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19. 1 & 2 Corintios / Romanos

Hechos Apostólicos es un estudio de la Edad Apostólica de la iglesia cristiana temprana. Es la continuación milagrosa de la obra de Jesús en el primer siglo, a través de la obra del Espíritu Santo y su iglesia. Presenta el ministerio de Pedro, de los doce apóstoles y de Pablo de Tarso, en su cumplimiento de la Gran Comisión desde el Día de Pentecostés hasta llevar el evangelio a Roma, el capital del mundo.

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41.

CAPITULLO 21: A LA IGLESIA DE DIOS EN CORINTO

Léase 1 y 2 Corintios.

Preguntas de Preparación

1. ¿Cuál es el fondo histórico de estas dos cartas?

2. ¿Qué problemas trata Pablo en 1 Corintios?

3. ¿Por qué empleó tanto tiempo Pablo en discutir su minis­terio, en 2 Corintios?

Introducción

Pablo, en su segundo viaje misionero, había pasado un año y medio en Corinto. La mayor parte de los miembros de la iglesia que allí se desarrolló provenían del paganismo. No nos debería sorprender que muchos problemas se hayan suscitado en esta comunidad cristiana.

1. Lugar y Fecha

Pablo se enteró de los problemas en Corinto mientras minis­traba en Efeso su tercer viaje misionero, aproximadamente en el año 55 d.C. Fue cuando escribió la primera carta a los Co­rintios. La segunda carta a los Corintios la escribió aproxima­damente en el año 56 d.C., de algún lugar en Macedonia (posi­blemente desde Filipos) mientras iba en viaje de Efeso a Corinto.

2.  Propósito

Pablo recibió la información acerca de las condiciones en Corinto de los de la casa de Cloé, una de las familias de la igle­sia en Corinto. También, recibió una carta de los corintios en la que le pedían su consejo sobre ciertos asuntos. Escribió 1 Co­rintios con el propósito de tratar los problemas y contestar las preguntas que habían llegado a su conocimiento. En todo, Pablo sostuvo que las dificultades serían resueltas, si se reconocía a Jesús como Señor.

Después de que Pablo salió de Efeso, recibió noticias sobre los resultados de su primera carta y sobre otros acontecimientos postenores. Esta información impulsó a Pablo a escribir 2 Corintios. El propósito de esta carta era el de justificar y defender su mi­nisterio y apostolado. Es claro que algunos corintios negaron el apostolado de Pablo, y que dudaron de los motivos de su minis­terio. Aunque en la segunda carta hay expresiones de gratitud por la acogida que los corintios hicieron a sus ideas y por su obediencia a ellas, sin embargo, el interés principal es el de res­ponder a sus acusadores.

3.  Bosquejos

I Corintios                                                                        Capítulos

I. Problemas sobre:

A. Las  divisiones                                                          1-4

B. La fornicación                                                           5

C. Los juicios civiles                                                      6

II. Preguntas sobre:

A. El matrimonio                                                            7

B. Carne ofrecida a los ídolos                            8-10

C. Métodos para la adoración                            11

D. Los dones espirituales                                              12-14

E. La resurrección                                                          15

F. La  colecta                                                                16

II Corintios                                                                       Capítulos

I. El carácter del ministerio de Pablo                              1-7

II. La naturaleza de la ofrenda cristiana                           8-9

III. La prueba del apostolado de Pablo                           10-13

4. Contenido

Los Problemas

Los problemas de la iglesia en Corinto eran principalmente tres: a) Habían surgido divisiones entre los hermanos; b) Había sucedido un caso de abierta inmoralidad; ye) Los hermanos corintios estaban recurriendo a las autoridades civiles llevando quejas del uno contra el otro. El punto de vista de Pablo sobre cada uno de estos problemas descansa en el hecho de que el Señor Jesucristo, no sólo es Salvador sino también Señor.

Tratando el asunto de las divisiones, él hace ver que ni Pablo, ni Pedro, ni Apolos son importantes. Nadie debería considerarse como partidario de ninguno de estos hombres. Tampoco debe­ría alguien jactarse por pertenecer a Cristo, como si se pudiera colocar a Cristo en oposición con los hombres que son sus siervos. Es todo lo contrario; Cristo lo es todo. El es el fundamento sobre el cual toda la obra cristiana se edifica. Por lo tanto, toda nuestra lealtad pertenece a él, y únicamente a él. Donde existe esta lealtad no habrá ningún peligro que la iglesia se divida en partidos, tomando como centro las personalidades de los líderes.

El hecho de que hubieran surgido estas divisiones en la iglesia de Corinto, es prueba de que los creyentes corintios aún no esta­ban maduros espiritualmente. Pablo les dice, "De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo. Os di a beber leche, y no vianda; porque aún no erais capaces, ni sois capaces todavía, por­que aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos, con­tiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hom­bres?" (1 Co. 3:1-3). Los corintios necesitaban crecer en Cristo, de tal manera que su señorío fuera realmente reconocido en todos los aspectos de sus vidas.

Si Cristo verdaderamente es el Señor, no debería haber inmo­ralidad en su iglesia. Ya que había surgido un caso de fornica­ción en la iglesia misma, Pablo exhorta a los corintios a discipli­nar al ofensor, con la esperanza de poderlo corregir. Deberían excluirlo de su comunión, para que así no corrompa a la iglesia toda. Aunque los creyentes tienen que vivir junto a hombres malos aquí en el mundo, la iglesia de Cristo no debe dar cabida a los que viven en pecado.

Pablo ataca el problema de juicios civiles entre los hermanos en la misma manera. Les dice a los corintios que recuerden los grandes privilegios que son suyos. "¿O no sabéis que hemos de juzgar a los ángeles? ¿Cuánto más las cosas de esta vida?" (1 Co. 6:3). Cuando surgen entre hermanos diferencias en asuntos terrenales, éstos deberían ser solucionados entre los mismos cre­yentes, y el asunto no debería ser llevado ante la autoridad civil. Es mucho mejor, dice Pablo, que suframos la pérdida injusta de nuestros bienes y derechos, y no que neguemos que Cristo es el Señor, llevando el asunto a las autoridades.

Las Preguntas

Después de resolver los problemas presentados por la familia de Cloé, Pablo pasa a los asuntos que le habían preguntado los cristianos corintios en la carta que le habían enviado. Primero aborda el tema del matrimonio. En el ambiente pagano de Corinto, la enseñanza cristiana sobre el matrimonio debió haber parecido muy extraña y severa. Los corintios tenían una lista de preguntas sobre el matrimonio, y Pablo les contesta una por una. En todos los casos, Pablo es guiado en sus consejos por la enseñanza del Señor Jesucristo de que el matrimonio es para toda la vida. Es una unión en que dos personas se entregan sin reservas el uno al otro. Pablo insiste en que este ideal se debe mantener hasta lo imposible. Aun cuando uno de los miembros no sea creyente, la persona que es creyente deberá hacer todo lo que le sea posible para mantener íntegro el matrimonio. Por causa de algunos de los problemas que tenían varios de los co­rintios, Pablo aconsejó que les sería mejor a los solteros no ca­sarse. Esto no lo dice como un mandamiento. En lo que sí insiste es, que cuando se ha entrado al estado matrimonial, se deberán cumplir fielmente con las responsabilidades adquiridas.

Otra pregunta que surgió de las circunstancias de vida en Corinto, era aquella de comer o no la carne ofrecida a ídolos. En esta ciudad, en la que había tantos templos paganos, casi toda la carne que se ofrecía a la venta era carne ya ofrecida como sacrificio a algún ídolo. Para algunos hermanos, sus conciencias no les permitían comer esta carne. Sin embargo había otros que sí la comían con limpia conciencia. Esto creó un problema entre los dos grupos de creyentes. Y una vez más Pablo ofrece la solución sobre la base de principios espirituales. Lo más im­portante es la relación de la persona con Dios. Por lo tanto, cada hermano debería hacer únicamente lo que le permitía hacer su propia conciencia. Y aquéllos que puedan comer la carne ofrecida a los ídolos deberían tener cuidado de no lastimar la conciencia del hermano más débil, y aquél que es débil no debe­ría juzgar a aquél más fuerte que sí puede comer tal carne. Estos principios se deben aplicar a todo problema de conducta en donde difieren los cristianos y sobre los cuales la Biblia no esta­blece mandatos específicos.

Entre los corintios habían surgido dos preguntas sobre la for­ma de adorar a Dios. Una tenía que ver con el lugar de la mujer en la iglesia, y la otra era sobre la forma correcta de celebrar la Cena del Señor. Tratando el primero, Pablo les re­cuerda a los corintios que Dios hizo a la mujer subordinada al hombre. Esto no significa que el hombre sea mejor que la mujer, sino que Dios hizo a la mujer para serle al hombre una ayuda; al igual que Cristo, quien siendo igual con Dios el Padre, se hizo Siervo de Dios para poder consumar el plan de redención de Dios. Por ello, Pablo insiste que los cultos de adoración de­berían ser dirigidos por hombres, y que las mujeres deberían respetar esa autoridad que Dios le dio al hombre, y sujetarse a ella.

En lo que tocaba a la Cena del Señor, Pablo se afrontaba a una situación muy mala. Antes de entrar a la celebración de la Cena, los corintios acostumbraban reunirse para una comida llamada Ágape, o fiesta de amor. A pesar de que esto bien podría ser una magnífica forma de expresar la comunión entre hermanos, en Corinto había llegado a ser todo lo contrario. Cada cual traía su propia comida. Pero los corintios no compartían su comida. Los ricos comían juntos, y dejaban comer solos a los pobres. Como resultado, algunos tenían hambre mientras que otros se saciaban o aun se embriagaban. Ya después, ni el rico ni el pobre estaban en condiciones como para celebrar digna­mente la Cena del Señor. Pablo le da importancia al asunto de acercarse a la mesa del Señor dignamente. Antes de participar en la Cena del Señor, debemos examinarnos a nosotros mismos para estar seguros de que la condición de nuestro corazón y de nuestra mente es tal que podamos ver en la Cena del Señor el cuerpo y la sangre de Jesucristo.

Los corintios tenían también preguntas sobre el uso correcto de los dones espirituales. Además de aquellos dones que Dios da a su pueblo en todas las edades, había ciertos dones especiales del Espíritu Santo, como el de poder profetizar o el de hablar en lenguas, que le fueron dados a la iglesia primitiva. En Corinto, estos dones estaban siendo usados para fines particulares de pro­vecho personal, y por razones de egoísmo. Los corintios deseaban tener los dones más ostentosos, tal como el de hablar en lenguas. Pablo insiste que los dones de mayor valor para un creyente son los que traen beneficios a los demás. Como parte de su respuesta a este problema, Pablo escribió el famoso capítulo 13 de 1 Corin­tios que es como un himno al amor. Este capítulo es un escalón muy importante en el argumento que Pablo desarrolla. Intro­duce el capítulo al decir Pablo, "Mas yo os muestro un camino más excelente" (1 Co. 12:31). Y al terminar el capítulo 13, "Seguid el amor; y procurad los dones espirituales, pero sobre todo que profeticéis" (14:1). Nuestros deseos por los dones es­pirituales tienen que ser motivados por el amor, y tiene que ser el amor lo que nos guíe en el uso de los dones que Dios da. Dios no ha dado sus dones a los individuos principalmente para el bien personal de ellos, sino que son para el bien de la iglesia. Siempre tienen que usarse con ese propósito.

El capítulo 15 de 1 Corintios es la explicación más completa que tenemos en el Nuevo Testamento, sobre el tema de la resu­rrección de Cristo y de los creyentes; Pablo claramente asienta la importancia que Cristo tiene en nuestra salvación del pecado, y nos habla de lo que le habrá de suceder a los creyentes cuando Cristo vuelva y los muertos sean resucitados.

La Colecta

Pablo menciona en ambas epístolas el asunto de la colecta para los hermanos en Jerusalén. Estaba muy preocupado por­que los corintios no se retrasasen en este asunto. Ellos habían prometido dar, y Pablo quería estar seguro de que cumplirían con su promesa. Por tanto, especialmente en la segunda epístola, él los exhorta a seguir el ejemplo de Cristo, "Porque ya cono­céis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos".

Su Apostolado

La mayor parte de su segunda epístola está dedicada en una descripción del ministerio de Pablo, y a la defensa de su apos­tolado. Pablo da énfasis a que él es un ministro de Cristo Jesús: "Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros siervos por amor de Jesús" (4:5). En el cap. 5, vv. 17 al 20, Pablo da un resumen hermoso del mensaje que él predicaba.

"De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. Y todo esto proviene de Dios, quien nos recon­cilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hom­bres sus pecados, y nos encargó a nosotros la Palabra de la reconciliación. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios".

42.

CAPITULO 22: PODER DE DIOS PARA SALVACIÓN

Léase Romanos.

Preguntas de Preparación

1. ¿Cuál es el fondo histórico del libro a los romanos?

2. ¿Qué enseña Romanos sobre la condición del hombre ante Dios?

3. ¿Qué enseña Romanos sobre la salvación?

4. ¿Qué enseña Romanos sobre los deberes cristianos?

Introducción

En nuestras Biblias la carta a la iglesia de Roma aparece como la primera de las epístolas paulinas. Así aparece, no por­que haya sido escrita primero, ni porque haya sido la iglesia de Roma la más importante en todo el imperio. Romanos es especialmente importante por su maravillosa presentación de la salvación que Dios ha provisto para nosotros por medio de Jesucristo.

1. Fecha y Destinatarios

Por mucho tiempo Pablo deseó visitar Roma. El escribió esta carta como un preparativo para una visita que pensaba hacer pronto. Probablemente fue escrita durante la primavera del año 58 ó 59 d.C., cerca del fin de su tercer viaje misionero, cuando se disponía a llevar a la iglesia de Jerusalén las ofrendas de las iglesias de Macedonia y Acaya.

Pablo nunca había estado en Roma. ¿Cómo, pues, se formó la iglesia en esta ciudad? La iglesia católica romana sostiene que fue fundada por el Apóstol Pedro, pero esto es sumamente dudoso. En Romanos 15:20 Pablo declara que era su principio no trabajar donde algún otro apóstol hubiera ya trabajado. Algunos evangélicos creen que la iglesia en Roma fue fundada por romanos convertidos en el día de Pentecostés; otros piensan que fue fundada por personas convertidas anteriormente por Pablo, y que ahora vivían en Roma. Es probable que ambas clases de personas formaran parte de la iglesia de Roma y que esta iglesia creciera conforme aquellos que habían sido conver­tidos testificaban a la gente en su derredor.

2. Propósito

Pablo escribió esta carta con el propósito de presentar en forma sistemática y clara la doctrina cristiana sobre la salvación. El tema de la carta se encuentra en Romanos 1:17; "Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: mas el justo por la fe vivirá".

3. Bosquejo

Romanos                                                                                      Capítulos

I. Introducción                                                                           1:1-17

II. La necesidad universal de la salvación                                                1:18-3:20

III. La provisión en gracia de la salvación                                                3:21-5:21

IV. Los efectos santificadores de la salvación                            6-8

V. El alcance histórico de la salvación                                        9-11

VI. Los resultados prácticos de la salvación                                           12:1-15:14

VIL Comentarios personales                                                                  15:15-16:27

4.  Contenido

En el Catecismo de Heidelberg, el evangelio se presenta divi­dido en tres partes: el pecado, la salvación y el servicio. Estas tres divisiones se toman directamente de la carta a los Romanos, y podemos considerar esta epístola bajo estos tres títulos, o temas.

El Pecado

Después de algunos comentarios introductorios de Pablo, comienza su epístola mostrando que todos los hombres están bajo el pecado. Los gentiles eran culpables de iniquidad, porque se habían alejado del único Dios vivo y verdadero, a quien en otro tiempo habían conocido, para irse tras dioses falsos de su pro­pia hechura. A causa de su impiedad Dios les permitió caer en pecados muy grandes. Por el otro lado, los judíos eran cul­pables de auto justificarse. Se jactaban de tener la ley de Dios; pero no guardaban esta ley. Por lo tanto, aunque eran más mo­rales y más religiosos que los gentiles, eran tan culpables como ellos. Pablo termina su introducción de condenación diciendo, "Pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios; ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado" (3:19-20).

La Salvación

Pablo no hace esta descripción del estado pecaminoso del hom­bre sólo para dejarle sin esperanza. Al contrario, él señala la justicia de Dios, aplicable a todo aquel que cree en el Señor Jesucristo. A pesar de que el hombre no puede ser justificado por medio de la ley, sí puede ser justo delante de Dios por me­dio de la fe en Cristo. Para probar que la justicia viene por medio de la fe, Pablo cita el ejemplo de Abraham. Este fue declarado justo delante de Dios, no a base de sus buenas obras ni porque fue circuncidado, sino porque había creído en Jehová (Gn. 15:6). Para probar que la justicia que nosotros necesi­tamos, es aquella proporcionada por Cristo, Pablo hace una com­paración entre la obediencia perfecta de Cristo por la cual se hizo merecedor de justicia, y la desobediencia de Adán por la que la humanidad cayó en el pecado. "Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pe­cadores, así también por la obediencia de uno, los muchos se­rán constituidos justos" (5:19).

Esta justicia proporcionada por Cristo, no únicamente hace al hombre acepto ante Dios y luego le deja viviendo en el pe­cado. Es todo lo contrario, pues aquellos que confían en Cristo, han muerto al pecado. Han de vivir en obediencia a Dios. Pero mientras tenemos vida en este mundo, la naturaleza pecaminosa permanece en nosotros. Cuando leemos la ley de Dios, y a su luz examinamos nuestras vidas, descubrimos que repetidamente estamos quebrantando los mandamientos de Dios. La diferen­cia entre un cristiano y uno que no es cristiano, no consiste en que el cristiano no sea pecador, sino en que el creyente no quiere quebrantar la ley de Dios. Puede decir con Pablo, "porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago" (7:19). Pero Dios no nos permite ser derrotados por el pecado en forma constante. Habiéndonos salvado por Cristo, él nos da su Espíritu Santo, quien mora dentro de nuestros corazones. El Espíritu nos impulsa a amar las cosas de Dios. El testifica que somos hijos de Dios. Nos enseña a orar, y también ora por nos­otros. Pero la presencia del Espíritu aún no es el fin de las ben­diciones de Dios. Aún permanece latente la esperanza de que algún día seremos transformados y recibiremos la gloria que espera a los hijos de Dios. Pablo concluye diciendo, "Si Dios es por nosotros, ¿ quién contra nosotros?... Por lo cual estoy se­guro que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo pro­fundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro" (8:31, 38-39).

En Romanos 9 al 11, Pablo habla sobre el tema de Israel, la la nación que en el Testamento Antiguo fuera el pueblo escogido de Dios. Explica que Dios rechazó a Israel, porque Israel había rechazado el mensaje del evangelio de gracia. Pero no quiso hacerla a un lado por completo. El mismo Pablo, junto con muchos otros cristianos judíos, era prueba de ello. En verdad, Pablo promete que Dios habrá de seguir mostrando su gracia para con los judíos. Aunque ellos han perdido su lugar como pueblo escogido de Dios, algunos entrarán, por medio de la fe, a la iglesia, que es el pueblo de Dios del Nuevo Testamento.

El Servicio

En los cuatro últimos capítulos del libro, Pablo presenta las aplicaciones prácticas del evangelio de Jesucristo. Hace un lla­mado al pueblo de Dios a vivir juntos en amor, sirviéndose los unos a los otros y utilizando los dones que Dios les ha dado para el bien de la iglesia. Insiste en que deben estar sujetos al go­bierno civil, por cuanto Dios ha ordenado tal gobierno para el bien del hombre. Reconociendo que hay los que son débiles en la fe, Pablo dice a los hermanos fuertes que los reciban, para poderles ayudar a crecer en la gracia de Cristo. "Así que, los que somos fuertes debemos soportar las flaquezas de los débiles, y no agradarnos a nosotros mismos. Cada uno de nosotros agra­de a su prójimo en lo que es bueno, para edificación" (15:1-2).

Termina la epístola a los Romanos con algunos comentarios de naturaleza personal sobre los planes de Pablo para el futuro, y con saludos para aquellos a quienes él conocía bien, en la iglesia.

 

 
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4. Hechos 6,7
5. Hechos 8
6. Hechos 9a
7. Hechos 9b
8. Hechos 10
9. Hechos 11
10. Hechos 12
11. Hechos 13
12. Hechos 14
13. Sant./Gál.
14. Hechos 15
15. Hechos 16
16. Hechos 17
17. Hechos 18
18. Hechos 19
19. Cor./Rom.
20. Hechos 20
21. Hechos 21
22. Hechos 22
23. Hechos 23
24. Hechos 24
25. Hechos 25,26
26. Hechos 27
27. Hechos 28
 

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