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9. Flexibilidad
e Improvisión![]() Oratoria es el arte de hablar en público con elegancia para persuadir, convencer, educar o informar a un auditorio. Se dan principios básicos de la comunicación, la pedagogía y la homilética para presentar discursos, conferencias, seminarios y sermones. 25.
Flexibilidad e improvisación
En lecciones anteriores se ha comentado la importancia
de ensayar para poder llevar el discurso perfectamente preparado y
no dejar nada al azar. No obstante, ello no significa que el orador no pueda
improvisar, apartarse un poco del guión (el discurso gana en
frescura). Se le pueden ocurrir ideas nuevas, acordarse de anécdotas
curiosas, etc. Puede tratar de conectar su discurso con las ideas
expuestas por otro orador que le haya precedido. A veces las cosas no resultan tal cómo estaban
previstas y el orador tiene que ser capaz de reaccionar con agilidad.
Hay situaciones que uno puede anticipar y para las que
debería ir ya preparado. Preparando material adicional por si en el último
momento le comunican que se amplía el tiempo de su intervención. Identificando partes del discurso que se podrían
suprimir si, al contrario, acortan el tiempo de su intervención. Preparando anécdotas, ejemplos alternativos, etc., por
si algún orador anterior le "pisa" aquellas que pensaba
utilizar. En el caso de que vaya a emplear material visual de
apoyo (transparencias, ordenador, etc.), además de preparar el
discurso contando con ellos, debería ensayarlo también sin ningún
tipo de apoyo, por si llegado el momento el proyector no funciona,
no hay disponible un ordenador, etc. En otras ocasiones, surgen imprevistos que hay que
solucionar sobre la marcha (un ataque de tos, un hipo persistente,
un vaso de agua que se derrama sobre las notas, etc.). El orador debe reaccionar con naturalidad; el público
es comprensivo y se hace cargo de la situación. Puede resultar muy útil recurrir al sentido del humor
para quitar importancia a lo sucedido. Lo importante sobre todo es no perder la calma y no
alterarse (la crispación es contagiosa). Puede ocurrir que durante la intervención surja un
imprevisto que obligue a interrumpirla momentáneamente (el micrófono
se estropea, salta una alarma, etc.). El orador interrumpirá su exposición hasta que las
condiciones le permitan proseguir. No debe continuar contra viento y marea como si nada
pasase, ya que llevaría a que la audiencia se perdiese una parte
del discurso (además, la imagen del orador luchando contra los
elementos resulta un tanto patética). En estas situaciones el orador debe reaccionar con
naturalidad, interrumpiendo su exposición, pero sin mostrar
contrariedad. Mientras la situación se mantenga, tratará de llenar
el tiempo con algunos comentarios, quitándole importancia a lo
sucedido, contando alguna anécdota sobre alguna situación parecida
que hubiera vivido, etc. Si no lo hace se irá llenado con los comentarios del público,
con lo que el orador iría perdiendo su papel de protagonista y con
ello la atención de la audiencia. Si la situación se prolonga más allá de lo razonable,
lo adecuado es interrumpir el acto, abandonando el estrado hasta que
las circunstancias permitan continuar. Por último, si a uno le invitan a hablar sin tener
nada preparado puede salir del paso con espontaneidad, dirigiendo
unas breves palabras (saludar a los presentes, dar las gracias por
la oportunidad de dirigir unas palabras, hacer un par de comentarios
sobre el tema de la reunión y volver a dar las gracias; el público
no esperará nada más). 26.
Reacción del público A lo largo de toda la intervención el orador tiene que
estar atento a cómo reacciona el público (con interés, con
aburrimiento, con simpatía, con aprobación, con rechazo, etc.). Lo peor que puede ocurrir es no conseguir captar su
atención (es peor incluso a que el público manifieste su
desacuerdo con la opinión presentada). Si el público no muestra interés, no es posible la
comunicación. Hay que captar la atención del público en el primer
momento de la intervención. Si no se consigue entonces, difícilmente
se va a lograr más tarde. Por tanto, hay que emplearse a fondo: saludar
amablemente, preparar una introducción sugerente, jugar con la voz,
con los gestos, mirada, anécdotas, etc. Al primer indicio de que el público pierde atención
hay que reaccionar con prontitud. Si el público desconecta definitivamente va a ser muy difícil volver a conquistarle (aunque quisiera, le resultaría difícil captar el hilo argumental). Al público que está más alejado resulta más difícil
ganárselo, de ahí la conveniencia , si es posible, de moverse
entre el público, acercando su presencia a la audiencia. La extensión del discurso juega en contra de la atención
del público. Importancia de la brevedad. Esto no quiere decir que el discurso tenga que ser
necesariamente corto; durará lo que tenga que durar, pero no debe
extenderse innecesariamente. Es posible que el público manifieste discrepancia con
la tesis del discurso. Cuando el orador prepara su intervención debería
anticipar su posible reacción (normalmente uno sabe cuando sus
ideas pueden resultar polémicas), y en el caso previsible de que
haya desacuerdo tratar de conocer los motivos. Esto permite al orador llevar preparadas las respuestas a las posibles críticas. Si la reacción contraria del público hubiera sido
totalmente imprevista y el orador ignorase sus razones, lo mejor es
preguntarle directamente el por qué de su rechazo. Hay que darle al público la oportunidad de que exponga
sus planteamientos; escucharle con atención, comentando a
continuación que se trata de un razonamiento respetable, aunque
diferente al punto de vista que uno sostiene. Lo que no se puede hacer es aceptar las críticas tal
cual, ya que debilitaría la posición del orador (perdería
autoridad). Tampoco éste debe atrincherarse en sus posiciones,
criticando duramente los argumentos expuestos por el público e
iniciando una discusión que termine crispando aún más los ánimos.
Un acto público no es el lugar más oportuno para una
discusión acalorada. Muchas veces con prestar al público la atención
debida es más que suficiente para ganarse su simpatía y respeto,
aunque siga discrepando de los argumentos expuestos. En todo caso, el orador no debe confundir la reacción
contraria de una persona concreta con una opinión contraria
generalizada. Cuando finaliza la intervención el público suele
aplaudir. El orador dará las gracias sinceramente, mirando al público,
y se retirará discretamente. Nada de esperar hasta que finalicen los aplausos, ni de
volver al estrado a recibir una nueva ovación como si de un artista
se tratase. Hay que evitar gestos del tipo levantar las manos en señal
de victoria, llevarse las dos manos al corazón, etc, ni se deben
hacer comentarios del tipo "que exagerados sois", "no
es para tanto", "cuanto os quiero". Una vez finalizada la intervención resulta interesante
pedirle a alguien que haya asistido que de su opinión sincera de cómo
ha resultado (puntos fuertes y puntos a mejorar). Cada intervención es un ensayo general de la siguiente. 27.
Situaciones difíciles Aunque no es normal que ocurra, en ocasiones podría
suceder que una persona del público increpe con dureza al orador. Si este ataque se produce en mitad del discurso,
interrumpiendo, lo apropiado es rogarle que espere al turno de
preguntas para exponer su punto de vista. Si esta persona mantiene su actitud, habrá que
indicarle educadamente que tenga la amabilidad de abandonar la sala,
disculpándose uno ante el público por la interrupción. Si el ataque se produce una vez finalizada la
intervención, en el turno de preguntas, habrá que indicarle
educadamente que el estilo empleado no es admisible y que por tanto
no se le responderá hasta que no utilice un tono correcto. Si se mantiene en su actitud se le puede ofrecer la
posibilidad de discutir el tema personalmente una vez concluida la
sesión, y si insiste habrá que pedirle que abandone la sala. El orador debe estar dispuesto a aceptar críticas, lo
que no tiene que admitir bajo ningún concepto, y menos en público,
es que se le falte al respecto. Ante el público quedaría en una situación muy
desairada, perdiendo totalmente su autoridad. Lo importante, en momentos tan delicados y
desagradables, es mantener la calma y la educación, evitando
responder con ironía o desprecio. No hay que darle al ofensor la más
mínima excusa para que persista en su actitud. Hay que tratar de no alterarse y menos aún de iniciar
una trifulca en público (aunque se tenga razón). En situaciones de este tipo el público suele
reaccionar a favor del orador (quien ha sido verbalmente agredido),
aún cuando discrepe de sus argumentos. Si en la sala se produce una situación tumultuosa hay
que apelar a la audiencia a que se tranquilice. Si persiste la situación se suspenderá la intervención
unos minutos, a la espera de que las aguas vuelvan a su cauce (durante
este tiempo el orador abandonará el estrado). Si la situación se prolonga se suspenderá definitivamente la intervención. |
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