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20. Hechos 20![]() Hechos Apostólicos es un estudio de la Edad Apostólica de la iglesia cristiana temprana. Es la continuación milagrosa de la obra de Jesús en el primer siglo, a través de la obra del Espíritu Santo y su iglesia. Presenta el ministerio de Pedro, de los doce apóstoles y de Pablo de Tarso, en su cumplimiento de la Gran Comisión desde el Día de Pentecostés hasta llevar el evangelio a Roma, el capital del mundo. 43.
CAPITULO
23: TODO EL CONSEJO DE DIOS
Léase
Hechos 20. Preguntas
de Preparación 1.
¿A dónde fue Pablo después de salir de Efeso? 2.
¿Qué sucedió en Troas? 3.
¿Qué dijo Pablo en Mileto a los ancianos de Efeso? Introducción Pablo
había pasado tres años en Efeso llevando adelante una obra
misionera muy fructífera. El alcance de su éxito quedó demostrado
por el alboroto instigado por Demetrio y sus compañeros plateros.
Después de haberse calmado las cosas, Pablo y su compañero
abandonaron a Efeso, tal como habían planeado anteriormente. Pablo
tenía en aquellos días planes de muy largo alcance. Proyectaba
pasar por Macedonia y Acaya, y posteriormente viajar a Jerusalén.
Después de visitar Jerusalén, era su intención ir a Roma. 1.
Macedonia y Grecia Partiendo
de Efeso, Pablo se dirigió al noroeste, a Macedonia. Visitó a las
iglesias que él había fundado, y les exhortó "con muchas
palabras" (20:2). Esto indicaría que el viaje no fue de prisa,
sino que dedicó suficiente tiempo en estos lugares. Probablemente
Pablo visitó en este viaje algunas ciudades a donde no había
llegado antes. Cuando le dijo a los romanos que él había predicado
el evangelio "hasta Hinco" (Ro. 15:19), es decir, hasta
las fronteras de lo que hoy es Yugoeslavia, probablemente estaba
hablando de su tercer viaje. Habiendo
cruzado Macedonia, Pablo se dirigió al sur, hacia Acaya. Visitó ahí
a la iglesia de Corinto. Fue desde ahí que escribió su carta a los
Romanos. Después de pasar tres meses en Corinto, Pablo pensó
navegar directamente a Siria. Pero se descubrió que los judíos habían
planeado un atentado en contra de su vida, por lo cual Pablo y sus
compañeros cambiaron de
planes
y regresaron a Macedonia, desde donde tomaron un barco de Filipo
pocos días después de la Pascua. Viajaron hasta Troas, donde
permanecieron por espacio de una semana. 2.
Eutico Eutico
es el único hombre en la historia que ha ganado fama permanente por
haberse dormido en la iglesia. Era un domingo por la noche, y los
discípulos de Troas se habían reunido para escuchar a Pablo, quien
partía de viaje a la mañana siguiente. Fue muy largo el sermón en
esta ocasión, ya que predicó hasta la media noche. Los cristianos
estaban reunidos en un aposento alto, a la luz de antorchas
colocadas para dar luz como también calor. Eutico estaba sentado en
la ventana, donde podía tomar aire fresco; pero tanto el calor como
la hora avanzada fueron mucho para él. Se durmió, cayó tres pisos
abajo, y se mató. ¡ Qué manera tan trágica de dar fin a la
visita de Pablo! Pero Pablo recibió poder de Dios para restaurar la
vida de Eutico. Luego los cristianos tuvieron un servicio de comunión
y siguieron conversando juntos hasta el amanecer, cuando Pablo y
sus compañeros se despidieron y les dejaron. Partiendo
de Troas, el barco tenía que rodear una especie de península, y
echar anclas en Asón. Aunque por mar era un viaje largo, por tierra
era corto. Por alguna razón que no se menciona, Pablo decidió
caminar de Troas a Asón, a pesar de haber pasado toda la noche
conversando, mientras que sus compañeros fueron por barco. 3.
EnMileto Pablo
abordó el barco en Asón, y continuaron su viaje rumbo al sur por
la costa de Asia Menor, haciendo varias escalas. Pablo había
decidido no regresar a Efeso, por temor de demorarse. Su deseo era
llegar a Jerusalén para Pentecostés, y sólo faltaba poco más de
un mes. Pero como el barco fondeó en Mileto varios días para
cargar y descargar, Pablo envió a Efeso un mensajero para pedir que
los ancianos viniesen a verle en Mileto. Repetidamente había sido
advertido de los peligros que le esperaban en Jerusalén, y estaba
convencido de que no volvería a ver a los efesios. Quería, pues,
aprovechar el momento para recalcar a los oficiales de la iglesia de
Efeso los deberes y las responsabilidades que ahora serían suyos Las
palabras de Pablo a los ancianos es su único discurso dirigido a
los creyentes, que se registra. En él, Pablo abrió su corazón a
estos hombres, consiervos suyos en la obra. Les habló del
ministerio que había llevado entre ellos por tres años en Efeso.
Había predicado fielmente todo el consejo de Dios, no tan sólo en
público sino también en forma privada de casa en casa. No había
suprimido ninguna parte del evangelio con tal de ganar la simpatía
de hombres, sino que les había presentado el mensaje completo de la
gracia de Dios en Cristo. Mientras hacía esta labor, se sostenía
haciendo tiendas. Nadie le podía acusar de querer enriquecerse por
medio de la predicación del evangelio. Pablo
hizo un repaso de todo su ministerio para que los ancianos le
tomasen como ejemplo. Ellos habrían de ser fieles en sus labores
para Cristo, no por interés económico, sino porque la gente
necesitaba del evangelio. Luego
Pablo puso directamente sobre los hombros de estos ancianos la
responsabilidad del cuidado de la iglesia en Efeso. Les advirtió de
los peligros a que se tendrían que encarar —de afuera la
persecución y de adentro los falsos profetas. Les aconsejó a que
fuesen muy cuidadosos de sus vidas espirituales y de la iglesia.
Dios les había dado el oficio de obispos, o sea, supervisores o
cuidadores. Tendrían que cuidar de la iglesia como los pastores
cuidan sus ovejas. Tendrían que ver cuidadosamente que la iglesia
recibiese el alimento de la Palabra pura de Dios. Esta tarea que
Pablo les encomendó era muy grande, y es una tarea que se ha
transmitido a los ancianos en la iglesia de Cristo a través de los
siglos. Pero así como les encomendó en sus manos esta enorme tarea,
también los encomendó a la gracia de Dios. Cuando Dios obra en
hombres, y a través de ellos, les capacita para cumplir con las
responsabilidades que se les ha dado. Los
ancianos se acongojaron al oír que seguramente no volverían a
ver a Pablo. Le demostraron su afecto con lágrimas y besos.
44. Comentario
a Hechos de los Apóstoles Parte
de la presión que sentía Pablo en Efeso era su preocupación y su
profundo interés por todas las iglesias. Sus cartas a los corintios
nos muestran que le preocupaban de manera especial los creyentes de
Macedonia y de Grecia. (Vea 2 Corintios 11:28; 12-20; 13:6) Ya había
enviado a Timoteo y a Erasto a Macedonia. Ahora había llegado el
momento de que Pablo fuera también. El
regreso a Macedonia y Grecia (20:1-6) Después
que cesó el alboroto, llamó Pablo a los discípulos, y habiéndolos
exhortado y abrazado, se despidió y salió para ir a Macedonia. Y
después de recorrer aquellas regiones, y de exhortarles con
abundancia de palabras, llegó a Grecia. Después de haber estado
allí tres meses, y siéndole puestas asechanzas por los judíos
para cuando se embarcase para Siria, tomó la decisión de volver
por Macedonia. Y le acompañaron hasta Asia, Sópater de Berea,
Aristarco y Segundo de Tesalónica, Gayo de Derbe, y Timoteo; y de
Asia, Tíquico y Trófimo. Estos, habiéndose adelantado, nos
esperaron en Troas. Y nosotros, pasados los días de los panes sin
levadura, navegamos de Filipos, y en cinco días nos reunimos con
ellos en Troas, donde nos quedamos siete días. Después
de que cesaron el alboroto y los disturbios. Pablo llamó a los discípulos
(los creyentes efesios), los exhortó (les dio ánimo) a que
vivieran una vida santa y fueran fieles al Señor, como lo muestran
las secciones prácticas de sus epístolas. Entonces, después de
abrazarlos y despedirse de ellos, se marchó a Macedonia.
Probablemente, ésta sería la última vez que vería a este cuerpo
de creyentes. Cuando pasó más tarde por Efeso, camino de Jerusalén,
sólo vio a los ancianos de la iglesia. Es
probable que fuera a Macedonia a través de Troas, con la esperanza
de encontrar a Tito allí (2 Corintios 2:13). Al no encontrarlo allí,
siguió hasta Filipos (2 Corintios 2:12, 13). En aquella ciudad se
encontró con Tito, que era portador de buenas nuevas (2 Corintios
7:6, 7). Durante
el verano y el otoño. Pablo fue pasando por las diversas iglesias
de Macedonia, dándoles exhortación con abundancia de palabras.
Probablemente, también visitara las ciudades situadas al oeste de
las que había visitado en el viaje anterior, puesto que en Romanos
15:19 dice que había predicado el evangelio con poder hasta llegar
a Ilírico (Dalmacia) en la parte nordeste de Macedonia. Después
bajó a Grecia, donde pasó los tres meses del invierno de fines del
año 56 y principios del 57 d.C. Lo más probable es que la mayor
parte de este tiempo lo pasara en Corinto. La tradición afirma que
escribió la epístola a los romanos en aquel lugar poco antes de
marcharse. Cuando
se hallaba a punto de marcharse con rumbo a Siria, los judíos incrédulos
tramaron asechanzas contra él, de manera que cambió sus planes. En
lugar de tomar un barco desde Grecia, le aconsejaron que volviera a
través de Macedonia. Los
siete hombres que iban a acompañar a Pablo al Asia, al parecer
tomaron el barco como habían pensado originalmente. Fueron delante
de Pablo a Troas y lo esperaron allí. Estos siete eran Sópater (llamado
también Sosípater) de Berea, Aristarco y Segundo de Tesalónica,
Gayo de Derbe, y Timoteo; y de Asia, Tíquico y Trófimo (de Efeso).
Muchos escritores estiman que ellos hicieron este viaje para
representar a las iglesias que habían dado dinero como ofrenda para
los pobres que había entre los cristianos de Jerusalén. Tenían la
responsabilidad de ver qué se hacía con el dinero e informar a sus
iglesias locales al regresar. La Iglesia primitiva era muy cuidadosa
en rendir buenas cuentas con el dinero, e igualmente cuidadosa en dárselas
a conocer a los miembros de la congregación. Después
de los siete días de la fiesta del pan sin levadura, en abril,
Pablo embarcó en Filipos, acompañado por Lucas. En Troas se
encontraron con los demás y permanecieron allí siete días. Eutico
vuelve a la vida (20:7-12) El
primer día de la semana, reunidos los discípulos para partir el
pan. Pablo les enseñaba, habiendo de salir al día siguiente; y
alargó el discurso hasta la medianoche, Y había muchas lámparas
en el aposento alto donde estaban reunidos; y un joven llamado
Eutico, que estaba sentado en la ventana, rendido de un sueño
profundo, por cuanto Pablo disertaba largamente, vencido del sueño
cayó del tercer piso abajo, y fue levantado muerto. Entonces,
descendió Pablo y se echó sobre él, y abrazándole, dijo: No os
alarméis, pues está vivo. Después de haber subido, y partido el
pan y comido, habló largamente hasta el alba; y así salió. Y
llevaron al joven vivo, y fueron grandemente consolados. En
Troas, es probable que Pablo fuera a la sinagoga en el sábado, como
era su costumbre. Después, al día siguiente, los creyentes se
reunieron con él y con sus acompañantes para partir el pan. Esto
significa que todos llevaron comida, compartieron un banquete de
fraternidad y terminaron con la observancia de la Cena del Señor. Pablo
aprovechó la oportunidad para predicar. Puesto que se marchaba al día
siguiente, prolongó su discurso hasta la medianoche. Pudo hacerlo,
porque había una gran cantidad de lámparas de aceite de oliva en
el aposento alto donde estaban reunidos. Había
un joven llamado Eutico sentado en el borde de la ventana, escuchándolo.
Alrededor de la medianoche, lo venció un sueño profundo. Todos tenían
su atención fija en Pablo, así que nadie se dio cuenta. Mientras
Pablo predicaba, el joven, desplomado por el sueño, se cayó del
tercer piso y fue levantado muerto. Esto significa que estaba
realmente muerto. Lucas, que era médico, tenía capacidad para
determinarlo. De
inmediato, Pablo bajó (probablemente por una escalera exterior), se
echó sobre él y lo rodeó fuertemente con sus brazos. Podemos
estar seguros de que oraba mientras lo hacía. (Compare con 1 Reyes
17:21; 2 Reyes 4:34, donde Elías y Eliseo tuvieron experiencias
similares.) Entonces dijo: "No os alarméis, pues está
vivo." Literalmente, "porque su alma está en él".
Es decir, la vida había regresado a él. : Después
de aquello, Pablo regresó, partió el pan, comió ("probó")
con regocijo, y siguió hablando con los creyentes hasta el alba.
Entonces se marchó. El joven fue llevado también vivo ante ellos
(y totalmente recuperado) y fueron grandemente consolados. Para
Pentecostés, en Jerusalén (20:13-16) Nosotros,
adelantándonos a embarcarnos, navegamos a Asón para recoger allí
a Pablo, ya que así lo había determinado, queriendo él ir por
tierra. Cuando se reunió con nosotros en Asón, tomándole a bordo,
vinimos a Mitilene. Navegando de allí, al día siguiente llegamos
delante de Quío, y al otro día tomamos puerto en Samos; y habiendo
hecho escala en Trogilio, al día siguiente llegamos a Mileto.
Porque Pablo se había propuesto pasar de largo a Efeso, para no
detenerse en Asia, pues se apresuraba por estar el día de Pentecostés,
si le fuese posible, en Jerusalén. Lucas
y el resto de los compañeros de Pablo no se quedaron hasta el
amanecer. Fueron por delante al barco y se embarcaron rumbo a Asón,
en Misia, al sur de Troas, donde esperaban recoger a Pablo abordo.
El les había indicado que lo hicieran así. El barco recorrería
una distancia mayor al darle la vuelta a la península (cabo Lectum),
mientras que Pablo caminaría una distancia menor hasta Asón por
tierra. Lucas
no nos dice por qué Pablo hizo esto; había alguna razón para que
quisiera estar solo. Un poco más tarde, les diría a los ancianos
efesios que en todas las ciudades, el Espíritu Santo le daba
testimonio de que le esperaban en Jerusalén prisiones (cadenas) y
tribulaciones (persecución, sufrimiento). Sin duda. Pablo
necesitaba estar este tiempo solo, para aclarar las cosas con Dios
con respecto a su ida a Jerusalén. Navegando
a lo largo de la costa del Asia Menor, se detuvieron en Mitilene, la
capital de la isla de Lesbos, y después de tocar (pasar junto a) la
isla de Samos, llegaron a Mileto, en la costa del Asia cercana a
Efeso. Pablo
había decidido pasar de largo a Efeso. No quería tomarse mucho
tiempo allí. Ciertamente, había puesto las cosas en claro con Dios,
y ahora estaba apurado por llegar a Jerusalén para el día de
Pentecostés (en mayo), si era posible. Este sería un momento en el
cual los creyentes judíos de Palestina estarían reunidos y las
ofrendas de Grecia y Macedonia serían de gran ayuda. El
ministerio fiel de Pablo (20:17-21) Enviando,
pues, desde Mileto a Efeso, hizo llamar a los ancianos de la iglesia.
Cuando vinieron a él, les dijo: Vosotros sabéis cómo me he
comportado entre vosotros todo el tiempo, desde el primer día que
entré en Asia, sirviendo al Señor con toda humildad, y con muchas
lágrimas, y pruebas que me han venido por las asechanzas de los judíos;
y cómo nada que fuese útil he rehuido de anunciaros y enseñaros,
públicamente y por las casas, testificando a judíos y a gentiles
acerca del arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro Señor
Jesucristo. Pablo
no pasó de largo a Efeso porque no le interesara la iglesia de allí.
Para mostrarles su preocupación y su cuidado por ellos, llamó a
los ancianos de la iglesia para que fueran a reunirse con él a
Mileto. Esta ocasión era muy seria para él, porque creía que sería
la última oportunidad en que los vería, Por
esto, comenzó por recordarles cómo todo el tiempo que había
estado con ellos, había servido al Señor con toda humildad, con lágrimas
y con pruebas que le habían venido por las asechanzas de los judíos
(incrédulos). Al mismo tiempo, no había dejado que el peligro le
impidiera decirles nada que les fuera útil, y les había enseñado
en público y por las casas. Tanto a judíos como a gentiles, les
había dado testimonio de que necesitaban arrepentimiento para con
Dios (cambio de manera de pensar y de actitud) y fe en el Señor Jesús. Dispuesto
a morir (20:22-24) Ahora,
he aquí, ligado yo en espíritu, voy a Jerusalén, sin saber lo que
allá me ha de acontecer; salvo que el Espíritu Santo por todas las
ciudades me da testimonio, diciendo que me esperan prisiones y
tribulaciones. Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi
vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el
ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del
evangelio de la grada de Dios. Entonces,
Pablo les dijo a los ancianos que se dirigía a Jerusalén, no por
voluntad propia, sino ya atado por el Espíritu para que fuera. Es
decir, el Espíritu le había mostrado bien claramente que había
una urgencia divina sobre él todavía para que fuera a Jerusalén.
No sabía con qué se encontraría allí, excepto que el Espíritu
por todas las ciudades le daba solemne testimonio (sin duda, a través
del don de profecía) de que lo esperaban prisiones (cadenas) y
tribulaciones (persecución, sufrimiento) allí. (Vea también
Romanos 15:31.) Este
testimonio del Espíritu Santo no tenía la intención de impedir
que Pablo fuera, porque aún estaba atado por el Espíritu para ir.
En realidad, estaba dispuesto a ir. De ninguna manera consideraba su
vida preciosa para sí mismo en comparación con la posibilidad de
acabar su carrera (como en una competencia), y terminar el
ministerio (el servicio) que había recibido del Señor Jesús,
dando firme testimonio de las buenas nuevas de la gracia de Dios. El
reto del ejemplo de Pablo (20:25-35) Y
ahora, he aquí, yo sé que ninguno de todos vosotros, entre quienes
he pasado predicando el reino de Dios, verá más mi rostro. Por
tanto, yo os protesto en el día de hoy, que estoy limpio de la
sangre de todos; porque no he rehuido anunciaros todo el consejo de
Dios. Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el
Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia
del Señor, la cual él ganó por su propia sangre. Porque yo sé
que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos
rapaces, que no perdonarán al rebaño. Y de vosotros mismos se
levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí
a los discípulos. Por tanto, velad, acordándoos que por tres años,
de noche y de día, no he cesado de amonestar con lágrimas a cada
uno. A
continuación. Pablo les dio a conocer a los ancianos que se trataba
de una despedida definitiva. Nunca lo volverían a ver de nuevo. Por
esta razón, dio testimonio de que estaba limpio de la sangre de
todos ellos. Ezequiel había sido nombrado atalaya, encargado de
alertar a los israelitas que estaban exiliados junto al canal de
Quebar en Babilonia. Si no se lo advertía al pueblo y éste moría
en sus pecados, se le pediría cuenta de su sangre (Ezequiel 3:18,
20; 33:6, 8). Pablo reconocía que tenía la misma pesada
responsabilidad para con el pueblo al que el Señor lo había
enviado a ministrar. Nadie
podía decir que Pablo no había sabido alertarlos. Más importante
aún: nunca había rehuido anunciarles todo el consejo (el sabio
consejo, el sabio propósito) de Dios. Tampoco lo rehuiría ahora.
Por eso, a continuación (versículo 28) les siguió haciendo
advertencias a los mismos ancianos. Debían mirar por ellos mismos (atenderse)
y por todo el rebaño en medio del cual el Espíritu Santo los había
hecho obispos (supervisores, superintendentes, ancianos gobernantes,
presidentes de las congregaciones locales) para apacentar (pastorear)
a la asamblea (griego, ekklesía, como en el 19:41) de Dios, 2 que
El (Jesús) hizo suya por su propia sangre, es decir, a través del
derramamiento de su sangre cuando murió en agonía en el Calvario (Efesios
1:7; Tito 2:14; Hebreos 9:12, 14; 13:12, 13). Aquí
vemos que Pablo esperaba que los ancianos tuvieran la función de
supervisores y fueran los ejecutivos o cabezas gobernantes de la
congregación local. Como nos muestra Hechos 14:23, eran elegidos
para este cargo por un pueblo lleno del Espíritu y dirigido por Él.
De esta forma, en realidad era el Espíritu Santo el que les daba el
cargo. Más importante aún era que dependían de El en cuanto a los
dones de administración (gobierno) necesarios para cumplir con su
oficio (1 Corintios 12:28; Romanos 12:8). Gracias al Espíritu
Santo, podían dar consejo sabio, dirigir los asuntos de negocios de
la iglesia, ser líderes espirituales, y mostrar por su pueblo el
tipo de amor, preocupación y cuidado que Jesús había mostrado por
sus discípulos cuando estaba en la tierra. Además
de esto. Pablo esperaba de los ancianos que pastorearan la iglesia
como la asamblea de Dios. El deber principal del pastor era llevar a
las ovejas hacia donde había alimento y agua. Por esto, los
ancianos necesitaban tener el ministerio de pastor y maestro, dado
por Cristo y lleno de la unción y de los dones del Espíritu. Esta
responsabilidad era grande. No estaban simplemente dirigiendo y enseñando
a su iglesia, sino a la asamblea del Señor, una asamblea que El había
hecho suya a un inmenso precio, el derramamiento de la preciosa
sangre de Jesús. Se les exigía servir, y no dominar a aquellos a
quienes dirigían. Otra
parte de la obra de un pastor era proteger a las ovejas de los
enemigos. El cayado del pastor dirigía. La vara del pastor rompía
los huesos de los lobos que venían a destruir las ovejas. Por esto.
Pablo les advirtió a estos ancianos, que después de su partida
entrarían lobos rapaces en medio de ellos, y no perdonarían al
rebaño (re-bañito), sino que lo herirían seriamente. Ninguno
de aquellos lobos vendría del exterior. (Vea Mateo 7:15.) De en
medio de los creyentes, incluso de entre los mismos ancianos, se
levantarían algunos. Hablando cosas perversas, es decir, usando
medias verdades o torciendo la verdad, tratarían de arrastrar tras
sí a los discípulos para tener sus propios seguidores (entre los
miembros de las asambleas locales). Esto quiere decir que su
verdadero propósito sería edificarse ellos mismos, en lugar de
edificar a la asamblea. También intentarían arrastrar discípulos
que ya eran creyentes; tendrían poco interés en ganar a los
perdidos para Cristo, y tampoco desearían desarrollar las iglesias
que ya estuvieran establecidas. Los ancianos necesitaban mantenerse
vigilantes contra lobos como estos. (Compare con 1 Timoteo 1:19, 20;
4:1-10; 2 Timoteo 1:15; 2:17, 18; 3:1-9; Apocalipsis 2:2-4.) Pablo
les había dado ejemplo en esto también. Durante el período de
cerca de tres años en que había estado con ellos día y noche,
nunca había dejado de alertar a cada uno de ellos con lágrimas. Es
decir, que insistía a tiempo y a destiempo y siempre lo movía el
tierno amor que les tenía. Por lo que leemos en las epístolas de
Juan, vemos también que durante aquellos años sufrió la oposición
de muchos lobos y falsos hermanos. Pablo
siempre hacía algo más que advertir. Por eso también los encomendó
(puso en manos de) a Dios y a la palabra de su gracia, que tenía
poder para sobreedificarlos y para darles herencia con todos los
santificados (santos, apartados para seguir al Señor Jesús,
tratados como pueblo santo, santos de Dios). También
en cuanto a servicio desinteresado. Pablo había sentado ejemplo. No
había deseado ni codiciado plata, oro ni vestido. Bien sabían
ellos que con sus propias manos había servido (ministrado) a sus
propias necesidades y a las de aquellos que estaban con él. Como
les diría a los Tesalonicenses, trabajó noche y día para no serle
carga a ninguno de ellos (1 Tesalonicenses 2:9). Ciertamente,
le dijo a Timoteo que los ancianos que gobiernan bien deberían
recibir doble honorario, porque el obrero es digno de su salario (1
Timoteo 5:17, 18). Pero esto se aplica a las iglesias firmemente
establecidas, crecientes y en las que hay buena enseñanza. Cuando
Pablo llegaba a un lugar nuevo, tenía cuidado de demostrar que no
estaba predicando el Evangelio para conseguir beneficios materiales.
El amor de Cristo lo constreñía (2 Corintios 5:14). Pablo
trabajó con sus manos también, para sentar un ejemplo para todos.
El objetivo de todo creyente debería ser el de dar, y no solamente
recibir. Deberíamos hacernos maduros y fuertes, y trabajar
arduamente, para poder dar a fin de que se socorra a los débiles (los
físicamente enfermos o débiles, y también los espiritualmente débiles).
4 Al hacer esto, debían recordar las palabras de Jesús: "Más
bienaventurado es dar que recibir." Esta
máxima de Jesús no está escrita en ninguno de los cuatro
evangelios. Pablo dice en Gálatas que él no recibió su Evangelio
de los hombres, sino directamente de Jesucristo, por revelación (Gálatas
1:11, 12). Es decir, hasta las máximas de Jesús, fue El mismo
quien se las dio. En una serie de lugares de sus epístolas, indica
que tiene una palabra o máxima de Jesús para confirmar lo que
dice. Aquí usa uno de aquellos refranes de Jesús para darle más
fuerza a su consejo a estos ancianos de Efeso. Una
triste despedida (20:36-38) Cuando
hubo dicho estas cosas, se puso de rodillas, y oró con todos ellos.
Entonces hubo gran llanto de todos; y echándose al cuello de Pablo,
le besaban, doliéndose en gran manera por la palabra que dijo, de
que no verían más su rostro. Y le acompañaron al barco. Cuando
Pablo terminó de hablar, tanto él como los ancianos se
arrodillaron para orar juntos. La oración de rodillas era común en
la Iglesia primitiva (Hechos 9:40; 21:5). Pero también oraban de
pie y sentados. Después
de la oración, hubo gran llanto, a medida que iban echándose al
cuello de Pablo y lo besaban (probablemente en ambas mejillas).
Estaban llenos de profundo dolor y sufrimiento, sobre todo porque
Pablo había dicho que no volverían a ver su rostro. Entonces, como
señal de su afecto y su respeto, lo escoltaron hasta el barco.
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