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8. Hechos 10 Hechos Apostólicos es un estudio de la Edad Apostólica de la iglesia cristiana temprana. Es la continuación milagrosa de la obra de Jesús en el primer siglo, a través de la obra del Espíritu Santo y su iglesia. Presenta el ministerio de Pedro, de los doce apóstoles y de Pablo de Tarso, en su cumplimiento de la Gran Comisión desde el Día de Pentecostés hasta llevar el evangelio a Roma, el capital del mundo. 16.
CAPITULO
6: EN LA CASA DE CORNELIO
Léase
Hechos 10. Preguntas
de Preparación 1.
¿Por qué medio hizo Dios que Pedro y Cornelio se llegasen a
conocer? 2.
¿Qué significaba la predicación de Pedro a Cornelio y a sus
amigos? 3.
¿Qué lección aprendieron Pedro y sus amigos de que el Espíritu
Santo fuera dado a Cornelio y a sus amigos? Introducción La
iglesia cristiana era una iglesia exclusivamente de judíos, antes
que nada. Sin embargo Jesús había dado orden a sus discípulos de
ir por todo el mundo y predicar el evangelio. Los había llamado a
ser testigos suyos hasta los fines de la tierra. Paso a paso la
iglesia comenzaba ya a ir en esa dirección. Poco a poco se estaba
derrumbando la barrera formada por las tradiciones judaicas. Sin
embargo, la iglesia todavía no estaba entregada totalmente a un
programa que tuviera como meta el llevar el evangelio a los
gentiles. Pablo fue escogido por Jesucristo para esta tarea, pero
los primeros pasos fueron dados por otros. Hechos 10 nos relata cómo
Dios preparó a Pedro para este trabajo, mostrándole que todos los
hombres son iguales delante de Dios y que la salvación divina debía
ser ofrecida a todos. 1.
Cornelio En
Cesárea, ciudad costera de Palestina, estaba destacado un centurión
llamado Cornelio. Es de importancia notar que éste era un oficial
del ejército romano, porque los judíos odiaban a los que tenían
algo que ver con el ejército. Cornelio era un gentil, pero no
pagano. El amaba a Dios, el Dios de Israel. Oraba a Dios. Dio
pruebas de su amor por sus hechos de caridad y de bondad hacia el
pueblo judío. No era un prosélito, es decir un gentil convertido al judaísmo. Más bien
era un "temeroso de Dios", esto es, un gentil que
adoraba al Dios de Israel. Una
tarde como a las 15 horas, mientras Cornelio oraba, un ángel lo
visitó. El ángel le dijo que Dios había escuchado sus oraciones y
que era acepto delante de él, y que Dios ahora planeaba
mostrarles mayores cosas, y que tenía que enviar a Jope por Pedro
que estaba alojado en la casa de Simón, el curtidor. Desaparecido
el ángel, Cornelio inmediatamente obedeció lo que el ángel le había
dicho. Acompañados por un soldado, Cornelio envió a dos de sus
sirvientes a buscar a Pedro y traerlo a Cesárea. 2.
Pedro Al
día siguiente, mientras los enviados de Cornelio se acercaban a
la ciudad de Jope, Pedro subió a la azotea de su casa para tener un
tiempo de quietud en oración. Al llegar el mediodía, sintió
hambre y mandó pedir algo qué comer. Mientras se preparaba dicho
alimento, Pedro tuvo un éxtasis. Vio descender del cielo una gran sábana
llena de toda clase de cuadrúpedos, pájaros y reptiles. Mientras
Pedro veía todo esto con asombro, una voz que indudablemente Pedro
reconoció como la voz de Jesús mismo, le habló desde el cielo y
le ordenó que matara y comiera. Pedro rehusó hacer tal cosa. No
quiso obrar en contra de las leyes del Antiguo Testamento que decían
cuáles animales se permitían comer y cómo se les tenía que
preparar. La voz le contestó: (v. 15) "Lo que Dios limpió, no
lo llames tú común". Este diálogo se repitió tres veces,
como para impresionar a Pedro con la importancia de lo que se le decía.
Luego el lienzo fue llevado de nuevo al cielo, y Pedro despertó. Pedro
no podía entender con claridad el significado de su visión, y lo
pensaba, procurando entender qué era lo que Jesús le decía.
Cuando aún estaba meditando todo aquello, llegaron a la casa los
hombres enviados por Cornelio, quienes preguntaron por él. El Espíritu
Santo indicó a Pedro que debía ir con estos hombres. Así que se
apresuró a bajar de la azotea para conocerles y preguntarles qué
se les ofrecía. Cuando le dijeron el asunto, Pedro les invitó a
que pasasen, y les dio hospedaje. Al día siguiente salió con ellos
rumbo a Cesárea, llevando consigo a seis hermanos de la iglesia de
Jope. 3.
En la Casa de Cornelio Al
llegar Pedro y sus compañeros a la casa de Cornelio, encontraron
a éste esperándoles. Inmediatamente salió, saludó a Pedro, se
tiró a sus pies y le adoró. Mas Pedro no aceptó adoración alguna.
Le dijo que se levantara y entró con él a la casa. Allí se dio
cuenta de que Cornelio había juntado a todos los de su casa y también
a muchos de sus amigos, para oír lo que Pedro tenía que decirles. Pedro
estaba dejando de sentir rápidamente el prejuicio judío contra los
gentiles. Ya se estaba dando cuenta de lo que dice Efesios 2:14, que
Jesús había derrumbado "la pared intermedia de separación".
Dijo a Cornelio y a los que estaban ahí reunidos: "Vosotros
sabéis cuan abominable es para un judío juntarse o acercarse a
un extranjero; pero a mí me ha mostrado Dios que a ningún hombre
llame común o inmundo" (v. 28). Pedro comprendió que la visión
de los animales tenía una aplicación no solamente para los
asuntos de la comida, sino también para las relaciones con los
gentiles. Pedro preguntó a Cornelio cómo fue que éste lo había
llamado. Cornelio le contó su visión del ángel, y dijo públicamente
que ahora, él y sus amigos estaban presentes, "a la vista de
Dios, para oír todo lo que Dios te ha mandado" (v. 33). Pedro
comenzó su discurso declarando: "En verdad comprendo que
Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se
agrada del que le teme y hace justicia" (10:34, 35). Para
nosotros, esto parece lo más natural. Mas para los judíos que
siempre habían creído que sólo a ellos los amaba Dios, tal
declaración era una cosa sorprendente. Ahora es cuando Pedro se da
cuenta que la visión que recibió, era un llamamiento para predicar
el evangelio a Cornelio y a sus amigos. Por tanto, él les relató
la historia de Jesús. Tomó por cierto que ellos ya habían oído
acerca de Jesús, pues las cosas que hizo, no fueron hechas a
escondidas; eran muy conocidas por toda Palestina. Luego trajo a la
memoria de sus oyentes, el ministerio que Jesús tuvo, culminando
con su muerte y su resurrección. Dijo que él y sus compañeros
eran testigos de la resurrección de Jesús que lo habían visto y
que habían comido con él. Ahora ellos habían sido llamados para
dar testimonio de él, para que todo aquel que creyere en el nombre
de Cristo, recibiese el perdón de sus pecados. El
sermón de Pedro terminó en una forma notable. Mientras
todavía
hablaba él, el Espíritu Santo cayó sobre Cornelio y sus amigos.
Habían creído las palabras de Pedro, confiaron en Cristo de quien
Pedro había hablado, y recibieron el don del Espíritu Santo en la
misma manera que lo habían recibido Pedro y los demás creyentes
judíos, en el día de Pentecostés. El
Espíritu Santo había sido dado a otras personas después del
Pentecostés. En Samaria, por ejemplo, los creyentes habían
recibido el Espíritu Santo cuando los apóstoles les impusieron las
manos. Mas ahora había venido el Espíritu Santo sin imposición
alguna de manos, y las mismas señales que habían sido dadas en el
día de Pentecostés a los creyentes judíos, fueron las mismas señales
que ahora recibieron estos gentiles. Esto fue algo que impresionó
tremendamente a Pedro. El dijo a los que le acompañaban, "¿Puede
acaso alguno impedir el agua para que no sean bautizados estos que
han recibido el Espíritu Santo también como nosotros?"
(10:47). Así que ordenó el bautismo tanto de Cornelio como el de
sus amigos. Este
bautismo significaba que los gentiles eran aceptados en la iglesia
de Jesucristo. Tenían la misma categoría que los judíos creyentes.
Cornelio les pidió a Pedro y a sus amigos que se quedasen con
ellos por un tiempo para aprender más acerca del Señor Jesucristo.
Antes de que ocurriera todo esto, jamás se hubiese quedado Pedro en
casa de un gentil; pero ahora aceptó la invitación hecha por
Cornelio. La pared entre los judíos y los gentiles habíase
derrumbado, por el evangelio de Cristo Jesús.
17. Comentario
a Hechos de los Apóstoles Los
capítulos 10 y 11 nos traen hasta un momento que le da un giro
importante al libro de los Hechos. Aunque Jesús había encargado a
los apóstoles de enseñar (hacer discípulos de) a todas las
naciones (Mateo 28:19), ellos no estaban ansiosos por hacerlo.
Aquellos que se dispersaron debido a la persecución que tuvo lugar
después de la muerte de Esteban al principio, les habían predicado
el Evangelio sólo a los judíos (Hechos 11:19). Evidentemente, habían
interpretado la expresión "todas las naciones" como
referente a los judíos dispersos entre todas las naciones. Desde
el principio se ve con claridad en la Iglesia que convertirse a
Cristo e incluso recibir el bautismo en el Espíritu Santo, no son
circunstancias que quiten de forma automática los prejuicios con
los que crece la persona. Pedro había progresado algo: aceptaba la
obra del Señor en la salvación de los samaritanos. Pero éstos
estaban circuncidados y guardaban la Ley tan bien como muchos judíos.
También estaba dispuesto a hospedarse en la casa de un curtidor
"impuro" que era creyente. Sin embargo, no se habían
enfrentado todavía a la mayor de las barreras. Había muchas leyes
y costumbres que separaban a los judíos de los gentiles, en
especial las leyes dietéticas. Tampoco podía ningún judío comer
alimentos preparados por un gentil, porque creían que esto también
los haría impuros. Cornelio
manda a buscar a Pedro (10:1-8) Había
en Cesarea un hombre llamado Cornelio, centurión de la compañía
llamada la Italiana, piadoso y temeroso de Dios con toda su casa, y
que hacía muchas limosnas al pueblo, y oraba a Dios siempre. Este
vio claramente en una visión, como a la hora novena del día, que
un ángel de Dios entraba donde él estaba, y le decía: Cornelio.
El, mirándole fijamente, y atemorizado, dijo: ¿Qué es, Señor? Y
le dijo: Tus oraciones y tus limosnas han subido para memoria
delante de Dios. Envía, pues, ahora hombres a Jope, y haz venir a
Simón, el que tiene por sobrenombre Pedro. Este posa en casa de
cierto Simón curtidor, que tiene su casa junto al mar; él
te dirá lo que es necesario que hagas. Ido el ángel que hablaba
con Cornelio, éste llamó a dos de sus criados, y a un devoto
soldado de los que le asistían; a los cuales envió a Jope, después
de haberles contado todo. En
Cesarea (unos 50 kilómetros al norte de Jope), la capital de la
Judea bajo los procuradores romanos. Roma estacionó un cuerpo (cohorte)
especial de soldados, conocido como "la compañía italiana".
Uno de ellos, Cornelio, era centurión al frente de cien soldados de
infantería. En autoridad y responsabilidad se compararía al capitán
de los ejércitos modernos. Como todos los centuriones que se
mencionan en el Nuevo Testamento, era un hombre bueno y, como el que
Jesús elogiara en Mateo 8:10, 11, también era un hombre de fe. En
aquellos días, algunos gentiles estaban cansados de las cosas
absurdas, la idolatría y la inmoralidad de las religiones de Roma y
Grecia. Muchos, entre ellos Cornelio, habían encontrado algo mejor
en las enseñanzas de las sinagogas, y habían aceptado la verdad
del único Dios verdadero. Lucas dice que Cornelio era un hombre
piadoso. En otras palabras, era recto en sus actitudes hacia Dios y
hacia los hombres, y por gracia, vivía una vida correcta ante Dios.
También era temeroso (reverenciaba a) de Dios, con toda su casa (lo
cual incluía tanto la familia como los sirvientes). Debido a su
influencia, todos ellos asistían a la sinagoga, se sentaban en la
parte posterior, oían la enseñanza y creían en Dios. Sin embargo,
no se habían hecho plenamente prosélitos, o convertidos al judaísmo.
Por consiguiente, ni habían aceptado la circuncisión ni guardaban
las leyes sobre la alimentación. No obstante, Cornelio era generoso
en las limosnas que le hacía al pueblo (los judíos) y oraba a Dios
siempre ("a través de todo", es decir, a diario y en toda
circunstancia). Dicho de otra forma, buscaba realmente al Señor
para que lo guiara en todas las cosas. Por
lo que se deduce del versículo 37, es evidente también que
Cornelio conocía el Evangelio. Muchos eruditos bíblicos creen que
Cornelio quería aceptar a Cristo y recibir la plenitud del Espíritu
Santo, pero se le había dicho que tendría que comenzar por hacerse
judío. Es muy posible que en aquella misma circunstancia estuviera
pensando en dar aquel paso. De lo
que sí podemos estar seguros, es de que Dios vio el deseo de su
corazón. Alrededor de las 3 en punto de la tarde, la hora judía de
la oración vespertina, estaba ayunando y orando. (Vea el versículo
30.) De pronto, se le apareció un ángel en una visión ("algo
que vio"), esto es, en una verdadera aparición o revelación,
abiertamente a la luz del día. No se trataba de un sueño, o de una
visión semejante a los sueños; era algo muy real. Note que el versículo
7 dice que el ángel se marchó. Esto confirma que se trató de un
suceso muy real, y no simplemente de una visión al estilo de los
sueños. Cuando
Cornelio dirigió su mirada hacia el ángel, se sintió atemorizado
(lleno de temor, miedo o incluso terror). Era una reacción natural
ante lo sobrenatural, en un hombre que nunca antes había
experimentado nada sobrenatural. Pero, a pesar de su temor, le
preguntó: "¿Qué es Señor?", lo cual indica que
consideró al ángel como una manifestación divina. Sin embargo, el
ángel dirigió su atención hacia Dios. Sus oraciones y sus
limosnas habían subido (ascendido) para memoria (recuerdo, o mejor,
ofrenda memorial) ante Dios. Entonces, el ángel le indicó
que enviara hombres (que él mismo escogiera) a Jope, a buscar a Simón
Pedro, que estaba posando en casa de Simón el curtidor. Pedro le
diría lo que le era necesario hacer. Tan
pronto como se marchó el ángel, Cornelio llamó a dos de los
siervos de su casa. Como lo indica el versículo 2, eran hombres
temerosos de Dios. Lucas llama "devoto" también (hombre
de Dios, temeroso de Dios) al soldado que asistía a Cornelio. Después
de explicarles en detalle lo que el ángel había dicho, los envió
a los tres a Jope para que buscaran a Pedro. Las
visiones de Pedro (10:9-22) "Al
día siguiente, mientras ellos iban por el camino y se acercaban a
la ciudad, Pedro subió a la azotea para orar, cerca de la hora
sexta. Y tuvo gran hambre, y quiso comer; pero mientras le
preparaban algo, le sobrevino un éxtasis: " y vio el cielo
abierto, y que descendía algo semejante a un gran lienzo, que atado
de las cuatro puntas era bajado a la tierra; en el cual había de
todos los cuadrúpedos terrestres y reptiles y aves del cielo. Y le
vino una voz: Levántate, Pedro, mata y come. Entonces Pedro dijo:
Señor, no; porque ninguna cosa común o inmunda he comido jamás.
Volvió la voz a él la segunda vez; Lo que Dios limpió, no lo
llames tú común. Esto se hizo tres veces; y aquel lienzo volvió a
ser recogido en el cielo. Al día
siguiente, a eso del mediodía, los tres hombres enviados por
Cornelio se acercaban a Jope. Dios es siempre fiel y obra en ambas
partes, de manera que era tiempo de preparar a Pedro. Pedro
subió al techo plano de la casa por una escalera exterior. La mayoría
de los judíos consideraban que el mediodía era una de las horas de
oración (Salmo 55:17; Daniel 6:10). Pero, aun cuando su intención
era orar, sintió mucha hambre y quiso comer. Se lo hizo saber a sus
anfitriones; mientras permanecía en el techo, esperando a que le
prepararan comida, "le sobrevino un éxtasis". Esto no
significa algo así como un "trance", en el sentido
moderno de la palabra, ni tampoco quiere decir que cayera en un
estado hipnótico. Simplemente significa que su mente fue apartada
de lo que estuviera pensando, mientras tenía la sensación de que
algo importante estaba a punto de suceder. Entonces
vio los cielos abiertos y algo que descendía de ellos. Era
semejante a un enorme lienzo atado de las cuatro puntas y lleno de
todo tipo de cuadrúpedos, animales salvajes, reptiles de la tierra
y aves del cielo. Una voz le ordenó: "Levántate, Pedro, mata
y come." Pedro tenía la sensibilidad espiritual suficiente
para saber que aquella era la voz del Señor (esto es, del Señor
Jesús). Pero sus prejuicios vencieron a su deseo normal de obedecer
al Señor. Por esto replicó: "Señor, no (de ninguna manera);
porque ninguna cosa (profana, sucia) común o inmunda (no kosher) he
comido jamás." La
voz le respondió: "Lo que Dios limpió, no lo llames tú común
(impuro)." La negación es muy enfática aquí. Desde aquel
momento, no debería considerar nada como impuro cuando Dios lo
hubiera purificado. Después, para insistir más en ello, esto se
repitió tres veces. Los prejuicios de Pedro eran tan fuertes, que
hizo falta llegar hasta este extremo para fijar esta verdad en su
mente. Pedro
tenía el discernimiento espiritual suficiente para saber que esta
visión tenía un significado que iba más allá de la posibilidad
de comer alimentos que no fueran kosher, esto es, puros. El hecho de
que estuviera perplejo sobre lo que esto significaría, no quiere
decir que tuviera duda alguna de que tuviera un significado. Más
bien quiere decir que tenía dificultad en tratar de comprender cuál
era. Estaba confundido sobre su posible explicación. No
obstante. Dios no lo dejó especular por mucho tiempo. Los hombres
enviados por Cornelio se hallaban ya a la puerta, gritando para que
los atendieran y preguntando por Pedro. Por esto, el Espíritu Santo
interrumpió sus pensamientos (sus cavilaciones, mientras pesaba
esta posibilidad y aquella) sobre la visión y le dijo que había
tres hombres que lo buscaban. Debía levantarse, descender (por la
escalera exterior) del techo e ir con ellos sin dudar, esto es, sin
vacilación. (La palabra dudes del versículo 20 corresponde a
diakrinómenos, palabra griega diferente a diéporei, la usada en
el versículo 17) Era el Espíritu Santo el que los había
enviado, al impulsar la obediencia con la que Cornelio los envió. Pedro
obedeció, les dijo a los hombres que él era el que andaban
buscando, y les preguntó cortésmente por la razón de su venida.
Se la explicaron, añadiendo que Cornelio era un hombre de buen
testimonio en toda la nación de los judíos. El
encuentro entre Pedro y Cornelio (10:23-33) "Entonces,
hadándoles entrar, los hospedó. Y al día siguiente, levantándose,
se fue con ellos; y le acompañaron algunos de los hermanos de Jope.
Al otro día entraron en Cesarea. Y Cornelio los estaba esperando,
habiendo convocado a sus parientes y amigos más íntimos. Cuando
Pedro entró, salió Cornelio a recibirle, y postrándose a sus
pies, adoró. Mas Pedro le levantó, diciendo; Levántate, pues yo
mismo también soy hombre. Y hablando con él, entró, y halló a
muchos que se habían reunido. Y les dijo: Vosotros sabéis cuan
abominable es para un varón judío juntarse o acercarse a un
extranjero; pero a mí me ha mostrado Dios que a ningún hombre
llame común o inmundo; por lo cual, al ser llamado, vine sin
replicar. Así que pregunto: ¿Por qué causa me habéis hecho venir? Por
la mañana, después de haberlos hospedado durante la noche, Pedro
se marchó con los tres hombres, pero tuvo el cuidado de llevar
consigo a seis buenos hermanos judíos creyentes. (Vea Hechos
11:12.) El sabía que los demás creyentes lo llamarían a cuentas
por haber entrado a la casa de un gentil, así que quería tener
algunos testigos en los que pudiera confiar. Con el fin de estar
seguro, tomó el doble de los dos o tres que exigía la Ley. (Vea
Mateo 18:16; Deuteronomio 19:15.) Al
siguiente día, cuando llegaron a Cesarea, se encontraron a Cornelio
esperándolos con la casa llena de gente. El creía en la promesa
del Señor. Por tanto, esperaba que Pedro fuera de inmediato y,
calculando cuál sería el momento de su llegada, se tomó el
trabajo de reunir a todos sus familiares y amigos íntimos. Cuando
llegó Pedro, Cornelio estaba tan consciente de que Dios lo había
enviado, que apenas lo encontró, cayó a sus pies y adoró (se puso
de rodillas ante él). Probablemente, Pedro se quedara estupefacto
ante esto. Rápidamente, lo asió y lo levantó, diciéndole categóricamente
que él también era hombre, ser humano. Pedro no quería que nadie
le diera preeminencia a ninguna personalidad humana en la Iglesia. El
texto indica de manera implícita que cuando Pedro entró, se
sorprendió de ver tanta gente. Comenzó su sermón recordándoles a
todos los allí reunidos que era abominable (ilegal) para un judío
juntarse (hacerse acompañar por) a o acercarse (tener acuerdo con)
un extranjero. Pero él se hallaba allí, porque Dios le había
mostrado que a ningún hombre (ningún ser humano) le llamara
inmundo. Por lo cual, al ser llamado, fue sin replicar. Sin embargo,
a continuación le preguntó el motivo por el que le habían hecho
ir. Como
respuesta, Cornelio le relató cómo cuatro días antes (contando
aquel día como el cuarto) un varón con vestido resplandeciente (brillante)
le dijo que enviara a buscar a Pedro, y eso había hecho. Pedro había
hecho bien en ir. Es decir, estaban complacidos de que hubiera ido. 9
Todos ellos estaban en la presencia de Dios para oír todo lo que
Dios le había mandado (indicado) que les dijera. Buenas
nuevas para los gentiles (10:34-43) "Entonces
Pedro, abriendo la boca, dijo: En verdad comprendo que Dios no hace
acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le
teme y hace justicia. Dios envió mensaje a los hijos de Israel,
anunciando el evangelio de la paz por medio de Jesucristo; éste es
Señor de todos. Vosotros sabéis lo que se divulgó por toda Judea,
comenzando desde Galilea, después del bautismo que predicó Juan: cómo
Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret,
y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos
por el diablo, porque Dios estaba con él. El
sermón de Pedro en la casa de Cornelio representa un hito en la
historia de la Iglesia primitiva. Desde el principio, demuestra que
ahora comprendía plenamente el significado de aquella visión
repetida que había recibido en el techo. Veía que Dios ciertamente
no hace acepción de personas. Esto es, que no muestra favoritismo
ni parcialidad. En toda nación, aquel que le teme (adora y
reverencia) y hace (obra, realiza) justicia (como evidencia de la
grada divina recibida por fe), es agradable ante El. La
imparcialidad de Dios no es una idea nueva. Había sido enseñada en
pasajes del Antiguo Testamento, tales como Deuteronomio 10:17; 2
Samuel 14:14; 2 Crónicas 19:7. (Vea también Amos 9:7; Romanos
2:11; 1 Pedro 1:17.) Esto no significa que Dios no pueda escoger,
pero no lo hace fundándose en diferencias externas o nacionales, ni
limitándose a ellas. Por ello, estos gentiles, si reunían estas
cualidades de adoración, fe y fidelidad, eran tan aceptables ante
Dios, como cualquier judío. Entonces
Pedro les recuerda a Cornelio y a sus amigos el mensaje que Dios le
envió a Israel, anunciando (diciendo las buenas nuevas, el
evangelio de) la paz por medio de Jesucristo. En
este instante, Pedro no pudo evitar la inserción de la expresión
"Este es Señor de todos". Después, continuó, recordándoles
el mensaje que ellos conocían. "Vosotros sabéis" es enfático
en griego en esta situación. Esto quiere decir que ellos conocían
los hechos sobre Jesús, incluso la promesa del Espíritu Santo.
Quizá hubieran oído predicar a Felipe. De todas maneras, Pedro
reconocía que alguien les había dado el mensaje, porque había
sido predicado a través de toda la Judea, comenzando desde Galilea,
después del bautismo que predicó Juan. Nadie que asistiera a las
sinagogas podía haber escapado de oírlo. El
mensaje era el mismo Jesús, Jesús de Nazaret, a quien Dios había
ungido con el Espíritu Santo y con poder. (Vea Isaías 11:2; 6:1,
2; Lucas 4:18, 19.) Este Jesús anduvo haciendo bienes y sanando a
todos los oprimidos (derrotados o tratados duramente) por el diablo
("el calumniador"; el jefe de todos los calumniadores),
porque Dios estaba con El. Entonces
Pedro añade: "Y nosotros (los apóstoles, más que los
creyentes de Jope) somos testigos de todas las cosas que Jesús hizo
en la tierra de Judea y en Jerusalén." Después sigue adelante
con el mensaje. A éste que no había hecho más que bien, lo
mataron y lo colgaron de un madero (algo hecho de madera, esto es,
la cruz). En contraste con lo que los hombres habían hecho con Jesús,
Dios lo levantó (resucitó) de entre los muertos al tercer día. (Vea
Oseas 6:2; 1 Corintios 15:4, 20, 23.) Entonces, Dios hizo que se
manifestase (se hiciese visible), no a todo el pueblo, sino a los
testigos escogidos por El de antemano, esto es, a Pedro y a los demás
que comieron y bebieron con El después de que resucitara de entre
los muertos. Esta era una prueba concreta sobre la realidad del
cuerpo resucitado de Cristo. No era un espíritu, ni un producto de
su imaginación, sino una persona muy real con la cual tenían
intimidad. Como
consecuencia del mandato de Cristo, estos testigos proclamaban estas
buenas nuevas ante el pueblo y testificaban solemnemente que Jesús
había sido puesto (nombrado) como Juez de vivos y muertos. Con esto,
Pedro no estaba hablando de los espiritualmente vivos y los
espiritualmente muertos. Más bien decía que Jesús es y será el
Juez de todos los que han vivido o vivirán jamás en la tierra.
Esto confirma lo que Jesús había dicho en Juan 5:22: "Porque
el Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo."
Por tanto, al igual que Jesús es el Mediador entre Dios y el hombre
en la redención, también se hallará en el juicio. Después,
como solía hacer, Pedro presentó el testimonio de los profetas.
Ese testimonio da en su totalidad una prueba más de que todo el que
crea en El recibirá perdón de los pecados por su nombre: por su
autoridad y porque El es quien es (el Salvador crucificado y
resucitado). El
derramamiento del Espíritu Santo (10:44-48) "Mientras
aún hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre
todos los que oían el discurso. Y los fieles de la circuncisión
que habían venido con Pedro se quedaron atónitos de que también
sobre los gentiles se derramase el don del Espíritu Santo. Porque
los oían que hablaban en lenguas, y que magnificaban a Dios.
Entonces respondió Pedro: ¿Puede acaso alguno impedir el agua,
para que no sean bautizados estos que han recibido el Espíritu
Santo también como nosotros? Y mandó bautizarles en el nombre del
Señor Jesús. Entonces le rogaron que se quedase por algunos días". Mientras
Pedro hablaba aún estas palabras (en griego, rhémata), hubo una
interrupción súbita e inesperada procedente del cielo. El Espíritu
Santo se derramó sobre todos los que oían la Palabra. Esto dejó
totalmente asombrados a los creyentes judíos que habían ido con
Pedro. En realidad, los dejó totalmente estupefactos ver que el Espíritu
Santo se derramaba sobre los gentiles. La
expresión "derramase" relaciona este suceso con lo que
había tenido lugar en el día de Pentecostés (Hechos 2:17, 33).
También lo relaciona el que hayan hablado en lenguas (lenguajes) y
glorificado a Dios. Esta evidencia convenció por completo a
aquellos creyentes judíos. También es una indicación de que la
experiencia de Pentecostés se puede repetir. Pedro
reconoció que esto era una nueva confirmación de que no sólo Dios
los aceptaba, sino que los hacía parte de la Iglesia. En Pentecostés,
el Espíritu Santo se había derramado sobre creyentes que ya habían
sido identificados como la Iglesia y como el Templo del Espíritu
Santo. Con este tipo de evidencia, ¿quién les podría impedir el
bautismo en agua? Su experiencia al recibir al Espíritu era
exactamente la misma que la de los creyentes judíos. Aquí
podemos notar que estos gentiles, cuyo corazón estaba preparado
gracias al mensaje del ángel, creyeron y fueron salvos mientras
Pedro predicaba. Entonces estuvieron listos para el derramamiento
del Espíritu Santo. Más adelante, en Hechos 15:8, Pedro diría:
"Y Dios, que conoce los corazones, les dio testimonio, dándoles
el Espíritu Santo lo mismo que a nosotros." Esto significa con
toda seguridad que el bautismo en el Espíritu Santo dio testimonio
de la fe que ya tenían antes de ser llenos con el Espíritu. Por
indicación de Pedro, fueron bautizados en el nombre (por la
autoridad) del Señor Jesús. Esto fue una declaración pública de
su fe, un testimonio de la fe que ya tenían, de la fe que ya había
traído la purificación a su corazón (Hechos 15:9). Entonces,
le rogaron a Pedro que se quedara con ellos por algunos (pocos) días.
Sin duda, querían más instrucción y anhelaban confraternizar
espiritualmente con él.
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