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21. Hechos 21![]() Hechos Apostólicos es un estudio de la Edad Apostólica de la iglesia cristiana temprana. Es la continuación milagrosa de la obra de Jesús en el primer siglo, a través de la obra del Espíritu Santo y su iglesia. Presenta el ministerio de Pedro, de los doce apóstoles y de Pablo de Tarso, en su cumplimiento de la Gran Comisión desde el Día de Pentecostés hasta llevar el evangelio a Roma, el capital del mundo. 45.
CAPITULO
24: DISPUESTO A SER ATADO
PARTE
4 EL
TRIUNFO DEL MINISTERIO DE CRISTO Léase
Hechos 21:1-36. Preguntas
de Preparación 1.
¿Qué advertencias recibió Pablo en su viaje a Jerusalén? 2.
¿ Qué le pidieron a Pablo los ancianos de Jerusalén? 3.
¿Cuál fue la causa del alboroto en el templo? Introducción Después
de despedirse de los ancianos de Efeso en Mileto, Pablo y sus compañeros
continuaron su viaje al sur y al este, hacia Jerusalén. Los barcos
en que viajaban, se dedicaban al comercio de la costa, y anclaban en
cualquier puerto donde se podía bajar o subir carga. Era un modo
lento de viajar, pero en aquellos días no había barcos
exclusivamente para pasajeros. 1.
Las Advertencias Al
fin llegaron Pablo y sus compañeros al puerto de Tiro, donde
permanecieron por el espacio de una semana mientras se descargaba
y se cargaba el barco. Posteriormente continuaron hasta Cesárea,
donde abandonaron el barco para seguir a pie hasta Jerusalén. Tanto
en Tiro como en Cesárea, Pablo recibió advertencias sobre el
peligro en ir a Jerusalén. Estos no eran los primeros de tales
avisos que recibía. Ya había dicho a los ancianos efesios de que
el Espíritu Santo le había estado dando testimonio de que le
esperaban prisiones y tribulaciones (20:23). Pero en Tiro y en Cesárea
los avisos fueron más enfáticos. En Tiro los discípulos "decían
a Pablo por el Espíritu, que no subiese a Jerusalén"
(21:4). En Cesárea, un profeta llamado Agabo anunció en forma dramática
el encarcelamiento de Pablo en Jerusalén al tomar el cinto de Pablo
y atarse las manos y los pies con él. ¿Hizo
bien Pablo en su decisión de continuar a Jerusalén? El había
hecho sus planes desde mucho tiempo atrás. Estaba decidido a
llevarlos a cabo. Sin embargo, ¿no debía él haber cambiado sus
planes después de recibir estas advertencias? Aunque el mensaje
dado en Tiro suena mucho como una orden para no ir, todos los demás
mensajes que Pablo recibió se podían tomar como advertencias.
Parece que Pablo los tomó precisamente como mensajes de Dios para
prepararle para lo que le esperaba en el futuro. Convenció a los
hermanos de Cesárea que él se hallaba en la razón. Y al fin,
dejaron de persuadirle a que no fuera a Jerusalén, y dijeron,
"Hágase la voluntad del Señor". 2.
La Conferencia Al
llegar a Jerusalén, Pablo fue a ver a Santiago y a los ancianos
de la iglesia en ese lugar. Después relató toda la obra que Dios
le había permitido hacer. Describió el buen éxito del evangelio
logrado entre los gentiles. Los
ancianos se alegraron al oír estas noticias; pero ellos teman su
propio problema. Muchos de los creyentes de Jerusalén eran judíos,
y muchos de ellos todavía eran muy celosos para guardar la ley de
Moisés. Pablo tenía enemigos que habían hecho correr la mentira
de que Pablo estaba enseñando a los judíos que vivían en países
gentiles a que no obedeciesen la ley de Moisés. El temor de los
ancianos era que los judíos se levantasen al enterarse de la
presencia de Pablo en Jerusalén. Los
ancianos tenían un plan que creyeron podría convencer a los judíos
que todos los cuentos que habían oído acerca de Pablo no eran
ciertos. Pidieron que Pablo patrocinara (como una especie de padrino)
a cuatro hombres que habían hecho voto nazareno de no cortarse el
cabello y de abstenerse de ciertas comidas por un período de tiempo
determinado. Ya faltaba poco para que terminara el voto y los
hombres necesitaban un patrocinador que ofreciera el sacrificio a su favor y
que pagara ciertos gastos. Los ancianos pidieron que Pablo jugase
este papel. Desde
muchos puntos de vista, tal proceder le debió parecer tonto a
Pablo. El creía firmemente que el sacrificio de Cristo había
puesto fin al sistema de sacrificios y de votos del Antiguo
Testamento. El estaba decidido a que los gentiles nunca estuviesen
sujetos a estas observancias judaicas. Si hubiese habido alguna duda
en su mente de que su consentimiento a esto acarrearía la
posibilidad de que los gentiles se vieran sujetos a la ley de Moisés,
Pablo hubiera discutido en contra del plan. Pero los ancianos
asentaron con toda claridad que no era tal el caso. Esto era una
cosa entre judíos. Por tanto, Pablo aceptó la proposición de
ellos, ya que él se sentía preocupado no sólo por la libertad de
los creyentes gentiles sino también por la salvación de los judíos. 3.
El Alboroto Los
ancianos creyeron que Pablo se evitaría problemas al participar
en este voto. Pero fue al contrario y Pablo se vio en dificultades. El
templo judío estaba reservado exclusivamente para judíos. De hecho
había letreros en las paredes exteriores advirtiéndose que le
costaría la vida a cualquier gentil que entrase al templo. Pablo,
antes de entrar al templo, anduvo por las calles de Jerusalén con
un gentil llamado Trófimo, de Efeso. Algunos de los judíos que habían
visto a Pablo en la compañía de Trófimo ahora vieron a Pablo en
el templo. Porque ellos se habían opuesto con anterioridad a la
enseñanza y al ministerio de Pablo entre los gentiles, rápidamente
llegaron a la conclusión de que Pablo había hecho a un lado todas
sus reservas y que había introducido a Trófimo al templo.
Levantaron el clamor, "Varones israelitas, ayudad, este es el
hombre que por todas partes enseña a todos contra el pueblo, la ley
y este lugar; y además de esto, ha metido a griegos en el templo, y
ha profanado este santo lugar" (21:28). Al
instante se alborotó la multitud. No intentaron nada para comprobar
si era cierta la acusación en contra de Pablo. Si recordamos las
experiencias pasadas que Pablo tuvo con los judíos de Jerusalén (Hch.
9) no nos sorprenderá ver que estos judíos estaban listos a creer
todo lo peor acerca de Pablo. Fue tomado y sacado del templo.
Cerraron las puertas detrás de él, para que no hubiese otra
profanación del templo. Y
cuando la multitud lo arrastraba hacia un lugar fuera del templo
donde lo podrían apedrear —ya que esto no se podía hacer dentro
de sus dependencias— se le informó al comandante de los soldados
romanos sobre este alboroto. Los romanos estaban en guardia contra
cualquier alboroto de parte de los judíos durante estos días de
sus fiestas, puesto que la excitación religiosa fácilmente podría
convertirse en rebelión. Inmediatamente los romanos controlaron a
la gente. La presencia de los soldados probablemente salvó a Pablo
la vida, ya que cuando los judíos los vieron dejaron de golpearle.
El capitán de la guardia ordenó que Pablo fuese atado con dos
cadenas. No pudo averiguar por qué la gente había estado golpeando
a Pablo, ya que unos gritaban una cosa, y otra. Por lo tanto, llevó
a Pablo hasta la fortaleza romana, seguidos por el gentío que a
voces exigían la muerte de Pablo.
46. Comentario
a Hechos de los Apóstoles La
despedida de Mileto debe haber sido muy dura para Pablo. Tampoco se
hicieron más fáciles las cosas a medida que seguía su viaje hacia
Jerusalén. Todo el camino estaba lleno de tristes despedidas. Una
profecía en Tiro (21:1-6) Después
de separarnos de ellos, zarpamos y fuimos con rumbo directo a Cos, y
al día siguiente a Rodas, y de allí a Pátara. Y hallando un barco
que pasaba a Fenicia, nos embarcamos, y zarpamos. Al avistar Chipre,
dejándola a mano izquierda, navegamos a Siria, y arribamos a Tiro,
porque el barco había de descargar allí. Y hallados los discípulos,
nos quedamos allí siete días; y ellos decían a Pablo por el Espíritu,
que no subiese a Jerusalén. En el
primer día. Pablo y sus acompañantes llegaron a la isla de Cos; en
el siguiente, a la de Rodas y desde allí siguieron hasta
desembarcar en Pátara, en la costa de la provincia romana de Licia.
En aquel lugar hallaron un barco que pasaba a Fenicia, que los llevó
a Tiro. En Tiro tenían una espera de siete días mientras el barco
descargaba. Pablo
no sabía dónde se hallaban los cristianos de Tiro. Sin embargo,
los buscó hasta encontrarlos y pasó el tiempo con ellos. Aquí,
como en muchos otros lugares antes, el Espíritu advirtió lo que le
iba a suceder en Jerusalén. La Biblia no dice cómo hizo esto, pero
al ver lo que sucedería un poco después en Cesarea, podemos tener
la seguridad de que la advertencia les llegó en forma de profecía. Leemos
que los creyentes le decían (una y otra vez) a Pablo "por el
Espíritu" que no subiera a Jerusalén. No obstante, esto no
quiere decir que el Espíritu no quisiera que él fuera a Jerusalén.
La expresión "por el" (griego, diá) no corresponde a la
palabra usada en los pasajes anteriores para hablar de la actuación
directa del Espíritu. (Vea Hechos 13:4, donde el término griego es
hypó, palabra usada para indicar una actuación directa o primaria.)
Aquí estaría mejor traducida la expresión griega como "en
consecuencia del Espíritu", esto es, por lo que el Espíritu
decía. Está muy claro que el Espíritu mismo no le prohibía a
Pablo seguir adelante. Al contrario, lo constreñía a ir (Hechos
20:22). Pablo sabía que el Espíritu Santo no se contradice a sí
mismo. No era el Espíritu, sino su amor por Pablo el que les hacía
decir que no debía ir. En otras palabras, debido a la profecía
sobre las cadenas y la prisión, el pueblo expresaba su sentimiento
de que él no debía ir. Pero Pablo se negó a permitir que
impusieran sus sentimientos sobre él. Por tanto, siguió obediente
a lo que el Espíritu Santo lo dirigía personalmente a hacer, esto
es, seguir hacia Jerusalén. Al
cabo de los siete días, todos los creyentes habían llegado a
conocer y amar a Pablo. Por esto, cuando terminó la semana, todos
ellos, con sus esposas e hijos, lo acompañaron hasta fuera de la
ciudad. Allí, en la playa, todos se arrodillaron y oraron antes de
abrazarlos para despedirse y volver a sus respectivos hogares. La
profecía de Cesarea (21:7-14) Y
nosotros completamos la navegación, saliendo de Tiro y arribando a
Tolemaida; y habiendo saludado a los hermanos, nos quedamos con
ellos un día. Al otro día, saliendo Pablo y los que con él estábamos,
fuimos a Cesarea; y entrando en casa de Felipe el evangelista, que
era uno de los siete, posamos con él. Este tenía cuatro hijas
doncellas que profetizaban. Y permaneciendo nosotros allí algunos días,
descendió de Judea un profeta llamado Agabo, quien viniendo a
vernos, tomó el cinto de Pablo, y atándose los pies y las manos,
dijo: Esto dice el Espíritu Santo: Así atarán los judíos en
Jerusalén al varón de quien es este cinto, y le entregarán en
manos de los gentiles. Después
de detenerse a mitad del camino en Tolemaida (el Antiguo Testamento
la menciona como Acó en Jueces 1:31, y actualmente se llama Acre o
Akka), donde pasaron el día con los cristianos, el barco los llevó
a Cesarea. Allí se quedaron en el hogar de Felipe el evangelista,
uno de los siete (Hechos 6:5). Ahora tenía cuatro hijas doncellas
que profetizaban. La
mención de estas hijas parece ser significativa. Demuestra que la
familia de Felipe servía al Señor y que él animaba a todos sus
miembros a buscar y ejercitar los dones del Espíritu. También
parece que su ministerio en este don de profecía debe haberle
llevado ánimo y bendición a Pablo. (Compare con 1 Corintios 14:3.)
En Mileto estaba ansioso por apresurarse a seguir su camino. Pero
aquí, la bendición del Señor era tan abundante, que se quedó
algunos días. También es probable que Felipe le diera a Lucas una
buena cantidad de información sobre los primeros tiempos de la
Iglesia en Jerusalén. Entonces
descendió de Judea el profeta Agabo, el mismo que había
profetizado sobre el hambre en Hechos 11:28. Tomando el cinto de
Pablo (probablemente hecho de tela), se ató los pies y las manos,
como lección objetiva. Entonces dio de parte del Espíritu Santo la
profecía de que los judíos atarían (o serían la causa de que
ataran) a Pablo y lo entregarían en manos de los gentiles (es decir,
en manos de los gobernantes romanos). Debido
a esta profecía, los que estaban reunidos en el hogar de Felipe
junto con los compañeros de Pablo le rogaron todos que no subiera a
Jerusalén. Sin duda, esta situación fue similar a la de Tiro.
Cuando oyeron el mensaje del Espíritu, expresaron sus propios
sentimientos. Sin
embargo. Pablo dijo: "¿Qué hacéis llorando y quebrantándome
el corazón?" "Quebrantar (destrozar) el corazón"
era una frase usada para significar que se quebrantaba la voluntad
de la persona, se debilitaba su firmeza en sus decisiones, o se hacía
que la persona quedara "destrozada", incapaz de realizar
nada. Para hacer que dejaran de llorar. Pablo declaró que estaba
listo no sólo a ser atado, sino a morir en Jerusalén por el nombre
del Señor Jesús. Sabía que la voluntad de Dios sobre él era que
fuera. Entonces, los demás terminaron por decir: "Hágase la
voluntad del Señor." (Compare con Lucas 22:42.) Finalmente
reconocían que era realmente la voluntad de Dios que Pablo fuera a
Jerusalén. En
realidad, era muy importante para los cristianos saber que era
voluntad de Dios que Pablo fuera atado. Todavía había un buen número
de judaizantes que se oponían al Evangelio que Pablo predicaba. Aún
estaban tratando de exigirles a los gentiles que se hicieran judíos
antes de poder convertirse en cristianos. Con respecto a esto, decían
que los creyentes gentiles perderían su salvación y nunca heredarían
las bendiciones futuras que Dios tenía preparadas para ellos. Si
Pablo hubiera ido a Jerusalén sin todas aquellas advertencias que
hicieron que la Iglesia supiera lo que iba a suceder, los
judaizantes hubieran utilizado muy pronto su arresto como señal del
juicio de Dios. Habrían dicho: "¿Ven? Ya lo decíamos. La
predicación de Pablo está equivocada por completo." Esto
hubiera traído gran confusión al seno de las iglesias. Pero el Espíritu
Santo dio testimonio de Pablo y del Evangelio que él predicaba con
estas profecías. Al mismo tiempo, la Iglesia misma quedaba
protegida de las fuerzas que podrían haber causado una división.
Ciertamente, el Espíritu Santo es el Guía y Protector que
necesitamos. La
bienvenida en Jerusalén (21:15-19) Después
de esos días, hechos ya los preparativos, subimos a Jerusalén. Y
vinieron también con nosotros de Cesarea algunos de los discípulos,
trayendo consigo a uno llamado Mnasón, de Chipre, discípulo
antiguo, con quien nos hospedaríamos. Cuando llegamos a Jerusalén,
los hermanos nos recibieron con gozo. Y al día siguiente Pablo entró
con nosotros a ver a Jacobo, y se hallaban reunidos todos los
ancianos; a los cuales, después de haberles saludado, les contó
una por una las cosas que Dios había hecho entre los gentiles por
su ministerio. Nuestra
versión dice: "Hechos ya los preparativos". Otras
traducciones presentan esta frase como "Tomamos nuestros
carruajes", lo cual probablemente significaría que ensillaron
unos caballos. Sin embargo, muchos escritores se inclinan más por
la primera traducción, la cual significaría simplemente que habían
empacado sus cosas (su equipaje). Es posible que estén incluidos en
el original ambos significados. Pablo y sus compañeros, junto con
algunos discípulos de Cesarea, subieron a Jerusalén. Estos
creyentes de Cesarea conocían a un creyente llamado Mnasón, de
Chipre el cual, como Bernabé, era uno de los discípulos antiguos (originales),
es decir, uno de los ciento veinte. (No tenía que ser "antiguo"
por tener edad avanzada precisamente.) Tenía fama de ser un anfitrión
al que le encantaba recibir extranjeros. Como Bernabé también,
sentiría simpatía por Pablo, y no tendría objeción en recibir a
los creyentes gentiles. En
Jerusalén, los hermanos (entre ellos Mnasón) los recibieron con
gozo y, como indica el griego, los atendieron con verdadera
hospitalidad. Al día siguiente. Pablo tomó consigo a Lucas y al
resto de sus acompañantes y fueron a ver a Santiago, el hermano de
Jesús. Todos los ancianos de la iglesia de Jerusalén estaban
presentes también. Pero es digno de notarse que no se menciona a
los apóstoles. Probablemente, como afirma buena parte de la tradición
sobre la Iglesia primitiva, ya se habían dispersado para difundir
el Evangelio en muchas direcciones distintas. Después
de saludar a estos ancianos. Pablo les dio un informe detallado de
lo que Dios había hecho en medio de los gentiles por medio de su
ministerio. Debe haber sido un recuento de su segundo y tercer
viajes misioneros, paso por paso. Específicamente, les relató todo
lo sucedido desde la última vez que había estado con ellos en el
Concilio que aparece en el capítulo 15. Ánimo
para los creyentes Judíos (21:20-26) Cuando
ellos lo oyeron, glorificaron a Dios, y le dijeron: Ya ves, hermano,
cuántos millares de judíos hay que han creído; y todos son
celosos por la ley. Pero se les ha informado en cuanto a ti, que
enseñas a todos los judíos que están entre los gentiles a
apostatar de Moisés, diciéndoles que no circunciden a sus hijos,
ni observen las costumbres. "¿Qué hay, pues? La multitud se
reunirá de cierto, porque oirán que has venido. Haz, pues, esto
que te decimos: Hay entre nosotros cuatro hombres que tienen
obligación de cumplir voto. Tómalos contigo, purifícate con ellos,
y paga sus gastos para que se rasuren la cabeza; y todos comprenderán
que no hay nada de lo que se les informó acerca de ti, sino que tú
también andas ordenadamente, guardando la ley. Pero en cuanto a los
gentiles que han creído, nosotros les hemos escrito determinando
que no guarden nada de esto; solamente que se abstengan de lo
sacrificado a los ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación. Santiago
y los demás ancianos glorificaron todos a Dios, por todo lo que
estaba haciendo en medio de los gentiles. Pero había otro motivo de
honda preocupación que estaba afectando a la Iglesia de Jerusalén.
Miles, literalmente decenas de miles (griego, myríades) de judíos
de la región de Jerusalén habían creído que Jesús era su Mesías,
Señor y Salvador. Todavía eran celosos de la Ley (zelotes,
firmemente comprometidos con la Ley de Moisés). Habían llegado
falsos maestros a ellos, probablemente judaizantes, o si no, judíos
no convertidos del Asia Menor, Macedonia o Greda. Estos les habían
dicho (enseñado deliberadamente) a los creyentes de Jerusalén una
y otra vez que Pablo les estaba enseñando a todos los judíos que
vivían entre los gentiles (las naciones situadas fuera de Palestina)
que no circuncidaran a sus hijos. También decían que Pablo les
enseñaba que dejaran de observar sus costumbres (judías). Esto no
era más que difamación. Pablo había circuncidado a Timoteo; hacía
poco tiempo, él mismo había hecho un voto. Los
ancianos reconocían que aquellas acusaciones eran falsas. Pero
todos en Jerusalén las habían oído una y otra vez. Ahora, puesto
que todos sabrían seguramente que Pablo había llegado, ¿qué se
debía hacer? Santiago y los ancianos tenían una sugerencia. Veían
una forma de detener los rumores y demostrar que eran falsos. Cuatro
de los creyentes judíos habían hecho un voto, obviamente, un voto
temporal de nazareos. De acuerdo con este voto, cualquier israelita,
hombre o mujer, al hacerlo, podía declarar que se consagraba por
completo a Dios y a su voluntad. Generalmente, se hacía por un período
limitado de tiempo. Al terminar el período que habían escogido,
ofrecían sacrificios costosos, entre los cuales había un cordero
macho y una hembra, un carnero y otras ofrendas. Después, se hacían
rapar la cabeza, como señal de que había terminado el voto (Números
6:14-20). Pablo
no hizo el voto él. Pero le pidieron que pasara por las ceremonias
de purificación junto con ellos y pagara por los sacrificios, para
que pudieran terminar de cumplir el voto y raparse la cabeza. 3 Esto
les mostraría a los creyentes y a todo el mundo en Jerusalén que
Pablo no les enseñaba a los creyentes judíos que fueran contra las
costumbres de sus padres. También sería una respuesta a todas las
cosas falsas dichas sobre Pablo, y demostraría que él
personalmente era recto y observaba la Ley. Entonces
Jacobo (Santiago) y los ancianos confirmaron la decisión del
Concilio en Hechos 15, una decisión que Pablo ya les había llevado
a los gentiles creyentes. Es decir, aunque querían que Pablo, como
judío creyente, mostrara que no les pedía a los judíos que
vivieran como gentiles, aun así estaban dispuestos a aceptar a los
creyentes gentiles sin pedirles que se hicieran judíos. Al día
siguiente. Pablo tomó consigo a los cuatro hombres e hizo lo que le
habían pedido, anunciando el cumplimiento de los días de la
purificación hasta que el sacrificio fue ofrecido por todos ellos.
Como les diría a los corintios, se hizo judío con los judíos, y a
los que están sujetos a la Ley, como sujeto a la Ley (1 Corintios
9:20). Los
judíos de Asia provocan un tumulto (21:27-30) Pero
cuando estaban para cumplirse los siete días, unos judíos de Asia,
al verle en el templo, alborotaron a toda la multitud y le echaron
mano, dando voces: ¡Varones israelitas, ayudad! Este es el hombre
que por todas partes enseña a todos contra el pueblo, la ley y este
lugar; y además de esto, ha metido a griegos en el templo, y ha
profanado este santo lugar. Porque antes habían visto con él en la
ciudad a Trófimo, de Éfeso, a quien pensaban que Pablo había
metido en el templo. Así que toda la dudad se conmovió, y se agolpó
el pueblo; y apoderándose de Pablo, le arrastraron fuera del templo,
e inmediatamente cerraron las puertas. El
plan de los ancianos de Jerusalén falló. En lugar de satisfacer a
los judíos, sucedió lo contrario cuando los siete días de
purificación casi habían terminado. Había judíos procedentes de
la provincia romana de Asia en Jerusalén; habían llegado para la
fiesta de Pentecostés. Estos lo vieron en el Templo y lanzaron a
toda la multitud a la confusión. Entonces, apresaron con violencia
a Pablo. Lo
habían visto en la ciudad con Trófimo, un creyente gentil de Éfeso.
Así llegaron a la falsa conclusión de que Pablo lo había hecho
entrar al Templo. 5 Entonces gritaron que Pablo era el que por todas
partes enseñaba a todos contra el pueblo (los judíos) y contra la
Ley, y ahora había profanado el Templo al hacer entrar en él a
griegos (gentiles). Al oír
esto, toda la ciudad de Jerusalén se estremeció. (Es probable que
muchos de ellos estuvieran ya en el Templo en este momento.) Los judíos
se reunieron corriendo desde todas las direcciones, apresaron a
Pablo y lo arrastraron fuera del Templo, golpeándolo mientras se lo
llevaban. De inmediato, se cerraron las grandes puertas que daban al
patio de las mujeres, para que la muchedumbre no lo pudiera profanar.
Sin embargo, nadie pareció darse cuenta de que Pablo no tenía
gentiles consigo. Los
romanos rescatan a Pablo (21:31-40) Y
procurando ellos matarle, se le avisó al tribuno de la compañía,
que toda la dudad de Jerusalén estaba alborotada. Este, tomando
luego soldados y centuriones, corrió a ellos. Y cuando ellos vieron
al tribuno y a los soldados, dejaron de golpear a Pablo. Entonces,
llegando el tribuno, le prendió y le mandó atar con dos cadenas, y
preguntó quién era y qué había hecho. Pero entre la multitud,
unos gritaban una cosa, y otros otra; y como no podía entender nada
de cierto a causa del alboroto, le mandó llevar a la fortaleza. Al
llegar a las gradas, aconteció que era llevado en peso por los
soldados a causa de la violencia de la multitud; porque la
muchedumbre del pueblo venía detrás, gritando: ¡Muera! La
muchedumbre ya trataba de matar a Pablo cuando le llegó información
al tribuno (el oficial que mandaba sobre una cohorte de seiscientos
a mil hombres estacionados en la torre — castillo, fortaleza —
Antonia, al noroeste, dominando la zona del Templo). Le dijeron que
todo Jerusalén se hallaba en estado de confusión. De inmediato el
tribuno tomó consigo soldados y centuriones (oficiales que mandaban
sobre un centenar de soldados de infantería) y con gran demostración
de fuerza fue corriendo hacia ellos. La
presencia del tribuno y de todos los soldados hizo que la multitud
dejara de golpear a Pablo. Atándolo con dos cadenas, el tribuno les
preguntó a los judíos quién era y qué había hecho. Todos
comenzaron a gritar cosas distintas al mismo tiempo. El tribuno no
tenía manera de estar seguro de lo que se estaba diciendo en medio
de todo aquel alboroto. De manera que les ordenó a los soldados que
llevaran a Pablo al interior de la fortaleza (la torre Antonia). Los
soldados tuvieron que cargar a Pablo en peso por las gradas que
llevaban de la zona del Templo a la torre Antonia, debido a la
violencia de la multitud- Esta los seguía, tratando de quitarles a
Pablo y gritando (chillando en voz muy alta una y otra vez): "¡Muera!"
Estaban expresando que sólo les satisfaría su muerte. De hecho, lo
hubieran destrozado si los soldados no lo hubieran levantado y
rodeado. Cuando
los soldados llegaron a la parte superior de las escaleras y estaban
a punto de entrar en la fortaleza, la muchedumbre fue quedando atrás.
Entonces Pablo le habló en griego al tribuno. Este pareció
sorprenderse de que Pablo supiera griego, y le preguntó si no era
él el egipcio que había levantado una sedición (como
revolucionario político) y había sacado al desierto a cuatro mil
judíos fanáticos (sicarii, sicarios, "los hombres de las
dagas"), renombrados porque asesinaban a quienes se les
opusieran. Pablo
le respondió identificándose como judío y ciudadano de la
importante ciudad de Tarso. Entonces le pidió permiso para hablarle
al pueblo. Cuando le fue concedido, se le permitió ponerse de pie
en las gradas. Pablo hizo señal con la mano de que quería hablar,
logró la atención de la multitud y de pronto se hizo un gran
silencio. Luego, Pablo comenzó a hablarles en lengua hebrea. Generalmente
se considera que el texto habla del arameo, la lengua que los judíos
trajeron al regresar de Babilonia después de su exilio en aquel
lugar en el siglo sexto a.C. Pero hay algunas evidencias de que los
judíos de Jerusalén tenían a timbre de orgullo ser capaces de
usar el hebreo antiguo (bíblico). También leían la Biblia primero
en hebreo en las sinagogas todas las semanas antes de parafrasearla
en arameo, de manera que todos estarían familiarizados con el
hebreo bíblico. Sin embargo, puesto que podrían entender ambos
idiomas, no está claro a cuál se hace referencia aquí. En algunos
pasajes del Nuevo Testamento, la palabra "hebreo" es usada
para referirse al arameo, lengua estrechamente relacionada con él
que era usada en la mayoría de los hogares de Palestina.
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