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22. Hechos 22![]() Hechos Apostólicos es un estudio de la Edad Apostólica de la iglesia cristiana temprana. Es la continuación milagrosa de la obra de Jesús en el primer siglo, a través de la obra del Espíritu Santo y su iglesia. Presenta el ministerio de Pedro, de los doce apóstoles y de Pablo de Tarso, en su cumplimiento de la Gran Comisión desde el Día de Pentecostés hasta llevar el evangelio a Roma, el capital del mundo. 47.
CAPITULO
25: ESCUCHAD LA DEFENSA
Léase
Hechos 21:37-22:30. Preguntas
de Preparación 1.
¿Por qué permitió el tribuno romano que hablara Pablo? 2.
¿En qué forma adaptó Pablo su defensa a los que le oían? 3.
¿Cuál fue la reacción a esta defensa? 4.
¿Cómo usó Pablo su ciudadanía romana? Introducción Pablo
había sido rescatado de una muerte segura a manos de la chusma judía,
por la llegada de los soldados romanos. Estos soldados le habían
llevado de la zona del templo, en donde los judíos intentaban
matarlo, y le habían traído al castillo, que era el cuartel romano.
Al llegar a las escaleras que conducían al castillo, Pablo se
dirigió al tributo y le pidió permiso para hablar a la gente que
le había estado siguiendo, pidiendo la muerte de Pablo. El tribuno
quedó sorprendido al oir que Pablo le habló en griego. El
pensaba que Pablo era el egipcio que hacía poco había instigado
una sublevación en contra de Roma y que había llevado al desierto
a cuatro mil hombres de un grupo denominado "Los Asesinos".
Al identificarse Pablo como judío de Tarso de Cilicia, el capitán
concedió a Pablo que hablase a la gente. La
defensa de Pablo fue una reseña de la manera en que éste se
convirtió y de sus primeras experiencias como creyente. Los
detalles presentados ya los conocemos, puesto que los hemos visto
anteriormente en el libro de los Hechos. Sin embargo, ahora los
volvemos a ver en la forma en que Pablo los presentó a este grupo
especial de personas. Veremos cómo escogió él lo que quiso decir,
y la forma en que lo dijo, adaptando su mensaje a los oyentes allí
presentes. 1.
La Defensa No
comenzó Pablo su defensa recordando a los judíos que él
era
cristiano y ellos no. Al contrario, el discurso recalca, lo más
posible, todo lo que entre ellos podrían tener en común. Inclusive
el idioma en que habló sirvió para este fin. Si Pablo les hubiese
hablado en griego, un idioma que también entendían, le hubieran
prestado poca atención estos judíos. Pero cuando le oyeron hablar
en hebreo, hicieron silencio para escucharle. Pablo
comenzó por hacerles memoria las maneras en que él era semejante a
ellos. Mencionó su educación. Aunque había nacido en Tarso, fue
criado en Jerusalén. Había sido alumno de Gamaliel, uno de los
maestros judíos de mayor fama. También era del conocimiento de
muchos de ellos, que él había sido muy celoso en cuanto a la ley
judaica. Les recordó que después de perseguir a los cristianos en
Jerusalén, él había ido a Damasco con el objeto de arrestar a
todos los cristianos judíos que se pudieran encontrar allí, y
traerles prisioneros a Jerusalén. También dio importancia a que,
aún después de su conversión, había seguido adorando como judío;
y que estaba en el templo adorando cuando recibió un mensaje de
parte del Señor ordenándole a ir a los gentiles. Pablo
también quiso ganarse la simpatía de sus oyentes, mediante una
selección cuidadosa de su vocabulario. Bien hubiera descrito a Ananías
como un cristiano de Damasco. Pero en vez de esto, lo que dijo era
que aquel era "varón piadoso según la ley, que tenía buen
testimonio de todos los judíos que allí moraban" (22:12).
Habló de Dios como "el Dios de nuestros padres" (22:14),
y de Cristo como el "Justo" (22:14). Eran éstas, frases
que los mismos judíos usaban al hablar de Dios y del Mesías
esperado. Sin
embargo, Pablo no se presentó a sí mismo simplemente como otro judío.
Al contrario, se presentó como uno que es diferente a sus oyentes.
Pablo les habló de la luz y de la voz del cielo, que le
convencieron que Jesús era el Cristo prometido. Los judíos devotos
aceptarían el hecho de que Pablo se vio obligado a obedecer
instrucciones recibidas por revelación de Dios. Pablo les hizo
memoria que él había ido a los gentiles, no por preferencia suya,
sino porque Dios así le había ordenado en una visión. Les recordó
que él hasta había discutido con Dios, buscando mas bien
permanecer en Jerusalén y proclamar a Cristo entre los judíos ahí.
Sin embargo, Dios había insistido que él debía predicar el
evangelio a los gentiles. Al
escuchar los judíos que Pablo había sido enviado de nuevo a los
gentiles por orden de Dios, ya no quisieron oír más. Nuevamente
exigieron su muerte, diciendo, "Quita de la tierra a tal
hombre, porque no conviene que viva" (22:22). Hay
una lección muy importante que podernos aprender de esta defensa de
Pablo ante los judíos. Pablo ciertamente era un experto en cuanto a
la discreción y tacto. Más no permitió que esta discreción le
impidiera presentar con toda claridad lo que era la verdad. Dios
espera de nosotros el buen uso del tacto para testificar de el y así
no ofender innecesariamente a la gente. Pero él requiere de
nosotros que presentemos con toda claridad la ofensa de la cruz,
para que así los hombres sean confrontados con el Señor,
Jesucristo y sean llamados al arrepentimiento y a la fe en él. La
discreción y el tacto deben ayudar a la presentación del
evangelio; nunca deben ocultar el mensaje. 2.
En el Cuartel Al
ver el tribuno este nuevo arranque de ira por parte de los judíos,
ordenó que se trajera a Pablo al castillo y que allí fuese azotado.
Muchas veces los romanos azotaban a sus prisioneros con el objeto de
forzarlos a confesar sus crímenes, y era con este propósito con el
que Pablo iba a ser azotado. Como Pablo había hablado al gentío en
hebreo, el capitán aún no sabía la razón del alboroto en que él
había intervenido. Cuando
los soldados terminaron de atar a Pablo, éste le dijo al centurión
encargado, "¿Os es lícito azotar a un ciudadano romano sin
haber sido condenado?" (22:25). Los ciudadanos romanos tenían
la protección de la ley para no ser azotados. Al oír el centurión
que Pablo era ciudadano romano, inmediatamente se lo comunicó a
su superior. Vino, pues, el capitán y le preguntó a Pablo si era
cierto. Cuando Pablo le aseguró que era ciudadano romano el capitán
ordenó inmediatamente que le soltara. Pablo
se salvó de los azotes por el buen uso de su ciudadanía romana.
Pero el capitán aún no sabía por qué Pablo había sido atacado
por los judíos. Por lo tanto, arregló para que el prisionero se
presentase ante el concilio de los judíos a la mañana siguiente, y
se investigara la causa del intento en contra de su vida.
48. Comentario
a Hechos de los Apóstoles Esta
defensa hecha en las gradas fue la primera de las cinco que se le
permitieron a Pablo. En ella, hace resaltar su herencia judía y su
encuentro con Cristo. Testigo
de Cristo (22:1-21) Varones
hermanos y padres, oíd ahora mi defensa ante vosotros. Y al oír
que les hablaba en lengua hebrea, guardaron más silencio. Y él les
dijo: Yo de cierto soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero
criado en esta ciudad, instruido a los pies de Gamaliel,
estrictamente conforme a la ley de nuestros padres, celoso de Dios,
como hoy lo sois todos vosotros. Perseguía yo este Camino hasta la
muerte, prendiendo y entregando en cárceles a hombres y mujeres;
como el sumo sacerdote también me es testigo, y todos los ancianos,
de quienes también recibí cartas para los hermanos, y fui a
Damasco para traer presos a Jerusalén también a los que estuviesen
allí, para que fuesen castigados. Cuando
la multitud reconoció que Pablo estaba hablando en hebreo, se quedó
más callada aún (no porque el hebreo fuera un lenguaje sagrado,
sino porque les hizo darse cuenta de que era judío, y no gentil, ya
que los gentiles trataban sus negocios con los judíos en idioma
griego). Entonces Pablo se identificó como judío nacido en Tarso,
pero criado en Jerusalén, a los pies de Gamaliel. Es decir, su
instrucción secular estuvo a cargo de aquel famoso rabino. Gamaliel
lo había enseñado a prestar estricta atención a todos los
detalles de la Ley de los padres (la Ley de Moisés con las
adiciones de todas las tradiciones de los escribas y fariseos). El
también había sido un zelote, devotamente consagrado a Dios, tal
como eran los que lo escuchaban. Se ve con claridad que Pablo no los
culpaba por haberlo golpeado. Había habido un tiempo en el cual,
movido por su celo por Dios, él hubiera hecho lo mismo. En
realidad. Pablo había perseguido este Camino (cristiano) hasta el
punto de causar la muerte de los creyentes, apresando a muchos
hombres y mujeres, y haciendo que los echaran en la cárcel. El sumo
sacerdote era testigo de todo aquello, como lo eran también todos
los ancianos (del Sanedrín). Ellos le habían dado cartas para los
judíos de Damasco, y él se había ido allí para llevar a los
creyentes atados a Jerusalén a fin de que fueran castigados. A
continuación. Pablo les narró el relato de la luz venida del cielo
y la voz de Jesús que sus compañeros no oyeron (en el sentido de
que no habían comprendido lo que decía). También les llamó la
atención al hecho de que Ananías de Damasco era un hombre piadoso
(devoto, temeroso de Dios) según la Ley, es decir, en la forma
cuidadosa en que guardaba la Ley. Todos los judíos que vivían en
Damasco daban testimonio favorable de él. Entonces,
les dio más detalles sobre lo que Ananías le había dicho después
de devolverle la vista. Ananías le había dicho que el Dios de sus
padres (el Dios de Abraham, Isaac y Jacob) lo había escogido (elegido,
seleccionado) a él para que conociera su voluntad (se diera cuenta
de cuál era), y oyera su voz, no a distancia, sino de su misma boca,
cara a cara. Dios hacía esto para que él pudiera ser testigo suyo
ante todos los hombres (toda la humanidad) de lo que había visto y
oído. Entonces
Ananías le había dicho: "Ahora, pues, ¿por qué te detienes?
Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre".
Aquellas palabras eran un llamado a expresar su fe. Los pecados serían
lavados cuando invocara el nombre del Señor, sin embargo; no por el
agua del bautismo. Como lo señala Pedro, las aguas del bautismo no
pueden lavar ninguna de las inmundicias de la carne (es decir, de la
vieja naturaleza). Más bien son una respuesta (llamamiento,
compromiso) de una buena conciencia que ya ha sido limpiada por la
fe en la muerte y la resurrección de Cristo (1 Pedro 3:20, 21;
Romanos 10:9, 10). Pedro también compara esto a Noé. Esto es: el
hecho de que Noé saliera del diluvio era testimonio de la fe que
había hecho que construyera el arca antes de él (1 Pedro 3:20; vea
Hebreos 11:7). Por tanto, el paso por las aguas del bautismo da
testimonio de la fe que ha creído en Cristo y recibido la
purificación por su sangre y su Palabra antes del bautismo. Después
de esto. Pablo había pasado por alto sus experiencias en Damasco y
les contaba cómo había vuelto a Jerusalén. Allí, orando en aquel
mismo Templo, le sobrevino un éxtasis. No se trataba de un
"trance", en el sentido moderno o pagano, sino un estado
en el cual su mente fue perturbada por las circunstancias. Entonces
vio a Jesús, quien le dijo que se apresurara a salir de Jerusalén,
porque el pueblo de Jerusalén no recibiría su testimonio sobre Él.
Pablo trató de discutir, diciéndole que ellos sabían todo lo que
él había hecho con respecto a la muerte de Esteban, Al parecer,
sentía que lo atenderían con toda seguridad cuando vieran el
cambio que había tenido lugar en su persona. Pero Jesús le ordenó
nuevamente que se fuese. Su propósito era enviarlo (como apóstol)
lejos, a los gentiles (las naciones). Esta
aparición de Jesús, y su mandato, no habían sido explicados en el
capítulo 9. En aquella ocasión, los dirigentes de Jerusalén, al
conocer que se había hecho un complot para asesinar a Pablo, lo
enviaron a Tarso. Pero ahora queda aclarado que fue necesaria esta
aparición de Jesús para- que él estuviera dispuesto a irse. Romano
por nacimiento (22:22-30) Y le
oyeron hasta esta palabra; entonces alzaron la voz, diciendo: Quita
de la tierra a tal hombre, porque no conviene que viva. Y como ellos
gritaban y arrojaban sus ropas y lanzaban polvo al aire, mandó el
tribuno que le metiesen en la fortaleza, y ordenó que fuese
examinado con azotes, para saber por qué causa clamaban así contra
él. Pero cuando le ataron con correas. Pablo dijo al centurión que
estaba presente: ¿Os es lícito azotar a un ciudadano romano sin
haber sido condenado? Cuando el centurión oyó esto, fue y dio
aviso al tribuno, diciendo: ¿Qué vas a hacer? Porque este hombre
es ciudadano romano. Los
judíos oyeron en el patio a Pablo, hasta que habló del mandato de
ir a los gentiles. La verdad de que a Dios le interesan los gentiles
está clara en el Antiguo Testamento (Génesis 12:3). Pero la opresión
romana había enceguecido su mente. Ante sus ojos, los gentiles eran
perros, saqueadores. Así, en su prejuicio, comenzaron a gritar de
nuevo, pidiendo la muerte de Pablo. Les parecía que no merecía
vivir. Mientras
gritaban esto, también arrojaban sus túnicas, como expresión de
una ira incontrolable. Al mismo tiempo, tiraban polvo al aire, como
símbolo de que rechazaban a Pablo y a su mensaje. No hay duda de
que hubieran tirado fango si lo hubieran tenido a mano. Esto
hizo que el tribuno ordenara que entraran a Pablo a la fortaleza.
Para averiguar por qué los judíos gritaban así contra él, también
les dijo a los soldados que lo examinaran con azotes. Es decir, debían
hacerle preguntas mientras lo torturaban con un látigo hecho de
lenguas de cuero con pedazos de hueso y metal cosidos. Pablo
ya había sido azotado por los judíos cinco veces y golpeado con
varas por los romanos tres veces (2 Corintios 11:24, 25). Pero este
castigo con un azote romano era peor, y con frecuencia dejaba a su víctima
inutilizada o muerta. Para
preparar a Pablo para los azotes, los soldados hicieron que Pablo se
inclinara y se estirara hacia delante. Lo ataron en esa posición
con correas, para flagelarlo. (Algunos escritores creen que el
significado de este pasaje es que fue colgado de las correas con los
pies a unos cuantos centímetros del suelo.) En
ese momento. Pablo le preguntó al centurión que estaba
supervisando la operación si era legal azotar a un hombre que era
romano sin que hubiera sido condenado (su caso no había sido
juzgado siquiera). El centurión informó de esto al tribuno. Este
llegó de inmediato y le preguntó a Pablo si era romano. Entonces
hizo el comentario de que él había comprado su ciudadanía romana
con una gran suma de dinero. Pero Pablo le contestó que él había
nacido romano. Su padre o su abuelo debe haber prestado algún gran
servicio a los romanos en Tarso, y habría sido recompensado con la
ciudadanía romana para sí y para su familia. Los
soldados que habían estado a punto de interrogar y torturar a Pablo
se apresuraron a marcharse. El tribuno también sintió temor. Sabía
que Pablo, como ciudadano romano, tenía derecho a acusarlo por
haberlo encadenado. Sin
embargo, el tribuno mantuvo a Pablo bajo custodia. Al día siguiente,
como deseaba conocer con seguridad por qué los judíos acusaban a
Pablo, lo sacó, ordenó que los principales sacerdotes y el Sanedrín
se reunieran, y lo presentó ante ellos.
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