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7. Lenguaje
Corporal![]() Oratoria es el arte de hablar en público con elegancia para persuadir, convencer, educar o informar a un auditorio. Se dan principios básicos de la comunicación, la pedagogía y la homilética para presentar discursos, conferencias, seminarios y sermones. 19.
Mirada
Cuando se habla en público la mirada juega un papel
fundamental. Es un excelente medio de conexión entre la persona que
habla y la audiencia. Al público le gusta que la persona que le habla le
dirija la mirada. El orador que no mira al público da la impresión de
tener miedo o de falta de interés. Cuando se mira al público hay que intentar presentar
una imagen abierta, agradable, optimista, sonriente. La simpatía conquista el corazón del público. Al subir al estrado lo primero que hay que hacer es
saludar al público, mirándole a los ojos. Hay que tratar de abarcar con la mirada toda la sala,
enfocando las distintas zonas (pero evitando hacer un efecto "barrido"
como si de un faro se tratase). En lugar de mirar difusamente a la masa, hay que tratar
de individualizar rostros concretos, moviendo la mirada entre el público
y fijándola en personas determinadas, tratando de dar cobertura a
toda la audiencia. A veces, de manera inconsciente, se comete el fallo de
dirigir la mirada preferentemente a una zona determinada de la sala
(por ejemplo, al público que está sentado en las primeras filas, o
a la parte derecha del auditorio). El resto del público puede llegar a pensar que no se
le está prestando la debida atención. La ventaja de improvisar el discurso, utilizando notas
de apoyo, en lugar de leerlo, es que resulta mucho más fácil mirar
al público. En todo caso, aunque el discurso sea leído hay que
tratar de mantener un contacto visual con la audiencia (uno no puede
enfrascarse en la lectura y no levantar la vista del papel; resulta
poco elegante y el público terminaría desconectando). En los momentos de silencio hay que mirar al público. Permite intensificar la conexión "orador-audiencia".
Mientras alguien formule una pregunta se le dirigirá
la mirada, pero cuando se responda se mirará a toda la audiencia (todos
pueden estar interesados en conocer la respuesta). 20.
Lenguaje corporal Ya se ha comentado en una lección anterior que además
del lenguaje verbal, existe un lenguaje corporal (movimientos,
gestos, actitudes, etc.) del que muchas veces uno no es consciente,
ni sabe muy bien como funciona. A través de este lenguaje corporal, el orador
transmite también mensajes: nervios, timidez, seguridad, confianza,
dominio, entusiasmo, dudas, etc. Desde el momento en el que uno accede al escenario, el
movimiento de las manos, la expresión de la cara, la postura, los
movimientos en el estrado, la mirada, etc. todo ello está
transmitiendo mensajes diversos. El público los capta con total nitidez. A veces puede suceder que estos mensajes sean
contrarios a lo que el orador está tratando de comunicar con el
lenguaje verbal. Por ejemplo, el presidente de la compañía les está
diciendo a sus empleados que lo que más le preocupa es el bienestar
de ellos, pero en ningún momento se toma la molestia de mirarlos a
la cara. La mejor forma de percibir este lenguaje corporal es
grabándose en vídeo. Muchos se sorprenderían: tics nerviosos, manos
inquietas que no paran de moverse, gesto contrariado, mirada al
techo, inmovilismo, etc. Por tanto, dada la importancia que tiene en la
comunicación, es un aspecto que hay que trabajar convenientemente
en los ensayos. Desde que uno sube al estrado debe ser capaz de
utilizar este lenguaje corporal en sentido positivo, facilitando la
conexión con el público, reforzando su imagen. Hay que transmitir serenidad y naturalidad, evitando
gestos, actitudes o movimientos que resulten afectados. Hay que subir al estrado con seguridad, con
tranquilidad (las prisas denotan nerviosismo e inseguridad). Durante la intervención es conveniente moverse por el
escenario, no quedarse inmóvil, pero controlando los movimientos,
evitando deambular sin ton ni son. La movilidad rompe la monotonía
y ayuda a captar la atención del público. Si el discurso es leído no cabe la posibilidad de
movimiento, pero sí se debe mantener una postura cómoda, erguida,
aunque natural, no forzada, sin aferrarse al atril (sensación de
inseguridad). Si el orador está sentado tratará de incorporarse a
fin de realzar su figura y no quedar perdido tras la mesa (para
establecer una comunicación con el público es fundamental el
contacto visual). Si es posible (por ejemplo en un aula) es aconsejable
moverse entre el público, ayuda a romper las distancias,
transmitiendo una imagen de cercanía. Hay que tratar de superar la timidez, transmite
inseguridad y dificulta la conexión con el público. Los gestos de la cara deben ser relajados: una sonrisa
sirve para ganarse al público, mientras que una expresión crispada
provoca rechazo. El movimiento de las manos debe estar ensayado. Tan
mala impresión producen unas manos que no paran de moverse, como
unas manos inmóviles. Los movimientos deben ser sobrios. Las manos se
utilizarán para enfatizar aquello que se está diciendo, de manera
que voz y gestos actúen coordinadamente, remarcando los puntos
cruciales del discurso. La propia situación del orador en el escenario
transmite también mensajes subliminales: De pie, en el centro del escenario: autoridad. Sentado, en un lateral del escenario: actitud más
relajada, menos solemne. 21.
Imagen Además del lenguaje verbal y corporal, el orador también
transmite una imagen personal que será valorada positiva o
negativamente por el público. Hay que tratar de proyectar una imagen positiva. Una imagen agradable, abierta (aunque uno sea un tímido
empedernido), atractiva, etc., es valorada favorablemente por el público
y ayuda a ganarse su estima. Una imagen descuidada, hosca, antipática, pone al público
en contra (aunque comparta las ideas expuestas). El orador debe vestir de forma apropiada para la ocasión:
Si se trata de un acto formal, vestirá con traje. Si se trata de acto informal, podrá vestir de manera cómoda,
deportiva, etc. Hay que tratar de no desentonar con el público
asistente. Tan llamativo resulta vestir de manera desenfadada en un acto formal, como ir de chaqueta y corbata cuando el público viste de forma casual. El orador tiene que informarse de cómo debe ir vestido.
En caso de duda es preferible adoptar la opción más conservadora. Una vez definido el estilo (formal o casual), el orador
tratará de vestir algo mejor que la media del público asistente
(no en balde es el protagonista). Tiene que sentirse cómodo, a gusto con su apariencia.
Esto acrecienta su autoconfianza y le permite luchar contra la
inseguridad. No obstante, debe evitar todo exceso (no se trata de ir
hecho un figurín). La imagen debe realzar su figura, pero sin
llegar a eclipsarla (el público tiene que prestar atención al
discurso y no distraerse con un atuendo espectacular). La imagen también debe estar en consonancia con el
mensaje que se quiere transmitir: Si se trata de una reunión festiva, por ejemplo, para
celebrar los estupendos resultados del ejercicio, el orador puede
vestir con cierto exceso (aunque dentro de un orden). Si por el contrario, el director de la compañía va a
comunicar un recorte de plantilla debería vestir de manera más
sobria. Detalles que uno cuida en su vida ordinaria, deben
recibir una especial atención cuando se va a hablar en público: Bien peinado, bien afeitado, dentadura reluciente,
zapatos limpios, los botones abrochados, corbata bien colocada, etc.
Antes de subir al estrado es conveniente realizar una
última revisión, por si acaso (¿cremallera del pantalón bajada?).
Hay que evitar cualquier detalle que pueda afectar
negativamente a la imagen. Por ejemplo, si el orador es de baja estatura debe
cuidar que el atril que utilice sea el apropiado (que no quede
oculto detrás). Si intervienen dos personas al mismo tiempo con
diferencias de estatura considerables, es conveniente que se sitúen
algo separado para evitar resaltar el contraste. |
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