Bienvenido | Inscripciones | Orientación | Donar al seminario - su ofrenda hace este ministerio posible | |
![]() |
Seminario Reina Valera
|
|
![]() |
![]() |
3. Hechos 4, 5![]() Hechos Apostólicos es un estudio de la Edad Apostólica de la iglesia cristiana temprana. Es la continuación milagrosa de la obra de Jesús en el primer siglo, a través de la obra del Espíritu Santo y su iglesia. Presenta el ministerio de Pedro, de los doce apóstoles y de Pablo de Tarso, en su cumplimiento de la Gran Comisión desde el Día de Pentecostés hasta llevar el evangelio a Roma, el capital del mundo. 5. Capítulo
04
Mientras
Pedro y Juan estaban aún hablando, los sacerdotes (jefes de los
sacerdotes), el jefe de la guardia del Templo (el sacerdote
siguiente en rango al sumo sacerdote), que mandaba la guardia del
Templo, formada por levitas escogidos, y un grupo de sus partidarios
saduceos, fueron y les echaron mano de forma súbita e inesperada.
Como señala el versículo 3, ya era tarde (alrededor de la caída
del sol), y como el milagro tuvo lugar alrededor de las 3 p.m-,
Pedro y Juan habían estado habiéndole a la multitud unas tres
horas. Sin duda alguna, les explicaron más el evangelio completo, y
es probable que tuvieran tiempo para responder las preguntas que les
hacían desde la multitud. El Arresto De Pedro Y De Juan (4:1-4) Hablando ellos al pueblo, vinieron sobre ellos los
sacerdotes con el jefe de la guardia del templo, y los saduceos,
resentidos de que enseñasen al pueblo, y anunciasen en Jesús la
resurrección de entre los muertos. Y les echaron mano, y los
pusieron en la cárcel hasta el día siguiente, porque era ya tarde-
Pero muchos de los que habían oído la palabra, creyeron; y el número
de los varones era como cinco mil. El
sumo sacerdote era saduceo, como muchos de los sacerdotes de Jerusalén.
Se proclamaban religiosos, pero no aceptaban las tradiciones de los
fariseos, ni consideraban que los libros profetices del Antiguo
Testamento o los Escritos (la tercera división del canon hebreo)
estuvieran en el mismo nivel que la Ley (la Torah, el Pentateuco).
También negaban la existencia de ángeles y espíritus y decían
que no había resurrección (Hechos 23:8; Mateo 22:23). No
estaban muy entusiasmados con el milagro, pero estaban resentidos de
que hubiera una multitud tan grande alrededor de Pedro y Juan.
Estaban resentidos (molestos, muy perturbados, profundamente
enojados) porque los apóstoles anunciaran (proclamaran) en Jesús
la resurrección de entre los muertos. Pedro
estaba predicando a un Jesús resucitado, y ellos entendían que
esto servía de evidencia a la realidad de la resurrección de todos
los creyentes. Como esta enseñanza iba contra su doctrina, los
saduceos sentían que no la podían tolerar. Por
tanto, les echaron mano a Pedro y a Juan (los arrestaron) y los
tiraron a la cárcel hasta el día siguiente. Era de noche ya, muy
tarde para reunir al Sanedrín. Pero también era demasiado tarde
para impedir que el Evangelio surtiera su efecto. Muchos de los que
oyeron la Palabra, creyeron. Podemos estar seguros de que fueron
bautizados en agua muy pronto (probablemente al día siguiente), y
también en el Espíritu Santo. Se nos da un número de cerca de
cinco mil hombres. El griego se podría traducir como "se
convirtieron en cerca de cinco mil", por lo que algunos
consideran que esto quiere decir que el número total de los
creyentes era ahora de cinco mil. Pero la forma en que aparece aquí
indica que el número era tan grande que sólo contaron los hombres.
Debe haber habido también un gran número de mujeres que creyeron.
Hechos 3:9 dice que todo el pueblo vio al hombre lisiado, y 4:1, 2
indica que le estaban enseñando a todo el pueblo, tanto a hombres
como a mujeres. Se
ve con claridad que, aunque los funcionarios ya no se sentían
indiferentes ante lo que los apóstoles estaban haciendo, aún eran
tenidos en gran estima por el pueblo. Ante El Tribunal (4:5-12) Aconteció al día siguiente, que se reunieron en
Jerusalén los gobernantes, los ancianos y los escribas, y el sumo
sacerdote Anas, y Caifás Juan y Alejandro, y todos los que eran de
la familia de los sumos sacerdotes; y poniéndoles en medio, les
preguntaron: ¿Con qué potestad, o en qué nombre, habéis hecho
vosotros esto? Al
día siguiente los gobernantes (los ejecutivos o miembros oficiales
del Sanedrín, que era el Senado y Corte Suprema de los judíos),
los ancianos y los escribas (maestros de la Ley, expertos en la Ley)
que estaban en Jerusalén, tuvieron una reunión. Con ellos se
unieron específicamente Anas, Caifás, Juan, Alejandro, y todos los
demás parientes del sumo sacerdote que estaban en la ciudad en
aquel momento. Aquí
se llama sumo sacerdote a Anas. Oficialmente, fue sumo sacerdote
desde el año 6 hasta el 15 d.C. Entonces fue nombrado su hijo Jonatán
por unos tres años. Después fue hecho sumo sacerdote oficial Caifás,
yerno de Anas (18-36 d.C). Pero Anas siguió siendo el verdadero
poder detrás del trono. El pueblo no había aceptado que los
romanos lo depusieran, y todavía lo consideraba como el verdadero
sumo sacerdote. En el Antiguo Testamento, Aarón había sido
nombrado sumo sacerdote de por vida. La Ley no especificaba que los
gobernantes seculares pudieran cambiar esto. Por consiguiente, Jesús
fue llevado primero a la casa de Anas (Juan 18:13), y después a la
de Caifás (quien es probable que ocupara una parte del mismo
edificio, junto al mismo patio). Anas y Caifás, junto con algunos
familiares más de Anas, formaban en realidad una estrecha corporación
que controlaba el Templo. Es
posible que el Juan que se menciona fuera Jonatán, el hijo de Anas.
Alejandro debe haber sido uno de los dirigentes de los saduceos. Hicieron
que Pedro y Juan se pusieran de pie en medio del tribunal que se había
reunido, que era básicamente el mismo que había condenado a Jesús.
(Su lugar de reunión, según Josefo, se encontraba al oeste de la
zona del Templo.) Entonces comenzaron su interrogatorio preguntándoles
con qué (qué clase) de potestad (dynamis, gran poder) o ¿en qué
nombre (esto es, con qué autoridad) habéis hecho vosotros (plural)
esto? La
expresión "qué potestad" es usada aquí en forma
derogatoria. Estaban tratando de asustar a los discípulos, o
incluso espantarlos. Quizá recordaran la forma en que habían huido
llenos de miedo cuando Jesús había sido arrestado. El versículo
13 señala que sentían desprecio por ellos, porque no habían sido
instruidos en sus escuelas. Era
cierto. Pedro se había rebajado ante una doncella en el patio
cuando aquel mismo grupo se hallaba reunido en torno a Jesús. Pero
ahora las cosas eran diferentes. Cuando comenzó a hablar, fue lleno
del Espíritu Santo. La forma del verbo griego indica aquí una
nueva llenura. Esto no significa que hubiera perdido nada del poder
y la presencia del Espíritu que había recibido en el día de
Pentecostés. En vista de las presiones de aquella situación crítica,
el Señor simplemente había aumentado su capacidad y le había dado
esta nueva plenitud para satisfacer esta nueva necesidad de poder
para testificar. Aquí
podemos ver también una aplicación práctica de las instrucciones
y la promesa de Jesús que aparecen en Mateo 10:19, 20 y Lucas
21:12-15. No debían meditar sobre lo que habrían de hablar; el Espíritu
de su Padre Celestial hablaría en ellos y por ellos. De esta manera,
en lugar de tratar de defenderse a sí mismos, el Espíritu haría
de sus palabras un testimonio. Podemos tener la seguridad de que
Pedro y Juan durmieron tranquilamente la noche anterior, y se
levantaron renovados. Pedro,
lleno nuevamente del Espíritu, no dejó que los líderes judíos lo
amedrentaran. Tal como Pablo le diría a Timoteo (2 Timoteo 1:7),
Dios no nos ha dado un espíritu de cobardía, sino de poder, de
amor y de dominio propio (una mente que manifiesta
autodisciplina). Con cortesía, Pedro se dirigió a los miembros del
concilio llamándoles gobernantes (miembros oficiales del Sanedrín)
y ancianos. Después, en forma muy correcta, les dijo que si estaban
haciendo un examen judicial con respecto a la buena obra hecha a
favor de un ser humano débil, para saber de qué manera había sido
(y seguía estando) sano (salvado, restaurado), entonces él tenía
la respuesta. A
continuación, Pedro proclamó que en (por) el nombre de Jesús, a
quien ellos habían crucificado, y Dios había levantado de entre
los muertos, por (en) El aquel hombre estaba en presencia de ellos
sano (plenamente restaurado en su salud). ¡Qué contraste tan
notable hace Pedro entre lo que aquellos gobernantes le habían
hecho a Jesús, y lo que Dios le había hecho! Entonces
citó un pasaje que aquellos mismos jefes de los sacerdotes y
ancianos habían oído de Jesús anteriormente. En una ocasión habían
retado la autoridad de Jesús para enseñar. El les respondió con
parábolas y citó después el Salmo 118:22. (Vea Mateo 21:23, 42,
45; 1 Pedro 2:7) Sin embargo, Pedro lo hace personal. Este (enfático)
es la piedra reprobada (ignorada, despreciada) por vosotros los
edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo (esto es,
porque ha sido exaltado a la derecha del Padre). Después Pedro
explica lo que significa esto. En ningún otro hay salvación (la
salvación que ellos esperaban que trajera el Mesías no se halla en
ningún otro), porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los
hombres (seres humanos) en que podamos ser salvos." Podamos"
es una palabra enfática. Si no encontramos salvación a través del
nombre (la Persona) de Jesús, nunca la encontraremos. De
esta forma, la sanidad del hombre cojo sirvió de testimonio de que
Jesús es el único Salvador. Los líderes judíos no creían que
Jesús sirviera para nada; sin embargo. Dios lo había elevado a un
valor único y supremo. En Él, como lo muestra también el capítulo
53 de Isaías, está la salvación prometida. Sólo hay una salvación;
sólo un camino (Hebreos 10:12-22). Nunca habrá otro Mesías
enviado por Dios, ni tampoco otro Salvador. Muchos
han afirmado ser mesías o salvadores; muchos han presentado otros
caminos de salvación. Pero todos ellos se hallan en oposición a
nuestro Señor Jesucristo. Sólo tenemos una decisión que hacer
cuando nos enfrentamos a las afirmaciones de Cristo: podemos
aceptarlo o rechazarlo. Otros caminos que quizá parezcan derechos,
sólo pueden conducir a la destrucción (Proverbios 14:12; Mateo
7:13). No
es popular ser tan exclusivista. La mayoría de los no creyentes que
no son ateos quisieran pensar que hay muchas maneras de encontrar a
Dios. Algunas sectas hasta tratan de combinar lo que ellos suponen
que hay de bueno en diversas religiones. Pero todo esto es en vano.
Dios ha rechazado todos los demás caminos. Sólo en Cristo hay
esperanza. Esto es lo que pone la pesada responsabilidad de la Gran
Comisión sobre nuestros hombros. Si hubiera alguna otra forma de
salvarse, nos podríamos permitir tomar las cosas con calma. Pero no
hay esperanza para nadie lejos de la salvación por medio de
Cristo. Pedro Y Juan Hablan Valientemente (4:13-22) Entonces viendo el denuedo de Pedro y de Juan, y
sabiendo que eran hombres sin letras y del vulgo, se maravillaban; y
les reconocían que habían estado con Jesús. Viendo al hombre que
había sido sanado, que estaba en pie con ellos, no podían decir
nada en contra. Entonces les ordenaron que saliesen del concilio; y
conferenciaban entre sí, diciendo: ¿Qué haremos con estos
hombres? Porque de cierto, señal manifiesta ha sido hecha por ellos,
notoria a todos los que moran en Jerusalén, y no lo podemos negar.
Sin embargo, para que no se divulgue más entre el pueblo, amenacémosles
para que no hablen de aquí en adelante a hombre alguno en este
nombre. Y llamándolos, les intimaron que en ninguna manera hablasen
ni enseñasen en el nombre de Jesús. Los
sacerdotes y ancianos se maravillaban (se asombraban) al ver el
denuedo (libertad para hablar) de Pedro y Juan, especialmente porque
se daban cuenta de que eran hombres sin letras (sin instrucción, en
el sentido de no haber asistido a una escuela rabínica, ni haberse
sentado ante un gran rabí como Gamaliel) y del vulgo (hombres no
profesionales, laicos). Esto no quiere decir que fueran personas
totalmente iletradas. Ellos habían asistido a las escuelas de la
sinagoga en sus pueblos natales, pero no eran maestros profesionales,
ni conferencistas entrenados, como los escribas y los doctores. Los
laicos de ordinario no hablaban con esa autoridad. Debe
haber sido difícil para Pedro y Juan enfrentarse a semejante
presunción. Pero la clave de su denuedo y su libertad para hablar
era, por supuesto, que habían sido llenos del Espíritu nuevamente.
El fue quien les dio las palabras que debían decir. Entonces,
algo más estremeció a estos líderes judíos. La expresión
"les reconocían" no significa que les hacían más
preguntas. El griego significa más bien simplemente que fueron
reconociendo de forma gradual que habían estado con Jesús. Quizá
las palabras de Pedro les trajeran a la memoria lo que Jesús había
dicho. A medida que pensaban en su enfrentamiento con Jesús, iban
recordando que El tenía discípulos consigo. Ahora reconocían que
Pedro y Juan se hallaban entre ellos. Jesús
también había hablado con autoridad. Deben haber estado asombrados,
porque creían que se librarían de Jesús crucificándolo. Pero
ahora los discípulos, entrenados por El, hablaban de la misma
forma. Jesús había hecho milagros como señales. Ahora los apóstoles
estaban haciendo lo mismo. A
continuación, los ancianos se enfrentaron con algo más. El hombre
que había sido sanado se hallaba allí de pie, junto a Pedro y a
Juan. De pronto, los sacerdotes y los ancianos se hallaron sin nada
más que decir. ¿Qué podían decir contra un milagro así? Entonces
los dirigentes les ordenaron a Pedro y a Juan que saliesen del
concilio (el Sanedrín), esto es, del cuarto donde se estaban
reuniendo. Después los líderes del Sanedrín conferenciaban entre
sí. No sabían qué hacer con Pedro y Juan. No podían negar que
una señal manifiesta (una obra reconocida como sobrenatural) había
sido hecha por (a través de) ellos, y se hallaba ante la vista de
todos los habitantes de Jerusalén. Esto
podría implicar que ellos no negaban la resurrección de Jesús. Lo
que les molestaba era el hecho de que los apóstoles la estuvieran
usando para enseñar que había una resurrección futura para todos
los creyentes. Anteriormente, para salir de este problema, habían
sobornado a los soldados para que dijeran que el cuerpo de Jesús
había sido robado (Mateo 28:12, 13). Aún hoy hay algunos que
discuten que las mujeres y los discípulos fueron a mirar a una
tumba equivocada. Pero las mujeres se habían fijado bien en dónde
colocaban a Jesús (Lucas 23:55). En realidad, estos dirigentes judíos
no eran tontos ni tenían nada de simples. Sabían lo difícil que
es deshacerse de un cuerpo. Por lo tanto, hubieran realizado una búsqueda
intensiva del cuerpo si no hubieran sabido que El había resucitado
de entre los muertos. Pero para ser salvo hace falta más que creer
con la cabeza o aceptar mentalmente la verdad de la resurrección de
Cristo (Romanos 10:9, 10). Puesto
que no tenían forma lógica de replicarles a Pedro y a Juan,
decidieron que el mejor curso de acción era suprimir su enseñanza
sobre Jesús y la resurrección. Sabían que no podrían sobornar a
los discípulos. Por consiguiente, los amenazarían para que no
hablasen más en este nombre (basados en él) a nadie. Cuando
hicieron regresar al cuarto a Pedro y a Juan, les ordenaron que no
hablaran (no abrieran la boca ni dijeran una sola palabra) en
ninguna manera o enseñaran en el nombre de Jesús. Pero estas
amenazas no intimidaron a los dos apóstoles. Cortés, pero
firmemente, volvieron a poner en ellos la responsabilidad: les
pidieron a los dirigentes judíos que juzgaran (o decidieran) si era
justo delante de Dios oírlos a ellos y no a El. Entonces declararon
valientemente que no podían dejar de hablar sobre lo que habían
visto y oído. Los
miembros del Sanedrín querían encontrar alguna forma de castigar a
Pedro y a Juan. De hecho, lo que se sugiere es que trataron por
todos los medios. Pero no pudieron por causa del pueblo. Todos
estaban glorificando a Dios por lo que se había hecho,
especialmente porque este hombre que había nacido lisiado, ya tenía
más de cuarenta años. Debido a esto, se limitaron a añadir más
amenazas a sus advertencias anteriores y los dejaron ir. Esto
fue un gran error por parte de ellos, porque le hizo saber al pueblo
que Dios podía librar del Sanedrín. Dio a conocer que los
dirigentes judíos no tenían acusación que hacerles a estos apóstoles,
ni tenían forma alguna de refutar su mensaje. Un Denuedo Renovado (4:23-31) Y puestos en libertad, vinieron a los suyos y contaron
todo lo que los principales sacerdotes y los ancianos les habían
dicho. Y ellos, habiéndolo oído, alzaron unánimes la voz a Dios,
y dijeron: Soberano Señor, tú eres el Dios que hiciste el cielo y
la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay; que por boca de David
tu siervo dijiste: Tan
pronto como fueron dejados en libertad, Pedro y Juan regresaron a
los suyos (los creyentes que estaban reunidos, y seguramente estaban
orando por ellos). Allí relataron todo lo que el sumo sacerdote y
los ancianos les habían dicho, sin callarse nada. Ellos
reaccionaron alzando su voz (aquí voz es singular, con lo
que se indica que oraron al unísono) unánimes, con un mismo propósito,
en oración a Dios. Sin embargo, es probable que la oración que
recoge aquí la Biblia haya sido hecha por uno de ellos que actuara
como vocero de todos. Podemos
aprender mucho de esta oración. En primer lugar, como es el caso de
la mayoría de las oraciones de la Biblia, reconocieron quién es
Dios. Se dirigieron a El cómo Señor (una palabra distinta de la
usada en los demás lugares de la Biblia, que significa Dueño,
Propietario, Soberano). Después reconocieron que sólo El es Dios,
el Creador del universo y de todo lo que hay en él. A
continuación, fundaron su petición en la Palabra inspirada de Dios
hablada por el Espíritu por medio de la boca de David. También la
mayoría de las oraciones de la Biblia se fundamentan en la Palabra
de Dios que ya ha sido dicha. En el Salmo 2:1, 2, vieron Palabra del
Señor que se había cumplido en la oposición de estos líderes judíos.
El salmo habla de los paganos (la naciones, los gentiles) que se
amotinan, y los pueblos (plural) que piensan (planean, elaboran)
cosas vanas (vacías, tontas, ineficaces). Los reyes de la tierra y
sus príncipes que se reúnen contra el Señor y su Cristo (su Mesías,
su Ungido) son también gentiles. De esta manera, esta oración
inspirada por el Espíritu reconocía que los dirigentes judíos se
hallaban en la misma categoría que las naciones extranjeras que
siempre se estaban amotinando, puesto que siempre estaban
conspirando contra Dios y contra Jesús. Hay un precedente para esto
en los profetas del Antiguo Testamento, que algunas veces usaron la
palabra goi (gentil) para Israel, porque se había apartado
de Dios. Herodes
(Herodes Antipas), Pilato, los gentiles y el pueblo (pueblos) de
Israel, se habían reunido realmente (en forma hostil) contra Jesús,
el santo Hijo de Dios. Como anteriormente, santo Hijo significa
el Siervo dedicado y consagrado del Señor (como en Isaías 52:13 a
53:12). Sin embargo, sólo podían hacer lo que la mano de Dios (esto
es, el poder de Dios) y su consejo habían determinado antes (limitado
de antemano) que sucediera. A pesar de esto, eran responsables de
sus obras, porque habían decidido realizarlas libremente. En
tercer lugar, los creyentes fundaron su petición en lo que Dios había
hecho a través de Jesús. La mano de Dios tenía dominio sobre la
situación cuando permitió la muerte de Jesús. El era
verdaderamente el Siervo de Dios que había realizado la voluntad
divina a favor de ellos. Podían ahora acercarse a Dios fundándose
en lo que había sido cumplido a cabalidad a través de su muerte y
resurrección (1 Corintios 1:23, 24; 3:11; 2 Corintios 1:20). Su
petición era que el Señor mirara ahora las amenazas del Sanedrín
y les diera a sus siervos (esclavos) oportunidades para seguir
hablando su Palabra con todo denuedo (y libertad de palabra). Es
probable que se sintieran menos seguros ahora, después de haberse
marchado del tribunal, que cuando estaban allí; por eso sentirían
que necesitaban un denuedo renovado. Aun después de una victoria
espiritual, es posible que Satanás nos insinúe que somos tontos;
necesitamos orar para que nuestro valor siga en pie. También
Abraham sintió temor durante la noche que siguió a su valiente
testimonio ante el rey de Sodoma; Dios llegó a tranquilizarlo y
darle nueva seguridad (Génesis 15:1). ¿Qué
oportunidades tendrían? La sanidad del hombre cojo sólo era el
principio. Habría muchas oportunidades más que Dios les
proporcionaría al extender su mano para realizar sanidades, señales
y prodigios que serían hechos por medio del nombre de su santo Hijo
(siervo) Jesús.10 De
esta forma oraron pidiendo valor para seguir haciendo lo mismo que
había provocado su arresto y las amenazas del Sanedrín. No querían
los milagros por ellos mismos, sin embargo, sino como oportunidades
para predicar el Evangelio y como señales para que el pueblo
reconociera que era cierto que Jesús había resucitado de entre los
muertos. Después
de que ellos oraron, el lugar donde estaban reunidos fue sacudido (por
el Espíritu, y no por un terremoto), lo cual señala un poderoso
acto de Dios. Al mismo tiempo, todos ellos fueron llenos del Espíritu
Santo, y en su poder, todos siguieron hablando la Palabra de Dios
con denuedo (y libertad de palabra). Esta obra del Espíritu fue tan
grande como los milagros. El
texto griego señala de nuevo que fueron llenos del Espíritu.
Algunos escritores discuten que sólo los nuevos convertidos (los
cinco mil mencionados en 4:4) fueron llenos en este momento. Pero el
griego no permite sostener esto. Todos los creyentes, incluso los apóstoles,
recibieron esta nueva plenitud para poder enfrentarse a la necesidad
continua que tenían y a las presiones que se ejercían sobre ellos.
El Espíritu Santo llena de nuevo repetidas veces a los creyentes
todos, como parte de las cosas maravillosas que Dios tiene
dispuestas para ellos. Abundante Gracia (4:32-37) Y la multitud de los que habían creído era de un
corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que
poseía, sino que tenían todas las cosas en común. Y con gran
poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor
Jesús, y abundante gracia era sobre todos ellos. Así que no había
entre ellos ningún necesitado; porque todos los que poseían
heredades o casas, las vendían, y traían el precio de lo vendido,
y lo ponían a los pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno
según su necesidad. Entonces José, a quien los apóstoles pusieron
por sobrenombre Bernabé (que traducido es. Hijo de consolación),
levita, natural de Chipre, como tenía una heredad, la vendió y
trajo el precio y lo puso a los pies de los apóstoles.
El
número de creyentes era cada vez mayor, y seguían teniendo un
corazón y un alma. Esto es, formaban una comunidad de creyentes que
estaban unánimes, con unidad de pensamiento, de intenciones y de
deseos. Ninguno de ellos decía: "Lo que tengo es mío, y tengo
miedo de que lo pueda necesitar." En cambio, sentían amor y
responsabilidad los unos por los otros, y compartían todas las
cosas. Dios satisfacía sus necesidades, y ellos creían que El lo
seguiría haciendo. La misma actitud que había surgido después de
que habían sido llenos del Espíritu por primera vez en el día de
Pentecostés, seguía prevaleciendo (Hechos 2:44, 45). Tampoco ahora
se obligaba a nadie. Lo compartían todo, simplemente como expresión
de su amor y su unidad de pensamiento y de corazón en el cuerpo único
de Cristo. (Compare con Calatas 6:10.)" Al
mismo tiempo, los apóstoles seguían dando testimonio de la
resurrección del Señor Jesús. Pero la obra del Espíritu no
estaba limitada a los apóstoles, porque abundante gracia era sobre
todos los creyentes. El
versículo 34 muestra cómo se expresaba esta gracia. No había
entre ellos ningún necesitado, porque todos los que eran dueños de
tierras o de casas, las estaban vendiendo, e iban trayendo el precio
de lo que vendían. Aquí el texto griego no quiere decir que todos
vendieran sus propiedades inmediatamente. Más bien, que de vez en
cuando se hacía esto, a medida que el Señor les llamaba la atención
sobre las necesidades. Entonces ponían el dinero a los pies de los
apóstoles (y bajo su autoridad), y ellos distribuían a cada uno en
proporción a su necesidad. Después
de esta afirmación general. Lucas nos da un ejemplo específico,
escogido porque les sirve de fondo a los sucesos con los que
comienza el capítulo siguiente. José,
a quien los apóstoles le habían puesto el sobrenombre (le habían
dado el nombre adicional) de Bernabé, vendió un campo, trajo el
dinero y lo puso a los pies de los apóstoles. No
queda en claro si se le dio este nombre por lo que hizo en aquel
momento, o por sus obras anteriores. Por lo que vemos posteriormente
en Bernabé, tenía una personalidad que cuadraba en el significado
de ese sobrenombre, "hijo de consolación" (o de exhortación,
de ánimo). La expresión "Hijo" era usada con frecuencia
en hebreo y en arameo para señalar el carácter o la naturaleza de
una persona. El nombre Bernabé se deriva probablemente de una frase
aramea que significa "hijo de la profería o de la exhortación".
Tuvo éxito. Nunca se le vuelve a llamar José. Bernabé
era un levita de Chipre, la gran isla que se halla frente a la costa
sur del Asia Menor. Fue un buen ejemplo de los que se preocupan por
los creyentes necesitados, y también de mayordomía cristiana.
6. Comentario
a Hechos de los Apóstoles Con
el ejemplo de Bernabé ante ellos, dos miembros de la comunidad de
creyentes conspiraron para conseguir el mismo tipo de atención que
se le daba a él. Aquí se indica claramente que eran creyentes que
gozaban de las bendiciones de Dios. Sabían lo que era ser llenos
del Espíritu. Escuchaban la enseñanza de los apóstoles, veían
los milagros y compartían la comunión. Es
evidente que estaban algo celosos de Bernabé, especialmente porque
no era oriundo de la ciudad. De manera que ellos también, como había
hecho él, vendieron una tierra, una parcela de terreno. Pero en
todo lo demás, lo que hicieron contrastaba fuertemente con lo hecho
por él. Un
Rápido Juicio (5:1-10) "Pero
cierto hombre llamado Ananías, con Safira su mujer, vendió una
heredad, y sustrajo del precio, sabiéndolo también su mujer; y
trayendo sólo una parte, la puso a los pies de los apóstoles. Y
dijo Pedro: Ananías; ¿por qué llenó Satanás tu corazón para
que mintieses al Espíritu Santo, y sustrajeses del precio de la
heredad? Ananías
se guardó para sí parte del precio. Safira lo sabía, y por tanto
estaba de acuerdo con él y era igualmente culpable. Después, trajo
parte de él y la puso a los pies de los apóstoles, dando la
impresión de que había hecho lo mismo que Bernabé. Pedro,
actuando como representante y vocero de los doce apóstoles, supo de
inmediato lo que había hecho. No tenía espías que le reportaran
las cosas, pero tenía al Espíritu Santo. Quizá esto le fuera
revelado a través de uno de los dones de revelación, como la
Palabra de Sabiduría o la Palabra de Ciencia. Le
preguntó a Ananías por qué Satanás (el Satanás, el Adversario)
había llenado su corazón para que le mintiese al Espíritu
Santo y se guardara para sí parte del precio del campo. La pregunta
"¿Por qué?" llama la atención sobre el hecho de que su
acción era voluntaria; no había excusa para lo que habían hecho.
Antes de venderlo, había seguido siendo suyo, y no los estaban
obligando a venderlo. Después de venderlo, todavía se hallaba en
su poder (autoridad). No había nada que los obligara a darlo todo.
Lo que él había concebido en su corazón era una mentira, no para
engañar a los hombres, sino a Dios. Satanás
se hallaba detrás de lo que hicieron Ananías y Safira. Parece que
a causa de su celo, falta de fe y amor por el dinero, el Espíritu
del Señor había sido contristado, y ellos estaban en malas
relaciones con Dios. Estas cosas no sucedieron de un día para otro.
Pero en el instante en que habían conspirado juntos. Satanás había
llenado sus corazones (su ser interior entero) y no había lugar
para que el Espíritu Santo permaneciera allí. Podían
haber resistido a Satanás (Santiago 4:7). Pero dejaron que el
orgullo, el amor propio y el amor al dinero los poseyeran. El amor
al dinero es la raíz de todos (todas las clases de) males (1
Timoteo 6:10). O sea, que una vez que el amor al dinero toma posesión
de una persona, no hay mal que no pueda o no esté dispuesta a hacer.
Cuando es el amor al dinero lo que la controla, una persona hace
cosas que de otra manera nunca hubiera hecho, incluyendo el
asesinato y todas las demás clases de pecado. También se ve
claramente que si una persona está llena de amor al dinero, no
puede amar a Dios (Mateo 6:24). Guardarse
parte del precio de la heredad era también una señal de falta de
fe y de confianza plena en Dios. Posiblemente tenían temor de que
la Iglesia se desplomara, y pensaban que era mejor que guardaran una
buena parte en caso de que esto sucediera. También
se ve claro que al mentirle al Espíritu Santo, que era el que
guiaba a la Iglesia, a los creyentes y a los apóstoles, le estaban
mintiendo a Dios. Esta comparación de los versículos 3 y 4 hace
ver con claridad que el Espíritu Santo es una Persona divina. Mientras
Ananías todavía estaba oyendo a Pedro, "cayó y expiró".
Esto es, exhaló el último suspiro. Esto podrá parecer un castigo
muy severo. Ciertamente lo fue. Pero Dios realizó este juicio al
principio de la historia de la Iglesia, para que la Iglesia supiera
lo que El piensa de la falta de fe, la codicia y la hipocresía egoísta
que le miente a El mismo. (Vea 1 Pedro 4:17.) En los tiempos de los
comienzos. Dios es más severo con frecuencia. Cuando los hijos de
Aarón ofrecieron fuego extraño (extranjero, pagano) ante el Señor,
salió fuego del Santo de los Santos y los quemó (Levítico 10:1,
2). Después de aquello, el pueblo fue más cuidadoso al acercarse a
Dios, en cuanto a la forma en que El quería que se hicieran las
cosas. Cuando
Israel entró por primera vez en la tierra prometida, Acán fue
tomado como ejemplo (Josué 7). El primer intento de David para
trasladar el arca, fue usando una carreta, como lo habían hecho los
filisteos. Hubo una muerte a consecuencia de ello. La segunda vez,
tuvo buen cuidado de transportarla a hombros de los levitas, como
Dios lo había ordenado. Debemos
destacar también que la mentira de Ananías era premeditada. Cuando
él murió, vino un gran temor (terror y espanto) sobre todos los
que lo oyeron. Sabían ahora que el Espíritu Santo tenía gran
poder. El es ciertamente santo, y no da buenos resultados mentirle.
No hay duda de que aquello evitó que otros cometieran el mismo tipo
de pecado. No
se esperaba mucho tiempo para enterrar a las personas en aquellos días.
Según las costumbres, los jóvenes4 lo envolvieron rápidamente
en una sábana de lino, lo sacaron de la dudad y lo enterraron. Unas
tres horas más tarde entró Safira, sin saber lo que le había
sucedido a su esposo. Es evidente que iba en busca de elogios y
alabanza. Pedro respondió a sus miradas inquisitivas preguntándole
si ella y su esposo habían vendido la tierra por la cantidad que él
había traído. Así le estaba dando una oportunidad para confesar
la verdad. Pero ella mintió también. Pedro
fue igualmente severo con ella. Su pregunta indicaba claramente que
sabía que ella y su esposo se habían puesto de acuerdo para tentar
al Espíritu Santo (ponerlo a prueba). Deliberadamente, estaban
tratando de ver lo lejos que podían llegar en su desobediencia sin
provocar la ira de Dios. (Compare con Éxodo 17:2; Números 15:30,
31; Deuteronomio 6:16; Lucas 4:12.) Entonces
Pedro le llamó la atención sobre los pies de los jóvenes que
entraban por la puerta y regresaban de enterrar a su esposo. Ellos
la llevarían a ella también. De esta forma, por el mismo tipo de
milagro de juicio divino, Safira cayó de inmediato a los pies de
Pedro y expiró. Entonces llegaron los jóvenes, la encontraron
muerta, la sacaron y la enterraron junto a Ananías. (Es probable
que los pusieran en un nicho dentro de una tumba, ya fuera en una
cueva o en una tumba cavada en el costado de una colina.) Purificada y Creciente (5:11-16) "Y vino gran temor sobre toda la iglesia, y sobre todos los que
oyeron estas cosas. Y por la mano de los apóstoles se hadan muchas
señales y prodigios en el pueblo; y estaban todos unánimes en el pórtico
de Salomón. De los demás, ninguno se atrevía a juntarse con ellos,
mas el pueblo los alababa grandemente. Y los que creían en el Señor
aumentaban más, gran número así de hombres como de mujeres; tanto
que sacaban los enfermos a las calles, y los ponían en camas y
lechos, para que al pasar Pedro, a lo menos su sombra cayese sobre
alguno de ellos. Y aun de las ciudades vecinas muchos venían a
Jerusalén, trayendo enfermos y atormentados de espíritus inmundos;
y todos eran sanados". Una
vez más se insiste en que un gran temor vino sobre toda la Iglesia,
y sobre todos los que oyeron estas cosas. Pero el temor era un temor
santo, y no dividió a la Iglesia ni fue obstáculo para la obra de
Dios. Algunas personas tienen la idea de que debemos rebajar las
exigencias de Dios para que la Iglesia pueda progresar en el mundo
de hoy. Sin embargo, esto nunca ha sido cierto. La Iglesia siempre
se ha fortalecido cuando ha logrado tener visión de la santidad de
Dios. Los
apóstoles continuaron llenos del Espíritu y de poder y haciendo
muchas señales milagrosas y prodigios sobrenaturales. Estos
milagros nunca fueron hechos por exhibición. Al contrario, todos
servían para mostrar la verdad del Evangelio y el hecho de que Jesús
tenía interés en los suyos y en sus necesidades. La
Iglesia también continuó unánime, reuniéndose diariamente a las
horas de oración en el pórtico de Salomón en el Templo (y
probablemente llenando también el patio del Templo que se hallaba
junto a ella). El temor que había surgido a consecuencia de la
muerte de Ananías y Safira, afectó también a los no creyentes, de
tal manera que ninguno de ellos se atrevía a juntarse con ellos.
Esto es, los no creyentes no se atrevían a mezclarse con la
muchedumbre de los creyentes y fingir que eran del grupo (quizá por
curiosidad o quizá en la esperanza de recibir parte de las
bendiciones). Sin
embargo, esto no significa que el crecimiento de la Iglesia se
hiciera más lento. Cuando el pueblo vio cómo Dios trataba el
pecado en medio de los creyentes, se dio cuenta de que la Iglesia
toda estaba agradando a Dios y tenía altas normas de honradez y
justicia. Por esto la alababa grandemente. El resultado cierto fue
que se añadían cada vez más creyentes al Señor (al Señor Jesús,
y no sólo a la Iglesia como cuerpo externo), gran número (multitud)
tanto de hombres como de mujeres. Se ha sugerido que el número de
creyentes era superior a los diez mil en aquellos momentos. Como
los creyentes confiaban en el Señor, traían a los enfermos (entre
ellos los lisiados, los cojos y los débiles), los sacaban a las
calles (a las calles anchas o a las plazas públicas) y los ponían
en camas (reclinatorios, literas) y (lechos colchones, mantas), para
que cuando Pedro pasase, al menos su sombra cubriera a algunos de
ellos. Es decir, creían que el Señor honraría la fe de Pedro y la
de ellos, aun si Pedro no podía detenerse para imponer manos sobre
cada uno de ellos. La
noticia de lo que Dios estaba haciendo se corrió por los poblados
circundantes de la Judea. Pronto, debido a su fe recién
descubierta, comenzó a llegar una multitud procedente de aquellos
poblados, trayendo a los enfermos (aquí se incluyen los enfermos,
los débiles, los cojos y los lisiados) y a los atormentados
(vejados, molestados) de espíritus inmundos.7
Probablemente todos ellos, incluyendo los del versículo 15, fueran
sanados. Aquel momento era una circunstancia critica en la historia
de la Iglesia, y Dios hacía cosas especiales. El Arresto De Los Doce Apóstoles (5:17-26) "Entonces levantándose el sumo sacerdote y todos los que estaban
con él, esto es, la secta de los saduceos, se llenaron de celos; y
echaron mano a los apóstoles y los pusieron en la cárcel pública.
Mas un ángel del Señor, abriendo de noche las puertas de la cárcel
y sacándolos, dijo: Id, y puestos en pie en el templo, anunciad al
pueblo todas las palabras de esta vida. Habiendo oído esto,
entraron de mañana en el templo, y enseñaban. Una
vez más, los saduceos del lugar, entre los cuales estaban el sumo
sacerdote y sus amigos más cercanos, estaban molestos. Esta vez,
estaban llenos de indignación. La palabra griega (zelóo)
puede significar celo o entusiasmo en buen sentido, o puede
significar también la peor forma de celos. No es fácil ver cómo
se usa esta palabra aquí. También implica espíritu partidista y
celo por sus enseñanzas saduceas contra la resurrección. Podemos
estar seguros de que detestaban ver que las multitudes se reunían
alrededor de los apóstoles. Aquella
indignación celosa hizo que los saduceos se levantaran (se pusieran
en acción), arrestaran a los apóstoles y los echaran a la cárcel
pública. En realidad, lo que hay aquí es un adverbio que significa
"públicamente". Esto es, aquello fue hecho delante de una
multitud que miraba. Es evidente que los sacerdotes y los saduceos
se sentían desesperados. Esta vez se atrevieron a arriesgar la
desaprobación de la muchedumbre. Durante
la noche, un ángel (el griego no tiene el artículo determinado
"el") del Señor abrió las puertas de la prisión y les
dijo a los apóstoles que fueran, y puestos de pie en el Templo,
anunciaran al pueblo todas las palabras de esta vida, esto es, las
palabras que le dan vida a todo aquel que crea. (Vea Juan 6:68.) El
Evangelio es más que una filosofía o un conjunto de preceptos. Por
medio de la obra del Espíritu Santo, es capaz de dar vida. Debido
al mandato del ángel, entraron de mañana (al amanecer) en el
Templo y comenzaron a enseñar en público. Esto debe haber
asombrado a los que habían visto que los habían arrestado y echado
a la cárcel la noche anterior. También les debe haber ayudado a
ver que Dios seguía con los apóstoles, y apoyando su mensaje. Aquella
misma mañana, algo más tarde, el sumo sacerdote y los que estaban
con él, convocaron al concilio (el Sanedrín). Se identifica con más
claridad a este concilio como el conjunto o Senado de todos los
ancianos de los hijos de Israel.8 Esta expresión parece
significar que los setenta miembros se hallaban presentes. También
está diciendo implícitamente que en la ocasión anterior, cuando
Pedro y Juan fueron arrestados (y en otras ocasiones, como en el
juicio de Jesús), sólo se había llamado a los que eran saduceos
controlados por el sumo sacerdote. Como eran la mayor parte del
Sanedrín, constituían quorum. Pero esta vez, como sabían
que iban en contra de la mayoría del pueblo de Jerusalén,
reunieron todo el concilio, esperando que estuviera de acuerdo con
su decisión y apoyara el castigo a los apóstoles. Cuando
enviaron a los alguaciles (sirvientes, ayudantes) a la prisión para
buscar a los apóstoles, no estaban allí. Al regresar, los
alguaciles les reportaron que habían encontrado la prisión todavía
cerrada con toda seguridad, o sea, con las puertas todavía
firmemente cerradas, y con los guardas de pie junto a las puertas.
Pero, cuando abrieron las puertas, no encontraron nadie dentro. Estas
palabras hicieron que el sumo sacerdote y los que estaban con él
sintieran una duda (y turbación) que les preocupaba, y se
preguntaran en qué vendría a parar aquello. (Aquí se traduce una
forma de la palabra griega que se traduce por convertirse,
suceder.) También significa que se preguntaban y se preocupaban
sobre que sucedería después. En
aquel momento llegó alguien y les informó que los hombres que debían
estar en prisión, se hallaban en el Templo de pie, enseñándole al
pueblo pública y abiertamente. Entonces el jefe de la guardia
(comandante de la guardia del Templo) fue con los alguaciles
(sirvientes, ayudantes del Templo) y trajo a los Doce sin violencia
(sin uso de fuerza). Fueron cuidadosos, porque tenían miedo de que
el pueblo se les rebelara y los apedreara. Había tenido que tratar
con multitudes anteriormente y sabían lo que el espíritu y la
violencia de las masas puede hacer. Por
supuesto que, en realidad, no tenían necesidad de usar fuerza. Los
apóstoles fueron voluntariamente, aunque sabían también que no
tenían más que decir una palabra, y la multitud habría apedreado
a aquellos alguaciles por blasfemadores de los siervos de Dios y
enemigos suyos. Sin embargo, no hay duda de que los apóstoles tenían
la esperanza de que aquel arresto se convertiría en otra
oportunidad para dar testimonio de su Mesías y Salvador. El Veredicto: ¡Matarlos! (5:27-33) "Cuando los trajeron, los presentaron en el concilio, y el sumo
sacerdote les preguntó, diciendo: ¿No os mandamos estrictamente
que no enseñaseis en ese nombre? Y ahora habéis llenado a Jerusalén
de vuestra doctrina, y queréis echar sobre nosotros la sangre de
ese hombre. Respondiendo Pedro y los apóstoles, dijeron: Es
necesario obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de
nuestros padres levantó a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándole
en un madero. A éste. Dios ha exaltado con su diestra por Príncipe
y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados.
Y nosotros somos testigos suyos de estas cosas, y también el Espíritu
Santo, el cual ha dado Dios a los que le obedecen. Ellos, oyendo
esto, se enfurecían y querían matarlos". El
sumo sacerdote prefirió no preguntarles a los discípulos cómo había
salido de la prisión. Obviamente, se trataba de algo sobrenatural,
y posiblemente no quisiera oír hablar de ángeles, puesto que no
creía en ellos. Por esto, comenzó por preguntarles a los apóstoles
si el Sanedrín no les había mandado estrictamente que no enseñasen
en ese nombre (una referencia despectiva al nombre de Jesús). Después
los acusó de llenar a Jerusalén con su doctrina (enseñanza), y de
querer echar sobre los dirigentes judíos "la sangre de ese
hombre". La
afirmación de que habían llenado a Jerusalén con sus enseñanzas
era una gran admisión de la eficacia que tenía el testimonio de
los apóstoles. No obstante, el sumo sacerdote entendió mal sus
intenciones, probablemente porque, a pesar de sí mismo, se sentía
culpable por lo que se había hecho con Jesús. De manera que la
declaración de que los apóstoles querían vengar en ellos la
muerte de Jesús, no era más que una simple calumnia y era
completamente falsa. Pedro
y los apóstoles (siendo Pedro el vocero de todos) no pidieron
disculpas. Sin dudar un instante, respondieron: "Es necesario
obedecer a Dios antes que a los hombres (los seres humanos)." "Obedecer"
es aquí una palabra usada para expresar la obediencia a alguien
que se halla en autoridad, como en Tito 3:1. Al estar conscientes de
la autoridad de Cristo, estaba diciendo el equivalente a:
"Tenemos que obedecer." Anteriormente, en Hechos 4:19,
dijeron: "Juzgad." Pero el Sanedrín no juzgó que los apóstoles
tenían una necesidad dispuesta por Dios, de esparcir el Evangelio.
Por tanto, ahora ellos tenían que declararse con toda fortaleza. Pedro
no dudó en recordarles cómo el Dios de sus padres (el Dios que
guarda su pacto, el Dios que le había hecho la promesa a Abraham)
resucitó a Jesús. Después, una vez más, hizo un contraste entre
la forma en que Dios trató a Jesús y la forma en que los
dirigentes judíos lo trataron, colgándolo de un madero. Contrariamente
a lo que ellos temían, los apóstoles no deseaban, ni Dios tenía
la intención de castigarlos por esto. Más bien. Dios había
exaltado a Jesús, el mismo que ellos habían crucificado, con (a)
su diestra para que fuera Príncipe (autor, fundador) y Salvador,
para dar a Israel arrepentimiento (es decir, oportunidad de
arrepentirse) y perdón de pecados. Por
supuesto que Pedro aquí no tiene la intención de restringir esta
ofrenda de perdón a Israel, sino simplemente aplicarla a aquellos
con los que estaba hablando. El propósito de Dios era darles perdón
y salvación a todos los pecadores. Su culpa sería cancelada si
querían arrepentirse. Al exaltar a Jesús, Dios lo había puesto en
una posición donde sería fácil arrepentirse o cambiar su actitud
con respecto a El. Como
anteriormente, los apóstoles hicieron resaltar que ellos eran los
testigos de Cristo y de estas cosas (estas palabras; griego rhemáton,
vocablo usado para las "palabras" de esta vida en el
versículo 20). Después Pedro añadió que también lo era el Espíritu
Santo que Dios había dado (y todavía da, como en el día de
Pentecostés) a los que le obedecen (y reconocen su autoridad). El
es el Dador (Juan 15:26, 27). Se ve bien claro que el don del Espíritu
no estaría limitado a los apóstoles o a su época. Evidentemente,
la mayoría del Sanedrín pensó que las palabras de Pedro
significaban que los apóstoles no sólo los consideraban culpables
de la muerte de Jesús, sino también de negarse a aceptar la
autoridad de Dios y obedecerlo. (De hecho, los apóstoles unieron su
testimonio al testimonio del Espíritu.) Por esto, en lugar de
aceptar la oferta de arrepentimiento, n se enfurecieron
(se sintieron atravesados, tocados hasta la médula con ira,
indignación y celos). Inmediatamente comenzaron los procedimientos
para matar a los apóstoles. (Se usa la misma palabra para matar
aquí, que cuando se habla de matar a Jesús, en Hechos 2:23.) El Consejo De Gamaliel (5:34-42) "Entonces levantándose en el concilio un fariseo llamado Gamaliel,
doctor de la ley, venerado de todo el pueblo, mandó que sacasen
fuera por un momento a los apóstoles, y luego dijo: Varones
israelitas, mirad por vosotros lo que vais a hacer respecto a estos
hombres. Porque antes de estos días se levantó Teudas, diciendo
que era alguien. A éste se unió un número como de cuatrocientos
hombres; pero él fue muerto, y todos los que le obedecían fueron
dispersados y reducidos a nada. Después de éste, se levantó Judas
el galileo, en los días del censo, y llevó en pos de sí a mucho
pueblo. Pereció también él, y todos los que le obedecían fueron
dispersados. Y ahora os digo: Apartaos de estos hombres, y dejadlos;
porque si este consejo o esta obra es de los hombres, se desvanecerá;
mas si es de Dios, no la podréis destruir; no seáis tal vez
hallados luchando contra Dios. Y convinieron con él; y llamando a
los apóstoles, después de azotarlos, les intimaron que no hablasen
en el nombre de Jesús, y los pusieron en libertad. Y ellos salieron
de la presencia del concilio, gozosos de haber sido tenidos por
dignos de padecer afrenta por causa del Nombre. Y todos los días,
en el templo y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar a
Jesucristo". Los
primeros en actuar en contra de los apóstoles, fueron los saduceos.
Pero esta vez, se había reunido todo el Sanedrín, y en él había
algunos fariseos prominentes. Entre ellos se hallaba Gamaliel,
doctor (maestro autorizado) de la Ley, altamente estimado por todo
el pueblo. En el Talmud judío se afirma que era nieto de Hillel (el
maestro más influyente de los fariseos, tenido en gran estima por
todos los judíos ortodoxos posteriores). Pablo fue instruido por
Gamaliel, y se convirtió en uno de sus estudiantes más
sobresalientes. Levantándose,
Gamaliel se hizo cargo de la situación y ordenó que sacaran a los
apóstoles por un momento. Entonces procedió a advertirle al Sanedrín
que tuviera cautela y mirara (le prestara cuidadosa atención) lo
que iba a hacer (o estaba a punto de hacer) a estos hombres. Con
dos ejemplos, les recordó a los miembros del concilio que en el
pasado, algunos personajes habían reunido seguidores, pero no habían
llegado a nada. El primer ejemplo fue Teudas, quien dijo de sí
mismo que era alguien. Teudas era un nombre corriente, y es probable
que fuera uno de los rebeldes que se levantaron después de la
muerte de Heredes el Grande en el año 4 a.C. (Josefo habla de otro
Teudas que surgió después.) A este Teudas se le unieron unos
cuatrocientos hombres. Fue asesinado, y todos los que le obedecían
(y creían en él) fueron dispersados y reducidos a nada. Después
de Teudas, se levantó Judas el galileo en los días del censo
(hecho para preparar los impuestos). Este llevó tras de sí un
considerable número de personas. Pero él también pereció, y
todos los que le obedecían fueron dispersados. La
conclusión a la que llegó Gamaliel fue que debían apartarse de
estos hombres y dejarlos (permitir que se fueran), porque si este
consejo o esta obra era de (salida de) los hombres, se desvanecería
(sería derrocada, destruida). Pero si era de Dios, no podrían
destruirla (ni destruirlos a ellos), "no seáis tal vez
hallados luchando contra Dios". Debemos
recordar que este era un refrán de los fariseos. Es decir, el
relato inspirado dice claramente que fue Gamaliel quien dijo esto;
las palabras que se recogen aquí como dichas por él, eran las
conclusiones de su propio pensamiento, su razonamiento humano, y no
una verdad de Dios. Por supuesto que es cierto que lo que es de Dios
no puede ser destruido. También es cierto que es absurdo tratar de
unir medios físicos para destruir fuerzas espirituales. Pero no es
cierto que todo lo que es de los hombres sea destruido pronto y sus
seguidores sean dispersados. Hay muchas religiones paganas,
doctrinas falsas y sectas modernas que mantienen grupos de
seguidores después de muchos años. Los juicios del final de esta
época las harán llegar a su fin a todas, y las cosas de Dios
continuarán. Sin
embargo, debemos tener cuidado en no llevar demasiado lejos las
palabras de Gamaliel. Lo cierto es que surtieron su efecto sobre el
Sanedrín, y los gobernantes fueron persuadidos por él. Después,
hicieron entrar a los apóstoles y los azotaron fuertemente (con látigos
que les quitaron la piel de la espalda). La palabra griega puede
significar en realidad "despellejar". De esta manera, el
concilio aún expresó su rencor y su indignación contra los apóstoles,
probablemente con los 39 latigazos acostumbrados. (Vea 2 Corintios
11:24; Deuteronomio 25:3.) (Jesús les había advertido que esto
sucedería: Marcos 13:9.) Entonces, el concilio les intimó (les
ordenó) que no hablasen en el nombre de Jesús, y se les puso en
libertad. Salieron
de la presencia del Sanedrín gozosos por haber sido tenidos por
dignos de padecer afrenta por causa del Nombre. Es decir, sufrieron
por todo lo que incluye el Nombre de Jesús, y por tanto su
personalidad y naturaleza, especialmente su mesianidad, su
divinidad, su condición de Salvador y su señorío. (Vea Filipenses
2:9, 10.) La
oposición de los dirigentes judíos se suavizó por un tiempo, y
los apóstoles pudieron continuar su ministerio con libertad. Todos
los días en el Templo, y de casa en casa, nunca cesaban de enseñar
y predicar las buenas nuevas de Jesucristo (el Mesías Jesús).
Valientemente, desafiaban las órdenes del Sanedrín, sin prestar
atención alguna a sus amenazas. Autor:
Stanley M. Horton -Editorial vida- ISBN 0-8297-1305-0
|
![]() |
|||
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
Bienvenido | Inscripciones | Orientación | Donar al seminario - su ofrenda hace este ministerio posible |