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18. Hechos 19 Hechos Apostólicos es un estudio de la Edad Apostólica de la iglesia cristiana temprana. Es la continuación milagrosa de la obra de Jesús en el primer siglo, a través de la obra del Espíritu Santo y su iglesia. Presenta el ministerio de Pedro, de los doce apóstoles y de Pablo de Tarso, en su cumplimiento de la Gran Comisión desde el Día de Pentecostés hasta llevar el evangelio a Roma, el capital del mundo. 39.
CAPITULO
20: ¡GRANDE ES DIANA DE LOS EFESIOS!
Léase
Hechos 19. Preguntas
de Preparación 1.
¿Por qué bautizó Pablo a los discípulos que encontró en Efeso? 2.
¿Qué éxito tuvo el ministerio de Pablo en Efeso? 3.
¿Qué causó el alboroto en Efeso? Introducción Era
probablemente la primavera del año 54 d.C., cuando Pablo salió de
Antioquia de Siria en su tercer viaje misionero. Viajando rumbo al
norte, visitó de nuevo a las iglesias de Galacia. Luego se dirigió
hacia el poniente hasta Efeso, pues había prometido al pueblo que
regresaría. Arribó a Efeso después de la salida de Apolos hacia
Corinto. 1.
Los Discípulos Rebautizados Poco
después de haber llegado a Efeso, Pablo se encontró con unos discípulos
cuya fe no era completa. Conocían únicamente el mensaje de Juan el
Bautista. Si es que ellos habían estado en Palestina y habían oído
predicar a Juan, o si habían oído este mensaje de labios de Apolos,
no lo podemos precisar. Pero por cuanto no conocían a Jesús como
el Cristo, no habían recibido al Espíritu Santo. Pablo les explicó
que Cristo había venido, y entonces fueron bautizados en el nombre
de Jesús. Este es el único caso en el Nuevo Testamento en
que unos creyentes son rebautizados. Pablo los bautizó
probablemente porque ellos no habían recibido el Espíritu Santo,
como los primeros creyentes el día de Pentecostés. Cuando Pablo
les impuso las manos, ellos recibieron el Espíritu. Hablaron en
lenguas y profetizaron, al igual que los discípulos en el día de
Pentecostés y los creyentes en la casa de Cornelio. Según parece,
estos dones especiales del Espíritu Santo eran una marca común de
los cristianos de aquellos primeros días. 2.
El Ministerio en Efeso En
Efeso, Pablo tuvo los problemas de costumbre con los judíos.
Aunque por un tiempo corto tuvieron buena disposición para
escucharle, algunos le comenzaron a contradecir y a hablar en contra
de "El Camino". Por ello, Pablo comenzó a reunirse con
judíos cristianos en la escuela de Tiranno. Algunos documentos
sugieren que Pablo usaba este salón de las 11 horas hasta las 16
horas, lo que en Efeso eran horas de siesta. Es
poco lo que relata Lucas sobre el ministerio de Pablo en Efeso.
Pablo estuvo ahí casi tres años. Es muy posible que tuvo que
enfrentarse a una oposición fanática, ya que escribe a los
corintios que él había batallado "en Efeso contra fieras"
(1 Co. 15:32). Sin embargo, hay algunos datos en el relato de Lucas
que muestran el éxito del ministerio de Pablo. En
Efeso Dios le dio a Pablo un poder fuera de lo ordinario para hacer
milagros. Esto atrajo a las multitudes. También atrajo la atención
de algunos judíos ambulantes que decían tener el poder de echar
fuera a los demonios. Los hijos de Esceva quisieron echar fuera a un
demonio, usando el nombre de "Jesús, el que predica
Pablo" (v. 13), pero lo único que lograron fue enfurecerlo y
tuvieron que huir corriendo muy humillados. Aún
este intento de parte de los hijos de Esceva de usar el nombre de
Jesús como un talismán mágico, tuvo efecto saludable. Hubo una
gran confesión de pecados, e hicieron una fogata donde quemaron sus
libros de magia. El resultado de de todo esto fue que hubo un
aumento maravilloso en el poder del evangelio —"Así crecía
y prevalecía poderosamente la palabra del Señor" (v. 20). 3.
El Alboroto Más
o menos en el tiempo que Pablo ya estaba pensando irse de Efeso,
ocurrió un alboroto. Efeso era el centro de la adoración a la
diosa Diana. Esta Diana no era la diosa romana de la cacería y el
campo, que tanto se menciona en la mitología. Diana de Efeso era la
diosa de la tierra, la autora de la vida y la fertilidad. Su templo
estaba en Efeso, sin embargo ella era adorada en todo el imperio
romano. Los
plateros de Efeso hacían muy buen negocio, confeccionando imágenes
de la diosa y de su templo. Pero conforme avanzaba el evangelio,
la demanda para estas imágenes iba reduciéndose. Por fin uno de
ellos, Demetrio, reunió a los demás y acusó a Pablo de lesionar
su negocio y de insultar a la diosa. Era muy astuto Demetrio. El
incitó a los plateros a un alboroto, sin que él mismo lo tuviera
que sugerir. Los
plateros alborotadores influyeron en toda la población.
Posiblemente haya sido durante la fiesta primaveral en honor a Diana
cuando Demetrio instigó este alboroto. Habría sido muy fácil en
esos días juntar a mucha gente al grito de "Grande es Diana de
los efesios". Pronto estaba alborotada la ciudad entera. El
gentío colmó el teatro municipal, un edificio que tenía cabida
para 25.000 personas. Aunque
las gentes se arremolinaron al teatro para tener una "asamblea
municipal", no pudieron hacer nada. No pudieron hallar a Pablo.
Pablo quería presentarse en el teatro y hablar a la multitud, pero
sus amigos sabiamente le convencieron que no lo hiciera. Los judíos
enviaron a uno de ellos, a Alejandro, para hablar. Probablemente lo
que iba a decir a la gente era que los judíos no tenían nada que
ver con estos cristianos. Pero cuando la multitud se dio cuenta de
que era judío, hicieron tanto escándalo que éste no pudo hablar.
Claramente a los efesios no les gustaba los judíos. El
escribano municipal al fin logró calmar los ánimos de la gente, y
les llamó la atención por su conducta indebida. Explicó que
ninguna ley se había quebrantado. No se había blasfemado en contra
de la diosa. Y si había una acusación que presentar, se podía
traer ante las cortes de la ciudad, las cuales estaban en funciones,
y Demetrio y sus compañeros podrían utilizar los medios legales
para arreglar sus asuntos. Despidió al pueblo, quienes salieron del
teatro ya muy calmados. Es de interés notar que para esta época,
las autoridades romanas generalmente favorecían a la iglesia. No
fue sino hasta más tarde cuando el poder de Roma se tornó en
persecución contra la iglesia.
40. Comentario
a Hechos de los Apóstoles En
este capítulo nos encontramos con una pregunta importante. Hoy en día,
su interpretación se ha convertido en motivo de controversia.
Nuestra versión la expresa así: "¿Recibisteis el Espíritu
Santo cuando creísteis?" Sin embargo, veremos que no sería
esta la traducción más exacta. Esta
es una pregunta que sigue exigiendo una respuesta. Aquellos discípulos
no tuvieron una respuesta positiva hasta que el Espíritu Santo
descendió sobre ellos. Entonces hablaron en lenguas y profetizaron;
entonces supieron por experiencia cuál era la respuesta correcta a
la pregunta hecha por Pablo. Los
doce discípulos de Éfeso (19:1-7) "Aconteció
que entre tanto que Apolos estaba en Corinto, Pablo, después de
recorrer las regiones superiores, vino a Éfeso, y hallando a
ciertos discípulos, les dijo: Después
de visitar las iglesias fundadas en el primer viaje en las ciudades
del sur de la Galacia, Pablo siguió adelante, atravesando la parte
más alta de la meseta central del norte de la Galacia. En el
entretiempo, Apolos fue a Corinto, donde "regó" las
iglesias plantadas por Pablo (1 Corintios 3:6). Entonces
llegó Pablo a Éfeso para encontrarse con un grupo de doce discípulos.
Algunos escritores estiman que eran discípulos de Juan el Bautista.
Pero en todos los demás lugares del libro de los Hechos donde Lucas
menciona discípulos, siempre se refiere a discípulos de Jesús,
que seguían a Jesús y habían creído en Él. Algunos creen que éstos
habían sido convertidos por Apolos antes de que Priscila y Aquila
lo instruyeran. Sin duda, al igual que Apolos, conocían los
detalles de la vida, muerte, resurrección y ascensión de Jesús. Aunque
Pablo sentía que les faltaba algo en su experiencia, no puso en
duda que fueran creyentes. En realidad, reconoció que lo eran. La
pregunta que les hizo muestra más bien que les faltaban la libertad
y la espontaneidad en la adoración que siempre ha caracterizado a
los creyentes llenos del Espíritu. Las
versiones modernas, así como la Reina-Valera, traducen la expresión
"desde que creísteis" como "cuando creísteis".
Pero esta traducción está basada en los presupuestos teológicos
de los traductores. El griego dice al pie de la letra: "Después
de haber creído, ¿recibisteis?" "Después de haber creído",
o "habiendo creído" (pistéusantes) es un participio de
aoristo (pasado indefinido) griego. "Recibisteis" (elábete)
es el verbo principal, también en aoristo (pasado indefinido). Pero
el hecho de que ambos estén en aoristo carece de significado aquí.
El hecho de que el participio "habiendo creído" esté en
pasado es lo que importa, porque el tiempo del participio es el que
muestra normalmente su relación con el verbo principal. Como este
participio está en pasado, esto significa normalmente que su acción
precede a la acción del verbo principal. Por esto se debería
traducir, como lo hace la versión King James inglesa, "desde
que creísteis". Sus traductores querían destacar el hecho de
que hay que creer antes de recibir. Esto también nos señala que el
bautismo en el Espíritu Santo es una experiencia distinta, que
sigue a la conversión. Es
cierto que algunos eruditos señalan que el participio de aoristo
podía indicar en griego algunas veces una acción que sucedía al
mismo tiempo que la del verbo principal, especialmente si está
también en aoristo, como en Hechos 19:2. Sin embargo, los ejemplos
que dan no son realmente aplicables a este versículo. El
ejemplo principal, "respondió y dijo", es una expresión
idiomática (generalmente un hebraísmo); una fórmula usada para
indicar que continúa una disertación. No ayuda en nada a la
interpretación de otros pasajes. En los pocos pasajes donde la acción
del verbo sí parece ser coincidente, el participio define lo que el
verbo principal quiere decir. Por ejemplo: "Esto lo hizo una
vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo" (Hebreos 7:27).
"Yo he pecado entregando sangre inocente" (Mateo 27:4).
"Tú has hecho bien en venir" (Hechos 10:33). Pero "cuando
creísteis" difícilmente puede ser una definición de lo que
quiere decir "recibir el Espíritu". Lucas aclara, como lo
hace en otros pasajes, que la recepción del Espíritu comprende un
bautismo en el Espíritu claro y definido, un derramamiento concreto
sobre aquellos que ya eran creyentes. Hay
muchos otros pasajes del Nuevo Testamento que sí muestran que la
acción del participio de aoristo precede normalmente a la acción
de un verbo principal en aoristo. He aquí uno de ellos: "Entonces
también los que durmieron ("habiéndose dormido") en
Cristo perecieron" (1 Corintios 15:18). Es decir, después de
que durmieron, perecieron si Jesús no levanta de entre los muertos. Tenemos
otro ejemplo en Mateo 22:25. Al hablar de siete hermanos, los
saduceos dijeron del primero: "Se casó y murió" (Habiéndose
casado, murió). Obviamente, aunque nuestra versión diga "se
casó y murió", no quiere decir que el matrimonio y la muerte
fueron simultáneos, ni que fueran la misma cosa. Eran sucesos
diferentes, y el matrimonio precedió claramente a la muerte,
probablemente por bastante tiempo. Podríamos
citar ejemplos similares. Hechos 5:10 diría: "Habiéndola
sacado (Safira), la enterraron"; Hechos 13:51 sería: "Habiendo
sacudido el polvo de sus pies, llegaron a Iconio." Hechos 16:6:
"Y atravesaron la región de Frigia y Calada habiendo recibido
prohibición del Espíritu de que hablaran la Palabra en Asia";
Hechos 16:24: "Habiendo recibido las órdenes, los tiró a la
prisión más interior." En estos casos y en muchos más, la
acción del participio precede claramente a la acción del verbo
principal. Así
que, aunque hay algunos casos en los cuales el participio de aoristo
coincide con el verbo principal en aoristo, no se pueden considerar
como la regla. La impresión general de Hechos 19:2 es que, ya que
estos discípulos decían ser creyentes, el bautismo en el Espíritu
Santo debería haber sido su paso siguiente, un paso definido después
de creer, aunque no tuviera que estar separado del primero por un
largo tiempo necesariamente. La
respuesta de los discípulos: "Ni siquiera hemos oído si hay
Espíritu Santo", se podría traducir: "Pero si no hemos
ni oído hablar de que el Espíritu Santo existe." Sin embargo,
el significado no parece ser que nunca hubieran oído hablar de la
existencia del Espíritu Santo. ¿Qué judío piadoso o gentil
interesado por saber habría sido tan ignorante? Es más probable
que la expresión se compare con Juan 7:39. Allí, la breve expresión
"aún no había venido el Espíritu Santo" significa que
la era del Espíritu, con su poderoso derramamiento, tal como había
sido prometida, no había llegado aún. A
partir de esto, podemos ver que estos discípulos en realidad
estaban diciendo que no habían oído que el bautismo en el Espíritu
Santo estaba a su disposición. De hecho, varios antiguos
manuscritos y versiones del Nuevo Testamento dicen así: "No
hemos ni oído que haya quienes estén recibiendo el Espíritu
Santo." Evidentemente, no se les enseñó nada sobre esto
cuando se convirtieron. Entonces
Pablo les preguntó nuevamente y supo que estos discípulos habían
sido bautizados solamente en el bautismo de Juan el Bautista. Les
explicó que éste era sólo una preparación, un bautismo de
arrepentimiento. El mismo Juan le había dicho al pueblo que debía
creer en aquel que vendría, en Jesús. Por supuesto, esto significa
que no sólo deberían aceptarlo como Mesías y Salvador, sino
obedecerlo y seguir sus orientaciones para poder pedir el Espíritu
y recibirlo. (Vea Lucas 11:9, 13; 24:29; Hechos 1:4, 5: 11:15, 16.)
Gracias a la explicación de Pablo, los doce se bautizaron en el
nombre (para la adoración y el servicio) del Señor Jesús.
Entonces, después de que fueron bautizados en agua. Pablo les
impuso manos y el Espíritu Santo descendió sobre ellos con la
misma evidencia del día de Pentecostés. Comenzaron a hablar (y
siguieron haciéndolo) en lenguas (idiomas) y a profetizar. Aunque
Lucas no dice "otras" lenguas aquí, se ve claro que es el
mismo don que fue repartido en el día de Pentecostés y ejercitado
en la iglesia de Corinto. Por
tanto, es necesario hacer destacar que su bautismo en el Espíritu
tuvo lugar no sólo después de que creyeron, sino en este caso,
después de que fueron bautizados en agua. Pablo también les impuso
manos, pero como en Samaria, la imposición de manos no fue la causa
de que recibieran el Espíritu. Más bien fue un estímulo para su
fe, y precedió, o al menos fue algo distinto de la venida del Espíritu
sobre ellos. Entonces la presencia de las lenguas les dio una nueva
seguridad de que la presencia y el poder del Espíritu Santo eran
reales. Dos años
en Éfeso (19:8-10) "Y
entrando Pablo en la sinagoga, habló con denuedo por espacio de
tres meses, discutiendo y persuadiendo acerca del reino de Dios.
Pero endureciéndose algunos y no creyendo, maldiciendo el Camino
delante de la multitud, se apartó Pablo de ellos y separó a los
discípulos, discutiendo cada día en la escuela de uno llamado
Tiranno. Así continuó por espacio de dos años, de manera que
todos los que habitaban en Asia, judíos y griegos, oyeron la
palabra del Señor Jesús". Como
siempre. Pablo fue a la sinagoga para comenzar primero con los judíos
cuando llegó a Éfeso. También en este caso, estaba cumpliendo su
promesa de regresar (Hechos 18:21). Durante tres meses pudo hablar
con denuedo y libertad, discutiendo sobre las cosas relativas al
reino (gobierno, autoridad) de Dios (revelado en Jesús, ahora
ascendido a la derecha del Padre, Hechos 2:30-33). Tomó
un poco más de tiempo que de ordinario aquí, pero finalmente
algunos de los judíos inconversos se endurecieron (se volvieron
obstinados, intransigentes) y se rebelaron. Demostraron su espíritu
de rebeldía hablando mal públicamente del Camino, es decir, de la
fe y la manera de vivir de los cristianos, ante las multitudes que
se reunían para oír el Evangelio, y que llenaban la sinagoga al máximo. Consecuentemente,
Pablo se apartó de ellos. Encontró un lugar separado para que los
discípulos se reunieran en la escuela o sala de conferencias de
Tiranno. Allí, en lugar de reunirse el sábado solamente. Pablo
predicó y enseñó el Evangelio a diario durante dos años. Como
más tarde señala Pablo (Hechos 20:34), continuó su rutina
habitual. Trabajaba en su oficio de fabricante de tiendas desde el
amanecer hasta cerca de las 11 a.m., para sostener a su grupo
evangelístico. Entonces, después de que Tiranno terminaba sus
conferencias. Pablo enseñaba desde las 11 a.m. hasta las 4 p.m. (según
lo señalan el Códice Beza y otros manuscritos antiguos) a aquellos
que le traían sus compañeros en la obra. Estos habían estado
dando testimonio, juntándose con la muchedumbre de las calles y los
mercados toda la mañana, y traían sus conversos para que
recibieran más enseñanza. Al
atardecer (después de las 4 p.m.). Pablo iba a diversos hogares
para enseñar y reafirmar a los creyentes y para ayudarlos a ganar a
sus amigos y vecinos para el Señor. (Vea Hechos 20:20.) El
resultado fue que toda la provincia romana de Asia fue evangelizada.
Tanto judíos como gentiles oyeron la Palabra. No hay evidencias de
que Pablo saliera de la ciudad de Éfeso durante este período. No
obstante, es evidente que las siete iglesias de Asia mencionadas en
el Apocalipsis fueron fundadas en este momento. Se
establecieron muchas otras iglesias más. Puesto que Éfeso era un
gran centro, llegaba a él gente de toda la provincia por negocios o
por otros motivos. Muchos fueron convertidos, llenos del Espíritu y
recibieron las enseñanzas de Pablo. Después, regresaron a sus
ciudades y pueblos, donde se convirtieron en poderosos testigos de
Cristo, y se formaron iglesias en torno suyo. Milagros
extraordinarios (19:11-20) "Y
hacía Dios milagros extraordinarios por mano de Pablo, de tal
manera que aun se llevaban a los enfermos los paños o delantales de
su cuerpo, y las enfermedades se iban de ellos, y los espíritus
malos salían. Pero algunos de los judíos, exorcistas ambulantes,
intentaron invocar el nombre del Señor Jesús sobre los que tenían
espíritus malos, diciendo: Os conjuro por Jesús, el que predica
Pablo. Había siete hijos de un tal Esceva, judío, jefe de los
sacerdotes, que hacían esto. Pero respondiendo el espíritu malo,
dijo: A Jesús conozco, y sé quién es Pablo; pero vosotros, ¿quiénes
sois? Y el hombre en quien estaba el espíritu malo, saltando sobre
ellos y dominándolos, pudo más que ellos, de tal manera que
huyeron de aquella casa desnudos y heridos. Un
factor importante en la difusión del Evangelio por el Asia romana
fue el hecho de que Dios hacía milagros extraordinarios por medio
de Pablo. La expresión griega en realidad significa que el Señor
había hecho de los milagros algo de todos los días. Obraba con
tanto poder por medio de Pablo, que la gente ya no quería esperar a
que ministrara en el salón de conferencias de Tiranno. Entraban en
su cuarto de trabajo, donde él estaba ocupado haciendo tiendas, y
se llevaban pañuelos (en realidad, los pedazos de tela que usaba
para limpiarse el sudor mientras trabajaba) y los delantales de
trabajo que habían estado en contacto con su cuerpo (su piel). Los
colocaban sobre los enfermos, y éstos eran librados de sus
enfermedades. Hasta los espíritus inmundos salían de los que
estaban poseídos por ellos. Todo
esto llamó la atención de un grupo de siete exorcistas ambulantes
judíos que iban de lugar en lugar declarando que podían expulsar
malos espíritus. Estos siete eran hijos de Esceva, sacerdote
principal (uno de los más importantes entre los sacerdotes
asociados con Anás y Caifás en Jerusalén). Posiblemente siguiendo
el ejemplo de otros exorcistas judíos, decidieron usar el nombre de
Jesús en una especie de fórmula: "Os conjuro por Jesús, el
que predica Pablo." Pero su intento falló. El espíritu malo
respondió: "A Jesús conozco, y sé quién es Pablo; pero
vosotros, ¿quiénes sois?" Entonces el hombre poseído por el
espíritu malo saltó sobre ellos y los dominó a todos. De hecho,
usó su fuerza de tal manera contra ellos, que los siete hermanos
salieron huyendo de aquella casa desnudos y heridos. La
noticia de aquel suceso se esparció muy pronto por todo Éfeso, y
un temor (pavor inspirado por lo sobrenatural) cayó sobre judíos y
gentiles por igual. Esto hizo que magnificaran el nombre (carácter,
persona y autoridad) del Señor Jesús. Todo
esto tuvo un importante efecto sobre los creyentes también. Muchos
de ellos venían, confesando y dando cuenta de sus hechos. El griego
indica que comenzaron a manifestarse con firmeza por el Señor (con
una entrega total). Se dieron cuenta de que tenían necesidad de
santidad y justicia, además de salvación. Otra
consecuencia fue que ahora se dieron cuenta de que el verdadero
poder sobre el mal se hallaba solamente en Jesús. Éfeso era también
un centro de práctica de artes mágicas, especialmente la de lanzar
conjuros sobre personas o cosas. Un considerable número de
creyentes había practicado la magia, incluso con intentos de
predecir del futuro, o de influir sobre él. La mayoría tenían aún
el libro que habían usado en sus hogares. (Los arqueólogos han
descubierto algunos libros de este tipo.) Ahora
los creyentes comprendieron que estos libros, con sus fórmulas,
conjuros y predicciones astrológicas, no tenían valor alguno. Más
aún: eran puramente paganos, incluso diabólicos en su origen. Por
tanto, trajeron todos sus libros y los quemaron públicamente. Los
libros eran muy costosos en aquellos días, y cuando hicieron la
cuenta de su precio, ascendió a 50.000 piezas de plata. Esto
equivalía a lo que doscientos jornaleros o soldados ganarían
juntos en un año. Así
termina Lucas la narración del éxito del Evangelio en Éfeso. Pero
fue la Palabra del Señor (la Palabra referente a Jesús) la que
credo poderosamente (con fuerza y poder divinos) y prevaleció (en
forma saludable y vigorosa). El hecho de que más tarde (20:17)
hubiera un buen número de ancianos en la iglesia de Éfeso,
demuestra que había muchas iglesias en las casas y que toda la
iglesia local continuó creciendo en forma saludable. Pablo
desea visitar Roma (19:21, 22) "Pasadas
estas cosas. Pablo se propuso en espíritu ir a Jerusalén, después
de recorrer Macedonia y Acaya, diciendo: Después que haya estado
allí, me será necesario ver también a Roma. Y enviando a
Macedonia a dos de los que le ayudaban, Timoteo y Erasto, él se
quedó por algún tiempo en Asia". Pablo
mismo sintió que estas cosas no significaban el fin, sino la
plenitud de su ministerio en Éfeso. "Pasadas" es
literalmente "cumplidas", e indica que había llevado a
cabo el ministerio que había ido a realizar. El inmenso crecimiento
de la iglesia en los dos años y algo anteriores, y la instrucción
del pueblo y de sus dirigentes, significaba que ya podía dejarlos
con confianza e irse a otro lugar a ministrar. Las
epístolas de Pablo dejan ver que había tenido problemas. Dice que
en Éfeso batalló contra "fieras" (1 Corintios 15:32). Es
probable que esto signifique que arriesgó su vida oponiéndose a
"fieras" en forma humana, hombres que actuaban como fieras.
También dice que había sufrido gran tribulación en Asia (esto es,
en Éfeso), de tal modo que aun perdió la esperanza de conservar la
vida, pero fue librado por Dios (2 Corintios 1:8-10). Lucas no dice
nada sobre esto, pues al parecer, afectó personalmente a Pablo,
pero no a la iglesia. Ahora
que todo marchaba bien. Pablo se propuso (decidió firmemente) en
espíritu (o en el Espíritu Santo) ver a Roma. Pero primeramente
volvería a visitar Macedonia, Grecia y Jerusalén. (Vea Romanos
1:11, 14, 15; 15:22-25.) En el
texto griego no queda claro si la decisión de Pablo fue tomada en
su propio espíritu o en el Espíritu Santo. La expresión "en
el espíritu", significa de ordinario "en el Espíritu
Santo". (En los tiempos del Nuevo Testamento, el griego no
distinguía entre mayúsculas y minúsculas.) También podemos estar
seguros de que su propio espíritu estaba en armonía con el Espíritu
Santo, y sometido a Él. Por tanto, su decisión era santa, y
formaba parte de los planes de Dios. Esto
se ve más confirmado aún por su declaración: "Me será
necesario ver también a Roma." El griego señala una necesidad
de origen divino impuesta sobre él. Es el mismo tipo de expresión
que se encuentra en Juan 4:4, cuando Jesús sintió el imperativo
divino de pasar por Samaria. Más tarde. Jesús mismo confirmaría
que el propósito de Pablo de ir a Roma le era verdaderamente
agradable (Hechos 23:11). También sería confirmado por un ángel
(27:23, 24). De
esta forma vemos cómo el Espíritu dirigió a Pablo y le dio una
visión del siguiente paso en el plan de Dios para su ministerio.
Sin embargo, esta visión no fue completa. Aún no sabía cómo Dios
iba a hacer que fuera a Roma. Pero desde este momento hasta el final
del libro de los Hechos, Roma es el objetivo de Pablo. No
obstante, no fue a Roma directamente, porque sintió la
responsabilidad de visitar las iglesias de Macedonia y Grecia
nuevamente y también tomar su ofrenda para la Iglesia de Jerusalén
(Hechos 24:17; Romanos 15:26; 1 Corintios 16:1-4). Más
tarde les escribiría a los creyentes de Roma, reconociendo que había
una iglesia establecida allí, aunque era obvio que nunca la había
visitado ningún apóstol (Romanos 1:10-13). Por el tiempo en que
les escribió a los romanos, también tenía la esperanza de seguir
de Roma rumbo a España (Romanos 15:28). Para
preparar a las iglesias de Macedonia para su visita. Pablo envió a
Timoteo y a Erasto por delante, pero él mismo se quedó por algún
tiempo más en Éfeso. Como les diría a los corintios, una puerta
grande y eficaz se le había abierto, pero eran muchos los
adversarios (1 Corintios 16:8, 9). Los
plateros provocan un disturbio (19:23-29) * "Hubo
por aquel tiempo un disturbio no pequeño acerca del Camino. Porque
un platero llamado Demetrio, que hacía de plata templecillos de
Diana, daba no poca ganancia a los artífices; a los cuales,
reunidos con los obreros del mismo oficio, dijo: Pronto
se hizo evidente la cantidad de adversarios que había en Éfeso.
Lucas habla de estos sucesos llamándolos "un disturbio no
pequeño" acerca del Camino (cristiano). Lo comenzó un platero
llamado Demetrio. Su producción principal, como era el caso de la
mayoría de los plateros de Éfeso, eran templecillos de plata en
miniatura de Diana o Artemisa, que contenían una imagen en
miniatura de esta diosa de la fertilidad llena de senos que se
adoraba en Éfeso. La
diosa efesia en realidad no tenía relación con la otra Artemisa (o
Diana), la Artemisa de Grecia conocida como la doncella cazadora e
identificada por los romanos con su diosa Diana. La Artemisa de Éfeso
era adorada principalmente en aquella ciudad (a pesar de sus
pretensiones) y no se parecía en nada a la diosa romana Diana. Los
nombres eran los mismos, pero las diosas eran distintas. La
demanda de aquellos templecillos solía mantener bastante ocupados a
los plateros, y les proporcionaba amplias ganancias. Ahora, las
ventas estaban decayendo. Por esto, Demetrio reunió a todos
aquellos artífices e hizo un discurso en el que señalaba que el
mensaje de Pablo había penetrado prácticamente por toda la
provincia de Asia. Eran multitud los que habían creído la verdad
de que no había dioses hechos por manos humanas, o dicho en otras
palabras, que los ídolos eran inútiles. Por esto, la venta de los
templecillos estaba disminuyendo y el oficio de fabricarlos estaba
en peligro de caer en descrédito (rechazo, abandono). No sólo esto,
sino que según Demetrio, el templo de la diosa Artemisa estaba en
peligro, de ser destituido de su majestad, de que su magnificencia
divina fuera disminuida o eliminada. Después, hizo la exagerada
afirmación de que no sólo la provincia de Asia toda, sino todo el
mundo (habitado), es decir, todo el Imperio Romano, la adoraba. Sin
pretenderlo, Demetrio dio testimonio del gran éxito que estaba
teniendo la difusión del Evangelio. También triunfó en su propósito
de impresionar a sus oyentes con respecto a sus bolsillos y con
respecto a su orgullo cívico por el templo de Artemisa. Todo esto,
tal como él había esperado, levantó una explosión de ira
apasionada entre los artífices, que comenzaron a gritar con gran
emoción: "¡Grande es Diana de los efesios!" El texto
griego muestra que siguieron diciéndolo, y que su grito llenó toda
la ciudad de confusión y de perturbación. El resultado fue que
todos se precipitaron dentro del teatro (un anfiteatro o arena al
estilo griego, a cielo abierto, con espacio para veinticinco mil
personas). Sin
embargo, primero arrebataron a Gayo y a Aristarco, dos macedonios
que se hallaban entre los compañeros de viaje de Pablo. Aristarco
era oriundo de Tesalónica (Hechos 20:4). Su presencia nos indica
que la compañía de Pablo era bastante más grande en este tercer
viaje misionero, que en sus viajes anteriores. Estos dos acompañantes
suyos fueron arrastrados dentro del anfiteatro, no por ellos mismos,
sino porque se había agitado la ira de la muchedumbre contra Pablo. Una
confusión total (19:30-34) "Y
queriendo Pablo salir al pueblo, los discípulos no le dejaron.
También algunas de las autoridades de Asia, que eran sus amigos, le
enviaron recado, rogándole que no se presentase en el teatro. Unos,
pues, gritaban una cosa, y otros otra; porque la concurrencia estaba
confusa, y los más no sabían por qué se habían reunido. Y
sacaron de entre la multitud a Alejandro, empujándole los judíos.
Entonces Alejandro, pedido silencio con la mano, quería hablar en
su defensa ante el pueblo. Pero cuando le conocieron que era judío,
todos a una voz gritaron casi por dos horas: ¡Grande es Diana de
los efesios!" Cuando
Pablo quiso entrar a la muchedumbre enardecida, los discípulos no
se lo permitieron. Algunos de los asiarcas (funcionarios
relacionados con el culto romano en la provincia de Asia) que eran
amigos suyos, le enviaron recado, rogándole que no se presentara en
el anfiteatro. Sin duda, pensaban que la multitud lo podía hacer
pedazos. En la
multitud, unos gritaban una cosa y otros otra. La asamblea (en
griego, ekklesía, la misma palabra traducida generalmente como
"iglesia") se hallaba en un estado de confusión total; la
mayoría no sabían por qué se habían reunido. En
esta situación, los judíos sacaron de entre la multitud a
Alejandro, con la intención de que los instruyera. Es decir, querían
que les explicara que los judíos no eran responsables de lo que los
cristianos estaban haciendo. El descendió hasta el frente y agitó
la mano para llamar su atención y hacer su defensa ante aquella
muchedumbre. Sin embargo, cuando reconocieron que era judío, toda
la multitud se volvió histérica. A una sola voz, todos los que
estaban allí se mantuvieron gritando lo mismo durante dos horas:
"¡Grande es Diana (Artemisa) de los efesios!" La posesión
de esta imagen y de su templo era una gran fuente de orgullo
ciudadano para los habitantes de la ciudad. Se
apacigua la multitud (19:35-41) "Entonces
el escribano, cuando había apaciguado a la multitud, dijo: Varones
efesios, ¿y quién es el hombre que no sabe que la ciudad de los
efesios es guardiana del templo de la gran diosa Diana, y de la
imagen venida de Júpiter? Puesto que esto no puede contradecirse,
es necesario que os apacigüéis, y que nada hagáis
precipitadamente. Porque habéis traído a estos hombres, sin ser
sacrílegos ni blasfemadores de vuestra diosa. Que si Demetrio y los
artífices que están con él tienen pleito contra alguno,
audiencias se conceden y procónsules hay; acúsense los unos a los
otros. Y si demandáis alguna otra cosa, en legítima asamblea se
puede decidir. Porque peligro hay de que seamos acusados de sedición
por esto de hoy, no habiendo ninguna causa por la cual podamos dar
razón de este concurso. Y habiendo dicho esto, despidió la
asamblea". Por
fin, el escribano (el secretario de la ciudad) logró apaciguar (controlar)
la multitud, y les preguntó a los efesios: "¿Quién es el
hombre que no sabe que la ciudad de los efesios es guardiana (literalmente,
'barrendera') del templo de la gran diosa Diana, y de la imagen
venida de Júpiter (del cielo, de los dioses del cielo)?" Con
esto, el escribano les hacía ver que no había razón para estar
tan airados y agitados, puesto que aquellas cosas, en su opinión,
eran innegables. Por tanto, su obligación era calmarse. Hubiera
sido equivocado hacer algo precipitadamente (en forma impulsiva,
apurándose a hacerla sin pensar primero). El
escribano también les señaló que los hombres que habían llevado
al anfiteatro no eran sacrílegos (ladrones del templo) ni habían
blasfemado contra su diosa. Es importante notar aquí, que Pablo ya
llevaba cerca de tres años en Éfeso, pero no había evidencias de
que él o algún otro cristiano hubiera dicho jamás nada contra el
templo de Artemisa. Ellos no eran iconoclastas. Simplemente, se
mantuvieron predicando las buenas nuevas de Jesucristo de forma
positiva, y la venta de imágenes y de templecillos decayó automáticamente. Después,
los llamó a la ley y al orden. Había días de audiencia
continuamente de forma regular en la plaza del mercado, y los procónsules
estaban a disposición de ellos. Es decir, el gobernador nombrado
por el Senado romano estaría allí para juzgar. Si Demetrio y sus
compañeros de oficio tenían acusaciones contra alguien, que se
acusaran unos a otros (en forma legal). Y si alguien demandaba
alguna cosa más, se podía decidir en una asamblea (griego, ekklesía,
la palabra traducida ordinariamente como "iglesia") legítima
(legal, debidamente constituida), esto es, no en una asamblea (ekklesía)
tumultuosa como aquella. El
escribano estaba realmente molesto, porque este motín podía poner
a la ciudad en el peligro de ser acusada de sedición (o revolución).
No habría razón ni excusa buena a los ojos de los gobernantes
romanos para los sucesos de aquel día; no podían rendir cuentas
sobre aquella tumultuosa reunión, que los romanos podían tomar
como una reunión sediciosa o una conspiración. Después de esto,
el escribano hizo que la asamblea (griego, ekklesía) se disolviera. El
uso del vocablo griego ekklesía para hablar de esta asamblea, es
una importante ayuda para comprender el significado de la palabra,
tal como era usada en los tiempos del Nuevo Testamento. Nos muestra
que la palabra había perdido su antiguo significado de "convocación"
y se usaba para designar a cualquier tipo de reunión, incluso una
asamblea ilegal, o un tumulto en el que se reunía un grupo de
ciudadanos, como aquel del anfiteatro. Así es como la palabra
ekklesía, traducida de ordinario como "iglesia", puede
ser traducida correctamente como "asamblea", con la
connotación de que era una asamblea de ciudadanos cualquiera. En
este pasaje, se usa para hablar de una asamblea de los ciudadanos de
Éfeso. Cuando se usa para referirse a los creyentes, la traducción
correcta es también asamblea, con la connotación de que es una
asamblea de creyentes que son "conciudadanos de los santos"
(Efesios 2:19).
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