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6. Hechos 9a Hechos Apostólicos es un estudio de la Edad Apostólica de la iglesia cristiana temprana. Es la continuación milagrosa de la obra de Jesús en el primer siglo, a través de la obra del Espíritu Santo y su iglesia. Presenta el ministerio de Pedro, de los doce apóstoles y de Pablo de Tarso, en su cumplimiento de la Gran Comisión desde el Día de Pentecostés hasta llevar el evangelio a Roma, el capital del mundo. 12.
CAPITULO
3: ¿DE QUIEN DICE ESTO EL PROFETA?
Léase
Hechos 8:26-40. Preguntas
de Preparación 1.
¿A qué tipo de persona fue enviado Felipe con el evangelio? 2.
¿En qué se nota la evidencia de la mano de Dios en esta lección? Introducción Felipe
había derrumbado la barrera del prejuicio y había proclamado a
Cristo a los samaritanos. Sin embargo, su obra no estaba terminada.
Indirectamente, él iba a ser también el instrumento por el cual el
evangelio llegaría a los gentiles. 1.
El Etíope Después
de haber terminado su trabajo en Samaria, Felipe recibió la dirección
divina para lo que tenía que seguir. Se le dijo que debía viajar
al camino que va al suroeste, de Jerusalén a Gaza. Al llegar a
dicho camino, vino un hombre que viajaba en un carruaje cubierto.
Este hombre era de la antigua tierra de Etiopía al sur de Egipto en
los extremos del río Nilo. Era hombre de importancia, al ser
tesorero de la reina madre, Gandace. (A los reyes de Etiopía los
tenían como hijos del Sol, y por eso, demasiado sagrados para
trabajar en los negocios seculares del reino. Así que la reina
madre, a quien le daban el título Candace, era la persona que
realmente gobernaba). Este hombre regresaba de Jerusalén, a donde
había ido para adorar. Por eso deducimos que debe haber sido un
prosélito judaico, o un "temeroso de Dios" los cuales
eran considerados un poco menores que los prosélitos. El
Espíritu Santo indicó a Felipe que se aproximara a este hombre. Al
acercarse al carro, que rodaba lentamente, oyó al hombre leyendo,
pues en aquel entonces era costumbre común leer en voz alta.
El etíope leía del capítulo 53 de Isaías, donde menciona
la muerte del Siervo de Jehová. 2.
El Evangelio Felipe
preguntó al hombre si entendía lo que leía.
El hombre confesó que no lo entendía, y le pidió a Felipe
que subiera al carro para sentarse a su lado y ayudarlo.
Así fue que Felipe "comenzando de esta escritura, le
anunció el evangelio de Jesús" (Hch. 8:35). No
hay ninguna evidencia de que, antes del tiempo de Cristo, ninguno
interpretara los Cantos del Siervo, de Isaías, relacionándolo
con el Ungido de Jehová que se menciona en Salmo 2, ni con "aquel
cuya apariencia es semejante a un hombre" de Daniel 7:13. Pero
cuando vino Jesús, con mucha claridad él dijo ser el Hijo del
Hombre, el Ungido de Jehová, y el Siervo Sufriente. Antes del
actual cumplimiento de estos pasajes siempre fueron difíciles de
entender. Mas ahora que han sido cumplidos en Jesús de Nazaret,
son tan claros como el cristal. Así fue como Felipe predicó el
evangelio de Cristo al etíope. Cuando se acercaron a un arroyo, el
etíope pidió ser bautizado, y Felipe se lo administró. 3.
La Consecuencia Después
de que el etíope hubo sido bautizado, Felipe fue arrebatado
milagrosamente por el Espíritu Santo. Luego apareció en Azoto la
antigua ciudad filistea de Ashdod. Desde allí predicaba el
evangelio a las ciudades de la costa, yendo hacia el norte hasta
llegar a Cesárea. Esto es lo último que sabemos de Felipe, hasta
el final del tercer viaje misionero de Pablo. Vivía entonces en Cesárea,
y tuvo cuatro hijas profetizas. El
etíope quedó solo a causa de la extraña partida de Felipe y siguió
su camino "gozoso" (Hch. 8:39). Sin duda retornó a su
lugar de origen. Uno de los patriarcas de la iglesia informaba que
se constituyó en misionero de su propio pueblo. Es lo que tendríamos
que esperar, porque la fe verdadera provoca el deseo de compartir
las buenas nuevas a los demás. Así que, por medio del testimonio
de Felipe dado al eunuco etíope, el evangelio alcanzó a los
gentiles del norte de África.
13. Comentario
a Hechos de los Apóstoles Es
evidente que lo sucedido en Samaria no le preocupaba a Saulo. Pero
otros de los que se habían dispersado, se fueron rumbo norte,
probablemente a través de Galilea, y llegaron hasta Damasco. Esta
era la ciudad más antigua e importante de Siria. Parece haber
tenido una gran población judía en aquel tiempo, puesto que el
versículo 2 habla de las sinagogas en plural. Saulo debe haber
escuchado al menos rumores de que los creyentes dispersados tenían
éxito en su predicación del Evangelio en aquel lugar. Esto tuvo
como fin un suceso sumamente importante, tanto que aparece relatado
en tres ocasiones en el libro de los Hechos. La
conversión de Saulo (Pablo) (9:1-9) "Saulo,
respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor,
vino al sumo sacerdote, y le pidió cartas para las
sinagogas de Damasco, a fin de que si hallase algunos hombres
o mujeres de este Camino, los trajese presos a Jerusalén. Mas yendo
por el camino, aconteció que al llegar cerca de Damasco,
repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo; y
cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por
qué me persigues? Es
posible que algunos de los otros que se unieron a la persecución de
Hechos 8:1 perdieran su celo contra los cristianos; no así Saulo.
Estaba aún respirando amenaza (el griego es singular) y muerte (asesinato)
contra aquellos que eran discípulos (aprendices, estudiantes y
seguidores) del Señor Jesús. Después (Hechos 26:10) relataría cómo
votaba a favor de la muerte de los que habían creído en Jesús. "Respirando"
sería aquí literalmente "inspirando". Es un participio
griego (empnéon), que indica que esto se había convertido
en algo característico y continuo. En otras palabras: Saulo creó
alrededor de él una atmósfera de amenazas y muerte tal, que la
estaba respirando continuamente. Así como el oxígeno le permite a
un atleta seguir adelante, era esta atmósfera la que mantenía en
acción a Saulo. Sin
embargo, en aquel momento, la mayoría de los creyentes se habían
marchado de Jerusalén. Por tanto, Saulo fue por decisión propia al
sumo sacerdote y le pidió cartas oficiales para las sinagogas de
Damasco, que le dieran autoridad para arrestar a cuantos hallase de
este Camino (el Camino), fueran hombres o mujeres, y traerlos atados
a Jerusalén (Hechos 26:11, 12). Esto significaría juicio ante el
Sanedrín, y probablemente la sentencia de muerte. "El
Camino" era un título muy interesante que recibían los
creyentes, y que era aceptable para ellos. Cristo es el camino de
salvación, el camino de la vida. (Vea Hechos 19:9, 23; 22:4; 24:14,
22.) Damasco
se hallaba a unos 220 kilómetros de Jerusalén en dirección
nordeste, pero probablemente el camino en aquellos días tuviera
cerca de 320 kilómetros. Cuando ya estaban llegando, lo rodeó
repentinamente un resplandor de luz del cielo (centelleó como un
relámpago). Como señala Hechos 26:13, siguió brillando alrededor
de él con una luz más potente que el sol del mediodía. En la
Biblia, se asocia frecuentemente la luz con las manifestaciones de
la presencia del Señor. En Juan 17:5, Jesús oró a su Padre
diciendo: "Ahora
pues. Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que
tuve contigo antes que el mundo fuese." Cuando resucitó de
entre los muertos, su cuerpo resucitado estaba transformado: era
inmortal e incorruptible, tal como lo será el nuestro (1 Corintios
15:52, 53). Pero la gloria no le fue restaurada hasta su ascensión.
Probablemente los discípulos no hubieran podido soportar la gloria
durante los cuarenta días que permaneció en la tierra con ellos.
Pero ahora, apareció ante Saulo como el Cristo resucitado y
glorificado. Más adelante, Saulo se referiría a esto: "Y al
último de todos (después de todas las demás apariciones
posteriores a su resurrección), como a un abortivo, me apareció a
mí" (1 Corintios 15:8). Saulo,
quien probablemente marchara a pie, cayó al suelo, sobrecogido.
Entonces oyó una voz: "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?"
Lucas, al referirse a Saulo, siempre usa la forma griega de su
nombre (como en el versículo 1, "Saulos"). Jesús usó la
forma hebrea (Saoúl), que el libro de los Hechos conserva
cuidadosamente aquí. Después Saulo confirmaría que Jesús le había
hablado en hebreo (Hechos 26:14). Saulo
conocía muy bien la Biblia hebrea, y reconoció que tenía que
tratarse de una manifestación divina. Pero la pregunta lo confundió.
¿A quién perseguía él, sino sólo a los cristianos? Por eso
preguntó: "¿Quién eres, señor?" Algunos piensan que
esto quiere decir: "¿Quién es usted, señor?", usando la
palabra "señor" sólo como un término de cortesía
formal. Pero como reacción a esta manifestación obviamente
sobrenatural, la palabra sólo puede referirse al Señor divino. La
respuesta le llegó de inmediato: "Yo (enfático) soy Jesús, a
quien tú (enfático) persigues." Al perseguir a la Iglesia,
Saulo estaba persiguiendo al Cuerpo de Cristo, cuyos miembros están
todos en Cristo. (Vea Mateo 25:40, 45; Efesios 1:23; 2:6.) Entonces
Jesús añadió: "Dura cosa (difícil, peligrosa) te es dar
coces contra el aguijón." Con
esto. Jesús reconocía que buena parte de la persecución de los
cristianos por Saulo se debía a que no tenía respuesta para sus
argumentos. Era una reacción por medio de la cual estaba tratando
de resistirse a la convicción del Espíritu Santo. Como un hombre
que guiara un buey, el Espíritu Santo había estado guiando a Saulo
hacia la verdad del Evangelio, pero él se estaba resistiendo
violentamente, coceando contra el aguijón. Los argumentos de
Esteban eran ese aguijón; su discurso final y la manera en que murió,
eran aguijones; el esparcimiento del Evangelio y la reacción de los
creyentes, eran aguijones; los milagros que confirmaban la Palabra
eran cada uno de ellos un aguijón. Con todo esto, se estaba
hiriendo peligrosamente a sí mismo. Esto
no quiere decir que Saulo estuviese consciente de que todas aquellas
cosas eran aguijones, ni siquiera de que se diera cuenta de que no
tenía argumentos de valor contra los creyentes. Estaba tan lleno de
furia, que no podía pensar en otra cosa que en la manera de
detenerlos. Pero ahora que se había tenido que enfrentar con todo
aquello y con Cristo mismo, no como el simple hombre Jesús, sino
como el Señor divino, preguntó con sencillez: "Señor, ¿qué
quieres que yo haga?" 5 Esto muestra un cambio total
en la actitud de Saulo, que es la evidencia de que hubo en él un
arrepentimiento genuino. Entonces,
el Señor le dijo que se levantara y entrara a la ciudad de Damasco.
Allí se le diría lo que le era necesario hacer. En realidad, Jesús
le dijo más cosas a Saulo en este momento, pero Lucas deja el resto
para que el mismo Saulo lo diga en su defensa ante Agripa (Hechos
26:16-18). En Calatas 1:1, 11, 12, 16, Saulo dice también
claramente que había sido enviado directamente por Jesús, y no por
ningún hombre. En otras palabras, era un auténtico apóstol o
"enviado", puesto que Jesús mismo lo había enviado. Mientras
tanto, los hombres que viajaban con Saulo permanecían atónitos,
oyendo la voz (el sonido), pero sin ver a nadie. Hechos 26:14 dice
que todos cayeron por tierra, pero pudieron levantarse antes que
Saulo. Según parece, Saulo cerró los ojos debido al continuo
resplandor; sin embargo, sí vio a Jesús. Después, cuando se
levantó del suelo, no pudo ver nada. Sus compañeros de viaje lo
tomaron de la mano y lo entraron en Damasco. Allí permaneció
durante tres días, incapaz de ver, y no comió ni bebió nada. Ananías
es enviado a Saulo (9:10-19) "Había
entonces en Damasco un discípulo llamado Ananías, a quien el Señor
dijo en visión: Ananías. Y él respondió: Heme aquí'. Señor, Y
el Señor le dijo: Levántate, y ve a la calle que se llama Derecha,
y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo, de Tarso; porque he
aquí", él ora, y ha visto en visión a un varón llamado Ananías,
que entra y le pone las manos encima para que recobre la vista.
Entonces Ananías respondió: Señor, he oído de muchos acerca de
este hombre, cuántos males ha hecho a tus santos en Jerusalén; y
aun aquí tiene autoridad de los principales sacerdotes para prender
a todos los que invocan tu nombre. El Señor le dijo: Ve, porque
instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia
de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel; porque yo le
mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre. Al
tercer día, el Señor (Jesús) se le apareció a un discípulo
llamado Ananías, un judío piadoso convertido al Señor (Hechos
22:12). La aparición tuvo lugar en una visión, en la que Jesús le
dijo que fuera a la calle (callejón) llamada Derecha. En los
tiempos antiguos, esta calle iba directamente de un extremo de la
ciudad al otro, y es todavía una calle importante en el Damasco de
hoy. Allí, debía buscar (preguntar) en la casa de Judas a Saulo de
Tarso, porque he aquí que sorpresiva e inesperadamente, mientras
Saulo estaba orando, había visto (en una visión) a un hombre
llamado Ananías que entraba e imponía las manos sobre él, para
que recobrara la vista. Ananías
puso objeciones al principio. Había oído de muchos acerca de las
numerosas cosas malas que Saulo les había hecho a los santos del Señor
en Jerusalén. Es evidente que Ananías era un judío nacido en
Damasco, o bien había vivido allí por largo tiempo. Como es de
suponer, muchos de los creyentes que habían huido de la persecución,
habían llegado allí, y traían noticias de la furia de Saulo.
También habían llegado noticias de que Saulo tenía autoridad
delegada de los jefes de los sacerdotes para apresar a todos los que
invocaran el nombre de Jesús. Por esto, es posible que la iglesia
de Damasco se hubiera estado preparando para enfrentarse al mismo
tipo de dispersión que había tenido lugar como consecuencia de las
persecuciones de Jerusalén. El Señor
le ordenó de nuevo a Ananías que fuera, y lo tranquilizó diciéndole
que Saulo era su propio vaso escogido para llevar su nombre en
presencia de los gentiles (las naciones) y también ante reyes, y
ante los hijos (pueblo) de Israel. Más aún: Jesús mismo le
mostraría a Saulo (le advertiría, le haría ver) cuánto le sería
necesario padecer por su nombre. Entonces
Ananías obedeció, entró a la casa y puso las manos sobre Saulo,
mientras lo llamaba "hermano". Con esto, reconocía que
Saulo era ya un creyente. Después le explicó que el Señor lo había
enviado, e identificó al Señor como Jesús, que se le había
aparecido a Saulo en el camino por donde venía (a Damasco). Es
probable que esta explicación le pareciera necesaria a Ananías,
porque los judíos usaban normalmente el término "Señor"
para referirse a Jehová (Yahvé), el único Dios verdadero. Pero en
realidad no era necesario, puesto que Saulo ya había reconocido a
Jesús como Señor. Ananías
añadió que el Señor lo había enviado por dos motivos. Primero,
para que Saulo pudiera recobrar su vista; segundo, para que fuera
lleno del Espíritu Santo. De
inmediato, algo que parecía escamas cayó de los ojos de Saulo;
pudo ver de nuevo, se levantó y fue bautizado. Fue entonces cuando
dio por terminado su ayuno, tomó alimento y recobró fuerzas. Después
de aquello, permaneció varios días con los discípulos de Damasco. El
versículo 12 no habla de que Jesús le diera la orden de imponer
manos sobre Saulo para que fuera lleno del Espíritu Santo. Tampoco
dice el versículo 18 cómo recibió Saulo el Espíritu. Una vez más,
vemos que Lucas no lo repite todo en todos los lugares. Con esto,
está indicando realmente que la experiencia de Saulo al ser lleno
del Espíritu Santo no fue diferente de la del día de Pentecostés.
Podemos tener la seguridad de que habló en otras lenguas en aquel
instante, como lo habían hecho anteriormente en Hechos 2:4. Tito
3:5-7 confirma lo anterior, al mostrar que el Espíritu Santo había
sido derramado tanto en Saulo como en Tito, abundantemente. Cada uno
de ellos tuvo su propio Pentecostés personal. En realidad, no hay
duda alguna sobre si Saulo habló en lenguas o no. Años más tarde
les diría a los corintios que él hablaba en lenguas más que todos
ellos juntos (1 Corintios 14:18).n No se
vuelve a mencionar a Ananías. Sin duda, continuaría viviendo en
humilde obediencia al Señor y su Palabra. Pero Saulo nunca olvidó
a este varón de Dios que fue el primer creyente que lo llamó
"hermano". Saulo
predica en Damasco (9:20-25) "En
seguida predicaba a Cristo en las sinagogas, diciendo que éste era
el Hijo de Dios. Y todos los que le oían estaban atónitos, y decían:
¿No es éste el que asolaba en Jerusalén a los que invocaban este
nombre, y a eso vino acá, para llevarlos presos ante los
principales sacerdotes? "Pero Saulo mucho más se esforzaba, y
confundía a los judíos que moraban en Damasco,
demostrando que Jesús era el Cristo. Saulo
se convirtió de inmediato en parte del cuerpo de discípulos de
Damasco. Puesto que había aceptado el envío del Señor, no esperó
para comenzar a predicar a Cristo. De inmediato se fue a las
sinagogas donde antes había pensado buscar a los creyentes y
enviarlos atados a Jerusalén. Pero, para el asombro de todos (un
asombro total que casi los dejaba sin sentido), proclamaba a Cristo
(Jesús) como el Hijo de Dios. La gente apenas podía creer que esta
fuera la misma persona que asolaba (destrozaba, traía destrucción
sobre) aquellos de Jerusalén que invocaban ese nombre. Sin
embargo, Saulo estaba cada vez más repleto de aquel asombroso poder
y confundía a los judíos que vivían en Damasco, demostrando (esto
es, deduciendo de las Escrituras) que Jesús era el Cristo, el Mesías
(el Profeta, sacerdote y Rey ungido por Dios). En otras palabras,
usaba las profecías del Antiguo Testamento para mostrarles cómo
habían sido cumplidas en Jesús. Después
de bastante tiempo, los judíos (esto es, los que no habían creído)
resolvieron en consejo matarlo. Pero su plan llegó a oídos de
Saulo. Estaban vigilando las puertas muy cuidadosamente día y noche,
con la intención de matarlo. La segunda epístola a los Corintios
(11:32) indica que el gobernador (etnarca) del rey Aretas IV de
Arabia (quien reinó entre el 9 a.C. y el 40 d.C.), cooperaba en
aquel plan, o quizá recibiera dinero de los judíos para que los
ayudara a capturar a Saulo. Los
discípulos de Saulo (sus convertidos), sin embargo, echaron a
perder su plan, bajándolo por el muro en una gran canasta flexible
hecha de juncos tejidos, o algún material similar. En 2 Corintios
11:33, Saulo añade que lo descolgaron por una ventana. (Se pueden
ver casas con una parte construida sobre el muro de la ciudad de
Damasco aún hoy.) Gálatas
añade a esto que Saulo había recibido el Evangelio que predicaba (incluyendo
los dichos de Jesús) por revelación directa del mismo Jesús (Gálatas
1:12, 16). También afirma Saulo que se había alejado de Damasco
por un tiempo durante este período, y había ido a Arabia, para
volver después a la ciudad. Puesto que, como creen muchos eruditos.
Damasco se hallaba dentro del reino de los árabes nabateos en
aquellos tiempos, Saulo no tuvo que ir muy lejos de la ciudad. (Es
probable que fuera hacia el este.) Gálatas
indica también que no fue sino hasta tres años más tarde (o
durante el tercer año), cuando los muchos días se cumplieron, y él
fue a Jerusalén. Quizá Jesús le diera parte de esta revelación a
Saulo durante el tiempo en que estuvo ciego, pero es probable que la
mayor parte de ella la recibiera durante el tiempo que estuvo en
Arabia. Bernabé
recibe amistosamente a Saulo (9:26-31) "Cuando
llegó a Jerusalén, trataba de juntarse con los discípulos; pero
todos le tenían miedo, no creyendo que fuese discípulo. Entonces
Bernabé, tomándole, lo trajo a los apóstoles, y les contó cómo
Saulo había visto en el camino al Señor, el cual le había hablado,
y cómo en Damasco había hablado valerosamente en el nombre de Jesús.
Y estaba con ellos en Jerusalén; y entraba y salía, y hablaba
denodadamente en el nombre del Señor, y disputaba con los griegos;
pero éstos procuraban matarle. Cuando supieron esto los hermanos,
le llevaron hasta Cesarea, y le enviaron a Tarso. Al
llegar a Jerusalén Saulo trató de unirse a los discípulos (en la
adoración y el ministerio de la Iglesia). Pero todos le tuvieron
miedo. Sabían lo que él le había hecho a la Iglesia; su primer
pensamiento fue que se trataba de algún truco o engaño para
averiguar quiénes eran y destruirlos. Sin
embargo, Bernabé lo aceptó, haciendo honor a su nombre, que
significa "hijo de consolación". Con toda seguridad,
realizó algunas investigaciones, y después tomó a Saulo para
llevarlo ante los apóstoles, y explicarles cómo había visto al Señor
y había hablado abiertamente en Damasco. Esto indica que Bernabé
les proporcionó todos los detalles. Durante
algún tiempo, Saulo estuvo asociado a los creyentes, y entraba y
salía de Jerusalén. Siguió hablando denodadamente con toda
libertad en el nombre del Señor, pero pasaba la mayor parte del
tiempo hablando y disputando (discutiendo, debatiendo) con los
"griegos", es decir, con los judíos helenistas, o de
habla griega. Iba a las sinagogas de los helenistas, entre las que
se encontraban las mismas que habían discutido con Esteban (Hechos
6:9). Sin embargo, no visitó las iglesias de Judea (las que estaban
fuera de Jerusalén), porque más tarde diría que no les era "conocido
de vista" en aquel tiempo (Gálatas 1:22). Como
antes había sucedido con Esteban, el mensaje de Saulo sobre el
Evangelio suscitó la ira de estos judíos helenistas, y trataron de
matarlo. Probablemente lo consideraran un traidor que no tenía
necesidad de juicio. Tan
pronto como los creyentes de Jerusalén oyeron esto, bajaron con
Saulo a Cesarea, y lo enviaron a Tarso. Jesús también se le
apareció para decirle que se fuera de Jerusalén (Hechos 22:17-21).
Sin embargo, los creyentes no lo enviaron lejos simplemente para
salvarlo del martirio. Lo enviaron como representante de ellos, y
como persona calificada para llevar el Evangelio a Tarso, su ciudad
natal. Tarso, que estaba a unos 480 kilómetros en dirección norte,
era la capital y la ciudad de mayor importancia de la Cilicia.
Estaba situada en la llanura costera, a dieciséis kilómetros del
mar Mediterráneo. Era una ciudad libre, y muy conocida por sus
estudios superiores. Sólo la superaban Atenas y Alejandría en
cuanto a oportunidades de adquirir cultura. Allí se necesitaba a
Saulo. Después
de irse Saulo, todo se aquietó de nuevo. Lucas, en otro corto
resumen, señala que las iglesias tenían paz por toda Judea,
Galilea y Samaria, eran edificadas (acrecentadas espiritualmente y
en número), andaban en el temor del Señor, eran fortalecidas por
el Espíritu Santo, y crecían. De
esto deducimos que tanto Galilea como Samaria habían sido bien
evangelizadas ya en este momento, aunque Lucas no dé detalles sobre
cómo se hizo. Notemos también que en el texto griego la palabra
"Iglesia" aparece en singular. Las diversas asambleas de
aquellas regiones se hallaban en comunión las unas con las otras, y
constituían un solo cuerpo bajo Cristo, que era su cabeza (Efesios
1:22, 23). Pedro
en Lida (9:32-35) "Aconteció
que Pedro, visitando a todos, vino también a los santos que
habitaban en Lida. Y halló allí a uno que se llamaba Eneas, que
hacía ocho años que estaba en cama, pues era paralítico.
Y le dijo Pedro: Eneas, Jesucristo te sana; levántate, y haz tu
cama. Y en seguida se levantó. Y le vieron todos los que habitaban
en Lida y en Sarón, los cuales se convirtieron al Señor." Después
de la breve declaración del versículo 31, Lucas comienza una
secuencia que nos lleva hasta el momento en que Pedro les lleva el
Evangelio a los gentiles de Cesarea. Puesto que la situación era
pacífica en aquel momento en Jerusalén, pudo salir de la ciudad.
De manera que comenzó a visitar toda la región mencionada en el
versículo 31. En sus viajes, llegó a visitar a los santos (creyentes
consagrados) que vivían en Lida (en el camino a Jope). Habiendo
hallado allí un paralítico llamado Eneas, que yacía en su cama (colchón)
desde hacía ocho años, le dijo: "Eneas, Jesucristo te sana;
levántate, y haz tu cama" (ahora, en este momento, mientras te
estoy hablando). Su sanidad fue instantánea. Todos los habitantes
de Lida, y de la llanura de Sarón, al oeste y al noroeste de Lida
la vieron, y se convirtieron al Señor (Jesús). Llevan
a Pedro a Jope (9:36-43) "Había
entonces en Jope una discípula llamada Tabita, que traducido quiere
decir, Dorcas. Esta abundaba en buenas obras y en limosnas que hacía.
Y aconteció que en aquellos días enfermó y murió. Después de
lavada, la pusieron en una sala. Y como Lida estaba cerca de Jope,
los discípulos, oyendo que Pedro estaba allí, le enviaron dos
hombres, a rogarle: No tardes en venir a nosotros. Levantándose
entonces Pedro, fue con ellos; y cuando llegó, le llevaron a la
sala, donde le rodearon todas las viudas, llorando y mostrando las túnicas
y los vestidos que Dorcas hacia cuando estaba con ellas. Entonces,
sacando a todos, Pedro se puso de rodillas y oró; y volviéndose al
cuerpo, dijo: Tabita; levántate. Y ella abrió los ojos, y al ver a
Pedro, se incorporó. Y él, dándole la mano, la levantó; entonces,
llamando a los santos y a las viudas, la presentó viva. "Esto
fue notorio en toda Jope, y muchos creyeron en el Señor. Y aconteció
que se quedó muchos días en Jope en casa de un cierto Simón,
curtidor." En
Jope, un puerto marítimo de la costa del Mediterráneo, a unos
dieciséis kilómetros al noroeste de Lida, y a sesenta y dos kilómetros
de Jerusalén, vivía Tabita (su nombre arameo). También era
conocida por el nombre griego correspondiente, Dorcas ("gacela",
un antílope considerado símbolo de la delicadeza). Abundaba en
buenas obras, especialmente en las obras a favor de los pobres que
hacía continuamente. Algunos creen ver en su ministerio un ejemplo
del don de ayuda (1 Corintios 12:28). Estando
Pedro en Lida, Dorcas enfermó y murió. La lavaron, la colocaron en
un aposento alto y enviaron dos hombres a pedirle a Pedro que no
tardara en ir a ellos. Cuando Pedro llegó al aposento alto, todas
las viudas lo rodearon llorando y mostrándole las túnicas (prendas
interiores) y los vestidos largos y amplios que Dorcas hacía (siempre)
mientras estaba con ellas. Debido
a su actitud desesperada, Pedro las sacó a todas del cuarto, se
puso de rodillas, oró y volviéndose al cuerpo, dijo en fe: "¡Tabita,
levántate!" (Muchos ven aquí un paralelo entre el Tabita
cumi de ahora y el Talita cumi de Marcos 5:41.) Su acción
de sacar a los que hacían duelo era un paralelo de lo que Jesús
había hecho cuando resucitó a la hija de Jairo (Lucas 8:54). Pedro
se hallaba con El en ese momento, y aprendió que una atmósfera de
falta de fe no es más que un impedimento para la fe que ve milagros.
Sin embargo, Pedro hizo algo que Jesús no había hecho en aquel
momento: pasó algún tiempo en oración. Como
respuesta a su oración, Dorcas abrió los ojos, miró a Pedro y se
sentó. Dándole la mano, Pedro la levantó. Entonces, llamando a
los santos (todos los creyentes), se la presentó viva. Esto
fue notorio a través de toda la población de Jope y se convirtió
en medio para la dispersión del Evangelio. Muchos creyeron en el Señor
(Jesús), pero Pedro no tomó para sí crédito ninguno por esto. No
obstante, se quedó en Jope por muchos días con un cierto Simón,
curtidor (profesión considerada impura por muchos).
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