que no había hallado nada que
mereciera la pena de muerte o la cárcel. A causa del complot, lo
había enviado al gobernador, y les había ordenado a sus acusadores
que fueran con sus acusaciones contra Pablo ante él también. Nos
preguntamos si los cuarenta y tantos conspiradores tuvieron noticia
de esto antes de que Pablo fuera sacado de la ciudad. No obstante,
el tribuno quiso asegurarse de que no tendrían oportunidad alguna
de hacerle nada. Imaginémonos a Pablo, rodeado por cuatrocientos
soldados y setenta de a caballo, saliendo de Jerusalén a las nueve
en punto de la noche. Un movimiento de tropas así, aun por la noche
tiene que haber llamado la atención. Aunque no se hubiera sabido
que Pablo se hallaba en medio de ellos, es seguro que alguien ha de
haber investigado. La
Biblia no nos dice qué hicieron los conspiradores con su voto.
Obviamente, no mucho después tendrían que comer y beber. Es
probable que encontraran alguna forma de ofrecer un sacrificio o
alguna ofrenda de expiación por no haber podido cumplir con su voto.
(La Mishna judía señala que esto estaba previsto.) Aquella
noche los soldados llevaron a Pablo hasta Antípatris (donde había
una colonia romana), a mitad de camino entre Jerusalén y Cesárea.
Por la mañana, los soldados de infantería regresaron a la Torre
Antonia. Entonces los setenta de a caballo llevaron a Pablo durante
el resto del camino hasta Cesárea, entregaron la carta y llevaron a
Pablo ante el gobernador. Después
de leer la carta, Félix le preguntó a Pablo de qué provincia era
oriundo, probablemente porque sólo si Pablo procedía de una
provincia romana, él podía, como romano, hacerse cargo de él bajo
su propia autoridad. Después, ordenó que custodiasen a Pablo en el
pretorio de Heredes, el palacio construido por Herodes el Grande,
donde el procurador residía en aquel momento.
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