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1. Hablar
en público![]() Oratoria es el arte de hablar en público con elegancia para persuadir, convencer, educar o informar a un auditorio. Se dan principios básicos de la comunicación, la pedagogía y la homilética para presentar discursos, conferencias, seminarios y sermones. 1.
Hablar en público
Cuando uno va a hablar en público es fundamental tener
claro el objetivo de la intervención: Se quiere transmitir una información (por ejemplo,
resultados de la empresa). Se quiere manifestar una opinión sobre un tema
determinado. Simplemente se quiere entretener, etc. Y a la consecución de dicho objetivo debe orientarse
la intervención. Hablar en público no se limita a tomar a palabra y
"soltar" un discurso; hablar en público consiste en
lograr establecer una comunicación efectiva con el mismo, en la que
uno sea capaz de transmitir sus ideas. Hablar en público es una oportunidad que hay que saber
aprovechar. Un grupo más o menos numeroso de personas estará
escuchando al orador, quien tiene una ocasión única para
transmitir sus ideas, para tratar de convencerlos. Por ello, las intervenciones hay que prepararlas a
conciencia, lo que implica no limitarse a elaborar el discurso, sino
que hay que ensayar la forma en la que se va a exponer: El orador tiene que conseguir que el público se
interese por lo que les va a decir y esto exige dominar las técnicas
de la comunicación. Una cosa es conocer una materia y otra muy distinta es
saber hablar de la misma. Conocer el tema es una condición necesaria pero no
suficiente: hay que saber exponerlo de una manera atractiva,
conseguir captar la atención del público y no aburrirles. El orador tiene que resultar interesante, sugerente,
convincente, etc. Cuando se va a hablar sobre un tema lo primero que el
orador tendrá que hacer es dominarlo. En el momento en el que tome
la palabra deberá tener un conocimiento sobre el mismo muy superior
del que tiene el público. El orador tiene que tener algo
interesante que transmitir. Uno debe evitar a toda costa hablar sobre un tema que
apenas domine ya que correría el riego de hacer el ridículo. Escribir el discurso es sólo una parte del trabajo y
probablemente no la más difícil, ni tampoco probablemente la más
determinante a la hora de alcanzar el éxito. El cómo se expongan esas ideas juega un papel
fundamental. Un mismo discurso puede resultar u tremendo éxito o un
rotundo fracaso en función de la habilidad del orador en su
exposición. Aunque resulta natural estar algo nervioso cuando se va
a hablar en público, hay que tener muy claro que el público no es
el enemigo, que se encuentra acechando a la espera del más mínimo
fallo para saltar sobre el orador. Muy al contrario, cuando el público acude al acto es
porque en principio le interesa el tema que se va a tratar y
entiende que el orador tiene la valía suficiente para poder
aportarle algo. Cuando se habla en público hay que estar pendiente no
sólo de lo que se dice, sino de cómo se dice, del vocabulario que
se emplea, de los gestos, de los movimientos, de la forma de vestir,
etc. Todo ello será valorado por el público y determinará el
mayor o menor éxito de la intervención. 2.
Miedo a hablar en público Como se ha comentado en la lección anterior, el público
no es el enemigo, sino que, bien al contrario, son personas que
consideran que el orador puede aportarles algo, que no van a perder
el tiempo escuchándole. Por ello, no se debería tener un miedo
desproporcionado a hablar en público, algo que, sin embargo, suele
ser bastante habitual. Tener miedo antes de una intervención pública es algo
natural, por lo que uno no debería ser excesivamente autocrítico
consigo mismo por que le ocurra esto, y no por ello ha de
considerarse una persona débil e insegura. Hay que analizar este miedo que a uno le atenaza y
tratar de descubrir las causas que lo originan. Uno se dará cuenta de que gran parte de este miedo es
irracional, no obedece a motivos lógicos (miedo de hacer un ridículo
espantoso, de que se rían de uno, de tartamudear, de caer en
desgracia, de hundir el prestigio profesional, de que le abucheen…).
Son situaciones que no van a ocurrir y por lo tanto
este miedo hay que rechazarlo por absurdo. Otro tipo de miedo sí puede ser racional: obedece a
situaciones adversas que pueden presentarse (quedarse en blanco, no
saber contestar a una pregunta, que no funcione el proyector, etc.). Frente a este miedo racional lo que hay que hacer es
tomar todas las medidas posibles para reducir al mínimo las
posibilidades de que estas situaciones se produzcan (por ejemplo,
llevando fichas de apoyo, preparando el discurso a conciencia,
verificando previamente de que el proyector funciona correctamente,
etc.). A veces también preocupa el pensar que el público
pueda darse cuenta del miedo que uno tiene (sudores, temblor en el
habla o en las piernas, cara demacrada, etc.), pero es muy difícil
que esto ocurra: Son reacciones físicas que uno percibe intensamente
pero que apenas son percibidas por terceros. Además, en el caso
hipotético de que así fuera, el público pensaría que son
reacciones muy naturales, que a cualquiera le podría ocurrir. La mejor forma de combatir el miedo es con una adecuada
preparación: hay que trabajar y ensayar la intervención con
rigurosidad. Cuando se domina la presentación se reducen drásticamente
las posibilidades de cometer errores; esto genera confianza y
disminuye el nivel de ansiedad. También resulta muy útil pensar en positivo, es decir,
en la satisfacción tan enorme que a uno le produciría obtener un
gran éxito. El orador debe autoconvencerse de que con una buena
preparación este éxito está al alcance de la mano. Otro modo de combatir el nerviosismo es realizar, unas
horas antes de la intervención, algún ejercicio físico intenso
(un partido de tenis, salir a correr, etc.). Esto contribuye a quemar energías y genera un
cansancio físico que contribuye a calmar los nervios. Cuando llega el momento de la intervención uno debe
autoimponerse tranquilidad, especialmente en los momentos iniciales
de misma. Si uno consigue sentirse cómodo al principio, es
posible que mantenga esta línea durante el resto de la intervención.
Subir al estrado con tranquilidad, sin prisas, mirar al
público unos instantes mientras se le saluda, ajustar el micrófono,
organizar las notas... y comenzar a hablar despacio. A lo que nunca se debe recurrir es a tomar pastillas o
un par de "copitas", ya que podrían generar un estado de
aturdimiento que dificultase la exposición. En todo caso, un cierto grado de nerviosismo puede que
no venga mal, ya que permite iniciar la intervención en un estado
de cierta agitación, de mayor energía. 3.
Preparación de la intervención A la hora de preparar el discurso hay que tener en
cuenta: a) Público asistente: el discurso tiene que ser
apropiado para el público que va a asistir. Hay que ver qué temas
le pueden interesar, cual puede ser su nivel de conocimiento sobre
el mismo, hay que utilizar un lenguaje adecuado, tener en cuenta si
conoce o no términos técnicos, etc. No es lo mismo explicar los resultados del ejercicio a
la junta general de accionistas, que a los empleados de la sociedad.
En el primer caso será un discurso mucho más formal. Tampoco es lo mismo hablar sobre el cambio climático
ante una comisión de científicos, que en un colegio mayor. El
nivel de precisión y el lenguaje técnico que se pueden utilizar
son muy diferentes en ambos casos. Tampoco es lo mismo hablar ante 10 personas que ante
1.000. En el primer caso hay más posibilidades de interacción con
el público, más cercanía; en el segundo caso el discurso tenderá
a ser mucho más formal. b) Objeto de la intervención. Hay que tener muy claro
el motivo de la intervención. Felicitar a los empleados por los buenos resultados,
comunicar un recorte de plantillas, felicitar a un empleado por sus
25 años en la empresa, convencer al público para que vote por un
determinado partido político, etc. El discurso puede tener por objeto informar, motivar,
entretener, advertir, amonestar etc., y en función de ello habrá
que adaptar el estilo del mismo: formal o informar, serio o
entretenido, cercano o distante, monólogo o participativo, etc. c) Tema a tratar: según el tema que se vaya a tratar
el estilo del discurso puede ser radicalmente diferente. No es lo mismo hablar en el Pleno del Ayuntamiento
sobre los presupuestos del año, que sobre la organización de las
fiestas patronales. No es lo mismo dirigirse a los empleados para
explicarles los resultados del año, que presentarles los nuevos
objetivos. En el primer caso se busca comunicar (lenguaje preciso) y
en el segundo motivar (discurso más apasionado y entusiasta). d) Lugar de la intervención. El lugar del acto imprime
también carácter. No es lo mismo hablar en un auditorio, en la sala de
reuniones de la empresa, en una fiesta de cumpleaños, en un
banquete de boda, etc. e) Tiempo de la intervención: el tipo de discurso será
completamente diferente dependiendo de si va a durar 5 minutos o si
va a durar una hora y media. Las posibilidades de improvisar, de
profundizar en la materia, de estructurar el discurso (introducción,
desarrollo y conclusión), de utilizar fichas de apoyo, de utilizar
transparencias, etc.), varían en uno y otro caso. Todos estos aspectos habrá que tenerlos en cuenta a la hora de definir el tipo de intervención que se quiera presentar. |
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