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9. Hechos 11 Hechos Apostólicos es un estudio de la Edad Apostólica de la iglesia cristiana temprana. Es la continuación milagrosa de la obra de Jesús en el primer siglo, a través de la obra del Espíritu Santo y su iglesia. Presenta el ministerio de Pedro, de los doce apóstoles y de Pablo de Tarso, en su cumplimiento de la Gran Comisión desde el Día de Pentecostés hasta llevar el evangelio a Roma, el capital del mundo. 18.
CAPITULO
7: A LOS GENTILES
Léase
Hechos 11:1-30. Preguntas
de Preparación 1.
¿Por qué tenía Pedro que defender lo que hizo en Cesárea? 2.
¿Por qué era importante la iglesia de Antioquia? 3.
¿En qué forma se dejaba ver la unidad de la iglesia? Introducción La
conversión de un gentil, Cornelio, constituyó un gran paso de
adelanto en el progreso de la iglesia primitiva. Ya no sería una
secta de judíos; sería de alcance universal. En esta lección se
notará la importancia de la conversión de Cornelio. Se repite el
relato al defender Pedro lo que hizo, ante sus compañeros apóstoles,
y es de notarse que esta repetición se hace solamente porque el
caso es de gran importancia. La recepción de Cornelio como parte de
la iglesia, preparó el camino para un evento todavía más
significativo: el establecimiento de una iglesia de gentiles en
Antioquia. 1.
La Defensa que Hizo Pedro Podríamos
pensar que todos los creyentes estarían gozosos al saber que
Cornelio y los de su casa se habían convertido. Pero el prejuicio
de los judíos contra los gentiles era demasiado fuerte para eso. En
lugar de regocijarse, algunos creyentes judíos acusaron a Pedro
de haber quebrantado la ley de Moisés. Quizá tuvieron miedo de lo
que pudiera pasar. Sabían que tendrían que enfrentarse a una
persecución si corría la noticia, que Pedro estaba haciendo a un
lado la ley de Moisés. Así que, cuando Pedro llegó a Jerusalén,
le esperaba la acusación; "... has entrado en casa de
hombres incircuncisos, y has comido con ellos" (Hch. 11:2, 3). Lo
que Pedro hizo fue relatar a sus acusadores exactamente lo que le
había sucedido. Comenzó con el relato de la visión que tuvo en
Jope; les contó de su visita en la casa de Cornelio; y terminó
describiéndoles cómo el Espíritu Santo vino sobre los gentiles.
Con Pedro vinieron los seis hombres que lo acompañaron a la casa de
Cornelio, y respaldaron su dicho. Pedro hizo la pregunta: "Si
Dios, pues les concedió también el mismo don que a nosotros que
hemos creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo que pudiese
estorbar a Dios?" (Hch. 11:17). Los que le escucharon aprobaron
su conducta. En vez de discutir, se unieron a él para glorificar
a Dios por cuanto él había dado la vida eterna también a los
gentiles. 2.
Antioquia Tenemos
en Hechos 11:19 una repetición de las palabras de 8:24 "...
los que habían sido esparcidos". De esta manera Lucas nos está
diciendo que la evangelización en Antioquia fue otro de los
resultados de la persecución que siguió al apedreamiento de
Esteban. Este esparcimiento de los creyentes hizo que el evangelio
llegase no sólo a Judea y a Samaria, sino también a tierras
gentiles. Era
la costumbre de los discípulos esparcidos predicar a los judíos el
evangelio. Se entiende que se incluye con ellos a aquellos
gentiles prosélitos, o sea los "temerosos de Dios". Pero
en Antioquia algunos discípulos usaron un enfoque nuevo. Si el
evangelio era el poder de Dios para la salvación de los judíos, ¿por
qué no también para los gentiles? Por lo tanto predicaron al Señor
Jesús a todos los paganos de Antioquia. Y ¡qué sorprendente fue
el resultado! Hechos 11:21 dice: "...gran número creyó y se
convirtió al Señor". El mensaje del evangelio satisface los más
hondos anhelos del hambriento corazón pagano. Llegó
a Jerusalén la noticia de esto, y los apóstoles acordaron enviar
un representante para investigar los acontecimientos en Antioquia.
En la buena providencia de Dios, ellos escogieron justamente al
hombre más capacitado para ello. Bernabé, cuyo nombre significa
"hijo de consolación", cumplía ampliamente con este título.
Se regocijó en este avance de la causa de Cristo y exhortó a los
nuevos discípulos a que permanecieran fieles al Señor. La
obra en Antioquia prosperó. Muchos más de los gentiles creyeron.
Bernabé se dio cuenta que necesitaba ayuda. Se acordó de Saulo,
el experseguidor convertido, y fue personalmente a Tarso a buscarle
y a traerle a Antioquia. Por todo un año los dos trabajaron juntos,
dirigiendo a la nueva iglesia joven y predicando el evangelio de
Cristo. Durante este período los de Antioquia pusieron al grupo de
creyentes un apodo. Los creyentes fueron conocidos como "cristianos",
el pueblo de Cristo. Nunca se hubiera podido encontrar un nombre
mejor, y aún ahora, después de muchos siglos, aquellos que siguen
a Cristo, gozosamente son conocidos por el término "cristianos". 3.
Ayuda para Jerusalén Mientras
Bernabé y Saulo estaban trabajando en Antioquia, recibieron la
ayuda de algunos profetas venidos de Jerusalén. Estos hombres
fueron inspirados por Dios, y revelaban su voluntad a los
cristianos. Recordemos que los primitivos cristianos no tenían el
Nuevo Testamento; necesitaban una guía especial de Dios. Un profeta,
llamado Agabo, predijo la venida de una grande hambre. Esta hambre
ocurrió durante el reinado de Claudio, y varios historiadores de
aquella época la mencionan. Cuando
la iglesia de Antioquia oyó de esta próxima calamidad,
inmediatamente hizo planes para mandar auxilios a los cristianos
que vivían en Judea. ¿Por qué hicieron esto? En primer lugar, en
la iglesia de Jerusalén había mucha gente pobre, y sentiría el
hambre más severamente aún. En segundo lugar, los cristianos de
Judea eran muy perseguidos por los líderes judíos. Tercero, esta dádiva
de los gentiles de Antioquia a los judíos cristianos de Jerusalén
era una muestra de amor y de unidad; el evangelio había derribado
las barreras del prejuicio. En cuarto lugar, este regalo era una
manifestación material de gratitud por el don espiritual que
Antioquia había recibido de Jerusalén.
19. Comentario a Hechos de los Apóstoles Pedro
tenía razón al pensar que necesitaría tener testigos consigo
cuando fuera a la casa de Cornelio. Tuvo necesidad de explicar todo
lo que había sucedido allí. El hecho de que Lucas haya escrito
esto, repitiendo buena parte de lo dicho en el capítulo 10, nos
demuestra lo importantes que fueron los sucesos de Cesarea. Gracias
a ellos, aprendieron que Dios quería aceptar a los gentiles sin
circuncisión, esto es, sin que se hicieran judíos. De esta forma,
la repetición pone de realce el hecho de que el cristianismo no era
tan sólo algo que añadir o sobreponer al judaísmo. Los gentiles
podían llegar directamente al Nuevo Pacto sin necesidad de ir
primero al Antiguo. Podían hacer suya la promesa de Abraham sin el
signo exterior del pacto abrahámico. La aceptación de la explicación de Pedro (11:1-18) "Oyeron los apóstoles y los hermanos que estaban en Judea, que también
los gentiles habían recibido la palabra de Dios. Y cuando Pedro
subió a Jerusalén, disputaban con él los que eran de la
circuncisión, diciendo: ¿Por qué has entrado en casa de hombres
incircuncisos, y has comido con ellos? Entonces comenzó Pedro a
contarles por orden lo sucedido, diciendo: Estaba yo en la ciudad de
Jope orando, y vi en éxtasis una visión; algo semejante a un gran
lienzo que descendía, que por las cuatro puntas era bajado del
cielo y venía hasta mí. Cuando fijé en él los ojos, consideré y
vi cuadrúpedos terrestres, y fieras, y reptiles, y aves del cielo.
Y oí una voz que me decía: Levántate, Pedro, mata y come. Los
gentiles de la casa de Cornelio recibieron (acogieron) la Palabra de
Dios. Esto quiere decir que la recibieron bien dispuestos,
reconocieron su veracidad y aceptaron su mensaje de arrepentimiento,
perdón y salvación. Esta noticia era sorprendente, y probablemente
no les pareciera buena a algunos judíos. Las noticias así viajan
con rapidez y llegaron a los apóstoles y al resto de los hermanos (los
creyentes) que estaban en Jerusalén, antes del regreso de Pedro. Cuando
él llegó, "los que eran de la circuncisión" (lo que en
aquellos momentos incluiría a todos los creyentes de Jerusalén,
puesto que todos eran judíos o prosélitos plenos), estaban esperándolo.
Inmediatamente comenzaron a disputar con él (lo criticaban, lo
juzgaban) por haber entrado en la casa de unos hombres incircuncisos
(lo cual ellos consideraban contaminador) y, peor aún, haber comido
con ellos. El hecho de que aquellos creyentes estaban muy molestos
se ve en que no usaron la palabra corriente para decir "incircuncisos".
En cambio, usaron una palabra popular que era un verdadero insulto
contra los gentiles. También es bastante probable que una razón
por la que estaban molestos era porque tenían temor de que el gesto
de Pedro le diera fin al período de paz del que habían estado
disfrutando, al volver a los judíos inconversos contra ellos. Entonces
Pedro comenzó a explicarles todo desde el principio, esto es, desde
el momento en que tuvo la visión en Jope. Ciertamente, añade que
la tela descendió cerca de él, de tal manera que pudo mirar de
cerca e inspeccionar el contenido sin posibilidad alguna de error.
También tuvo buen cuidado de mostrarles los seis testigos que
estuvieron con él en Cesarea, y que había traído consigo a
Jerusalén (versículo 12). Como una prueba más de que era Dios el
que lo había guiado, añadió que el ángel le había dicho a
Cornelio que él le hablaría palabras, gracias a las cuales
Cornelio y toda su casa serían salvos. Después,
sin repetir el sermón que pronunció en Cesarea, Pedro les dijo que
cuando comenzó a hablar el Espíritu Santo cayó sobre ellos "también,
como sobre nosotros". Es decir, con tanta realidad y tan
evidentemente como sobre los ciento veinte y los tres mil en el día
de Pentecostés, "al principio". Algunos escritores tratan
de evitar la mención al día de Pentecostés aquí. Sin embargo,
esto sólo puede significar que aquel suceso fue como el de
Pentecostés (Hechos 2:4), puesto que no hubo descenso ni
derramamiento del Espíritu en cumplimiento de la profecía de Joel,
hasta entonces. A
continuación, Pedro añadió algo que le había pasado por la mente.
Había recordado lo dicho por el Señor (Jesús), que aparece en
Hechos 1:5: Juan bautizaría en agua, pero ellos serían bautizados
en el Espíritu Santo. O sea, que veía claramente que este
derramamiento era también un bautismo en el Espíritu. Después,
Pedro siguió diciendo que Dios les había dado a aquellos gentiles
el mismo don que les había dado a los creyentes judíos. "El
mismo" es traducción de una expresión griega que significa
"igual" o "idéntico". Esto es significativo,
porque la evidencia que los convenció no era el viento recio ni el
fuego (los cuales en realidad sólo precedieron al derramamiento del
Espíritu en Pentecostés, pero no fueron parte de él). Necesitaban
una evidencia convincente, y la que les fue dada, fue el hecho de
que habían hablado en otras lenguas y magnificado a Dios (dado
gloria a Dios). Los
gentiles no tenían que preguntar si era cierto que habían recibido
este poderoso derramamiento. Lo sabían. Pedro y sus seis testigos
no decían "yo creo", ni "supongo que", ni
siquiera "confío en que" o "me parece", al
hablar sobre el bautismo en el Espíritu de aquellos gentiles. Ellos
también sabían que era cierto. También hoy, en medio de todas las
dudas y las discusiones sobre el Espíritu Santo que se han
suscitado, necesitamos la misma experiencia convincente. Nosotros
también podemos saber que hemos recibido la experiencia idéntica
que se describe en Hechos 2:4. Puesto
que Dios les había dado a los gentiles el don del Espíritu, si
Pedro se hubiera negado a aceptarlos, hubiera estado estorbando a
Dios, y ¿quién era él —quién es cualquier ser humano— para
hacer eso? Los
creyentes judíos de Jerusalén no podían estorbar a Dios tampoco.
Los datos ciertos que se les presentaron, sirvieron para silenciar
todas sus objeciones anteriores; tenían la sensibilidad suficiente
para con el Espíritu y la Palabra, como para glorificar a Dios y
reconocer que también a los gentiles les había dado
arrepentimiento para vida. Más específicamente. Dios había
aceptado su arrepentimiento y les había dado vida espiritual sin
que estuvieran circuncidados; el bautismo en el Espíritu Santo daba
testimonio de ello. Los gentiles creen en Antioquía (11:19-21) "Ahora bien, los que habían sido esparcidos a causa de la persecución
que hubo con motivo de Esteban, pasaron hasta Fenicia, Chipre y
Antioquía, no hablando a nadie la palabra, sino sólo a los judíos.
Pero había entre ellos unos varones de Chipre y de Cirene, los
cuales, cuando entraron en Antioquía, hablaron también a los
griegos, anunciando el evangelio del Señor Jesús. Y la mano del Señor
estaba con ellos, y gran número creyó y se convirtió al Señor". Aunque
los apóstoles y los creyentes de Jerusalén aceptaran el hecho de
que los gentiles de Cesarea fueran salvos y hubieran entrado a
formar parte de la Iglesia, esto no los entusiasmaba demasiado. No
tenían apuro ninguno por salir a ganar más gentiles para el Señor.
De hecho, hasta el mismo Pedro siguió considerando que su
ministerio iba dirigido en primer lugar a los judíos (Calatas
2:7-9). Así es como Lucas nos hace volver la atención a un nuevo
centro de dispersión del Evangelio, Antioquía de Siria, situada
junto al río Orontes, a más de 480 kilómetros de Jerusalén en
dirección norte. Era un gran centro comercial, la ciudad más
grande de Asia Menor, y la capital de la provincia romana de Siria.
Fundada alrededor del año 300 a.C. por Seleuco I Nicator, su
importancia había sido reconocida por los romanos, quienes la habían
declarado ciudad libre en el 64 a.C. El
versículo 19 sirve de unión con Hechos 8:1, 4. (Vea también el
9:31.) Hasta este momento, los ejemplos de lo que estaba sucediendo
eran tomados de Judea y Samaria. Ahora vemos que la ola de
evangelismo itinerante no se detuvo allí. No obstante, como de
costumbre, Lucas no trata de narrarlo todo. En cambio, siguiendo la
inspiración del Espíritu Santo, selecciona una de las direcciones
que tomó este evangelismo y la presenta como ejemplo de lo que
sucedió en muchas otras direcciones. Hubo una razón especial para
escoger el rumbo de Antioquía, sin embargo, y es que forma un eslabón
con el apóstol Pablo y prepara para el relato de sus viajes, que
comprende la parte mayor del resto del libro de los Hechos. A
pesar de todo, aun fuera de Palestina, aquellos que esparcían el
Evangelio les predicaban la Palabra sólo a los judíos. Es posible
que esto no se debiera del todo a los prejuicios. Los judíos tenían
las Escrituras del Antiguo Testamento y conocían las profecías. (Vea
Romanos 3:2.) Estos evangelistas fundamentaban su mensaje en el
hecho de que Dios había cumplido la profecía en Jesús. La mayoría
de los gentiles no tenían conocimientos para comprender esto. Pero
estos evangelistas estaban pasando por alto el hecho de que muchos
gentiles habían perdido su confianza en los ídolos y andaban
buscando algo mejor. Los
evangelistas viajaron costa arriba por Asia Menor hasta Fenicia,
donde se establecieron iglesias en Tiro y Sidón (Hechos 21:3, 4;
27:3). Desde allí, algunos fueron a la isla de Chipre; otros
siguieron rumbo norte hasta Antioquía. Algunos de éstos eran
hombres de Chipre y de Cirene, y es posible que se hallaran entre
los tres mil que fueron salvos y llenos del Espíritu en el día de
Pentecostés. Estos comenzaron (sin duda alguna dirigidos y urgidos
por el Espíritu Santo) en Antioquía a hablarles a los griegos
(gentiles de habla griega), anunciándoles el evangelio (las buenas
nuevas) del Señor Jesús. La
mano del Señor estaba con ellos. Esta expresión es usada con
frecuencia en la Biblia para dar a entender el poder del Señor, o
incluso el Espíritu del Señor (como en Ezequiel 1:3; 3:14, 22, 24;
8:1; 11:1). Ciertamente, el poder del Señor que obra milagros se
manifestaba, confirmando la Palabra como había sucedido en Samaria
(Hechos 8:5-8); un gran número de ellos creyeron y se volvieron al
Señor. Se convirtieron, lo que significa que se alejaron de sus
costumbres paganas y caminos mundanos para seguir a Jesús. Podemos
estar seguros también de que todos ellos fueron bautizados en el
Espíritu Santo, como lo había sido la casa de Cornelio. Tal como
había dicho Pedro, Dios no hace acepción de personas. Bernabé es enviado a Antioquía (11:22-26) "Llegó la noticia de estas cosas a oídos de la iglesia que estaba en
Jerusalén; y enviaron a Bernabé que fuese hasta Antioquía. Este,
cuando llegó, y vio la gracia de Dios, se regocijó, y exhortó a
todos a que con propósito de corazón permaneciesen fieles al Señor.
Porque era varón bueno, y lleno del Espíritu Santo y de fe. Y una
gran multitud fue agregada al Señor. Después fue Bernabé a Tarso
para buscar a Saulo; y hallándole, le trajo a Antioquía. Y se
congregaron allí todo un año con la iglesia, y enseñaron a mucha
gente; y a los discípulos se les llamó cristianos por primera vez
en Antioquía". Cuando
la noticia de la conversión de aquellos gentiles de Antioquía llegó
hasta la Iglesia de Jerusalén, los hermanos reconocieron que esta
gran difusión del Evangelio entre gentiles era un nuevo giro muy
importante que estaban tomando los acontecimientos. Antioquía misma
era un lugar importante, ya que era la tercera dudad en importancia
de todo el Imperio Romano, superada sólo por Roma y Alejandría.
Por esto, enviaron a Bernabé para que viajara hasta aquella ciudad. La
selección de Bernabé es importante. Nos muestra que toda la
Iglesia de Jerusalén (y no sólo los apóstoles) estaba interesada
en esta nueva asamblea de Antioquía, y enviaba su hombre más
capacitado para dar ánimo con el fin de ayudarlos. Que fuera
enviado "hasta" Antioquía implica también que iba a
predicar el Evangelio y darles ánimo a otros durante todo el camino. Algunos
escritores han supuesto que haber enviado a Bernabé significa que
la Iglesia de Jerusalén quería mantener el control sobre este
nuevo desarrollo de la obra. Sin embargo, no hay evidencias de esto.
Simplemente, se trataba de amor e interés fraternal. El mismo Espíritu
lleno de amor que había enviado a Pedro y Juan a Samaria para
ayudar allí, movía ahora a la Iglesia también. Bernabé no tenía
que regresar a Jerusalén con un informe, ni tampoco tenía que
pedirles consejo sobre los pasos siguientes que necesitara tomar en
su ministerio. En
Antioquía, al ver la gracia manifiesta (el favor inmerecido) de
Dios, se regocijó. Aceptó a aquellos gentiles, como Pedro había
aceptado a los creyentes de la casa de Cornelio. Entonces, le hizo
honor a su nombre, exhortándolos (animándolos) a todos a que con
propósito de corazón permaneciesen fieles al Señor (o continuasen
con El). Bernabé sabía que tendrían delante dificultades,
persecuciones y tentaciones; necesitarían de constancia para
caminar junto al Señor. Puesto
que Bernabé era un hombre bueno y lleno del Espíritu Santo y de fe,
una gran multitud fue agregada al Señor. No fueron simplemente su
predicación y su enseñanza, sino también su vida demostró ser un
testimonio de suma eficacia. Este
crecimiento numérico le hizo ver a Bernabé que necesitaba ayuda.
Sin embargo, no envió a pedir nadie de Jerusalén. Dirigido por el
Espíritu — podemos estar seguros — fue a Tarso en busca de
Saulo. Puesto que él había sido el que se había tomado el tiempo
y hecho el esfuerzo para averiguar detalles sobre Saulo y presentárselo
a los apóstoles en Jerusalén anteriormente (Hechos 9:27), era
obvio que sabía lo que Dios había dicho sobre enviar a Pablo a los
gentiles (Hechos 22:21). Había llegado el momento señalado por
Dios para que comenzara su ministerio. Es
posible que la búsqueda de Saulo le tomara algún tiempo. Cuando
Bernabé lo encontró, lo trajo consigo a Antioquía. Entonces los
dos se convirtieron en los principales maestros de la iglesia local;
reunían a los creyentes y enseñaban ante una numerosa multitud. En
Antioquía fue donde los discípulos recibieron por primera vez el
nombre (y fueron llamados públicamente por los demás ciudadanos de
Antioquía) de cristianos. Hasta el momento, prácticamente todos
los creyentes eran judíos. Los gentiles, e incluso los judíos, los
consideraban simplemente como otra secta judía más. En realidad,
apenas se diferenciaban más de los fariseos, que éstos de los
saduceos. Pero ahora lo que existía era una asamblea de creyentes
formada en gran parte por gentiles incircuncisos. Era
obvio que a estos gentiles no se les podía dar un nombre judío, ni
se les podía seguir considerando una secta judía. Necesitaban un
nombre nuevo. Los soldados que se hallaban bajo las órdenes de
determinados generales en el ejército romano, tomaban con
frecuencia el nombre de su general y le añadían el sufijo "iano"
(en latín, ianus; en griego, ianos), para indicar que eran soldados
y seguidores de aquel general. Por ejemplo, los soldados de César
eran llamados cesarianos, y los de Pompeyo, pompeyanos. También se
nombraba a los partidos políticos con el mismo tipo de sufijo. Así
fue como el pueblo de Antioquía comenzó a llamarles Christiani a
los creyentes, que era tanto como llamarlos soldados, seguidores o
partidarios de Cristo. Hay quienes piensan que primero se les daba
este nombre en forma despectiva, pero no hay grandes evidencias a
favor de esta opinión. Los creyentes no rechazaron el nombre. Era
cierto que se hallaban en el ejército del Señor, y revestidos con
toda la armadura de Dios. (Vea Efesios 6:11-18.) Sin embargo, se
debe tener en cuenta que el término "cristiano" sólo se
vuelve a usar en el Nuevo Testamento en Hechos 26:28 y en 1 Pedro
4:16. La mayor parte del tiempo, los creyentes se siguieron
considerando los discípulos, los hermanos, los santos, los del
Camino, o los siervos (esclavos) de Jesús. Agabo profetiza una gran hambre (11:27-30) "En aquellos días unos profetas descendieron de Jerusalén a Antioquía.
Y levantándose uno de ellos, llamado Agabo, daba a entender por el
Espíritu, que vendría una gran hambre en toda la tierra habitada;
la cual sucedió en tiempo de Claudio. Entonces los discípulos,
cada uno conforme a lo que tenía, determinaron enviar socorro a los
hermanos que habitaban en Judea; lo cual en efecto hicieron, enviándolo a los ancianos
por mano de Bernabé y de Saulo". Las
diversas asambleas de creyentes siguieron en contacto unas con otras.
Después de Bernabé, hubo otros que llegaron desde Jerusalén para
animar a los creyentes de Antioquía. De hecho, cuando estaba
terminando el primer año de Saulo en Antioquía, llegaron varios
profetas de Jerusalén. Estos eran hombres usados de forma constante
en el ministerio del don de profecía para edificación (para
construir espiritualmente y confirmar en la fe), exhortación (para
despertar, dar valor y alentar a cada creyente a ir más allá en su
fidelidad y su amor), y consolación (para alegrar, reavivar y
alentar la esperanza y la expectación). Por tanto, su ministerio
tenía que ver con las necesidades de los creyentes a los que
ministraban. Algunas
veces, reforzaban sus exhortaciones con una predicción sobre el
futuro. Esto era más la excepción que la regla, no obstante. La
profecía en la Biblia siempre en primer lugar "habla a nombre
de Dios" (habla lo que El quiere, sea cual sea su mensaje), más
que predecir el futuro. Pero en esta ocasión, Agabo, uno de
aquellos profetas, se puso de pie e indicó por una palabra
procedente del Espíritu (una manifestación del don de profecía
dado directamente por el Espíritu en su propio idioma) que vendría
una gran hambre en toda la tierra habitada. Para ellos, esto equivalía
al Imperio Romano. Aquella hambre sucedió en tiempos de Claudio César
(41-54 d.C.). Como
los discípulos de Antioquía sentían gratitud por las bendiciones
y la enseñanza que les habían llegado de Judea, decidieron que
cada uno de ellos contribuiría de acuerdo con su capacidad (según
era prosperado), y enviaron su socorro. Esto lo hicieron, enviándolo
no a los apóstoles, sino a los ancianos de Jerusalén, por medio de
Bernabé y Saulo. Probablemente fuera alrededor del año 46 d.C.,
cuando la Judea era azotada de forma especialmente dura por el
hambre.
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