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14. Hechos 15 Hechos Apostólicos es un estudio de la Edad Apostólica de la iglesia cristiana temprana. Es la continuación milagrosa de la obra de Jesús en el primer siglo, a través de la obra del Espíritu Santo y su iglesia. Presenta el ministerio de Pedro, de los doce apóstoles y de Pablo de Tarso, en su cumplimiento de la Gran Comisión desde el Día de Pentecostés hasta llevar el evangelio a Roma, el capital del mundo. 29.
CAPITULO
14: NINGUNA CARGA MAYOR
Léase
Hechos 15:1-35. Preguntas
de Preparación 1.
¿Qué problema surgió en la iglesia de Antioquia? 2.
¿Cómo recibieron Pedro y Santiago el hecho de aceptar a los
gentiles en la iglesia? 3.
¿Cuál fue el mensaje enviado a Antioquia? Introducción En
los dos capítulos anteriores se ha visto algo sobre el problema
que surgió en la iglesia primitiva. Vimos en la carta de Santiago
el fuerte énfasis sobre la obediencia a la ley. En la carta de
Pablo a los Gálatas encontramos un fuerte énfasis sobre la
justificación por la fe y la libertad cristiana. Realmente no
existe ningún desacuerdo básico entre Santiago y Pablo. Los dos
aspectos juntos forman la base para una experiencia cristiana sólida.
Pero hubo líderes judíos que llevaron el énfasis de Santiago a
una conclusión falsa. Estos maestros judíos cristianos causaron
una contienda en la iglesia. Esta contienda provocó el concilio que
estudiamos ahora en este capítulo. 1.
El Problema de Antioquia La
iglesia de Antioquia estaba compuesta en su mayoría de cristianos
gentiles. A esta iglesia vinieron de Judea hombres que enseñaban
que era necesario que los cristianos gentiles se circuncidaran. La
circuncisión era una señal de que la persona aceptaba todo el
ritual y los requisitos ceremoniales de la ley mosaica. Por lo tanto,
estos maestros decían en efecto, que era necesario hacerse judío
para ser salvo. Aun Pedro se inclinó por esta idea por un tiempo.
En Gálatas 2 leemos que él había estado comiendo con cristianos
gentiles; pero bajo la presión de las enseñanzas de los
judaizantes, él dejó de hacerlo y comió solamente con judíos. Pablo
y Bernabé se dieron cuenta de la importancia de esta enseñanza. Si
se exigía la circuncisión a los gentiles para que pudieran comer
con los judíos, pronto resultaría que la circuncisión se
convertiría en un requisito para ser miembro de la iglesia, y aun
para la salvación. La puerta que Dios había abierto para los
gentiles, se cerraría de golpe. Por eso Pablo y Bernabé lucharon
enérgicamente en contra de esta enseñanza. Pronto toda la iglesia
de Antioquia lo estaba discutiendo. Al fin se decidió buscar
consejo sobre este asunto, y se nombró a Pablo y a Bernabé para
que fuesen a Jerusalén y presentasen el problema ante la iglesia
de ahí. 2.
El Concilio en Jerusalén Estando
Pablo y Bernabé camino a Jerusalén, visitaron a las iglesias en
Fenicia y Samaría y dieron testimonio de lo que Dios había obrado
a través de ellos entre los gentiles. Estas iglesias, compuestas en
su mayoría por gentiles, se regocijaron grandemente con estas
noticias. Al
llegar a Jerusalén, los apóstoles relataron nuevamente sus
experiencias, pero aquí la acogida fue diferente. Algunos cristianos
que habían sido fariseos, se disgustaron mucho. Pablo, con su
conversión, había cambiado totalmente su punto de vista, mas estos
exfariseos convertidos todavía creían firmemente en la necesidad
de guardar todos los pormenores de la ley judaica. Los apóstoles y
los ancianos se reunieron en concilio para considerar esta
diferencia de opinión. El
concilio estudió detalladamente el asunto y debatió mucho. Por fin
habló Pedro. El trajo a la memoria de los allí presentes, que Dios
le había escogido a él para que fuera la persona por medio de la
cual los gentiles oyeran por primera vez el evangelio. Dios había
puesto el sello de su aprobación sobre los gentiles al darles el
Espíritu. ¿Cómo podía la iglesia demandar que los gentiles
guardasen la ley, si ni aun los judíos la podían cumplir? Si
estas palabras hubiesen venido de Pablo, los que se oponían no
les hubieran prestado atención alguna. Mas siendo Pedro el que
hablaba, Pedro el apóstol de los judíos, su argumento tuvo mucho
peso para ellos. En
seguida habló Santiago, el hermano de Cristo. Quizá los fariseos
esperaban que él apoyara las ideas de esa secta, ya que Santiago
era muy devoto a la ley de Dios. Si así fue, ellos se vieron
defraudados. Santiago citó la profecía de Amos, la parte que dice que la venida de Cristo daría por resultado la salvación
de los gentiles. Santiago expresó su opinión en el sentido de que
se debía aceptar libremente a los gentiles. Lo único que se les
debía pedir era que se abstuvieran de prácticas que molestaran
en forma directa a los creyentes judíos. 3.
La Carta Para
informar a las iglesias en Antioquia, Siria y Silicia esta decisión,
el concilio formuló una carta que habría de ser llevada a dichas
iglesias por representantes de la iglesia de Jerusalén. La carta
declaró que los gentiles iban a ser recibidos con toda libertad en
la iglesia, sobre la misma base que los judíos, y señaló las
restricciones que Santiago había mencionado. La carta fue llevada a
Antioquia por Judas y Silas quienes viajaron al norte con Pablo y
Bernabé. Judas y Silas predicaron en Antioquia por un tiempo, y
entonces regresaron a Jerusalén. Mas Pablo y Bernabé permanecieron
en Antioquia, ministrando la Palabra de Dios. 4.
La Decisión Es
muy difícil para nosotros apreciar la grande importancia del
conflicto que se decidió en Jerusalén. A primera vista, puede
parecemos como una discusión sobre algo sin mucha importancia.
Pero Lucas sí se dio cuenta de su importancia y le dedicó una
buena parte de su libro. El comprendió que si el concilio hubiese
tomado una decisión distinta, la labor misionera de Pablo hubiera
terminado de golpe; el evangelio no se hubiera dado a los gentiles;
la iglesia hubiera sido solamente una pequeña secta judaica, y el
mandato de Cristo de llevar su evangelio a todo el mundo no hubiera
sido obedecido.
30. Comentario
a Hechos de los Apóstoles El
concilio de Jerusalén, del cual trata este capítulo, es otro hito
importante en la historia de la Iglesia. Los dirigentes de la
Iglesia en Jerusalén estuvieron satisfechos con el relato de Pedro
sobre la forma en que Dios había aceptado a los gentiles
incircuncisos de Cesarea y los había bautizado en el Espíritu
Santo. Después, según Gálatas 2:1-10, cuando Pablo visitó
Jerusalén y presentó el Evangelio que predicaba en medio de los
gentiles, le dieron su aprobación a su mensaje y no exigieron que
Tito fuera circuncidado. Un
poco después (Gálatas 2:11-16), cuando Pedro llegó a Antioquía
de Siria, disfrutó de la fraternidad de la mesa con los gentiles y
comió comida que no era kosher (pura) con ellos, como había
hecho en la casa de Cornelio. Pero entonces, llegaron algunos
creyentes judíos de parte de Jacobo (no enviados oficialmente, sino
enviados a ayudar y animar a los creyentes. No obstante, es probable
que fueran fariseos convertidos, todavía estrictos en cuanto a que
los creyentes judíos debían conservar las costumbres tradicionales.
Por miedo a ellos, Pedro dejó de comer con los gentiles y se apartó
de su compañía; su ejemplo había afectado a los otros creyentes
judíos de Antioquía. Hasta Bernabé se había dejado llevar por
esta hipocresía. Por ese motivo. Pablo tomó posición contra Pedro
y lo hizo enfrentarse con la hipocresía que significaba lo que
estaba haciendo (Gálatas 2:14) Pablo
y Bernabé son enviados a Jerusalén (15:1-5) "Entonces
algunos que venían de Judea enseñaban a los hermanos: Si no os
circuncidáis conforme al rito de Moisés, no podéis ser salvos.
Como Pablo y Bernabé tuviesen una discusión y contienda no pequeña
con ellos, se dispuso que subiesen Pablo y Bernabé a Jerusalén, y
algunos otros de ellos, a los apóstoles y los ancianos, para tratar
esta cuestión. Ellos, pues, habiendo sido encaminados por la
iglesia, pasaron por Fenicia y Samaria, contando la conversión de
los gentiles; y causaban gran gozo a todos los hermanos. Y llegados
a Jerusalén, fueron recibidos por la iglesia y los apóstoles y los
ándanos, y refirieron todas las cosas que Dios había hecho con
ellos. Pero algunos de la secta de los fariseos, que habían creído,
se levantaron diciendo: Es necesario circuncidarlos, y mandarles que
guarden la ley de Moisés". Más
tarde, después de la visita de Pedro, llegaron otros creyentes judíos
de nombre desconocido a Antioquía, procedentes de Judea, y fueron
un paso más allá. Comenzaron a enseñarles a los hermanos gentiles
que a menos que se circuncidaran de acuerdo con el rito de Moisés,
no podían ser salvos. Estos
maestros, que más tarde serían llamados "judaizantes",
no negaban que aquellos gentiles fueran creyentes bautizados en el
Espíritu Santo. Pero la salvación de la que hablaban era la
salvación definitiva por la que recibiremos nuestro nuevo cuerpo
(en el rapto de la Iglesia) y seremos transformados. (Compare con
Romanos 13:11, "Ahora está más cerca de nosotros nuestra
salvación que cuando creímos.") Como lo indican 1 Juan 3:2;
Romanos 8:17, 23, 24 y 1 Corintios 15:57, ya somos hijos de Dios,
pero todavía no tenemos todo lo que Él nos ha prometido. Así será
hasta que Jesús venga de nuevo y lo veamos tal cual es; entonces
nuestro cuerpo será transformado y se convertirá en semejante a su
cuerpo glorificado. La promesa de Dios incluye también nuestro
futuro reinado con Cristo y la conversión de la Nueva Jerusalén en
nuestro hogar definitivo, así como en el cielo nuevo y la nueva
tierra (2 Pedro 3:13; Apocalipsis 21:1, 2) Así
que, lo que estos judaizantes decían en realidad era que los
creyentes gentiles debían ser circuncidados y someterse al Pacto
Antiguo de la Ley de Moisés; de no ser así, no podrían heredar
las promesas que aún estaban por venir. Con esto también decían
implícitamente que perderían todo lo que ya habían recibido si no
se hacían judíos y se circuncidaban. Este
ha sido con frecuencia el clamor de los falsos profetas: Usted
perderá su salvación si no acepta nuestra enseñanza favorita.
Todavía hay quienes dicen que una persona no es real o totalmente
salva a menos que pase por ciertos ritos o ceremonias prescritos.
Todos estos no son capaces de reconocer que la salvación es por
gracia a través de la fe solamente, como se enseña con claridad en
Romanos 10:9, 10 y Efesios 2:8, 9. Esta
enseñanza judaizante provocó no pequeña discusión (perturbación,
discordia, acritud) y contienda (interrogatorios) entre ellos (o,
con más probabilidad, entre los hermanos) y Pablo y Bernabé.
Entonces ellos (los hermanos) dispusieron que Pablo, Bernabé y
algunos otros subieran a Jerusalén, a los apóstoles y a los
ancianos, para tratar esta cuestión. Es
probable que estos maestros ya hubieran seguido adelante en un
intento por difundir sus enseñanzas en las otras iglesias que Pablo
había fundado en el sur de la Galacia. Puesto que Pablo tenía que
ir a Jerusalén, no podía ir a estas iglesias a ponerlos en su
lugar. Así pues, parece evidente que por este tiempo (años 48 y 49
d.C.), el Espíritu lo guiara y lo inspirara a escribir la epístola
a los Gálatas. La
iglesia entera salió a encaminar a Pablo, a Bernabé y a los demás
por un corto trecho. Con esto, les estaba demostrando que aún se
los amaba, se los respetaba y se tenía confianza en ellos, a pesar
de las dudas que habían suscitado aquellos maestros judaizantes. Pablo
tomó el camino con rumbo sur a través de Fenicia y de la provincia
de Samaria, deteniéndose a visitar a las iglesias a todo lo largo
de su trayectoria. En cada lugar, hacía un relato completo de la
forma en que los gentiles se estaban convirtiendo al Señor. Esto
causaba gran gozo entre todos los hermanos. Aunque compuestas por
creyentes judíos en Fenicia y por creyentes samaritanos en Samaria,
las iglesias aceptaron toda la Palabra de Dios en medio de los
gentiles sin vacilar. Al
hacerles un informe completo, no hay duda de que Pablo incluyera
tanto las persecuciones como los milagros. También podemos estar
seguros de que les habló del bautismo en el Espíritu Santo y la
confirmación de la fe de estos creyentes. También
en Jerusalén la Iglesia les dio la bienvenida, y los apóstoles y
ancianos les dieron una recepción favorable. Todos escucharon el
informe de lo mucho que Dios había hecho con ellos (junto con ellos,
como compañeros de trabajo). Le dieron a Dios toda la gloria; El
había estado con ellos; era quien había hecho el trabajo en
realidad. (Compare con 1 Corintios 3:5-7.) Sin
embargo, no pasó mucho tiempo antes de que algunos fariseos
convertidos se levantaran en medio de la asamblea de Jerusalén. Con
toda fuerza, expresaron su idea de que era (y seguía siendo)
necesario circuncidar a los gentiles y mandarles que guardaran (observaran)
la Ley de Moisés. El
estudio del asunto (15:6-12) "Y
se reunieron los apóstoles y los ancianos para conocer de este
asunto. Y después de mucha discusión, Pedro se levantó y les dijo:
Varones hermanos, vosotros sabéis cómo ya hace algún tiempo que
Dios escogió que los gentiles oyesen por mi boca la palabra del
evangelio y creyesen. Y Dios, que conoce los corazones, les dio
testimonio, dándoles el Espíritu Santo lo mismo que a nosotros; y
ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos, purificando por la
fe sus corazones. Ahora, pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo
sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni
nosotros hemos podido llevar? Antes creemos que por la grada del Señor
Jesús seremos salvos, de igual modo que ellos Después,
los apóstoles y los ancianos se reunieron para estudiar el asunto.
Sin embargo, no era una reunión cerrada. El versículo 12 indica
que había una multitud (muchedumbre) presente. Al
principio hubo mucha discusión, no en el sentido de disensión,
sino más bien que hubo muchas preguntas y muchas argumentaciones
durante su intento de escudriñar el asunto. Sabiamente, los
dirigentes permitían que los presentes presentaran diversos puntos
de vista. Finalmente,
después de un largo debate, Pedro se levantó y les recordó que
por decisión de Dios, él les había llevado el Evangelio a los
gentiles (de Cesarea) y habían creído. Entonces Dios, que veía la
fe de su corazón, les dio testimonio de que eran creyentes, dándoles
el Espíritu Santo, tal como lo había hecho con todos los creyentes
judíos. De esta manera, indicaba que no hacía distinción ni
separación entre creyentes gentiles y judíos en forma alguna,
"purificando (limpiando) por la fe sus corazones". Es
decir, que Dios ya había purificado sus corazones por fe cuando
demostró que no había distinción al bautizarlos en el Espíritu
Santo. Dicho de otra forma, no eran la circuncisión, ni la
obediencia a la Ley de Moisés las necesarias para que Dios diera
testimonio de su fe derramando su Espíritu, sino un corazón
purificado por esa misma fe. Después
Pedro les preguntó por qué querían tentar a Dios (ponerlo a
prueba) echando a un lado lo que Él había hecho y dejado en claro
en Cesarea, con lo cual estaban suscitando su ira. Poner un yugo
sobre el cuello de estos discípulos gentiles, que ni los judíos
cristianos ni sus antepasados judíos habían tenido fuerza para
cargar, sería ciertamente poner a prueba a Dios, después de su
misericordiosa revelación de Cesarea. Después
terminó declarando que por medio de la gracia del Señor Jesucristo,
los discípulos judíos seguían creyendo para seguir siendo salvos,
exactamente de la misma manera que los creyentes gentiles. Es decir,
por gracia, sin el pesado yugo de la Ley y las ataduras legalistas a
las que los animaban los fariseos (quienes eran muy severos en
aquellos tiempos). Así era como todos continuaban su relación con
Cristo. Estas
palabras de Pedro calmaron a la multitud, que escuchó en silencio
mientras Bernabé y Pablo relataban (y explicaban) los muchos
prodigios y señales que Dios había hecho entre los gentiles a través
de ellos. Con esto querían decir que los milagros mostraban el
interés de Dios por ganar a aquellos gentiles para Cristo y
solidificarlos en la fe. Como Pablo les escribiría más tarde a los
corintios, su predicación no era con palabras persuasivas, sino con
demostración del Espíritu y de poder, para que su fe no estuviera
fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios (1
Corintios 2:4, 5) Una
palabra de sabiduría (15:13-29) "Y
cuando ellos callaron, Jacobo respondió diciendo: Varones hermanos,
oídme. Simón ha contado cómo Dios visitó por primera vez a los
gentiles, para tomar de ellos pueblo para su nombre. Y con esto
concuerdan las palabras de los profetas, como está escrito: Después
de esto volveré y reedificaré el tabernáculo de David, que está
caído; y repararé sus ruinas, y lo volveré a levantar, para que
el resto de los hombres busque al Señor, y todos los gentiles,
sobre los cuales es invocado mi nombre, dice el Señor, que hace
conocer todo esto desde tiempos antiguos. Después
de que Pablo y Bernabé terminaron de hablar, la multitud esperó
hasta que Jacobo rompió el silencio pidiendo que lo oyeran. Pero en
esta solicitud habla como hermano, y no como alguien que tuviera
autoridad superior. Primeramente llamó su atención hacia lo que
Pedro había dicho, llamándolo por su nombre hebreo. Simón (Simeón).
Lo resumió diciendo que Dios, en la casa de Cornelio (antes de que
fueran salvos otros gentiles), visitó por primera vez a los
gentiles (intervino para llevarles bendición) para tomar de ellos (las
naciones) un pueblo para su nombre, esto es, un pueblo que honrara
su Nombre y fuera suyo. Entonces,
buscó los fundamentos de esto en los profetas, citando Amos 9:11,
12, de la versión griega de los Setenta. Esta difiere de la hebrea
porque pone en lugar de Edom, "los hombres" (la humanidad,
los seres humanos). En realidad, el hebreo también podría leerse
"hombre" (hebreo, adam) en lugar de Edom. Es
evidente también que Jacobo tomó la reedificación del tabernáculo
(tienda) caído de David como una profecía paralela a la que habla
de que el Mesías surgiría como un renuevo o brote del trono de Isaí
y de la raíz de David. Aunque hubiera desaparecido la gloria de
David y su reino hubiera caído. Dios levantaría al Mesías de
entre los descendientes de David, y restauraría la esperanza, no sólo
para Israel, sino para los gentiles que quisieran aceptar a ese Mesías
y convertirse en miembros del pueblo de Dios. Esta era, como habían
dicho los profetas, la obra del Señor que ha conocido todas estas
cosas desde tiempos antiguos, esto es, desde el principio de los
tiempos. La
expresión "yo juzgo" (versículo 19) estaría mejor
traducida "me parece buena idea". Jacobo no estaba
actuando como juez en este momento, ni como el anciano que gobernaba
a la Iglesia. En el versículo 28 leemos: "Ha parecido bien al
Espíritu Santo, y a nosotros", y no "a Jacobo y a
nosotros". En esta situación, Jacobo no era más que un
hermano cristiano, un miembro del Cuerpo, que había dado una
palabra de sabiduría por decisión del Espíritu (Vea 1 Corintios
12:8, 11). La
Palabra de Sabiduría del Espíritu fue que no se inquietara más a
los creyentes gentiles (con más exigencias a su fe y a su conducta).
En cambio, debían escribir una carta en la cual se les dijera (orientara
a) que se apartaran (abstuvieran) de las contaminaciones de los ídolos
(todo lo relacionado con la adoración de ídolos), de la fornicación
(los diversos tipos de inmoralidad hetero y homosexual practicadas
habitualmente por tantos paganos gentiles), de ahogado (animales
matados sin desangrar), y de sangre. Estas
eran las cosas que se les debían pedir a los gentiles, y no con el
propósito de colocarlos bajo el peso de una serie de normas. Más
bien era por los creyentes judíos y por el bien del testimonio de
las sinagogas en cada ciudad en que habían estado por generaciones,
desde tiempos antiguos. Las
dos primeras peticiones, apartarse de la contaminación o de las
cosas contaminadas de la idolatría y de todas las formas de
inmoralidad sexual, eran por el bien del testimonio judío a favor
del único Dios verdadero y las altas exigencias morales que surgen
cuando se tiene un Dios que es santo. Los gentiles no debían
conservar nada que hubiera formado parte de su antiguo culto a los
ídolos, ni siquiera como herencia de familia, y aun cuando ahora ya
sabían que aquellas cosas carecían de significado y no podían
hacer daño. Sus vecinos idólatras lo interpretarían mal y supondrían
que el culto a Dios se podía mezclar con el culto o las ideas
paganas. También
había que recordarles a los creyentes gentiles las altas normas de
moral que Dios exige. Ellos procedían de un fondo cultural en el
cual se aceptaba la inmoralidad, e incluso se fomentaba en nombre de
la religión. Hizo falta una gran cantidad de enseñanza para lograr
que se dieran cuenta de que las cosas que todos los demás hacían
estaban mal hechas. Pablo tuvo que tratar en varias de sus epístolas
con gran severidad asuntos relativos a problemas de inmoralidad. (Vea
Romanos 6:12, 13, 9-23; 1 Corintios 5:1, 9-12; 6:13, 15-20; 10:8; Gálatas
5:19-21; Efesios 5:3, 5; Colosenses 3:5, 6; 1 Timoteo 1:9, 10.) Las
dos solicitudes segundas tenían por objeto promover las relaciones
entre los creyentes judíos y los gentiles. Si había algo que le
revolvía el estómago a un judío creyente, era comer carne que no
hubiera sido desangrada, o comer sangre. Si se les iba a pedir a los
creyentes judíos que cedieran mucho al comer comida que no fuera kosher
(pura) en las casas de los creyentes gentiles, entonces los
creyentes gentiles podían ceder ellos también un poco, y evitar
servir y comer aquellas cosas que ningún judío, por mucho tiempo
que llevara en su nueva fe, podía soportar en el estómago. Había
un precedente para estas dos últimas peticiones, porque mucho antes
de la época de Moisés, bastante tiempo antes de que se diera la
Ley, Dios le había dicho a Noé que no comiera sangre porque
representaba la vida. La misma restricción en la Ley de Moisés
trataba la sangre como tipo que señalaba proféticamente a la
sangre de Cristo y mostraba su importancia. Sin embargo. Santiago no
habló de esta tipología. Primariamente, la preocupación por la
fraternidad entre judíos y gentiles era lo que le interesaba. Este
era el tipo de sabiduría del que habla Jacobo en su epístola
(Santiago 3:17, 18). Era pura, pacífica, amable y benigna. Los
apóstoles y ancianos, junto con toda la iglesia, pensaron que sería
bueno enviar hombres escogidos de entre ellos mismos para que fueran
con Pablo y Bernabé a Antioquía a presentar su decisión y su
carta. Los escogidos fueron Judas Barsabás y Silas (contracción de
Silvano; 2 Corintios 1:19), varones principales de la Iglesia de
Jerusalén. La
carta especificaba con toda claridad que la Iglesia de Jerusalén no
ordenaba que los creyentes gentiles debían circuncidarse y guardar
la Ley. Su decisión de mandar hombres escogidos con sus amados
Bernabé y Pablo, había surgido mientras se hallaban reunidos. En
otras palabras, la decisión había sido unánime. Además, tanto
Bernabé como Pablo eran hombres amados por ellos. Así se los
recomendaban a los creyentes gentiles de Antioquía como hombres que
habían expuesto su vida por el nombre de nuestro Señor Jesucristo
(es decir, por todo lo que su nombre significa: su amor, su salvación,
su grada, su persona, etc). Judas
y Silas confirmarían personalmente todo aquello. Sólo se les pedirían
las cosas necesarias, que les habían parecido bien al Espíritu y a
los creyentes de Jerusalén. Si se guardaban de aquellas cosas, harían
bien. "Pasadlo bien" se traduciría literalmente "fortaleceos",
pero se había convertido en una frase común usada al final de una
carta para despedirse. El
regocijo en Antioquía (15:30-35) "Así,
pues, los que fueron enviados descendieron a Antioquía, y reuniendo
a la congregación, entregaron la carta; habiendo leído la cual, se
regocijaron por la consolación. Y Judas y Silas/ como ellos también
eran profetas, consolaron y confirmaron a los hermanos con
abundancia de palabras. Y pasando algún tiempo allí, fueron
despedidos en paz por los hermanos, para volver a aquellos que los
habían enviado. Mas a Silas le pareció bien el quedarse allí. Y
Pablo y Bernabé continuaron en Antioquia, enseñando la palabra del
Señor y anunciando el evangelio con otros muchos". Cuando
Pablo y sus acompañantes llegaron y le leyeron la carta a toda la
multitud de los creyentes de Antioquía, ellos (todo el Cuerpo) se
regocijaron grandemente por la consolación (aliento, exhortación). Está
claro que Pablo había aceptado la decisión del Concilio de Jerusalén,
y le producía regocijo. Entonces,
Judas y Silas hicieron más que limitarse a confirmar lo que decía
la carta. Eran profetas (voceros de Dios, usados por el Espíritu
Santo en el don de profecía para la edificación, exhortación y
consuelo o aliento de los creyentes). Por el Espíritu, consolaron (animaron
y exhortaron) a los hermanos con muchas palabras (dadas por el Espíritu).
Por medio de esas palabras, los confirmaron (apoyaron, sostuvieron).
Es decir, les dieron sólidos alientos para que olvidaran las
discusiones de los judaizantes y mantuvieran su fe en Cristo y en el
Evangelio que habían recibido, el Evangelio de la salvación por
gracia a través de la fe sola (fuera de las obras de la Ley), tal
como Pablo afirma claramente en sus epístolas a los Romanos y los Gálatas. Después
de algún tiempo, los hermanos (los creyentes de Antioquía)
despidieron en paz (y deseo de bienestar) a Judas y a Silas, para
que regresaran a quienes los habían enviado, esto es, a toda la
Iglesia de Jerusalén, como aparece en griego. Judas Barsabás
regresó, pero Silas prefirió quedarse. Pablo
y Bernabé se quedaron también en Antioquía para enseñar y
predicar el Evangelio junto con muchos otros; el Señor había
suscitado muchos otros maestros y personas dedicadas a difundir el
Evangelio en aquella iglesia aún creciente. Entre ellos es posible
que hubiera algunos otros que llegaran desde Jerusalén y desde
otros lugares. Pero, sin duda, la mayoría eran personas de la
asamblea local. También ellos estaban entrando en la obra del
ministerio para la edificación (construcción) del Cuerpo de Cristo.
Pablo escribiría más tarde que todos los santos (todos los
creyentes consagrados) debían recibir ministerio de Cristo para que
fuera edificado su Cuerpo (Efesios 4:12, 15, 16). La
separación de Pablo y Bernabé (15:36-41) "Después
de algunos días. Pablo dijo a Bernabé: Volvamos a visitar a los
hermanos en todas las ciudades en que hemos anunciado la palabra del
Señor, para ver cómo están. Bernabé quería que llevasen consigo
a Juan, el que tenia por sobrenombre Marcos; pero a Pablo no le
parecía bien llevar consigo al que se había apartado de ellos
desde Panfília, y no había ido con ellos a la obra. Y hubo tal
desacuerdo entre ellos, que se separaron el uno del otro; Bernabé,
tomando a Marcos, navegó a Chipre, y Pablo, escogiendo a Silas,
salió encomendado por los hermanos a la gracia del Señor, y pasó
por Siria y Cilicia, confirmando a las iglesias". Después
de algunos días (lo cual podía significar una cantidad
considerable de tiempo). Pablo le sugirió a Bernabé que se fueran
a visitar a los hermanos de las iglesias fundadas durante el primer
viaje misionero en Chipre y en el sur de la Galacia. A través de
todo su ministerio. Pablo siempre mantuvo un amor y una preocupación
que lo mantenían orando por las iglesias y los creyentes a los que
les había ministrado. Sus epístolas son evidencia de ello. Cuando
Bernabé decidió que quería llevar consigo a Juan Marcos, Pablo no
estimó que fuera digno de ello. Marcos los había dejado plantados
en un momento importante, cuando ellos lo necesitaban para la obra.
Evidentemente, Pablo no creía que fuera bueno llevar a aquellas
iglesias jóvenes a una persona que pudiera no ser buen ejemplo en
cuanto a fe y diligencia. Sin embargo, Bernabé estaba decidido a
darle otra oportunidad a su primo. Tanto
Pablo como Bernabé tenían tan fuertes sentimientos con respecto a
esto, que se sintieron irritados por un tiempo, quizá incluso
indignados. El griego indica que hubo sentimientos fuertemente
heridos entre ellos. Pero no permitieron que esto fuera obstáculo
para la obra del Señor; terminaron estableciendo un acuerdo pacífico.
Decidieron que lo mejor era separarse y dividirse la responsabilidad
de visitar y animar a los creyentes. Así fue como Bernabé tomó
consigo a su primo Marcos y se fue a Chipre a visitar las iglesias
fundadas en la primera parte del primer viaje. Esto era sabido,
porque Chipre era territorio familiar para Marcos. Allí, había
sido fiel. Era mejor llevarlo de nuevo a la región donde había
tenido éxito. Se ve
que Bernabé tuvo razón en querer darle a Marcos una segunda
oportunidad, en el hecho de que Pablo le pediría más tarde a
Timoteo que le llevara consigo a Marcos porque le era útil para el
ministerio (2 Timoteo 4:11). Marcos estaba también con Pedro cuando
éste visitó Babilonia (1 Pedro 5:13). La tradición primitiva
también dice que Marcos escribió la predicación de Pedro en su
evangelio. Así que tenemos que agradecerles tanto a Bernabé como a
Pedro que Marcos llegara a una situación en la que el Espíritu
Santo lo pudiera dirigir y le pudiera inspirar la redacción del
segundo evangelio. Pablo
escogió a Silas, quien era un creyente maduro, un profeta que ya
había sido usado por el Espíritu para exhortar y animar a las
iglesias. Silas sería un excelente ayudante para Pablo en su
esfuerzo por animar a las iglesias del sur de la Galacia, que se
hallaban en un ambiente sumamente difícil. Puesto
que Silas era un miembro distinguido de la iglesia de Jerusalén,
esto también ayudaría a demostrar ante las iglesias de la Galacia
la unidad entre Pablo y los dirigentes de Jerusalén, y de esta
manera terminaría de liquidar las discusiones de los judaizantes.
También era una buena ayuda que Silas fuera ciudadano romano, al
igual que Pablo. (Vea Hechos 16:37, 38). Entonces,
los hermanos de Antioquía los liberaron y los encomendaron otra vez
a la gracia de Dios. Así fue como tomaron el camino a través de
Siria y Cilicia, confirmando a las iglesias. Estas serían las
asambleas que había en ciudades situadas al norte de Antioquía en
Siria y en Tarso, la ciudad natal de Pablo, en Cilicia.
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