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15. Hechos 16![]() Hechos Apostólicos es un estudio de la Edad Apostólica de la iglesia cristiana temprana. Es la continuación milagrosa de la obra de Jesús en el primer siglo, a través de la obra del Espíritu Santo y su iglesia. Presenta el ministerio de Pedro, de los doce apóstoles y de Pablo de Tarso, en su cumplimiento de la Gran Comisión desde el Día de Pentecostés hasta llevar el evangelio a Roma, el capital del mundo. 31. CAPITULO 15: UN VARÓN
MACEDONIO
PARTE
3 LA
EXPANSIÓN DEL MINISTERIO DE CRISTO Léase
Hechos 15:36-16:15. Preguntas
de Preparación 1.
¿Por qué llevó Pablo a Silas como compañero en su segundo viaje? 2.
¿Cómo fueron guiados los misioneros por el Espíritu Santo? 3.
¿Cómo fue recibido el evangelio en Europa? Introducción Después
del Concilio de Jerusalén, Pablo y Bernabé volvieron a Antioquia
en compañía de Judas y Silas. Cuando Judas y Silas regresaron a
Jerusalén, Pablo y Bernabé siguieron predicando en Antioquia. La
iglesia de Antioquia se componía de varias congregaciones y había
otros obreros trabajando con Pablo y Bernabé en esa ciudad. Después
de que ellos estuvieron ministrando allí un buen tiempo, Pablo le
sugirió a Bernabé que debían visitar las iglesias que habían
organizado durante su primer viaje misionero. 1.
El Desacuerdo Es
triste, pero cierto, que ocurren fuertes desacuerdos entre los
cristianos como entre los no cristianos. Ni aun los apóstoles se
vieron libres de tales contenciones. Bernabé quiso llevar a Juan
Marcos en el segundo viaje; Pablo no quiso. Marcos los
había
dejado en el primer viaje y por eso Pablo consideró tonto volverle
a llevar con ellos. Quizá había entre ellos un desacuerdo anterior
a éste, pues Gálatas 2:13 indica que Bernabé había seguido el
ejemplo de Pedro de no comer con los gentiles. Si así fue, es muy
posible que esto haya servido para debilitar la unión que había
entre estos dos apóstoles. Sea como sea, decidieron separarse.
Lucas no procura ocultar el problema y tampoco echa la culpa a uno
u a otro. Seguramente los dos compartían la culpa. No obstante
Dios en su sabiduría y gracia, usó aun estas flaquezas humanas
para el extendimiento de su obra. Bernabé retornó a su isla natal
de Chipre para continuar la obra ahí, mientras Pablo regresó al
Asia Menor para visitar de nuevo a las iglesias. Como a él le hacía
falta ahora un compañero de viaje, Pablo fue a Jerusalén para
buscar a Silas. Estos dos entonces viajaron desde Antioquia hacia
el norte, cruzando la sierra montañosa de los Tauros para llegar a
Derbe y a Listra. 2.
En Galacia Ahora
se encuentra a Pablo de nuevo entre la gente a quien anteriormente
había escrito la carta a los Gálatas. Aquí es donde los
cristianos habían sido expuestos a la enseñanza falsa de los
judaizantes, los cuales recalcaron la necesidad de la circuncisión.
Contra tal enseñanza Pablo se había opuesto enérgicamente. Sin
embargo, ahora en Listra Pablo circuncidó a Timoteo, un joven
cristiano, cuyo padre era griego, antes de incluir a Timoteo en el
grupo misionero. ¿Fue esto una contradicción de lo que Pablo había
enseñado en su carta a los Gálatas? No. Pablo insistió en que los
gentiles no necesitaban circuncidarse. Pero ya que la madre de
Timoteo era judía, y tanto ella como la abuela habían educado a
Timoteo en la fe judaica, (2 Ti. 1:5), Pablo decidió circuncidarle
con el propósito de evitar conflictos inútiles. Esta actitud está
de acuerdo con su idea de 1 Corintios 9:22 ... "A todos me he
hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos". Conforme
visitaban las ciudades de su ruta, Pablo y Silas entregaban a las
iglesias copias de la carta que el Concilio de Jerusalén había
enviado a la iglesia de Antioquia. Esto sostuvo lo que Pablo había
enseñado en su carta a los Gálatas, y fortaleció a las iglesias
en su fe. 3.
Guiados por el Espíritu Los
misioneros decidieron alargar su viaje más allá de las iglesias
que habían visitado anteriormente. Parece que pensaban predicar en
la provincia de Asia, cuya ciudad principal era Efeso. Sin embargo
el Espíritu Santo les prohibió predicar ahí. Puede ser que el Espíritu
Santo haya hablado directamente con ellos, o quizá les habló por
medio de algún profeta en alguna de las iglesias. Obedientes a la
indicación recibida, ellos cambiaron de ruta y fueron hacia el
norte en la dirección de las ciudades de Bitinia. (Véase un mapa).
Mas otra vez el Espíritu Santos los detuvo. Por lo tanto se
encaminaron hacia el poniente, hasta llegar a Troas, la antigua
ciudad de Troya. Estando
ellos en Troas, el Espíritu Santo nuevamente les guió, esta vez en
una manera positiva. Pablo tuvo una visión de un hombre que les
llamaba a visitar Macedonia, por lo tanto abordaron un barco para
ir a Filipos, ciudad situada en el continente de Europa. Lucas les
acompañó desde Troas, tomando el barco juntamente con ellos. 4.
El Evangelio en Europa El
viaje de Troas a Neápolis, rumbo al norte se hizo en dos días. Neápolis
era el puerto de Filipos. Filipos era una importante ciudad de
Macedonia. Era colonia romana poblada por soldados romanos jubilados,
cosa que daba a la ciudad cierto prestigio. En
Filipos Pablo siguió su costumbre de predicar primero a los judíos.
No había sinagoga. Esto indica que no había muchos judíos en
Filipos, ya que con sólo diez hombres judíos se podía establecer
una sinagoga. Cuando no había suficientes hombres como para formar
una sinagoga, era costumbre de los judíos buscar algún otro lugar
donde pudieran adorar a Dios. En Filipos se reunían en la ribera
del río. Pablo, Silas, Timoteo y Lucas encontraron este lugar y
predicaron a las mujeres ahí reunidas el mensaje de la salvación
de Cristo. Este primer mensaje del evangelio que se predicó en el
continente de Europa fue bendecido por Dios. Entre las mujeres
presentes estaba Lidia, una mujer que era "temerosa de Dios"
(o sea, una persona que, siendo gentil, adoraba al Dios de
Israel). Ella
vendía la tela color púrpura que se usaba mucho en las clases
sociales de prestigio. Esta mujer creyó, y ella y los de su casa fueron bautizados. Ella insistió en que los
misioneros se hospedaran en su casa mientras estuvieran en Filipos.
Así fue establecida en Europa una cabeza de playa para el evangelio.
32.
CAPITULO
16: SERAS SALVO TU... Léase
Hechos 16:16-40. Preguntas
de Preparación 1.
¿Por qué fueron echados a la cárcel los misioneros? 2.
¿Qué sucedió cuando estaban prisioneros? 3.
¿Cómo fueron librados de la cárcel? Introducción La
misión en Macedonia tuvo éxito desde el principio. Pablo y Silas
permanecieron ahí por un buen tiempo predicando el evangelio. 1.
La Muchacha Esclava Lucas
nos relata de una muchacha trágicamente cautiva. Primero, porque
era una esclava. Un esclavo no tenía ningún derecho propio, pues
estaba absolutamente sujeto en todo a la voluntad de su dueño. Esta
muchacha era propiedad de unos hombres cuyo único interés era el
dinero. Segundo, estaba poseída por un demonio, cosa que sucedía
con mucha frecuencia en la época de Cristo y de los apóstoles.
Este demonio obligaba a la muchacha a adivinar, y sus amos crueles
la usaban para ganar dinero. Andando
en la ciudad, Pablo y sus compañeros con frecuencia se
encontraban con la muchacha. Siempre ella los seguía y con gritos
de burla, los llamaba "siervos del Dios Altísimo, quienes
anuncian el camino de la salvación" (16:17). Durante el
ministerio de Jesús, los demonios habían declarado que él era el
Hijo de Dios y él los había callado. Los demonios son testigos
nulos para el evangelio. Las burlas de esta muchacha no solamente
no ayudaban a los apóstoles, sino les eran un obstáculo. Un
día Pablo se dirigió a la muchacha y ordenó que el demonio
saliera de ella. El demonio se sometió al poder del nombre de
Jesucristo. Inmediatamente, la muchacha quedó transformada. Sus
amos, en vez de estar agradecidos porque ella había sido sanada del
tormento de su alma, se enfurecieron porque Pablo les había quitado
la fuente de sus ganancias. Agarraron a Pablo y a Silas y los
llevaron a las autoridades. 2.
El Juicio y la Cárcel Difícilmente
se encontraría algún juicio más injusto que el que tuvieron estos
apóstoles. Los cargos presentados fueron falsos. No se les
permitió contestar a dichos cargos. La multitud gritó en su contra
y las autoridades mandaron azotarles. Quizá esto haya sido un
ejemplo del antisemitismo (el odio a los judíos), que era muy común
en el imperio romano. Una
vez azotados los apóstoles, los magistrados los enviaron a la cárcel
donde fueron tratados como los peores criminales. Les pusieron en el
calabozo de más adentro, para mayor seguridad, y además sus pies
fueron puestos en el cepo. No
sería nada extraño leer que Pablo y Silas estuviesen muy
desanimados. Pero no fue así. Aún a medianoche estaban cantando
himnos mientras que los demás presos los escuchaban asombrados. ¡Qué
distintos eran estos presos! Quizá
Pablo y Silas pensaron que su encarcelamiento era un estorbo al
evangelio. La verdad es que Dios usó esta circunstancia para que
uno de sus escogidos escuchara el evangelio. Dios estaba guiando aún
por caminos difíciles. Estando los misioneros en la cárcel,
ahora interviene Dios por medio del terremoto que libró a los
presos. Esto abrió el corazón del carcelero para recibir el
mensaje de salvación de labios de sus presos. Como resultado del
encarcelamiento de Pablo y Silas, el carcelero y su familia se
convirtieron. Ahora, en vez de tratar a Pablo y a Silas como a los
criminales más viles, el carcelero los llevó a su casa y los trató
como huéspedes de honor. 3.
Librados de la Cárcel Quizá
por la mañana las autoridades se dieron cuenta de que el juicio del
día anterior había sido injusto. Como sea, ellos mandaron decir al
carcelero que soltase a los presos y que les dijera que salieran de
la ciudad. Mas Pablo no quiso irse así. Hizo saber a los mensajeros
que ellos eran ciudadanos romanos y que no saldrían de la cárcel
sino hasta que viniesen los magistrados a darles su libertad. ¡Imagínese
el temor de los magistrados cuando oyeron esto! Los ciudadanos
romanos gozaban de privilegios muy especiales; Pablo hubiese podido
causarles grandes problemas. Gustosamente vinieron para sacar
personalmente a Pablo y a Silas de la cárcel. ¿Por
qué lo hizo Pablo? ¿Estaba buscando una simple venganza? No.
Pablo se interesaba en la justicia. Dios ha ordenado a las
autoridades que velen por los hombres inocentes, no que los
maltraten. Así que Pablo aprovechó esta oportunidad para recordar
a los dirigentes de sus responsabilidades para que en el futuro no
maltratasen a otros. Después
de que los misioneros regresaron a la casa de Lidia, para darle ánimo
a ella y a los demás cristianos, salieron de Filipos para continuar
la obra evangelística en otras regiones cíe Macedonia. Mas Lucas
permaneció en Filipos y no se volvió a unir a Pablo sino hasta el
tercer viaje misionero.
33. Comentario
a Hechos de los Apóstoles Desde
la Cilicia, Pablo y Silas se dirigieron a los montes del Tauro, que
atravesaron por un famoso paso llamado "las Puertas Cilícicas".
Caminando en esa dirección, llegarían primero a Derbe y después a
Listra. La
elección de Timoteo (16:1-5). "Después
llegó a Derbe y a Listra; y he aquí, había allí cierto discípulo
llamado Timoteo, hijo de una mujer judía creyente, pero de padre
griego; y daban buen testimonio de él los hermanos que estaban en
Listra y en Iconio. Quiso Pablo que éste fuese con él; y tomándole,
le circuncidó por causa de los judíos que había en aquellos
lugares; porque todos sabían que su padre era griego. Y al pasar
por las ciudades, les entregaban las ordenanzas que habían acordado
los apóstoles y los ancianos que estaban en Jerusalén, para que
las guardasen. Así que las iglesias eran confirmadas en la fe, y
aumentaban en número cada día". En
Listra, Pablo conoció un joven discípulo llamado Timoteo. Su madre
era una judía creyente llamada Eunice. Su abuela Loida también era
una gran creyente. (Vea 2 Timoteo 1:5; 3:14, 15.) Sin embargo, su
padre era griego, probablemente miembro de una familia prominente y
rica, pero según se ve, inconverso aún. Afortunadamente,
la fe y la educación recibidas de su madre y su abuela tuvieron más
efecto en el joven Timoteo que la falta de fe de su padre. Ellas lo
habían educado en las Escrituras desde su más tierna niñez.
Entonces, cuando aceptó a Cristo, hizo grandes progresos en la vida
cristiana. El versículo 2 quiere decir que daban testimonio de él
los hermanos creyentes de Listra y de Iconio, el pueblo cercano.
Esto significa claramente que Dios le había dado ministerio
espiritual en ambas ciudades y que tanto su vida como su ministerio
eran una bendición para las asambleas de aquellos lugares. También
es probable que se hubiera convertido bajo el ministerio de Pablo
durante una de sus visitas anteriores a Listra. No obstante, cuando
Pablo lo llamó "hijo mío" más tarde, es probable que
estuviera usando el término "hijo" para querer decir
"discípulo", así como compañero de labores más joven.
(Vea 1 Timoteo 1:2, 18; 2 Timoteo 1:2.) Pablo
quiso llevarse a Timoteo de la iglesia de Listra para prepararlo
mejor, y también para que ayudara en el ministerio de sus viajes
misioneros. Pero cuando decidió hacerlo, también hizo algo muy
poco frecuente. Circuncidó a Timoteo. En Gálatas 2:3-5, Pablo
insiste en que los dirigentes de Jerusalén no exigieron que Tito
fuera circuncidado. Entonces, ¿por qué circuncidar a Timoteo? Tito
era gentil. Circuncidarlo hubiera sido ceder ante los judaizantes,
que decían que los gentiles debían hacerse judíos para guardar su
salvación. Sin embargo, Timoteo había sido criado en las
tradiciones judías por su madre y su abuela, que eran judías.
Todavía en el día de hoy, los judíos aceptan a una persona como
judía si su madre lo es, aunque su padre sea gentil. Comprenden, y
con toda razón, que la madre es la que tiene mayor influencia en
los valores y las actitudes religiosas de un niño. Podemos estar
seguros de que los judíos del tiempo de Pablo también considerarían
judío a Timoteo. Pablo
todavía iba primero a los judíos en todas las ciudades nuevas que
visitaba. Si él hubiera llevado un judío incircunciso a una
sinagoga, hubiera sido lo mismo que llevar a un traidor dentro del
campamento de un ejército. Hubiera sido algo intolerable para los
judíos: ninguno de ellos lo hubiera escuchado. Por tanto. Pablo tomó
a Timoteo y lo circuncidó pensando en el bien de su testimonio ante
su propio pueblo. Quizá
1 Corintios 9:20-23 nos dé un poco más de comprensión con
respecto a la manera de pensar de Pablo. El no iba contra las normas
culturales del pueblo al que le ministraba, a menos que fueran
inmorales o idólatras. De esta forma, lo supeditaba todo a la
promoción del Evangelio y a la salvación de las almas. Todos sabían
que el padre de Timoteo era griego, así que Pablo tuvo que
confirmar la herencia judía de Timoteo antes de que pudieran seguir
adelante. En 1 Timoteo 4:14 indica que los ancianos de la asamblea
local aceptaron esto, oraron por Timoteo y lo enviaron con su
bendición. Pablo,
Silas y Timoteo, mientras atravesaban el sur de la Galacia, iban
entregando copias de las ordenanzas o regulaciones escritas en la
carta de Hechos 15 para que los creyentes gentiles las guardaran.
Reconocían estas normas como algo decidido por los apóstoles y los
ancianos que estaban en Jerusalén. Pero también podemos estar
seguros de que le habían prestado atención a lo que dice Hechos
15:28: "Ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros." La
consecuencia fue que las inquietantes enseñanzas de los judaizantes
fueron contrarrestadas. Lo que había sido un problema crítico, ya
no era amenaza ni causa de división; todos aceptaron la decisión
del Concilio de Jerusalén. Sin duda, la epístola a los Calatas había
ayudado a preparar el camino para esto. Entonces,
las asambleas que había en las diversas ciudades eran todas
confirmadas, no sólo en fe, sino en la fe; es decir, crecían en la
comprensión de la verdad del Evangelio y en la obediencia a sus
enseñanzas y preceptos. Debido a esto, las asambleas siguieron
creciendo, aumentando en número día tras día. El
llamado a Macedonia (16:6-10). "Y
atravesando Frigia y la provincia de Galacia, les fue prohibido por
el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia; y cuando llegaron a
Misia, intentaron ir a Bitinia, pero el Espíritu no se lo permitió.
Y pasando junto a Misia, descendieron a Troas. Y se le mostró a
Pablo una visión de noche: un varón macedonio estaba en pie, rogándole
y diciendo: Pasa a Macedonia y ayúdanos. Cuando vio la visión, en
seguida procuramos partir para Macedonia, dando por cierto que Dios
nos llamaba para que les anunciásemos el evangelio". Después
de que Pablo y sus acompañantes atravesaron la región de Frigia y
Galacia, hubiera sido lógico seguir adelante a la provincia romana
de Asia. Éfeso, su gran ciudad, era un verdadero reto. Pero aún no
era el momento dispuesto por Dios. El Espíritu Santo les había
prohibido ya hablar la Palabra en Asia. La Biblia no dice cómo lo
hizo. Puede que lo haya hecho por medio de una palabra de sabiduría
dada a alguien de entre los acompañantes de Pablo, o quizá a algún
creyente lleno del Espíritu de alguna de las iglesias. Puesto
que se les había prohibido entrar en Asia, se movieron hacia el
norte, a lo largo de la frontera oriental de la Misia e hicieron el
intento de entrar a Bitinia, situada al nordeste a lo largo del mar
Negro. Pablo nunca fue capaz de sentarse con los brazos cruzados
cuando no sabía dónde lo quería Dios o qué quería que hiciera
después. Siempre estaba consciente del peso misionero que había
sido depositado sobre él. Así que cuando el Espíritu le impedía
ir en una dirección, tomaba un paso en otra, y confiaba en que el
Espíritu confirmaría o impediría aquella dirección también. Nuevamente,
el Espíritu no quiso dejarlos entrar en Bitinia. Sólo les quedaba
una dirección, así que la tomaron, volviéndose hacia el oeste con
rumbo a Troas. Para hacer esto, tenían que pasar a través de la
Misia. Pero el griego dice literalmente que siguieron de largo. Es
decir, no se les dio permiso para ministrar en la Misia tampoco, y
pasaron de largo en lo que a la predicación del Evangelio respecta. Es de
pensar lo que ha de haber significado esto para el apóstol Pablo,
que decía: "¡Ay de mí si no anunciare el evangelio!" (1
Corintios 9:16). Qué carga tan fuerte ha de haber sentido mientras
pasaba una ciudad y luego otra, y la prohibición de predicar la
Palabra seguía en pie. Sin embargo, por haber sido obediente, Dios
lo llevó a Troas cuando lo quería en aquel lugar. En
Troas, ciudad portuaria de la Misia, situada en el mar Egeo frente a
Macedonia, tuvo lugar otro suceso trascendental para el ministerio y
los viajes misioneros de Pablo. Si hubiera ido a Bitinia, es posible
que hubiera continuado hacia el este y nunca hubiera ido a Grecia o
a Roma. Pero Dios quería establecer nuevos centros en Europa. Serían
otros apóstoles y creyentes los encargados de tomar rumbo este. El
llamado hacia el oeste fue muy claro en una visión nocturna que
tuvo Pablo, en la que un macedonio (pagano) estaba en pie, rogándole
que cruzara a Macedonia para ayudarlos. De inmediato, Pablo y sus
acompañantes (entre los cuales se hallaba ya Lucas) buscaron la
forma de partir para Macedonia, dando por cierto que Dios los había
llamado a predicarles el evangelio a los habitantes de aquel lugar. Una
puerta abierta en Filipos (16:11-15). "Zarpando,
pues, de Troas, vinimos con rumbo directo a Samotracia, y el día
siguiente a Neápolis; y de allí a Filipos, que es la primera
ciudad de la provincia de Macedonia, y una colonia; y estuvimos en
aquella ciudad algunos días. Y un día de reposo salimos fuera de
la puerta, junto al río, donde solía hacerse la oración; y sentándonos,
hablamos a las mujeres que se habían reunido. Entonces una mujer
llamada Lidia, vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira, que
adoraba a Dios, estaba oyendo; y el Señor abrió el corazón de
ella para que estuviese atenta a lo que Pablo decía. Y cuando fue
bautizada, y su familia, nos rogó diciendo: Si habéis juzgado que
yo sea fiel al Señor, entrad en mi casa, y posad. Y nos obligó a
quedamos". Un
barco de vela los llevó en una travesía de dos días con un
recorrido de unos 225 kilómetros a Neápolis, el pueblo que era
puerto de Filipos, con una parada en la montañosa isla de
Samotracia. El viento debe haber sido muy favorable. Más tarde, el
viaje en sentido contrario les llevaría cinco días (Hechos 20:6). Filipos,
ciudad llamada así en honor del padre de Alejandro Magno, era una
gran urbe de la primera división de la provincia romana de
Macedonia, al norte de Grecia. La ciudad era también una "colonia"
romana. Esto es, los romanos habían establecido en ella una
guarnición de soldados romanos que eran ciudadanos de Roma y seguían
las leyes y las costumbres romanas. Era una ciudad importante también
porque estaba situada en el extremo oriental del famoso camino
romano llamado Vía Egnatia. No
había sinagoga judía en la ciudad, lo que quiere decir que no tenía
los diez hombres judíos necesarios para que hubiera una.
Probablemente, después de preguntar, supieron que había un lugar
de oración a kilómetro y medio de la puerta de la ciudad, en la
ribera del Gangites. Fueron a sentarse allí y se dedicaron a
hablarles al grupo de mujeres que se reunían en aquel lugar. Una
de ellas. Lidia, era una rica mujer de negocios, vendedora de ropa
teñida con púrpura. Era una gentil temerosa de Dios, procedente de
Tiatira, en la provincia romana de Asia, ciudad famosa por sus
tinturas. Escuchó atentamente a Pablo. Muy pronto, el Señor le
abrió el corazón para que les prestara toda su atención a las
cosas que Pablo decía. La consecuencia fue que creyó en el
Evangelio y fue bautizada en agua, junto con toda su casa, esto es,
sus empleados y sirvientes. Gracias a su influencia, ellos también
creyeron, y se convirtieron así en el primer cuerpo de creyentes de
Europa. Esto
ocurrió durante un cierto período de tiempo. Al ganar a su casa
para el Señor, Lidia demostraba su propia fidelidad a Él. Fundada
en esto, les rogó a Pablo y a todos los que lo acompañaban que
hicieran de su gran residencia su casa y su centro de actividad. Así
se mantuvo rogándoles, hasta que finalmente lo hicieron. La
expulsión de un demonio (16:16-18). "Aconteció
que mientras íbamos a la oración, nos salió al encuentro una
muchacha que tenía espíritu de adivinación, la cual daba gran
ganancia a sus amos, adivinando. Un día,
cuando Pablo, Silas, Timoteo y Lucas se dirigían al lugar de oración,
una esclava poseída por un demonio les salió al encuentro. El
texto griego dice que tenía un espíritu de ventriloquismo. Es
decir, que un espíritu demoníaco la usaba sin contar con ella
misma, para hablar a través de ella y practicar la adivinación. El
griego también la llama "pitonisa". La serpiente pitón
era el símbolo del dios griego Apolo. Sus maestros afirmaban que la
voz que predecía el futuro a través de ella era la de Apolo. Este
tipo de adivinación les producía gran ganancia (mucho dinero) a
sus amos. Esto también podría querer decir que la usaban para
atraer gente a otros negocios que tenían. Esta
esclava se mantuvo siguiendo a Pablo y a sus compañeros, dando
voces, prácticamente chillando en voz muy aguda una y otra vez:
"Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, quienes os
anuncian el camino de salvación." Siguió haciéndolo durante
muchos días. Es decir, no lo hacía continuamente, sino que durante
un tiempo, todos los días, los seguía, gritando siempre lo mismo. Los
gritos y los chillidos de la esclava deben haber atraído mucho la
atención. Por supuesto que sirvieron para que toda la ciudad se
enterara de que Pablo y sus acompañantes se hallaban allí. Pero no
era el tipo de testimonio que le da una verdadera gloria a Dios, ni
tampoco proclamaba toda la verdad. Pablo sentía un gran desagrado
con sus desagradables chillidos. En realidad, aquello se convirtió
en una gran molestia para él, y sin duda sintió que estaba
obstaculizando la obra del Señor. Finalmente, se volvió y le habló,
no a la mujer, sino al espíritu maligno, ordenándole en el nombre
(la autoridad) de Jesucristo que saliera de ella. En esto, seguía
el ejemplo de Jesús, que también les hablaba directamente a los
demonios que poseían a las personas. En aquella misma hora salió
de ella, lo cual quiere decir que fue inmediatamente. Pablo
y Silas en la prisión (16:19-26). "Pero
viendo sus amos que había salido la esperanza de su ganancia,
prendieron a Pablo y a Silas, y los trajeron al foro, ante las
autoridades; y presentándolos a los magistrados, dijeron: Estos
hombres, siendo judíos, alborotan nuestra ciudad, y enseñan
costumbres que no nos es lícito recibir ni hacer, pues somos
romanos. Y se agolpó el pueblo contra ellos; y los magistrados,
rasgándoles las ropas, ordenaron azotarles con varas. Después de
haberles azotado mucho, los echaron en la cárcel, mandando al
carcelero que los guardase con seguridad. El cual, recibido este
mandato, los metió en el calabozo de más adentro, y les aseguró
los pies en el cepo. Pero a medianoche, orando Pablo y Silas,
cantaban himnos a Dios; y los presos los oían. Entonces sobrevino
de repente un gran terremoto, de tal manera que los amientes de la cárcel
se sacudían; y al instante se abrieron todas las puertas, y las
cadenas de todos se soltaron". Los
amos de la esclava se sintieron furiosos cuando vieron que se había
ido la esperanza de sus ganancias. Por esto, prendieron a Pablo y
Silas y los trajeron (empujaron) hasta el foro (la plaza del mercado,
en griego, agora), presentándolos a los magistrados, es decir, a
los dos pretores o magistrados principales romanos de la ciudad. En su
acusación no mencionaron la razón real por la que habían llevado
a Pablo y Silas allí. En cambio, los llamaron judíos revoltosos, y
dijeron que estaban proclamando cosas que no les era lícito a los
romanos aceptar ni practicar. Aunque el judaísmo era una religión
legal en el Imperio Romano, sólo había hacia ella una cierta
tolerancia por parte de la gente, y el gobierno no la miraba con
agrado alguno. El
pueblo estaba dispuesto para creer que los judíos podían ser
revoltosos. Esta acusación agitó a la multitud que se hallaba en
el foro, y se fue agolpando hasta casi amotinarse. Entonces los
jefes de los magistrados, para satisfacer a las masas, les rasgaron
las ropas a Pablo y Silas y ordenaron que fueran azotados con varas,
un castigo muy ordinario de los romanos. (Vea 2 Corintios 11:25.) Después
de muchos golpes, los magistrados hicieron que los echaran en la cárcel
y le ordenaron al carcelero que los guardase con seguridad. Para
asegurarse de que no pudieran escapar, el carcelero lo tiró
entonces a la prisión más interior y les aseguró los pies en el
cepo, con las piernas dolorosamente separadas, para que no pudieran
moverlas. Después
de todo este rudo tratamiento, ser colocados en una posición tan
incómoda debe haber sido sumamente doloroso. Es muy probable que la
prisión de más adentro fuera húmeda, fría e infestada de
insectos. Sin embargo. Pablo y Silas no se quejaron. Podemos estar
seguros de que tampoco se sentían con ganas de cantar en estas
circunstancias. No obstante, se pusieron a orar y a cantar himnos a
Dios. Sin duda, mientras lo hacían. Dios los iba llenando con un
sentimiento de paz y de victoria. Alrededor
de la medianoche. Pablo y Silas estaban todavía orando y cantando,
mientras el resto de los prisioneros los escuchaban. De pronto, un
gran terremoto sacudió los cimientos de la cárcel. Mientras se
sacudían las paredes, todas las puertas se abrieron y todas las
cadenas de los prisioneros se soltaron (es probable que estuvieran
atadas a las paredes). La
conversión del carcelero (16:27-34). "Despertando
el carcelero, y viendo abiertas las puertas de la cárcel, sacó la
espada y se iba a matar, pensando que los presos habían huido. Mas
Pablo clamó a gran voz, diciendo: No te hagas ningún mal, pues
todos estamos aquí. El entonces, pidiendo luz, se precipitó
adentro, y temblando, se postró a los pies de Pablo y de Silas; y
sacándolos, les dijo: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?
Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y
tu casa. Y le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que
estaban en su casa. El
terremoto despertó al carcelero. Parece que de inmediato se apresuró
a ir a la cárcel, vio que todas las puertas estaban abiertas y se
precipitó a suponer que todos los prisioneros habían escapado.
Conocía la pena que recibiría si era así. Antes de enfrentarse al
juicio, la vergüenza y la muerte deshonrosa que le esperaba, sacó
la espada con la intención de suicidarse. Desde
las profundas tinieblas de la celda. Pablo pudo ver lo que el
carcelero estaba haciendo, aunque éste a su vez no podía divisar
nada dentro de la celda. De inmediato le gritó que no se hiciera daño,
porque todos los prisioneros se hallaban allí todavía. Después
de pedir luz, el carcelero se precipitó dentro de la cárcel.
Temblando de miedo, se postró ante Pablo y Silas. O sea, se sintió
totalmente dominado por el temor y el pavor por lo que había
sucedido. Entonces,
recobrando su compostura, sacó a Pablo y a Silas de la prisión y
les preguntó qué debía hacer para ser salvo. Esta pregunta podría
sonar extraña en labios de un romano pagano. Pero debe haber
recordado las palabras del espíritu ventrílocuo que había poseído
a la esclava. Aquellos hombres le podían dar a conocer el camino de
la salvación. La
respuesta de Pablo fue sencilla: "Cree en el Señor Jesucristo,
y serás salvo, tú y tu casa." Con esto. Pablo no quiso decir
que toda la casa del carcelero sería salva simplemente porque él
lo fuera. Sin embargo. Pablo quería que el carcelero supiera que la
oferta no se limitaba a él, sino que el mismo tipo de fe le llevaría
salvación a todo el que creyera. Indudablemente, pudo ver que el
terremoto y sus consecuencias los habían afectado a todos. Quería
verlos salvos a todos, y no sólo a uno. Entonces
Pablo y Silas les hablaron la Palabra del Señor (el Evangelio) a él
y a todos los que estaban en su casa. De esta manera les explicaron
a todos lo que significaba creer en Jesús y ser salvo. Después,
el carcelero tomó a los apóstoles y les lavó las heridas (producto
de los azotes), y de inmediato, se bautizó con todos los suyos. Es
probable que se hiciera esto en una piscina en el patio de su casa.
A continuación, volvió a entrar a los apóstoles en la casa y
dispuso ante ellos una mesa repleta de comida. En aquellos momentos,
toda su casa estaba repleta de gozo, porque habían creído en Dios
con una fe que era fuerte y perseverante. Algunos
escritores tratan de usar este pasaje como argumento a favor del
bautismo de infantes, puesto que toda la casa del carcelero fue
bautizada en agua. Sin embargo, cuando examinamos más
cuidadosamente el pasaje, es fácil ver que todos los miembros de su
casa oyeron la Palabra de Dios, todos creyeron y todos estaban
llenos de regocijo. Se ve claramente que no había infantes en el
grupo. Es posible que el carcelero no tuviera hijos pequeños. En
realidad, era el "gobernador" de la cárcel y
probablemente fuera de bastante edad cuando fue nombrado para el
cargo. También es probable que la costumbre romana no considerara a
los bebés o a los niños pequeños como parte de la casa hasta que
alcanzaran cierta edad. El
gozo era tan grande, que podríamos traducir diciendo que estaban
"saltando de gozo". Lucas no lo dice todo siempre. Podemos
estar seguros de que parte del motivo de tan grande gozo era el
hecho de que también fueron bautizados en el Espíritu Santo y
hablaron en otras lenguas, como lo hicieron los primeros creyentes
en el día de Pentecostés (Hechos 2:4) y en la casa de Cornelio. Al
fin y al cabo, ¿iba Dios a hacer menos a favor de estos creyentes,
que a favor de Cornelio? La
liberación de Pablo y Silas (16:35-40). "Cuando
fue de día, los magistrados enviaron alguaciles a decir: Suelta a
aquellos hombres. Y el carcelero hizo saber estas palabras a Pablo:
Los magistrados han mandado a decir que se os suelte; así que ahora
salid, y marchaos en paz. Pero Pablo les dijo: Después de azotarnos
públicamente sin sentencia judicial, siendo ciudadanos romanos, nos
echaron en la cárcel, ¿y ahora nos echan encubiertamente? No, por
cierto, sino vengan ellos mismos a sacarnos. Y los alguaciles
hicieron saber estas palabras a los magistrados, los cuales tuvieron
miedo al oír que eran romanos. Y viniendo, les rogaron; y sacándolos,
les pidieron que salieran de la ciudad. 4tl Entonces, saliendo de la
cárcel, entraron en casa de Lidia, y habiendo visto a los hermanos,
los consolaron, y se fueron". Es
probable que el regocijo continuara todo el resto de la noche.
Hubiera sido difícil dormir después de experiencias así. Por la
mañana, los magistrados enviaron oficiales de los llamados
alguaciles o lictores, que eran ayudantes u ordenanzas, con el
mensaje para el carcelero de que dejara marchar a Pablo y a Silas.
El carcelero se lo comunicó a ellos y les dijo que salieran de la cárcel
y se marcharan en paz. Sin
embargo. Pablo sabía que la multitud seguía teniendo una idea errónea
sobre ellos, y también sobre los judíos y los cristianos. Por lo
tanto, se negó a escabullirse fuera de la cárcel, como un
delincuente apaleado. Los magistrados los habían golpeado en público,
sin nada que se pareciera a un juicio, aunque eran ciudadanos
romanos, y los habían echado a la cárcel públicamente. ¿Acaso
ahora iban a sacarlos en secreto de ella? Que fueran personalmente y
los sacaran. De esta forma, la ciudad sabría que las acusaciones
eran falsas y que Pablo y Silas habían sido restaurados a una buena
posición dentro de la comunidad. Cuando
se les informó de esto a los magistrados, supieron que habían
hecho mal en ceder ante la insistencia de la muchedumbre sin
interrogar a Pablo y a Silas. También sintieron temor, porque los
ciudadanos romanos tenían el derecho de ser juzgados antes de
recibir castigo, y este derecho no podía ser pasado por alto
impunemente. También sabían lo que les podía suceder si Pablo y
Silas presentaban su queja ante el gobierno de Roma. De manera que
llegaron muy humildemente y les rogaron (que no presentaran ninguna
acusación en contra de ellos). Después, los sacaron del recinto de
la cárcel públicamente. (Pablo y Silas habían regresado de la
casa del carcelero a la cárcel propiamente dicha.) Después,
los magistrados les pidieron que salieran de la ciudad. Esto no se
debía a que no estuvieran dispuestos a permitir que se predicara el
Evangelio en Filipos. Se debe a que tenían miedo de que Pablo y
Silas cambiaran de forma de pensar. O quizá tuvieran el temor de
que las simpatías del pueblo se volvieran ahora a favor de Pablo y
Silas y en contra de ellos. Por esto, les pidieron a los apóstoles
que se fueran, por el bien de la paz en la ciudad. También podemos
estar seguros de que ya no se persiguió más a los creyentes
mientras estos magistrados estuvieron en el poder. Antes
de salir de la ciudad. Pablo y Silas fueron a la casa de Lidia,
donde un gran patio (o aposento alto) estaba lleno de creyentes que
se habían reunido sin duda para orar por ellos. Después de verlos
y de consolarlos, los apóstoles abandonaron la ciudad. Es
evidente en este momento que Lucas no se marchó con ellos. El
siguiente capítulo (17:14) señala que Timoteo sí lo hizo. Pero
Lucas ya no sigue hablando en "nosotros". Es evidente que
se quedó en Filipos para seguir dándole ánimo y enseñanza a la
asamblea del lugar. Todavía se hallaba en Filipos en Hechos 20:6.
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