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20. La Verdadera Oración del Señor![]() Vida Espiritual ilumina la manera práctica de incorporar la espiritualidad a la vida personal y el ministerio. Se estudia el poder de la oración ilustrada a través de las Escrituras como base de una vida verdaderamente victoriosa en comunión con la voluntad de Dios. LA VERDADERA ORACION DEL SEÑOR por Ray C.
Stedman
Si se pidiese a un cierto número de
creyentes que repitiesen la Oración del Padre nuestro alguno
posiblemente la empezaría diciendo: "ahora me acuesto a dormir,
pero la mayoría dirían "Padre nuestro que estás en los
cielos porque ésta es la que ha sido universalmente denominada La
Oración del Señor. Pero no es, ni mucho menos, la oración del Señor,
sino la oración de los discípulos. Es la oración que el Señor
nos dio para que nosotros la hiciésemos, pero la verdadera oración
del Señor se encuentra en Juan 17 y ha sido denominada "la
oración santísima del Nuevo Testamento, porque bajo la sombra de
la cruz, nuestro Señor se reúne con los discípulos en el Aposento
Alto y en presencia de ellos ora con ellos al Padre. No he leído nunca este pasaje sin un
sentido de admiración y temor reverente y en eso puede haber un
considerable peligro, porque si nos acercamos a este pasaje con un
sentido de su majestad y belleza, nuestro propio sentido de temor
reverente tiende a alejarnos del mensaje de esta gran oración. Nos
perdemos su mensaje porque tememos explorar la profundidad de lo que
está diciendo el Señor, pero si ha sido esa su experiencia, como
yo confieso que ha sido la mía, vamos totalmente en contra del propósito
por la cual el Señor la ideó cuando hizo esta oración, puesto que
él la hizo deliberadamente en voz alta, en presencia de sus discípulos,
debido a que deseaba que ellos la oyesen, porque las relaciones básicas
que expresa en esta oración entre él y el Padre son además las
relaciones que deberían existir entre Jesús y nosotros. ¡Hay un
sentido muy real en el que todo aquel que cree en Jesús el Mesías
puede hacer esta oración! Esta oración fue diseñada con el fin de
enseñarnos cómo orar, y el sentido de temor reverente que pudiese
alejarnos de ella y reservarla solo para los labios de Jesús es
algo contrario a su intención y hace que nosotros nos perdamos todo
el valor que tiene esta oración. Los tres primeros versículos de esta oración
destacan el trasfondo del cual brota esta oración, en una situación
de peligro y de muerte. Fue pronunciada unos momentos antes de que
Jesús se fuese del Aposento Alto y de que descendiese, con sus discípulos,
al oscuro valle de Cedrón, cruzando la cordillera del Monte de los
Olivos. Ascendiendo allí en la oscuridad de la noche y halló el
camino hasta el Huerto de Getsemaní y una vez allí, se alejó
durante un corto tiempo de sus discípulos, orando y pronunciando
aquella desesperada oración de Getsemaní, la oración que hizo que
brotase sangre de su cuerpo, que caía al suelo en grandes gotas, y
pasó a un tiempo de misteriosa y terrible angustia. Estando en ese
huerto, Judas vino con la guardia, que le cogió prisionero y le
condujeron a la corte de Pilatos y posteriormente a la cruz. Al hacer esta oración estaba contemplando
la sombra de la cruz. Los discípulos estaban reprimidos y
aterrorizados, plenamente conscientes de que algo andaba mal, que
Jesús les iba a abandonar. Les había dicho que les iba a dejar y
los corazones de ellos estaban dominados por el temor y la ansiedad,
pero en su oración no se expresa ni una palabra de temor, de
debilidad ni de nerviosismo. Tengo en mi biblioteca una copia de la
oración que pronunció Martin Lutero antes de que se presentase
ante el Emperador del Santo Imperio Romano en la Ciudad de Worms,
para responder a los cargos que se habían presentado en su contra,
por causa de los cuales su vida estaba en juego. Es un prolongado,
vago y repetitivo clamor de debilidad impotente, mediante el cual
Lutero sencillamente se abandona una y otra vez en Dios como su
fortaleza y grita atemorizado y angustiado, pero esta oración de
Jesús es totalmente diferente. En lugar de ser un clamor de
debilidad o una súplica de ayuda, esta oración comienza con la
poderosa conciencia de una oportunidad a la que se anticipa: "Jesús habló de estas cosas, y
levantando los ojos al cielo, dijo: Padre, la hora ha llegado. (Juan
17:1a) "La hora ha llegado. Con estas
palabras Jesús espera con anhelo y con evidente anticipación el
momento de la oportunidad ilimitada que tiene ante sí. No cabe duda
alguna de que estas palabras "la hora ha llegado significan
mucho más que la frase que empleamos cuando nos enfrentamos con el
final de la vida "me ha llegado la hora. Lo que queremos decir
mediante estas palabras es que se nos ha acabado el tiempo y ha
llegado el fin de nuestra vida. El Dr. J. Vernon McGee contó en
cierta ocasión el caso de un hombre que había estado estudiando la
doctrina de la predestinación y se había sentido tan fascinado por
la idea de la protección soberana de Dios, en cualquier y en toda
la circunstancia, que le dijo al Dr. McGee: "¿sabe una cosa?
Estoy convencido de que Dios me guarda, pase lo que pase, de modo
que aunque me plantase en medio del más intenso tráfico al mediodía,
si no ha llegado mi hora, estaría perfectamente a salvo. El Dr.
McGee le contestó de manera muy característica diciéndole: "¡Bueno,
si se planta usted en medio del tráfico al mediodía, hermano, su
hora ha llegado! El usar una frase como "me ha llegado
la hora es una expresión de resignación, pero no es esa la postura
que adopta Jesús. A lo que se refiere aquí es a la realización.
Está hablando del momento que había estado esperando durante toda
su vida, la hora de unas posibilidades ilimitadas, la hora que
durante tanto tiempo ha esperado. En toda la constancia que ha
quedado en los Evangelios se refiere continuamente a dicha hora: en
el principio de Juan tenemos el relato del primer milagro en Cana de
Galilea, cuando convirtió el agua en vino. Estando allí se le
acercó su madre y le dijo: "Hijo, no tienen vino y su
respuesta fue: "¿Qué tiene que ver eso conmigo, mujer? Todavía
no ha llegado mi hora. (Juan 2:3-4). Lo que quiso decir fue que,
aunque haría lo que su madre le había sugerido, no tendría los
resultados que ella había estado esperando, porque aún no había
llegado la hora, no era el momento oportuno. Jesús les dijo
repetidamente a los discípulos que: "todavía no había
llegado su hora (Juan 7:30; 8:20). Estaba esperando el momento en
que abundaría la oportunidad y en aquellos momentos, al ir a la
cruz, elevó sus ojos al cielo y dijo: "Padre, la hora ha
llegado. Con esas palabras lo que quiere decir es que había llegado
la hora en la que todo por lo que había vivido se cumpliría. Esa era la anticipación que se basaba en
el principio, como dijo él, de que: "a menos que el grano de
trigo caiga en la tierra y muera, queda solo; pero si muere, lleva
mucho fruto. (Juan 12:24). Ese era el motivo por el que su hora no
había llegado antes, porque Jesús sabía que la obra de Dios no se
realiza nunca aparte del principio de la muerte, que todo cuanto él
hiciese mediante poderosos milagros y poderosas palabras, todo el
maravilloso poder de su ministerio entre los hombres carecería de
toda efectividad hasta que no pasase por la experiencia de renunciar
a todo cuanto él era. Hasta que lo hiciese, nada perdurable
permanecería. Jesús sabía que mas allá de la cruz se encontraba
la gloria de Dios. Hebreos dice que "por el gozo que tenía
sufrió la cruz, menospreciando el oprobio (Heb. 12:2) de la misma
manera, sabiendo que mas allá de ella se hallaba el gozo que le
estaba esperando. Más allá de la cruz está la gloria, pero la
cruz es el único camino para llegar hasta allí. Todo su ministerio,
toda su vida, carecerían de la menor efectividad hasta que se
cumpliese este principio de la muerte, a menos que el grano de trigo
caiga en la tierra y muera, queda solo, no logrará nunca nada mas,
¡porque no puede! Solamente si muere llevará mucho fruto. Mas allá
de la renuncia a sus derechos estaba la posesión del privilegio, más
allá del acto de obediencia estaba la bendición como algo real. Es por eso que he dicho que también
nosotros debemos de hacer esta oración, porque estamos siempre
enfrentándonos con horas como estas en nuestra vida. Tanto en el
caso de los asuntos importantes como en los insignificantes llegamos
al momento en el que debemos decir, como lo hizo Jesús:
"Padre, la hora ha llegado, la hora en la que tengo que tomar
una decisión entre sí aferrarme a mi vida por mí mismo, actuando
de manera egoísta, como lo he estado haciendo hasta aquí o si
renunciaré a ella y, pasaré a lo que es aparentemente muerte,
aferrándome a la esperanza, la gloria y la realización que se
encuentra más allá. Siempre nos estamos enfrentando con horas así.
Las llamamos decepciones, demoras, tal vez tragedias. Las
consideramos como invasiones de nuestra vida privada, a nuestro
derecho a vivir nuestras propias vidas. Pero si las vemos como lo
hizo Jesús, reconoceremos que cada momento así es una hora de gran
posibilidad en la que, si actuamos conforme al principio de
entregarnos a nosotros mismos, descubriremos que hay una puerta
abierta a un reino de servicio, bendición y gloria tan amplio que
resulta casi inimaginable. Eso es precisamente lo que quiso decir
Jesús con las palabras "la hora ha llegado. Era un momento de
oportunidades sin límite. Luego pasa de esto a otra palabra y dice: "glorifica a tu Hijo para que el Hijo
te glorifique a ti, así como le diste autoridad sobre todo hombre,
para que dé vida eterna a todos los que le has dado. (Juan
17:1b-2). Pero estas palabras revelan que habla
plenamente consciente de una relación adecuada. Si examina usted
cuidadosamente estos versículos se dará cuenta de que existe una
maravillosa interacción de personalidades. El Padre le da al Hijo a
fin de que el Hijo, a su vez, le pueda devolver al Padre. No se
trata del acto de dar una sola vez, mediante el cual el Padre le
concedió autoridad sobre toda carne al Hijo, sino una entrega
continua. El Padre, dice, está continuamente concediéndole al Hijo
la autoridad sobre toda carne. ¿Por qué? Para que el Hijo pueda
continuamente devolverle al Padre los hombres que el Padre le ha
dado, para que puedan ser suyos. Y lo que está expresando aquí,
con este maravilloso lenguaje, es sencillamente que todo su
ministerio es una manifestación del poder adecuado para hacer
frente a cualquier exigencia. El Padre le concedió autoridad, pero ¿para
qué? Nos dice que para que pudiese concederle la vida eterna a
quien quiera que el Padre le hubiese dado, a fin de suplir la
necesidad de cualquier persona que viniese a él. Los que son
enviados al Padre, atraídos a él, acudirán ante su presencia.
Quienquiera que sea, dice Jesús, mora en él, gracias al don del
Padre y todo cuanto es necesario para hacer frente a la exigencia de
esa persona, él es suficiente para hacer frente a cualquiera de
ellas, sea la que fuere. Esta semana en Newport Beach, estuve en una
reunión social en un precioso hogar. Se acercó a mí un hombre y
agarrándome de la mano me llevó hacia un rincón y me dijo: "quiero
hablar con usted. He asistido a los desayunos de oración todas las
mañanas esta semana y quiero hacerle algunas preguntas. Como es
natural, me sentí encantado y le animé a que me contase algo sobre
sí mismo. Era un hombre que tenía lo que podría describir como un
rostro trágico. En él se dibujaban profundas arrugas, señal de
una honda tragedia y no tardé en averiguar cuál había sido. Me
contó que hacía solo unos meses que su hijo de diecisiete años se
había suicidado y lo que eso había representado para su esposa y
para él. Al charlar me dijo: "Sé que esta semana he escuchado
algo que debe ser la respuesta. No puedo negar que todo lo que he
estado escuchando durante esta semana en las vidas de estos hombres
es real. Hay algo aquí y yo lo quiero, deseo venir al Mesías, pero
no puedo. Yo le contesté: "¿por qué no? y me dijo: "No
siento la libertad para hacerlo hasta que pueda acudir a él con
total honestidad y sinceridad. Me quedan muchas dudas, cierto
resentimiento y amargura acerca de lo que nos ha sucedido y por eso
no creo que pueda venir a él. Entonces le respondí: "Mi
querido amigo, si no cree usted que pueda acudir a él honestamente,
hágalo deshonestamente y dígaselo así al Señor, porque la
invitación del evangelio dice: "El que tenga sed, venga eso es
todo "venga. (Apoc. 22:17). En Jesús, el Mesías, tenemos la respuesta
adecuada a cualquier problema. Usted no tiene la respuesta, pero no
tiene que tenerla, él sí la tiene. Preséntele el problema a él,
sea cual fuere, duda, incredulidad, falta de honradez, temor,
amargura, ansiedad, preocupación, sea lo que fuere, Jesús dijo: "Venid a mi todos los que estáis
fatigados y cargados y yo os haré descansar. (Mat. 11:28). Y también dijo: "Todo lo que el Padre me da vendrá a
mí; y al que a mi viene, jamás lo echaré fuera. (Juan 6:37). ¿Qué quiere decir? Esa es la maravillosa
relación que tuvo cuando estuvo aquí en la tierra, pues el Padre
le estaba concediendo siempre autoridad sobre toda carne, sobre cada
una de las personas que acudían a él, como respuesta adecuada a
cada necesidad, para que él a su vez, al hacer frente a dicha
necesidad, pudiese devolver ese hombre al Padre, habiéndole
recibido como un don del Padre mismo. ¿Reconoce usted que nosotros tenemos
actualmente la misma relación que el Señor Jesús tuvo con su
Padre? La semana pasada escuchamos sus palabras: "El que cree en mí, él también hará
las obras que yo hago. Y mayores que éstas hará, porque yo voy al
Padre. (Juan 14:12b). Todo cuanto está diciendo es que, gracias
al hecho de que la vida de Jesús el Mesías mora en nosotros, él
está dispuesto a concedernos continuamente la autoridad sobre toda
carne, sea cual fuere la necesidad. Sea cual fuere la exigencia que
nos presente la vida, sea cual fuere el problema urgente que
aparezca en nuestra vida, que nos agobie, él es suficiente para que
le hagamos frente, a fin de que podamos devolverle el gozo, el
regocijo, la gloria y la acción de gracias de nuestro corazón. El Mayor Ian Thomas os ha recordado: "debemos
tener lo que él es a fin de poder hacer lo que él hizo. Ese es el secreto del cristianismo vital.
Incluso en esta hora de peligro, de muerte y de tinieblas, cuando la
cruz presiona con todo su perpleja confusión al Señor Jesús, él
ora al Padre y le dice: "Gracias, Padre. Ha llegado la hora, la
hora que representará la mayor bendición que el mundo ha visto jamás,
la hora que yo he estado esperando, para la cual he vivido, y sé
que, al enfrentarme con ella, tengo una relación adecuada que es
totalmente capaz de hacer frente a las exigencias de esta hora. Además hay una tercera cosa que introduce
en esta oración. Un tercer ímpetu tras dicha oración es el
desvelar una posibilidad abundante: "Y esta es la vida eterna; que te
conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo a quien tú
has enviado. (Juan 17:3). Si un creyente desea dar un testimonio
dice: "Tengo vida eterna. ¿Qué quiere decir? ¿Qué es la
vida eterna? Tiene vida eterna, dice usted, pero ¿qué es la vida
eterna? ¿Diría usted: "lo que quiere decir es vivir para
siempre.? ¿Es eso lo que representa realmente la vida eterna? ¿No
es, acaso, otra cosa que la existencia eterna que sigue para siempre?
¿Es una vida fácil la que pasaremos en la eternidad, tocando el
arpa, es eso la vida eterna? ¿Es caminar físicamente por calles de
oro? No, la definición está justamente aquí.
Jesús dice que esto es la vida eterna. ¿Qué es? "Y esta es
la vida eterna; que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a
Jesucristo a quien tú has enviado. ¡Esa es la vida eterna! La vida
eterna no es cantidad, es calidad. Es conocer a una persona. Cuando
se para usted a pensar en ello, es lo único que hace que la vida
valga la pena ¿no es cierto? ¿Qué es el matrimonio? ¿Son tres
comidas al día, es bañar a los niños, ver la televisión, irse a
dormir, levantarse para ir al trabajo por la mañana y volver de
nuevo? No, el matrimonio es conocer a otra persona, esa es la
esencia. Han transcurrido ya veinte años desde que
siendo joven, visité una iglesia en Montana y sentado un domingo
por la noche inolvidable, y desde las alturas olímpicas desde las
que estaba sentado, vi a una joven rubia con el cabello largo, muy
rubio, cantando un solo. Tenía la voz más angelical que jamás había
escuchado. Me dije a mi mismo, con la impetuosidad característica
de la juventud: " he ahí la muchacha con la que quiero casarme.
Pero me sentí dominado por un sentimiento de profunda frustración,
porque sabía que a la mañana siguiente tenía planeado salir para
Chicago para vivir allí. Cuando se despidió la reunión, me
encontré con la muchacha a la puerta de la iglesia, a la que solo
hacía un par de días que me habían presentado, y le pregunté si
podía escribirme con ella. Creo que se quedó muy sorprendida pero
dijo que "sí y después de llegar a Chicago empecé a
escribirle. Le estuve escribiendo de vez en cuando, durante una
serie de años, unos cinco o seis años. Por fin, me encontré en
Hawaii escribiendo aún a la misma muchacha. Me llevó todo ese
tiempo convencerla de que viniese a Hawaii y allí nos casamos. Había
estado intentando llegar a conocerla por correspondencia durante
todos esos años, pero no la conocía muy bien, a pesar de lo cual
cuando nos casamos empezamos a conocernos mejor, y todo el gozo del
matrimonio consiste para mi en conocer a la otra persona. Aquellos matrimonios que no poseen este
elemento se desintegran y no son otra cosa que una experiencia
aburrida y frustrante. Es el conocer a una persona lo que añade la
riqueza a la vida. Es por eso que la vida eterna es el conocimiento
de la Persona eterna, la intimidad de la comunión y el compañerismo
con la Persona de Dios. "Y esta es la vida eterna; que te
conozcan a ti, el único Dios verdadero. ¿Cuáles son los resultados de un
conocimiento así? Ya sea entre humanos o entre el hombre y Dios,
son siempre los mismos, excepto que en el caso de conocer a Dios
trascienden las fronteras de lo infinito. Lo primero es el gozo, la vida se convierte
en un disfrute. El conocer a otra persona significa el fin de la
soledad. Implica contar con un corazón que te comprende, una
persona a la que le podemos contar nuestros problemas, que compartirá
además nuestras alegrías y nuestras tristezas. No hay nada
semejante en la vida. En eso consiste el conocer a Dios, en la
plenitud de ese gozo, en la riqueza de las experiencias. Pero más que disfrute, representa una
expansión. ¿Ha observado usted alguna vez que una persona que se
retrae de los demás, que vive como un ermitaño, ya sea en
aislamiento real o mostrándose retraído e inaccesible, lleva también
una vida muy estrecha? Su vida está limitada por costumbres
determinadas por un lado y actitudes inalterables por el otro y esa
es toda su vida, una estrecha tumba a la que le han quitado los dos
lados, pero cuando conocemos a otras personas, y especialmente
cuando conocemos a Dios, ensanchamos los horizontes de nuestra
existencia, añadimos amplitud además de longitud. Descubrimos que
el conocimiento de Dios amplia toda la perspectiva de la vida, hasta
que empezamos a vivir por primera vez. Este es el testimonio de
muchos. Hace algunas semanas estuve en la frontera
canadiense hablando a un grupo de jóvenes adultos en una
conferencia especial. Tras concluir una de las reuniones se me acercó
un joven. Me enteré después que hacía poco que se había
convertido, era un joven que había sido piloto de pruebas y había
llevado una existencia bastante salvaje. Después de un mensaje en
el que había estado hablando acerca del conocimiento de Dios, me
dijo: "¿sabe una cosa? Al hablar sobre Dios no hace usted que
suene como si se hallase en algún lugar distante, en alguna parte.
Escuchándole pude ver que Dios... (y se quedó como buscando la
palabra apropiada) Dios... ¡Dios mola cantidad! Posiblemente me
quedé un tanto extrañado, de modo que añadió: "Bueno, ya
sabe lo que quiero decir. ¡Dios está al corriente de la movida,
mola un rato! Entonces entendí de inmediato que no pretendía ser
irreverente, ni mucho menos, al hablar de ese modo. Lo que quería
decir era que Dios es real y se interesa por la vida, que ha venido
para ampliar nuestros horizontes y si no nos rendimos ante El
descubrimos que la vida se está constantemente volviendo mas y mas
estrecha, como un canal restringido, que no tiene suficiente anchura
ni mucho menos. El conocer a una persona añade deleite y
expansión, pero sobre todo, enriquecimiento, porque la vida no solo
debe tener longitud y anchura, sino que debe tener además
profundidad. Cuando conocemos a Dios por medio de Jesús el Mesías
(porque no hay ninguna otra manera para llegar al conocimiento de
Dios, excepto a través de Jesús el Mesías, puesto que él mismo
dijo: "Nadie conoce bien al Hijo, sino el Padre. Nadie conoce
bien al Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo lo quiera
revelar (Mat. 11:27) al participar en la comunión y la obediencia a
Jesús el Mesías, descubrimos que él enriquece nuestra vida en
todas sus dimensiones y se convierte en una vida cálida y
fulgurante en nuestro interior, y tal vez por primera vez comenzamos
a experimentar la vida como se pretendía que fuese. Una vez mas esta semana me senté con un
hombre creyente, que era uno de los miembros de un grupo que había
estado tras la planificación de las reuniones que se celebraron la
semana pasada en Newport Beach. Estábamos comiendo juntos al mediodía
y me contó la historia de su vida, cómo se hizo cristiano. Me contó
cómo había ido tras los éxitos habituales en la vida y los había
alcanzado de manera impresionante. Tenía todo el dinero que
necesitaba, tenía una familia estupenda, poseía todos los
atributos normales de la vida y descubrí más adelante, hablando
con otros, que era la viva imagen de la virilidad a los ojos de
otros hombres. Le conté, con el propósito de animarle, lo que
otros me habían dicho acerca de él. Le dije: "¿a qué es
debido eso? Se le llenaron los ojos de lágrimas al decirme:
"Le diré por qué. Si es verdad, es porque cuando tenía
cuarenta y uno años de edad descubrí a Jesús el Mesías y le doy
gracias a Dios porque a los cuarenta y un años aprendí por primera
vez los auténticos valores de la vida me dijo. "Me he sentido
impresionado con esto de manera especial porque mi padre se hizo
creyente solo cinco días antes de morir, pero esos últimos cinco días
fueron los días más maravillosos de su vida. Me siento
sencillamente agradecido porque, aunque mi padre solo entendió los
auténticos valores de la vida durante cinco días, a mí se me ha
permitido, durante una serie de años, darme cuenta de lo que es la
vida exactamente. Eso es lo que da como resultado el
conocimiento de Dios. Pablo dice: "todo es vuestro, sea el
mundo, sea la vida, sea la muerte, sea lo presente, sea lo porvenir,
todo es vuestro y vosotros de Cristo y Cristo de Dios. (1ª Cor.
3:21-23). ¡Qué magnífico panorama! ¡Qué fabulosas posibilidades
y potencial dependen de esta sencilla relación con Jesús el Mesías! Ahora bien, esta es la pregunta que quiero
hacerle: ¿Está usted orando con esa clase de
entendimiento, gracias a esa clase de relación? ¿Está usted
esforzándose por lograrlo? ¿Cree usted realmente que estas son las
posibilidades que Dios está dispuesto a ofrecerle en su vida? ¿O se siente usted satisfecho, como lo
estamos muchos de nosotros, con seguir adelante, sea como sea semana
tras interminable semana, haciendo las mismas cosas aburridas de
siempre, con las mismas actitudes que adoptan las personas mundanas
que nos rodean, sin que exista nada visiblemente diferente en
nuestras vidas? Eso es lo que nuestro Señor nos plantea en
esta oración. Ante la hora más trágica en la historia de la
humanidad no hay en su oración ni el más mínimo nerviosismo o de
derrota, sino sencillamente una actitud de descanso en aquello que
ha sido característico de su vida todo el tiempo y que manifiesta
sencillamente que está al alcance de todo aquel que cree en él. Oración Padre nuestro, ¡qué mendigos tan patéticos
somos, cuando poseemos riquezas tan maravillosas y que poco las
disfrutamos! Señor, derriba las barreras de nuestra incredulidad.
Detennos para que no podamos restar importancia a todo lo que oímos.
Impide que hagamos algo tan terrible como es volver a la "vida
normal, como acostumbramos a llamarla, y que sigamos siendo la misma
aburrida persona que éramos antes. Dios, ayúdanos a ver que en Jesús
el Mesías hay vida, luz, libertad, abundancia y haz que tengamos
verdadera hambre y sed de ellas. Lo pedimos en
Su nombre, amen.
Título: La Verdadera oración del Señor Copyright © 1995 Discovery Publishing un
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