Bienvenido | Inscripciones | Orientación | Donar al seminario - su ofrenda hace este ministerio posible | |
Seminario Reina Valera
|
|
14. Cómo Oraba
Jesús Vida Espiritual ilumina la manera práctica de incorporar la espiritualidad a la vida personal y el ministerio. Se estudia el poder de la oración ilustrada a través de las Escrituras como base de una vida verdaderamente victoriosa en comunión con la voluntad de Dios. COMO ORABA JESUS por Ray C.
Stedman
Aconteció que, estando Jesús orando en
cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: --Señor,
enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos.
(Lucas 11:1, Versión Reina Valera Actualizada) Jesús era motivo de continuo asombro para
sus propios discípulos. La vida junto a él resultaba una
interminable experiencia de gozo y de perplejidad y ellos estaban
continuamente intentando explicarse a Jesús a su propia satisfacción.
Habían viajado con él a lo largo y ancho de la tierra de Israel y
había sido como una gran campaña militar. Presenciaron incursiones
en contra de los oscuros poderes de la enfermedad, la muerte y la
desesperación, por toda la tierra y los discípulos no pudieron
olvidar las poderosas demostraciones de su poder. Recordaban la
gratitud reflejada en los ojos de los que habían estado inválidos,
ciegos, enfermos, mudos y sordos, así como de los afligidos, de los
que habían sido sanados y liberados, enviados de vuelta junto a sus
seres amados. Estaban continuamente asombrados por la sabiduría de
la que Jesús hacía gala, contemplándole siempre fijamente,
preguntándose cuál sería el secreto de su sabiduría y de su
poder. Cuando él comía, dormía, enseñaba y viajaba, ellos le
observaban sin cesar y aquí Lucas nos dice, que Jesús estaba
orando y cuando hubo acabado, uno de ellos le habló. Los discípulos
le estaban observando y al hacerlo de repente uno de ellos, cuyo
nombre no se menciona, cayó en la cuenta, en su corazón, de que de
algún modo aquel asombroso poder de Jesús estaba relacionado con
su vida de oración. Cuando hubo acabado, uno de ellos, hablando en
nombre de todos los discípulos le dijo: "Señor, enséñanos a
orar. Esta es una petición muy significativa
porque, sin duda, estos discípulos debían ser hombres de oración
y cuando le dijeron: "Señor, enséñanos a orar, como también
Juan enseñó a sus discípulos no estaban dando a entender que Juan
poseyese una escuela con un ministerio superior. No estaban diciendo:
"En ese ministerio ambulante que Juan lleva a cabo ofrece un
curso acerca de la oración, pero tú aún no nos has dicho nada al
respecto. Lo que querían decir era "hubo un tiempo en que
algunos de nosotros fuimos discípulos de Juan y él nos enseñaba cómo
orar, pero Señor, te hemos estado observando, y vemos que eres un
maestro de la oración. Ahora bien, del mismo modo que hubo un
tiempo en que Juan nos enseñó a orar, ¿podrías tu impartirnos
esa enseñanza y descubrirnos los secretos de cómo orar? Porque al
observarte, nos hemos dado cuenta de que, de algún modo, la
maravilla y el misterio de tu carácter tienen están relacionados
con tu vida de oración y ha hecho que seamos conscientes de que
sabemos realmente muy poco acerca de la oración. Señor, ¿podrías
enseñarnos cómo orar? Si hay una oración por encima de cualquier
otra, por la que sienta profundo anhelo en mi propio corazón, es
que cada uno de nosotros en la Iglesia Peninsula Bible podamos
llegar a ese punto en el que, con toda sencillez y profundamente
conscientes de nuestra gran necesidad en este sentido, clamemos como
lo hizo este discípulo, con urgencia, y digamos: "Señor, enséñanos
a orar. Porque el hecho crudo y duro es que realmente no tenemos ni
idea de cómo orar, ni como individuos ni corporalmente, como
iglesia y la prueba de que no sabemos hacerlo está en la gran
cantidad de personas que tenemos a nuestro alrededor que desfallecen.
En nuestros anteriores estudios acerca de la oración, nos
encontramos con las palabras de nuestro Señor, en el sentido de que
es preciso que los hombres oren y no desmayen. Es decir, o bien
oramos o desmayamos, una de dos. El dijo que la vida acontece de tal
manera que los hombres o bien descubren el poderoso ministerio de la
oración o se dejan arrastrar por el desanimo y la frustración de
una vida débil, carente de todo poder, inútil y sin fruto. Y la
evidencia de que las personas no están orando la hallamos en el
desfallecimiento que abunda entre nosotros, el desanimo, la ansiedad,
el temor, la culpabilidad y desesperación, en ese patético ir a
tientas, a la deriva, que hallamos en muchas vidas. Sé que existen honrosas excepciones, en
este sentido, y le doy gracias a Dios por ellas, y que hay algunos
entre nosotros que hemos aprendido algo acerca del fortaleciente
ministerio de la oración en la vida individual, algo perfectamente
evidente. Hay aquellos que poseen un gozo y un brillo en su
existencia que resulta imposible negar, que se enfrentan con cada
circunstancia con ese triunfo imponente e irresistible, que
caracteriza la auténtica fe cristiana, y el ministerio de la oración
es muy evidente en sus vidas, pero debemos admitir que también son
muchos los que se sienten desfallecer, tanto entre la juventud como
entre las personas de más edad y esto demuestra una considerable
falta de la auténtica oración. Existe una extraña resistencia a
participar activamente en lo relacionado con el ministerio y el
servicio, un temor a atrevernos a hacerlo y a arriesgar nuestras
vidas en alguna empresa o un ministerio que precise un compromiso
por nuestra parte. Existe un patético esfuerzo por defendernos a
nosotros mismos, en este sentido, por excusar nuestra falta de deseo,
por no estar dispuestos. Una vez más, existen honrosas excepciones
también en este caso, y le doy gracias a Dios por ellas, pero entre
nosotros la falta de oración sigue siendo evidente. La prueba de que no oramos como un cuerpo,
como iglesia, es el débil rendimiento en este sentido. Debo
confesar que no lo entiendo, pero parece existir una conspiración
silenciosa por evitar las reuniones de oración. Estoy hablando con
toda sinceridad, pero hay algo que debo añadir a fin de aclarar que
no es mi intención, ni mucho menos, herir a nadie. No es mi intención
machacaros, acusar o criticar severamente a nadie desde el púlpito.
No pretendo crear una especie de asistencia obligatoria a las
reuniones de oración, aunque en ocasiones he sentido el deseo de
hacerlo, pero debo afrontar un hecho ineludible y es que si, en este
sentido de vital importancia, nosotros los que somos cristianos
estamos fallando, es sencillamente porque aún no hemos visto lo que
es la oración y el papel que representa en la vida cristiana. De
algún modo el enemigo ha cegado nuestros sentidos y ha empañado
nuestros ojos, para que no podamos ver esto con toda claridad. Es
con la esperanza de que estos mensajes puedan ayudar a cubrir esa
falta y aclarar esta necesidad, por lo que he creado esta serie
acerca de la oración. Me gustaría pedir que cada uno de nosotros
se uniese a este discípulo, al que no se menciona por nombre, que
clamemos con desesperación, con verdadero anhelo, con nuestras
vidas carentes de poder, y que digamos: "Señor, enséñanos a
orar. Hay algo que resulta inmediatamente
evidente. Cuando pronunciamos estas palabras, con corazones sinceros,
hemos dado ya el primer y el más importante paso por descubrir el
poder de la oración. Cuando decimos "enséñanos a orar lo
estamos haciendo por un sentido de necesidad y la oración no es
otra cosa que la expresión de la necesidad humana a un Padre
anhelante. La oración es el clamor de un hijo amado a un Padre, que
tiene un corazón de padre, que está dispuesto a derramar todo
cuanto tiene para darnos, y cuando hacemos esta oración: "Señor,
enséñanos a orar estamos clamando por un sentido de necesidad. Cuando llegue el momento examinaremos lo
que dijo nuestro Señor a estos discípulos en respuesta a su petición,
pero por el momento baste con preguntar: "¿qué es lo que
vieron ellos en la vida de Jesús como para que hiciese brotar ese
clamor de sus corazones? ¿Qué fue lo que les impresionó al
contemplar a Jesús orando y lo que les convenció de que su vida de
oración, su asombroso poder y sabiduría estaban de algún modo
relacionados? En primer lugar fueron testigos de que, en
el caso de Jesús, la oración era una necesidad. Era algo más que
una costumbre ocasional por su parte, era una costumbre de toda la
vida, era una actitud de mente y corazón, era el ambiente en el que
vivía, era el aire mismo que respiraba. Todo cuanto hacia tenía su
origen en la oración y oraba literalmente sin cesar. El apóstol
Pablo nos anima a orar sin cesar y al contemplar estos discípulos a
Jesús vieron que oraba, efectivamente, sin cesar. Es evidente que
no siempre era una oración formal, que no se arrodillaba cada vez,
aunque lo hacía en ocasiones. No se ponía en pie, con la cabeza
inclinada, en una actitud de oración continua. De haberlo hecho,
como es natural, no habría conseguido hacer nada, pero lo
sorprendente es que pudo mantener una vida de oración en medio de
un ministerio increíblemente activo y resulta realmente asombrosa
la cantidad de cosas que pudo llevar a cabo en tres años. Se vio
sometido, como muchos de nosotros, a una vida de increíble presión
y de continuas interrupciones y nunca se propuso hacer algo sin que
le interrumpiesen. Al llevar a cabo su ministerio tuvo que
enfrentarse con una creciente oposición, continuamente acosado y
haciendo constantemente frente a la resistencia al curso que estaba
llevando, incluso por parte de sus propios discípulos. Pero, en
medio de una vida increíblemente ocupada y de tremenda presión y
continuas interrupciones, estaba en constante oración. Estaba
orando en espíritu al mismo tiempo que sus manos estaban ocupadas
sanando, daba gracias mientras partía el pan y alimentaba a los
cinco mil. Junto al sepulcro de Lázaro dio gracias al Padre
abiertamente, antes de pronunciar aquellas palabras "¡Lázaro,
ven fuera! (Juan 11:43), con una dramática manifestación de poder.
Cuando vinieron los griegos, queriendo ver a Jesús, le dieron el
mensaje y su respuesta inmediata fue una de oración "Padre
dijo, "glorifica tu nombre (Juan 12:28a). Había una continua
sensación de anticipación por su parte, sabiendo que el Padre
estaría obrando por medio de él y, por lo tanto, estaba todo el
tiempo en actitud de oración. Este es el secreto de la oración y de una
vida de oración. Es practicar esta constante actitud de expectativa,
que significa que no estamos nunca demasiado lejos del pensamiento
de que Dios está obrando en nosotros tanto el deseo como la
capacidad para hacer su buena voluntad. Como es lógico, esto es
algo que pudo hacer porque creía en lo que predicaba y decía
continuamente "el Hijo no puede hacer nada de sí mismo (Juan
5:19). Esas no eran (sencillamente) palabras y no estaba
pronunciando frases piadosas, como hacemos nosotros con frecuencia.
No estaba intentando causar una buena impresión a los que le
rodeaban, sino que estaba diciendo algo que los dejó asombrados,
pero a pesar de ello, lo dijo de corazón "el Hijo no puede
hacer nada de sí mismo. Yo nunca dejo de asombrarme ante esta
afirmación tan chocante. Piense el lector en el Hijo de Dios, el
Hombre perfecto, el hombre que cumplía continua y adecuadamente
toda la expectativa de Dios para con los hombres, que era un
continuo deleite para el corazón del Padre, que hacía siempre lo
que le complacía y, pregúntese a sí mismo, ¿hasta qué punto
contribuyó, como hombre, al extraordinario programa de su poder y
sabiduría, que ocuparon tres años de ministerio? La respuesta es
nada, ¡absolutamente nada! No hizo nada porque "el Hijo no
puede hacer nada de sí mismo. El afirmó repetidamente que eso era
cierto. "el Padre que mora en mí hace sus obras (Juan 14:19b).
Y de este sentido consciente y constante de la necesidad surgió la
continua actitud de oración, una continua expectativa de que si había
algo que era preciso llevar a cabo el Padre lo haría. Eso era,
precisamente, lo que se hallaba en el fondo de su asombrosa vida de
oración y lo que revela que para él la oración era una absoluta
necesidad. He ahí nuestro problema, pues adoptamos
una inexplicable actitud de autosuficiencia. Ya sé que hay momentos
en que somos muy conscientes de nuestra incapacidad y de nuestra
necesidad y estamos dispuestos a orar. Cuando usted se siente
deprimido o se encuentra ante una circunstancia que le exige
demasiado o se siente abrumado por una catástrofe inesperada, su
primera reacción, la que se produce de manera automática, es la
oración. ¿Por qué? Porque tiene usted sentido de su necesidad,
sabe que necesita ayuda y la oración es la reacción inmediata en
esos momentos, pero pensamos que esta es una acción de emergencia,
reservada para esas ocasiones en que nos encontramos bajo una gran
presión o estrés porque durante el resto de nuestra vida nos
sentimos perfectamente competentes y nos decimos: "hay muchas
cosas que puedo hacer por mi mismo. Oraré cuando necesite ayuda,
pero el resto del tiempo me las puedo arreglar solo. El secreto de
la vida de Jesús es que nunca dijo eso y no se le ocurrió pensarlo
ni una sola vez. Nunca se dijo a sí mismo: "mi capacitación,
mis antecedentes, mis conocimientos, la habilidad que me ha dado
Dios como hombre, me hacen que sea competente para hacer ciertas
cosas por mi mismo, pero para el resto dependeré del Padre. No, él
dijo: "el Hijo no puede hacer nada de sí mismo. ¡Absolutamente
nada! En una ocasión nuestro Señor le estaba
hablando a una gran multitud. Mientras hablaba la multitud le
apretaba en la orilla del lago y resultó tan numerosa que ya no se
le veía ni oía con facilidad. Entonces se volvió a Pedro, que
estaba sentado en la barca a la orilla del mar, y le dijo que remase
un poco hacia el interior. Jesús subió a la barca, Pedro remó
unos cuantos metros hacia adentro, donde al Señor se le podía ver
y oir mejor, y continuó hablando. Imagínese de qué modo debió
reaccionar Pedro en esa situación. Por fin podía hacer algo por su
Señor, era su barca y el Señor era su invitado. Pedro lo sintió,
consciente de que podía hacer algo por el Mesías. El Señor había
hecho tanto por él que, sin duda, Pedro debió de regocijarse por
esa oportunidad de hacer algo que el Mesías necesitaba y sin lo
cual no podría haber llevado a cabo su ministerio, pero cuando
nuestro Señor acabó su discurso ese día y mandó dispersar a la
multitud, había algo mas que tenía que hacer con Pedro. Se volvió hacia él y le dijo: "Boga
mar adentro (Lucas 5:4), es decir, boga hacia la parte mas profunda
del lago y cuando Pedro remó hasta el centro del lago el Señor le
dijo: "echad vuestras redes para pescar (Lucas 5:4b) Pedro le
miró sorprendido y hasta nos podemos imaginar esa expresión de
incredulidad en su rostro y oír el tono condescendiente en su voz
al decirle: "Maestro, toda la noche hemos esforzándonos y no
hemos pescado nada. (Lucas 5:5) Es evidente que lo que estaba
pensando debió ser algo como: "Señor, sé que eres un gran
maestro y no hay duda de que sabes hablar mucho mejor que yo a los
hombres, eres un hombre extraordinario y de gran poder, posees una
increíble sabiduría y evidentemente conoces los secretos acerca de
los cuales nosotros nada sabemos, pero Señor, cuando se trata de la
pesca estás hablando con todo un experto. Si quieres saber algo
acerca de la pesca con mucho gusto te enseñaré. Después de todo,
Señor, me he criado en este lago, he estado aquí toda mi vida. Sé
dónde hay peces y donde no hay, sé donde pican y donde no pican.
Señor, he estado pescando toda la noche y no he cogido
absolutamente nada. Mira, Señor, sigue mi consejo, tú dedícate a
predicar y déjame a mí la pesca. Pero el Señor le contestó: "Pedro,
echa la red y sacarás. Algo en su tono debió ser irresistible
porque Pedro le respondió: "por tu palabra echaré la red. De
modo que la echó al agua y recogió una gran cantidad de peces, de
tal manera que la red comenzó a romperse al intentar meter el
pescado en la barca. Al meter Pedro todo aquel pescado en el fondo
de la barquita, encontrándose allí, en pie, con el pescado hasta
la altura de sus rodillas, alzó la vista a su Señor con doloroso
asombro y le dijo: "¡Apártate de mi, Señor, porque soy un
hombre pecador! (Lucas 5:8) ¿Qué quiso decir? Lo que quería decir
era: "Señor, ya entiendo lo que quieres decir, me doy cuenta
de que incluso en aquellos aspectos de mi vida en los que me siento
perfectamente competente, te necesito. No cabe duda alguna de que eso es,
precisamente, lo que nos está enseñando nuestro Señor. Es algo
que debemos aprender, que no hay ninguna actividad en la vida que no
requiera la oración, es un sentido de expectativa ante lo que Dios
está obrando. ¿No fue acaso eso lo que sintió este discípulo (puede
que incluso fuese Pedro) al contemplar al Señor orando? Sabía que
para sí mismo, la oración no era otra cosa que una opción y oraba
cuando le parecía, cuando lo consideraba necesario, pensando que la
oración había sido diseñada solo para casos de emergencia, para
los "grandes problemas de la vida. ¿No necesitamos comenzar
precisamente ahí? Esta llamada telefónica que me dispongo a hacer,
no podré hacerla bien a menos que la encomiende en oración. No
tendrá nunca el efecto que debiera tener a menos que mi corazón
mire a Dios y diga: "habla por medio de mi en esta situación.
Esta carta que estoy a punto de escribir, esto que estoy escribiendo
a máquina, ¿cómo podré hacerlo bien, cómo podré realizar mi
ministerio a menos que te mire a ti, Señor, para que lo hagas por
medio de mi? "El Hijo no puede hacer nada de sí mismo. (Juan
5:19) Esta entrevista que voy a realizar, este plano que tengo que
hacer para mis estudios, este informe que debo entregar mañana,
esta habitación que estoy barriendo, este camino que debo seguir,
este juego en el que me dispongo a participar. Todas ellas son
interminables necesidades de las que brota la oración. Alguien le preguntó a una querida hermana,
que trabajaba como criada, cuál era su método de oración y
respondió: "No sé nada acerca de un método,
sencillamente oro de la siguiente manera: cuando lavo la ropa oro
diciendo: Señor, lava mi corazón y déjalo bien limpio., Cuando
plancho, le digo: Señor, dale un planchazo a todos esos problemas
que yo no soy capaz de resolver., Cuando barro el suelo, le digo: Señor,
barre todos los rincones de mi vida, de la misma manera que barro yo
este suelo. Esa es la verdadera oración. La segunda cosa que vio este discípulo en
Jesús fue que la oración no solo era necesaria, sino que era además
algo perfectamente natural; no había la mas mínima lucha por su
parte a la hora de orar, no tenía que obligarse a sí mismo porque
para él la oración no era un acto de autodisciplina o de obligación.
Para él no fue nunca una obligación, sino un deleite. Ahora bien,
eso no significa que nuestro Señor no necesitase tiempo para orar,
ni que no tuviese que hacer tiempo para la oración en su programa.
Tenía que tomar decisiones entre otras cosas que exigían que les
dedicase un tiempo y que amenazaban con privarle de ese tiempo para
la oración. En algunas ocasiones pasaba horas y hasta noches
enteras en oración. Ocasionalmente, cuando las multitudes
resultaban demasiado numerosas y le exigían demasiado se escabullía.
Lucas deja constancia de este hecho en el evangelio de su mismo
nombre, contando que se reunió una gran multitud con el fin de
escucharle, pero él se apartó y se fue a un lugar desierto a orar. No cabe duda alguna de que habría
ocasiones en las que se sentiría cansado y presionado y el orar no
le resultaría la cosa más fácil del mundo en esas circunstancias.
Una vez, estando en el huerto de Getsemaní debió sentirse, al
igual que sus discípulos, cansado y soñoliento, emocionalmente y físicamente
agotado, pero mientras ellos dormían, él oraba, como si
aparentemente para nuestro Señor no fuese un problema. No
experimentó ningún sentimiento de desgana ni sintió que fuese un
requisito con el que tuviese que cumplir. No da la impresión de que
en ninguna ocasión tuviese que obligarse a sí mismo a dejar otra
cosa que estuviese haciendo a fin de poder orar. ¿Por qué no?
Porque, una vez más, sus acciones tenían su origen en un sentido
irresistible de necesidad. Sencillamente se enfrentaba con el hecho
de que sin esta relación lo que hacía sería una pérdida de
tiempo y aunque dedicase horas enteras a la actividad, no lograría
nada y, de ese sentido profundo y urgente de continua necesidad, de
su plena consciencia de que no era mas que un canal vacio, una
vasija mediante la cual el Padre realizaba la obra, surgió esta
continua oración. A ese punto es al que tenemos que llegar,
¿no es cierto? ¡Lo que precisamos es tener un sentido de
la necesidad! Si le ofrecemos un bocadillo a un hombre que acaba de
llenarse con una abundante comida tendrá usted que valerse de su más
refinado arte de persuasión para conseguir que lo acepte y si lo
coge lo hará solo por educación y en cuanto usted le dé la
espalda se deshará de él detrás del sofá. ¿Por qué? Porque no
tiene la menor sensación de necesidad. Aunque pueda sentirse
obligado a aceptarlo, no lo quiere en realidad y no tiene el menor
valor para él, pero intente ofrecerle un bocadillo a un adolescente
hambriento. ¡Y tendrá usted que preparar un segundo antes de que
coja el primero! De modo que la oración de Jesús era tan necesario
como el alimento e igualmente natural. En ocasiones para él no era otra cosa que
acción de gracias. Tenemos una oración así en el capítulo 10 de
Lucas, versículo 21: En aquella misma hora Jesús se regocijó
en el Espíritu Santo y dijo: "Yo te alabo, oh Padre, Señor
del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas de los
sabios y entendidos y las has revelado a los niños. Sí, Padre,
porque así te agradó. Todas las cosas me han sido entregadas por
mi Padre. Nadie conoce quien es el Hijo, sino el Padre; ni quien es
el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.
(Lucas 10:21-22) El estaba siempre dando gracias, siempre
estaba diciendo: "Gracias, Padre. Gracias por las
circunstancias en las que me has colocado, gracias por lo que has
planeado hacer al respecto, gracias por la victoria que obtendremos
por medio de las circunstancias, gracias por las necesidades que están
siendo suplidas. Al partir el pan para alimentar a los cinco mil
elevó los ojos al cielo y dijo: "gracias, Padre (Mat. 14:19).
Durante la Ultima Cena, mientras estaba reunido con los suyos, en el
aposento alto, tomó la copa y cuando hubo dado gracias dijo: "tomad,
comed (Mat. 26:26; Mar. 14:22) y a lo largo de toda su vida la oración
fue una expresión de gratitud. En otras ocasiones la oración era su
manera de pedir consejo al Padre. Cuando se dispuso a escoger a sus
discípulos se nos dice que pasó toda la noche anterior en oración.
¿Qué estaba haciendo? Estaba buscando y recibiendo iluminación y
guía de parte del Padre. Sabía que su propia sabiduría era
inadecuada para esta labor, de modo que se expuso sencillamente al
consejo del Padre, y juntos repasaron la lista y hablaron acerca de
cada uno de aquellos hombres. Mientras hablaba con el Padre acerca
de ellos sintió una profunda convicción en su corazón y se dijo
"este es el escogido y cuando hubo acabado escogió a los doce,
incluyendo a Judas. La oración representaba con frecuencia
intercesión para Jesús. Tenemos el gran relato sobre ello en Juan
17, esa poderosa oración mediante la cual pidió por cada uno de
los once apóstoles y por medio de ellos por toda la iglesia en
todas las épocas. "Pero no ruego solamente por estos dijo,
"sino también por los que han de creer en mí por medio de la
palabra de ellos. (Juan 17:20) Oró por Pedro en su hora de desilusión
y derrota, cuando se le hundió el mundo, en aquellas oscuras noches
en que negó al Señor, durante las cuales salió y oró amargamente.
El Señor le había conocido con anterioridad y le había dicho:
"Pedro, yo he rogado por ti, para que tu fe no falle. (Lucas
22:32). Tanto Judas como Pedro negaron a su Señor aquella noche,
pero la diferencia fundamental entre Judas y Pedro era que el Mesías
había orado por Pedro, además de que oraba por los niños e
intercedía por ellos ante el Padre. Y finalmente, su gran oración
de intercesión la pronunció en la cruz sangrienta con los brazos
extendidos, orando mientras atravesaban su carne con los clavos.
"Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. (Lucas
23:34). Además, la oración era, sobre todo,
comunión para Jesús. Oró estando en el Monte de la Transfiguración
y, mientras sus discípulos le contemplaban, fue repentinamente
transfigurado ante ellos. Mientras oraba, su rostro se transformó y
sus vestiduras se volvieron blancas y resplandecientes. Mediante la
oración experimentaba una comunión tan rica que la gloria del
Padre, que moraba en él, atravesó la tienda en la que se ocultaba
y, como dice Juan: "vimos su gloria, como del Unigénito del
Padre, lleno de gracia y de verdad. (Juan 1:14) Oró estando en el huerto de Getsemaní y
experimentó una verdadera comunión en una hora de profunda
angustia de corazón, al fin de la cual apareció el ángel que le
fortaleció y le sostuvo en medio de las presiones que estaba
afrontando. Siguiendo el curso de la vida de oración de Jesús
podemos ver lo que vio este discípulo, cuyo nombre no se menciona.
Para él todo era tan necesario, tan sencillo y tan natural. Entonces, ¿por qué nosotros nos debatimos
de tal modo? ¿Por qué, de repente estamos tan ocupados,
cuando se menciona el tema de la reunión de oración? ¿Por qué
estamos piadosamente a favor de la oración en general, pero nos
resistimos perversamente cuando se la menciona en concreto? Es
posible que hasta en estos momentos el enemigo nos esté
transmitiendo en voz baja dos ideas muy astutas acerca de la oración: 1. ¿Acaso no nos está diciendo, al menos
a algunos de nosotros: "claro que Jesús oraba de ese modo,
pero acaso esperas tú vivir como él lo hizo? ¿Crees en serio que
puedes alcanzar el nivel que alcanzó el Hijo de Dios? ¿Acaso no es
evidente que semejante clase de vida esté muy por encima de ti?
Después de todo, tú no eres más que un cristiano sencillo y
corriente. Aquí en Peninsula, en 1964, veinte siglos después de
que Jesús orase, ¿crees tú que puedes orar de ese modo? De la
misma manera que el resto de las cosas que nos dice el demonio, esta
es una asquerosa mentira, porque el Señor Jesús dice: "Así
como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, (Juan
6:57). "Como me ha enviado el Padre, así también yo os envió
a vosotros. (Juan 20:21b). De igual modo que él vivía conforme a
la fortaleza de su Padre, nosotros debemos vivir conforme a la
fortaleza del Hijo, manteniendo exactamente la misma clase de relación. 2. El enemigo nos está diciendo de nuevo:
"Bueno, la verdad es que Jesús oraba como lo hacía porque tenía
una sensación continua de necesidad. Ya sabes que es fácil orar
cuando se tiene una necesidad, así que ora cuando te sientas
necesitado, pero no te molestes en hacerlo, a menos que experimentes
esa sensación de necesidad. Una vez mas esa es una indicación engañosa,
que suena muy piadosa, pero que en realidad incorpora lo que se ha
convertido en una extendida filosofía sobre la oración, que
consiste en decir que es preciso seguir nuestros sentimientos. O, en
otras palabras, no te molestes en caminar por fe. La fe depende de
los hechos, y el hecho que Dios nos revela es que, tanto si sentimos
la necesidad como si no la sentimos, estamos necesitados. Tanto si
nos damos cuenta como si no, tanto si nos sentimos autosuficiente
como si no es así, no lo somos. Estamos continuamente necesitados y
debemos de contar por el momento y constantemente, con la vida del
Señor Jesús que mora en nosotros para darnos la fortaleza
necesaria. La verdad es, como hemos estado sugiriendo
hasta aquí, que estamos siempre necesitados, tanto si somos
conscientes de ellos como si no. Cuando pensamos que todo va bien,
que no necesitamos la ayuda de Dios y que tenemos la vida bajo
control, somos víctimas de un engaño satánico, de una fantasía,
de una imaginación que al final nos traicionará y nos sumirá en
la confusión. Lo cierto es que la vida solo está bajo control
cuando nuestra actitud es como lo era la de Jesús, es decir, de
continua necesidad y de constante expectación. Dios es siempre
igual, y sobre esa gran roca inconmovible de fe descansa
continuamente y está continuamente buscando un suministro continuo.
Nosotros debemos de estar continuamente tomando porque él está
continuamente dando. El dar es su obra y la nuestra recibir. Por lo tanto, la oración debe ser nuestra
vida y nuestra respiración, de modo que nadie necesite animarnos a
orar ya como nadie tendría que animarnos a que respiremos o a que
comamos. Sabemos que debemos de orar. Hace aproximadamente una semana me
encontraba en el Lincoln Memorial en Washington D.C., que es mi
lugar favorito en Washington. Leí una vez más esas asombrosas
palabras grabadas en las paredes del Memorial, del discurso de
Gettysburg, que pronuncio Lincoln y en el otro lado, su segundo
discurso inaugural. Las palabras del segundo discurso inaugural me
conmovieron profundamente y produjeron un gran impacto en mí porque
se parecen mas a las palabras de un sermón que a las de un discurso
político. Hay muchas referencias a Dios, en su breve esfera de acción.
Me hizo recordar que cuando Lincoln llegó a la presidencia no era
cristiano, él mismo lo dijo. Pero al caer sobre él el terrible
peso de su responsabilidad y al sentir en su corazón el sufrimiento
de la guerra, dijo al pronunciar su discurso en Gettysburg, que al
caminar entre las sepulturas de los soldados, fue de repente
consciente de que necesitaba un Salvador. Más adelante dio
testimonio personal, diciendo que fue precisamente allí cuando se
convirtió. Lincoln aprendió a orar, y para él el propósito de la
oración no era conseguir que Dios hiciese lo que el hombre quisiese,
sino colocar al hombre en el lugar en el que pudiese descubrir los
propósitos de Dios y experimentar la fortaleza de depender de los
brazos eternos. Lincoln dejó este testimonio acerca de la oración.
Dijo: "Muchas veces he sentido la necesidad de caer de rodillas
ante la poderosa convicción que no tenía ningún otro lugar a
donde ir. Mediante la fortaleza de esa continua confianza en Dios,
se convirtió en uno de los más grandes presidentes de la nación. Oración Padre, ¿qué podemos decir en esta hora,
sino clamar como lo hicieron los discípulos: "Señor, enséñanos
a orar. Muéstranos nuestra necesidad. Arranca este velo de nuestros
ojos que nos hace creer que somos autosuficientes. Libéranos de
este engaño satánico, de esta extendida filosofía de que nuestro
conocimiento, nuestros estudios, nuestro adiestramiento pueden ser
unos antecedentes adecuados para llevar a cabo nuestra actividad.
Danos mas bien, este sentido consciente de dependencia, haz que nos
demos cuenta de que nada de lo que podamos hacer tendrá ningún
valor aparte de la dependencia en ti, que lo que no es oro, plata ni
piedras preciosas no es mas que madera, paja y hojarasca. En
el nombre de Jesús, amen.
Título: Como oraba Jesús Copyright © 1995 Discovery Publishing un
ministerio de la Iglesia Peninsula Bible. Este archivo de datos es
propiedad exclusiva de Discovery Publishing, un ministerio de la
Iglesia Peninsula Bible. Solo puede copiarse en su totalidad con el
fin de circularlo gratis. Todas las copias de este archivo de datos
deben llevar la notificación de derechos de autor arriba
mencionados. No se puede copiar en parte, editar, revisar ni copiar
con el fin de vender o incorporar a ninguna publicación comercial,
grabación, retransmisión, representaciones, muestras o ningún
otro producto para la venta estos archivos de datos, sin el permiso
escrito de Discovery Publishing. Para solicitar dicha autorización
se deberá hacer por escrito dirigiéndose a Discovery Publishing,
3505 Middlefield Rd. Palo
Alto, California 94306-3695.
|
|
|||||
Bienvenido | Inscripciones | Orientación | Donar al seminario - su ofrenda hace este ministerio posible |