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  3. Factores

Consejería Pastoral presenta los elementos básicos del arte de aconsejar  y define el lugar que esta actividad tiene dentro del ministerio pastoral. Considera los principios bíblicos y las bases psicológicas que sostienen a la consultoría pastoral. Examina casos reales tomados de la experiencia profesional  de  personas que pasan por dificultades vitales. Ofrece una guía de cómo dar orientación  de manera sencilla y eficaz.

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3. Factores Positivos y Negativos en la Tarea de Aconsejamiento Pastoral

LA IMAGEN CULTURAL DEL MINISTRO

Los ministros hacen más labor de aconsejar que nin­gún otro grupo profesional. Esto se debe a la imagen cultu­ral del ministro. Las personas se acercan al ministro con sus problemas porque muchos los consideran como perso­nas de prestigio y respeto en la comunidad. Los ministros, históricamente, se han considerado como personas servi­ciales y competentes para ayudar a la gente en tiempos de crisis. Aunque ha habido un cambio general muy marcado en la actitud de la sociedad hacia los ministros, el minis­terio se considera todavía como una profesión de dignidad y respeto. Las personas se acercan a ciertos pastores porque para ellos son el símbolo de una profesión respetada. Tienen confianza en su carácter como persona y en su capacidad como consejero y esto enteramente aparte de su imagen como hombre de Dios. La imagen cultural del mi­nistro crea oportunidad y responsabilidad para el pastor. Muchos vendrán a él por la sencilla razón de que es un pastor y esto le traerá muchas oportunidades para ayudar a los demás. Sin embargo, estas grandes oportunidades también quieren decir que le acarrearán una gran respon­sabilidad, no sólo con las personas a quienes aconseja, sino con la profesión que representa.

Aunque aconsejar es relativamente una nueva dis­ciplina profesional, ha florecido rápidamente y ha desarro­llado muchas otras ramas. El consejero pastoral es una de las ramas que han surgido de la noche a la mañana en el movimiento de aconsejamiento. Aunque hay algunos elementos básicos comunes a todas las ramas de aconsejamiento, hay también disparidad entre ellos. En algunos aspectos, se puede decir que el consejo pastoral es superior a otros tipos de consejo y en otros aspectos se puede decir que es inferior. Al compararlo con otros tipos, notaremos que tiene tanto sus puntos fuertes como sus puntos débiles.

PUNTOS FUERTES DEL ACONSEJAMIENTO PASTORAL

1.            Relación previamente establecida. El pastor con­sejero está un paso más adelante de otros consejeros en que, en la mayoría de los casos, ya conoce a sus consultan­tes. Esto quiere decir que ya ha establecido esa buena relación entre él y la otra persona, que es tan básica en todo tipo de consejo, relación que se ha obtenido por la razón de la relación entre el feligrés y el pastor. Las personas que vienen al pastor por consejo lo hacen porque ya saben que pueden confiarle, que los ama y que está muy interesado en su bienestar. Esto no existe en la mayoría de los otros tipos de aconsejamiento, en los que ha de obtener­se esa clase de relación durante el proceso de aconsejar. Personas que buscan otros consejos con frecuencia lo hacen con muchas dudas. La verdad es que estas dudas con fre­cuencia les evitan buscar la ayuda que necesitan, y si la buscan, no la prosiguen hasta el fin. Algunas personas frecuentemente hacen citas en centros de consejo y no acu­den a ellas o van a una entrevista y no regresan. Aunque no puede decirse que esto siempre revela desconfianza del consejero o del consejo, muchas veces sí lo es. Esto no suce­de en el consejo pastoral.

Cuando uno va al consejero que no conoce, pasa bas­tante tiempo al principio poniendo a prueba al consejero para descubrir si es de confianza. Los que vienen al pastor por consejo lo hacen con la seguridad ya establecida de que él puede ayudarles con los problemas que les confíen. Esto es una ventaja considerable que él tiene sobre otros tipos de consejeros.

2.            Disponibilidad del pastor. Los feligreses saben que el pastor siempre está disponible a cualquier tiempo de día o de la noche. Aunque esto ponga una gran carga sobre el pastor, le proporciona a los feligreses “24 horas de ser­vicio”. Si bien algunos feligreses abusan de que el pastor está disponible, esta inconveniencia es más que compen­sada por el hecho de que él tiene la oportunidad y privile­gio de ayudar a su pueblo cuando ellos lo necesitan más.

3.            El consejo es gratis. El decir que el consejo es gratis parece chiste, pero no lo es. El hecho de que sea gratis no quiere decir sólo un ahorro para el feligrés. Quiere decir que obtiene ayuda que de otro modo no sería posible obte­ner. Muchos no piensan en pagar por esta clase de ayuda. Son personas que con gusto pagarían dinero al plomero, al pintor, al médico o al dentista por sus servicios, pero no piensan en pagar a quien les aconseja. Así que el problema no es el precio por la consulta sino la idea de pagar por esta clase de servicio.

4.            La dimensión espiritual. El aconsejamiento pas­toral es único pues da un lugar elevado a la dimensión espi­ritual. Acepta la creencia de que el hombre es un ser espi­ritual tanto como físico e intelectual. Este amplio concepto bíblico del hombre impone al pastor la necesidad de ver al hombre no como parte de un todo sino como un ser total.

Aquí cabe bien una palabra de precaución. No sólo es cierto que la literatura y práctica generales de aconsejamiento pasan por alto la dimensión espiritual del hombre, sino que también y como sería de esperarse, la literatura sobre el aconsejamiento pastoral ha recibido a tal grado la influencia de la literatura de aconsejamiento secular que no recalca propiamente el aspecto tan importante de la dimensión espiritual del hombre.

El pastor que sea un estudiante diligente de la litera­tura general de consejo y de consejo pastoral en particular, necesitará evaluar ambas a la luz del punto de vista bíblico del hombre. Si no lo hace, se convertirá sencillamente en otro consejero secular y habrá abandonado el campo de su peculiar jurisdicción.

5.            El aspecto sobrenatural. El reconocer ambos, pastor y feligrés, la dimensión espiritual del hombre, les será fácil creer que lo sobrenatural está disponible en la solución de problemas humanos. Aunque no hay que ver a Dios como el camino más fácil para salir de los dilemas humanos, puede considerarse como la mejor solución. Esto quiere decir que tanto el pastor como el feligrés creen que Dios obra en la personalidad humana y en las relaciones huma­nas y que sus medios pueden ser utilizados cuando se busca seriamente la solución de su problema. El Espíritu Santo trae iluminación y penetración a la relación de con­sejo haciéndola una verdadera experiencia para el pastor y para el feligrés. El aceptar la dimensión espiritual del hombre y la creencia de que el elemento sobrenatural pue­de intervenir en el proceso consejero, hacen natural y apro­piado que se haga uso de la oración. El pastor halla fácil y natural orar con el feligrés antes y después de aconsejar y orar con él durante el proceso de consejo.

6.            El escogimiento de un consejero cristiano. Las per­sonas vienen al pastor porque es pastor, porque es repre­sentante de Dios, porque apoya los preceptos de la Biblia, y porque creen que la fe cristiana en la cual él cree, la fe que predica, y vive, tiene algo que decir a los problemas con los que tratan. Así que su escogimiento de un consejero cristiano es deliberado pues sienten que él puede ayudar de un modo que otros consejeros no pueden.

LAS DEBILIDADES DEL CONSEJO PASTORAL

1.            El feligrés admite fracaso. Muchas personas dejan de buscar consejo pastoral porque, al hacerlo, sienten que están admitiendo fracaso en vivir la vida cristiana. Creen que si hubieran sido la clase de cristiano que debieran ser, no tendrían necesidad de buscar consejo. Esto no es en sí una limitación del consejo pastoral, pero sí le impide al pastor proveer la ayuda que de otra manera podría propor­cionar.

2.            Vergüenza del feligrés. Esto está estrechamente re­lacionado con el asunto de admisión de fracaso del feligrés. Muchas veces los feligreses tienen vergüenza de revelar los problemas de sus vidas a quien quizás los ha conside­rado ejemplos de cristianos victoriosos. Sienten que esto los hará verse como algo menos que cristianos y menos que lo que el pastor los consideraba antes. Aunque el pastor no tiene este concepto tan alto de perfección para sus feligreses, ellos a veces piensan que sí lo tiene, así que encuentran difícil, y hasta imposible, comunicarle algunos de sus se­cretos íntimos.

3.            Miedo de ser desenmascarados. En muchos casos las personas no van con su pastor con sus problemas porque tienen miedo de que él los revele. Esto es una lástima. Aunque uno no lo quiera aceptar, muchos tienen razón válida para este temor. Algunos pastores no han sabido guardar secretos. Son lenguaraces. Han sido personas a quienes no se les puede confiar. Los feligreses también saben que algunos pastores usan las situaciones de consejo como ilustraciones para el sermón. Tienen miedo de que sus problemas se conviertan en ilustraciones en el próximo sermón. Ningún feligrés quiere ser descubierto ante los miembros de su congregación en esta forma. Si el feligrés sabe que su pastor tiene la costumbre de “personalizar” sus sermones, aunque lo haga en forma anónima, no está seguro de que su problema no será revelado a la congrega­ción. Así que este miedo de ser revelado le impide recibir la ayuda que el feligrés quiere y necesita.

4.            La falta de preparación en los pastores. Este libro ha mencionado ya la naturaleza múltiple del ministerio pastoral, y el hecho de que el aconsejamiento pastoral es solamente una de las muchas labores que el pastor desem­peña. Durante su preparación, recibe una cierta cantidad de instrucciones para aconsejar, pero esto no le imparte la pericia de un consejero profesional, cuya preparación para esta sola labor es tan larga y tan intensa como es la prepa­ración del pastor para todas sus labores. La falta de prepa­ración del pastor es la más grande debilidad del aconseja­miento pastoral. Y por cuanto su preparación es limitada no se espera que sepa el trabajo tan bien como uno que ha dedicado muchos años estudiándolo y practicándolo. Ade­más, en muchos casos el pastor no tiene el beneficio de la preparación clínica que lo introduzca a los problemas humanos en los niveles más profundos. El consejero profesio­nal recibe esta clase de preparación y tiene el beneficio no solamente de ver estos problemas tan profundos sino de trabajar con ellos bajo la dirección especializada de un maestro capacitado. La mayor parte del conocimiento del pastor en aconsejar se obtiene a base de experiencia, a veces buena, a veces mala. Aunque no se niega el valor de la experiencia, tampoco se puede decir que la experiencia sola capacita al pastor para ser la clase de consejero que se necesita en esta sociedad compleja.

Su preparación no incluyó el conocimiento de cómo dar, marcar e interpretar cuestionarios de medición psico­lógica. Aunque no se puede decir que estos instrumentos (tests) revelen un valor total de datos acerca de la persona­lidad humana, son de mucha ayuda.

Sin los beneficios del conocimiento que puede resultar de estos tests el pastor se pone en una posición muy peli­grosa al tratar con algunos problemas.

Se ha dicho que el consejo pastoral tiene sus puntos fuertes y sus debilidades, pero los puntos fuertes exceden a las deficiencias. Por tanto, el pastor debe derivar la mejor ventaja posible de sus puntos fuertes a la vez que procura mejorarse en sus flaquezas. Al mismo tiempo que se da cuenta de que sus limitaciones pueden darle un sentido propio de modestia, al mismo tiempo debe estar completa­mente consciente de que puede tratar con algunos proble­mas mejor que otros consejeros.

CERRANDO LA BRECHA CON EL CONSEJO

Algunas veces el pastor se da cuenta de que hay una zanja o vacío en el proceso de aconsejar. Este vacío no es entre él y su feligrés; sino más bien entre el verdadero ego del pastor y su yo ideal. Por supuesto este hueco está pre­sente en todos los pastores y todos los feligreses y represen­ta un hueco con el cual tratan todos los cristianos sensiti­vos. Pero lo que lo hace especialmente amenazante y una fuente de culpabilidad al pastor es que el feligrés trate de cerrar el hueco de su vida, en presencia de un ministro que sabe bien en su interior que él está luchando con más o menos la misma clase de problema.

El pastor se sentirá a veces como hipócrita porque sabe que muchos feligreses creen que él ha alcanzado el ideal. Aunque sabe que no es así y tampoco lo ha afirmado, de todos modos se siente que vive una falsedad al llevar adelante el proceso de aconsejar. (Esto también lo siente cuando predica, pero esto no lo trataremos aquí). Esto lo pone a él en una posición vergonzosa e inoportuna de acon­sejar “cerrar la brecha”. Hay que recalcar aquí que no nos referimos a ningún pecado, que se define como una trasgresión voluntaria a la ley conocida de Dios. Más bien tiene que ver con el proceso de crecimiento en la vida cris­tiana y de luchar con las implicaciones más profundas de la fe cristiana.

Al pastor le están abiertas dos opciones cuando se da cuenta de este hueco. (1) Negar que el hueco existe, o (2) Admitírselo a sí mismo y a Dios. El primero lo debilita, el último lo libera. La primera “solución” obliga al pastor a proteger una clase de yo que no existe; la segunda lo libera para ser el santo que lucha y que él sabe que es. El primer camino le hace asumir una posición falsa de superioridad sobre su consultante, tentándole a manejarlo o a conside­rarlo inferior; el segundo le deja estar en el mismo nivel que su feligrés, dejándole en libertad de relacionarse con su pastor y de tocarlo.

Hamilton, James D., El ministerio del pastor consejero, Casa Nazarena de Publicaciones, 1979, wesley.nuu.edu

 
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