Bienvenido | Inscripciones | Orientación | Donar al seminario - su ofrenda hace este ministerio posible | |
![]() |
Seminario Reina Valera
|
|
![]() |
![]() |
13. La Naturaleza
de la Oración![]() Vida Espiritual ilumina la manera práctica de incorporar la espiritualidad a la vida personal y el ministerio. Se estudia el poder de la oración ilustrada a través de las Escrituras como base de una vida verdaderamente victoriosa en comunión con la voluntad de Dios. LA NATURALEZA DE LA ORACION por Ray C.
Stedman
Dijo también esta parábola a unos que
confiaban en sí mismos como que eran justos y menospreciaban a los
demás: "Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo;
y el otro publicano. El fariseo, de pie, oraba consigo mismo de esta
manera: Dios, te doy gracias que no soy como los demás hombres:
ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano. Ayuno
dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que poseo., Pero el
publicano, de pie a cierta distancia, no quería ni alzar los ojos
al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: "Dios, sé
propicio a mí, que soy pecador. Os digo que éste descendió a casa
justificado en lugar del primero. Porque cualquiera que se enaltece
será humillado, y el que se humilla será enaltecido. (Lucas
18:9-14) Nuestro estudio, que se encuentra en el capítulo
dieciocho de Lucas, sigue al pasaje de la parábola de la viuda
importuna. En esa parábola nuestro Señor no se anda
con rodeos acerca de la necesidad de la oración, sino que lo
expresa sin ambages: es preciso que los hombres o bien oren o
desmayen, no hay ninguna otra opción. Si estamos orando, no
desfalleceremos y si desfallecemos, por mucho que nos esforcemos en
pensar de otro modo, no estamos orando, porque el Señor lo expresa
basándose en el concepto de la opción, o lo hacemos o de lo
contrario ya sabemos lo que pasa. La pregunta que todos debemos hacernos con
sinceridad es: ¿Me siento desfallecer? ¿Me estoy quedando sordo?
¿Me resulta la vida deprimente, sin brillo y frívola, todo
superfluo y sin profundidad? ¿Me siento aburrido, sin desafíos que
afrentar o derrotado? Si así es como nos sentimos, significa que no
estamos orando, pero usted dirá: estoy orando, oro treinta minutos
cada mañana y diez minutos cada noche y además soy uno de los
pocos que acude fielmente todos los miércoles por la noche a las
reuniones de oración, pero a pesar de ello la vida no me resulta
satisfactoria, no estoy realmente viviendo. O tal vez se encuentre
usted entre aquellos que tenemos que agachar la cabeza cuando se
menciona el tema de la oración y tenemos que confesar sinceramente
que hay poco lugar para la oración en nuestra vida. Nos cuesta
trabajo orar, nos resulta fácil olvidarnos y encontrar otra cosa
que hacer. Al llegar a este punto me resultaría fácil
sermonearle, llevando a cabo una campaña cuyo propósito sería el
conseguir que la oración ocupe un lugar más preponderante en su
vida. Me imagino que podría cargar las tintas, basándome en las
Escrituras, y caer sobre usted sin misericordia, desde mi punto
ventajoso, muy por encima de toda crítica, dejándole a usted
agonizante y sumido en la más dolorosa convicción. Tal vez algunos
de ustedes se marchen dispuestos a realizar un mayor esfuerzo por
dedicar un lugar más importante a la oración en su vida y si lo
hiciesen, estoy segurísimo de que no pasaría mucho tiempo antes de
que fuesen ustedes consciente, como es posible que ya lo sean, de
que esa no es la respuesta, que no ha cambiado nada en realidad. Por
lo tanto, el dedicar más tiempo a la oración no es necesariamente
la solución. ¿Es posible que nuestro Señor esté
equivocado al respecto (como algunos de nosotros posiblemente
estemos pensando subconscientemente) al decir que debemos o de orar
o desfallecer? ¿Es realmente tan importante? ¿Acaso no estamos
orando y a pesar de ello desfallecemos? El problema no consiste en
que necesitemos más de la misma clase de oración a la que estábamos
acostumbrados. Si nuestra vida resulta aburrida y monótona no se
trata de que nos busquemos en nuestro atareado horario mas tiempo
para la oración. Pero lo que sí necesitamos con desesperación es
descubrir la verdadera naturaleza de la oración, porque la auténtica
oración no es algo difícil, sino que es algo natural, instintivo
que brota con facilidad. Jesús dice que esta clase de oración es
la clave del poder y la gloria de Dios. El realiza enormes esfuerzos por aclarar en
la parábola anterior que Dios no es como el juez injusto, acerca de
la cual habla. Dios no demora la respuesta a la oración ni va a
dejar de cumplir su palabra ni se hace el sordo. No necesita que le
convenzamos ejerciendo presión sobre él, como si estuviésemos
organizando una huelga delante de su trono, pero la verdadera oración
es, sin embargo, el único canal de que dispone el hombre para
llegar al afán de Dios por ayudarnos y bendecirnos. Por lo tanto,
Jesús pasa directamente de esta discusión a la necesidad de la
oración, en la parábola de la viuda importuna, a la parábola del
fariseo y el publicano, mediante la cual enseña acerca de la
naturaleza de la auténtica oración debiendo estudiarse juntas
estas dos parábolas. Podríamos llamar a esta parábola La Parábola
de los Dos Oradores porque comienza con estas palabras: "Dos
hombres subieron al templo a orar. El propósito de que nuestro Señor
relate esta parábola no es explicar lo que es la propia justicia,
aunque no cabe duda que forma parte del relato, sino que sigue con
el tema de la oración y nos está diciendo en qué consiste la
verdadera oración. Es más, la estructura de esta parábola, como
en el caso de la otra, es una de contrastes. Nuestro Señor está
enseñando la verdad comparándola y colocándola junto al error, y
al ser conscientes del error podemos, por contraste, entender y
comprender la verdad. En esta breve parábola el fariseo era un
hombre de oración, que oraba con frecuencia y meticulosamente, sin
jamás pasarla por alto. Era fiel en la oración, pero su oración
era completamente equivocada. Al contemplar este retrato, captemos las
lecciones que Jesús quiere darnos. Contemplando al fariseo queda claro lo que
no es la oración y nos damos cuenta de que hay una manera de orar
que no es realmente orar. Este hombre asume la postura indicada para
la oración. Jesús dijo que se puso en pie, con los brazos
extendidos y los ojos elevados al cielo. ¡Entre los judíos, esta
era la postura ordenada para orar. ¡Pero, dice Jesús, oraba
consigo mismo de esta manera! ¡Qué perspicacia tan aguda! No
estaba orando a Dios, ¡estaba orando a sí mismo! No había nadie
al otro lado del teléfono. En otras palabras, esa oración era una
completa pérdida de tiempo. Tal vez estaba haciendo lo que algunos
escritores modernos nos animan a hacer, diciendo que esa es la
verdadera naturaleza de la oración, es decir, comunicarse con el
hombre interior. ¡No hay duda que no estaba llegando más arriba!
No estaba relacionándose con Dios, ese es un punto que nuestro Señor
deja perfectamente claro. Pero ¿qué es esta enseñanza negativa
acerca de la oración? Para empezar, está claro que no estamos
orando cuando nos acercamos a Dios impresionados por nuestras
propias virtudes. Este hombre se puso en pie y oró diciendo: Dios, te doy gracias que no soy como los
demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este
publicano.... (Lucas 18:11) No cabe duda de que se sentía
positivamente impresionado por lo que consideraba que era su derecho
para atraer la atención de Dios, sintiendo que había que
agradecerle a Dios que hubiese creado a semejante extraordinario espécimen
de humanidad y si nadie estaba dispuesto a hacerlo, él mismo se
encargaría de ello. ¡Qué hombre tan extraordinario no quede sin
reconocimiento sobre la faz de la tierra! Puede que nos riamos al
escuchar su oración, pero ¿no reflejamos inconscientemente la
misma postura? Durante una serie de años he hecho de
escuchar a los cristianos orar, incluyéndome a mi mismo, en una
distracción personal. Con frecuencia resulta una experiencia de lo
más humorística y en ocasiones de lo mas lamentable. ¿Acaso no
oramos con frecuencia de la siguiente manera: "Señor, no me
echarías una mano para que pueda realizar esta tarea? Lo que
queremos decir con estas palabras es "contribuiré con mi
habilidad para organizar, mi habilidad para ejercitar el liderazgo,
mis talentos a la hora de cantar o de hablar y luego tú, Señor, ¿quieres
obrar la magia necesaria del poder del Espíritu, para que tú y yo
juntos podamos obtener un gran éxito? En otras palabras, al orar
aplicamos la filosofía "yo haré lo mejor que pueda y dejaré
que Dios se ocupe del resto. No es que le excluyamos a él y digamos
"yo lo puedo hacer todo pero sí decimos "Señor, tengo
una parte que contribuir, que tú necesitas con desesperación, y
estoy dispuesto a hacer mi parte en esta empresa si tú te encargas
del resto. Tú debes de hacer algo, pero yo también tengo que hacer
algo. Quiero hacer notar al lector que la mayoría
de las oraciones hechas por los creyentes las hacen sobre esta base.
Algunas veces la virtud que planeamos contribuir al programa de Dios
es la de la humildad. Entre los cristianos existe una clase de
fariseísmo inverso, que se expresa de un modo parecido a este:
"gracias a Dios que no soy tan orgulloso como lo es el fariseo
como si fuésemos absolutamente detestables, adoptando la postura
totalmente contraria, balbuceando acerca de nuestras faltas y
nuestros pecados. Decimos: "Señor, soy un extorsionista, soy
injusto y además un adultero, cometo fornicación dos veces a la
semana, lo admito. No me engaño a mi mismo, soy lo suficientemente
honesto como para admitir que soy un sinvergüenza. Con esas
palabras pretendemos impresionar a Dios con nuestra honestidad y
humildad, pero por desgracia, esta forma pía de fariseísmo se
encuentra con frecuencia entre la comunidad cristiana, tal vez no
hasta ese grado, pero si de la misma clase. Pero la verdad pura y sencilla es que no
poseemos virtudes propias, ni mucho menos y no tenemos absolutamente
nada que contribuir a la causa de Dios. Estamos orando cuando
estamos en la bancarrota, si es que somos sinceros con nosotros
mismos, olvidando que esos mismos talentos con los que nos
identificamos, esas habilidades para el liderazgo, para hablar o
para cantar, no son otra cosa que dones que nos ha concedido Dios. ¿No resulta extraño la facilidad con que
nos identificamos con nuestras virtudes y negamos la menor
identificación con nuestras faltas? Culpamos a todo el mundo de
nuestros fracasos, pero cuando se trata de éxito entonces nos
merecemos todo el mérito. Pero son tantas las cosas que olvidamos.
Nos olvidamos de la gracia de Dios, que actúa como escudo y que nos
ha salvado de algunas de las espantosas cosas en las que otros han
caído y por las cuales les miramos por encima del hombro. Nos
olvidamos de que el motivo por el que no nos hallamos en el lugar de
ese pobre desgraciado, que es culpable de cosas tan malvadas y
repugnantes, es sencillamente debido a que nunca hemos estado
expuestos a ellas. ¿Estamos realmente seguros de que nosotros no
hubiésemos caído también, de haber estado en el lugar de esa
persona? De hecho, nos olvidamos de algunas cosas que están
presentes en nuestras vidas, como puedan ser nuestras sutiles
manipulaciones o nuestros deliberados engaños, nuestras falsas
simpatías y nuestros dudosos arreglos en los negocios. ¡Con cuánto
cuidado recordamos nuestros valores y virtudes, nuestras buenas
cualidades! ¿Cómo nos las arreglamos para tener tan
buena opinión de nosotros mismos? Al igual que lo hizo este fariseo,
miramos, desde nuestra postura, hacia abajo. El fariseo estaba en
pie y vio, por el rabillo del ojo, a aquel recaudador de
contribuciones al otro lado y de inmediato hizo que se sintiese una
persona virtuosa. "Señor, te doy gracias porque no soy así y
no hago ninguna de esas cosas. Había adoptado una postura ventajosa,
que le permitía mirar con desprecio a otra persona porque siempre
es posible encontrar a alguien que está mas abajo, en la escala de
la moral humana, de lo que estamos nosotros, ¡y que gran consuelo
son esas personas para nuestro corazón! Por eso es por lo que nos
encanta cotillear, si no ¿qué otra cosa podría explicar lo mucho
que disfrutamos clavándole los dientes, por así decirlo, a la
reputación de otra persona y pasándonoslo bien con los deliciosos
chismes sobre una vida deteriorada? Es sencillamente porque hace que
nos sintamos superiores, nos deleitamos en criticar a otras personas
porque nos hace sentirnos mas virtuosos. Esta es la terrible situación que nos
presenta Jesús describiendo al fariseo. Dice que cuando oramos
adoptando esa postura, cuando nos acercamos a Dios desde ese nivel,
cosa que hacemos con mucha frecuencia, estamos orando con nosotros
mismos. No existe una oración auténtica y nuestras piadosas
palabras, nuestras frases perfectamente pronunciadas, nuestro
enfoque totalmente contrario a las Escrituras y nada ortodoxo, no
tiene el mas mínimo valor. Estamos orando obsesionados por nuestras
propias virtudes. Jesús nos dice además, cuando le pedimos
a Dios ayuda en aquellas cosas que hemos logrado, que eso no es orar.
El fariseo dijo que ayunaba dos veces a la semana, lo cual era el
doble de lo que requería la Ley y además daba diezmos de todo lo
que tenía, que también era mas de lo que exigía la Ley, pero el
fariseo esperaba que Dios actuase porque estaba seguro de que no
podría negarse a hacerlo en vista de sus antecedentes y el fiel
servicio que le estaba mencionando. ¿Y acaso nosotros no oramos continuamente
como si Dios nos debiese algo? Escúchese a sí mismo haciendo una
oración: "Señor, llevo diez años enseñando
fielmente en la Escuela Dominical y seguro que ahora no te puedes
negar a hacer algo por mi. "Señor, he estado intentando ser un
buen padre (o madre) y he hecho lo mejor que he podido, así que
ahora que mis hijos están pasando por esos difíciles años de la
adolescencia no permitas que se aparten. "Señor, he renunciado
a tanto por ti, así que ahora dame esta pequeña cosa que te pido. Es evidente que todavía queda mucho fariseísmo
en nosotros, ¿no es cierto? "Pero alguien dirá, "¿acaso
no dice Hebreos 6 que Dios no es injusto para olvidarse de nuestra
obra de amor? Sí, es cierto, pero si nos acercamos a Dios
defendiendo esa idea, hemos mal interpretado la naturaleza de la
oración y no hemos entendido cuál es la clave del poder de Dios. ¡Qué reveladora es la historia de un
matrimonio misionero que había estado trabajando en África durante
años, en los tiempos en que Teddy Roosevelt era Presidente de los
Estados Unidos. Regresaban de África a Nueva York a retirarse, sin
tener ningún plan de pensiones porque no pertenecían a ninguna
Junta Misionera. Su salud estaba deteriorada, se sentían derrotados,
desanimados y asustados. Cuando fueron al puerto a embarcar,
descubrieron ante su asombro que tenían reserva en el mismo barco
que Teddy Roosevelt, que regresaba de una de sus grandes
expediciones de caza mayor. Embarcaron y nadie les prestó la más mínima
atención. Se quedaron contemplando todo el tremendo bombo que
acompañaba la llegada del Presidente, cómo tocaba la banda al
subir el presidente a bordo, y todo el mundo estaba emocionado
pensando en viajar en el mismo barco que el Presidente de los
Estados Unidos. Había pasajeros que se situaban en los lugares más
estratégicos del barco para poder ver si conseguían echarle ojo a
aquel gran hombre. Al ir el barco deslizándose por el mar,
aquel matrimonio se sintió cada vez mas desanimado, especialmente
el marido, que le dijo a su esposa: "Querida, algo no está
bien. ¿Por qué hemos entregado nosotros toda nuestra vida a servir
fielmente a Dios en África y a nadie le importamos lo más mínimo,
pero aquí tenemos a un hombre que ha participado en una gran
expedición de caza y cuando regresa todo el mundo se desvive por él,
pero en cambio nosotros no le importamos un comino a nadie? La
esposa le contestó: "cariño, no deberías sentirte de ese
modo. Intenta no amargarte por ello a lo que él le contestó:
"No lo puedo evitar, es que no lo puedo evitar, no me parece
justo. Después de todo, si Dios es quien gobierna este mundo, ¿por
qué permite semejante injusticia? Al acercarse el barco a la costa de los
Estados Unidos, su espíritu se fue deprimiendo mas y mas y le dijo
a su esposa: "Me apuesto a que cuando lleguemos a Nueva York
habrá otra banda y mas revuelo por su llegada, pero no habrá nadie
esperándonos. Y acertó, cuando llegó el barco y atracó en el
puerto, se encontraron con que había una banda esperando para
recibir al Presidente. El alcalde de la Ciudad de Nueva York estaba
allí con otros dirigentes de la nación, y los periódicos no hacían
otra cosa que hablar de la llegada del Presidente, pero nadie le
dijo una sola palabra a aquel matrimonio misionero. Descendieron del
barco y encontraron un piso barato en la parte este de la ciudad,
esperando ver qué hacer al día siguiente para ganarse la vida allí. Pero aquella noche el hombre se derrumbó
psíquicamente y le comentó a su esposa: "No puedo soportarlo,
no es justo, Dios no está siendo justo. ¿Por qué hemos tenido que
entregar toda nuestra vida y no hemos encontrado a nadie esperándonos,
nadie que nos ayude ni a quien le importemos? Ni siquiera sabemos a
dónde ir. Si Dios es un Dios fiel, ¿por qué no suple nuestra
necesidad y nos envía a alguien? a lo que su mujer le respondió:
"Querido, no debes sentirte de este modo, no debes hacerlo, no
es justo. ¿Por qué no vas al dormitorio y se lo cuentas todo al Señor? De modo que lo hizo y una media hora después
regresó, pero su rostro era diferente, su esposa se dio cuenta de
ello y le preguntó: "Querido ¿qué ha pasado? Veo que todo ha
cambiado y te sientes mejor ¿no es cierto? "Sí le contestó,
"he ido y me he arrodillado junto a la cama y se lo he
confesado todo a él. Le he dicho: Señor, no es justo. Hemos
entregado nuestras vidas, hemos dado nuestra sangre, nuestro sudor y
nuestras lágrimas en África, nuestra salud esta resentida y no
tenemos dónde ir., ¡Se lo dije todo, lo resentido que estaba
porque el Presidente recibiese esa apoteósica bienvenida sin motivo
alguno! Me sentía especialmente amargado por el recibimiento que
nos encontramos, sin nadie que nos esperase al regresar a casa le
dijo, "cuando acabé sentí como si el Señor me hubiese puesto
la mano en el hombro y me hubiese dicho sencillamente ¡pero es que
aun no has llegado a tu hogar! ¡Esa es una gran verdad! ¿No es cierto? Hay recompensas para los creyentes, pero no
necesariamente aquí abajo. Las recompensas aquí abajo tienen que
ver con el fortalecimiento de la vida interior, no de la exterior.
Debemos siempre considerarnos como siervos que nada merecemos,
habiendo hecho solamente lo que era nuestra obligación hacer. No
tenemos nada que exigirle a Dios por nuestro fiel servicio, porque
no es más que lo que debíamos hacer. No tenemos derecho a acudir a
él en oración y exigirle que responda por haber hecho esto o lo
otro. Jesús dice que cuando un hombre acude y le
presenta una lista de sus logros a Dios no está realmente orando.
¿Es de sorprender, por lo tanto, que hayamos estado desfalleciendo?
¿Es posible que, después de habernos tirado años enteros orando,
tengamos que darnos cuenta de que no hemos estado orando ni mucho
menos? Echemos un vistazo ahora al publicano, para
ver lo que es la oración. Jesús dijo que el recaudador de
contribuciones se mantuvo alejado, sin atreverse ni siquiera a
elevar los ojos al cielo, no adoptando la postura exigida para la
oración y todo lo que hacía estaba mal. ¡Qué insignificantes son
las cosas externas que rodean a la oración! Hace muchos años Sam Walter Foss escribió
un poema, expresando la insignificancia de la postura de la oración.
La llamó La Oración de Brown: "La manera
correcta de orar del hombre Dijo el Diácono
Lemuel Llaves "y la
actitud correcta es de rodillas. "No, yo
diría que la manera como se debe orar dijo el
Reverendo Dr. Sabio, "es de
pie, con los brazos extendidos con los ojos fijos por la emoción, mirando hacia
arriba. "Oh, no,
no, no. dice el Anciano Despacio, " el hombre debe
orar con los ojos muy cerrados y la cabeza
inclinada en contrición. "Pues me
da la impresión a mi de que debe hacerlo
con las manos juntas. los pulgares
apuntando al suelo dijo el
Reverendo Dr. Directo. "El año
pasado me caí en el pozo de cabeza dijo Cyrus
Brown, "con los talones hacia arriba y la cabeza hacia abajo. Y justo allí
mismo hice una oración, la mejor oración que jamás pronuncié. La oración más
apropiada que jamás hice, allí mismo, la hice cabeza abajo. ¡De qué modo tan gráfico captan estas
palabras el pensamiento de nuestro Señor respecto al verdadero carácter
de la oración. Este hombre llegó al templo y se quedó en pie, con
los ojos inclinados a tierra, sin asumir la postura de la oración,
no estando ni siquiera en el lugar indicado. Lo único que se sentía
capaz de hacer era golpearse el pecho y decir: ": "Dios, sé
propicio a mí, que soy pecador. Alguien lo ha llamado el "telegrama
santo. Me gusta eso: es expresivo, corto y va al grano, pero es una
auténtica oración. ¿Qué es lo que nos enseña este hombre
acerca de la oración? ¿No es evidente que la verdadera oración,
la auténtica, es tomar consciencia de que tenemos una necesidad
frente a la que nos hallamos impotentes? Este hombre se vio a sí
mismo en el nivel más bajo posible, el de un pecador. De hecho, el
lenguaje original es aún más fuerte porque dice: ""Dios,
sé propicio a mí, que soy pecador. Un pecador, de la clase más
baja, de la peor, estaba convencido de que sin Dios no había nada
que pudiese hacer que le ayudase en su situación. Soy un pecador,
Señor, eso es todo cuanto puedo decir, no hay nada más que pueda añadir. ¿No es sorprendente que no intente añadir
nada que le conceda mérito? No dice: Dios se propicio a mi porque
soy un pecador arrepentido. Estaba arrepentido, pero no usa eso como
argumento para obtener la bendición de Dios y no dice: "Dios,
se propio a mí, que soy un pecador reformado y de ahora en adelante
voy a ser diferente aunque estoy seguro de que sería,
efectivamente, diferente. Estoy convencido de que dejó de
extorsionar y engañar, de dar falsos informes, pero no dice
"soy un pecador reformado, no se vale de semejante treta, ni
siquiera dice: "Dios se propicio a mí, que soy un pecador
honesto. Aquí me tienes, Señor, dispuesto a contártelo todo.
Seguro que no puedes hacer caso omiso de semejante sinceridad. De
hecho, no dice ni siquiera: "Dios, se propicio a mí, que soy
un pecador que ora. Le presenta todas sus cuitas y dice: "Señor,
no tengo nadie más en quien apoyarme, más que en ti. Este hombre reconoce que hay cosas que
puede hacer, que había actividades que podía realizar, pues se había
pasado toda la vida haciéndolas, pero también se había dado
cuenta de que el seguir haciéndolas no era otra cosa que el
perpetuar el pecado, que para hacer algo bien, incluso las
actividades normales de su vida, necesitaba a Dios, ¡sencillamente
tenía que tener a Dios! ¿Cómo llegó a esa conclusión?
Exactamente lo contrario de lo que le había pasado al fariseo. No
había mirado hacia abajo, a alguien más bajo que él, sino que miró
a Dios. Juzgo en dirección ascendente, hacia Dios, no viendo a
nadie más que a él, no oyendo nada aparte de la elevada forma de
vida de Dios. "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón,
con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente. (Mateo
22:37; Lucas 10:37). "Señor, yo soy pecador, nunca podré ser
mejor por mí mismo, soy sencillamente un pecador, que necesita a
Dios y al adoptar esa actitud todo cuanto Dios tenía estaba a su
alcance. Hace poco algunos de nosotros escuchamos a
una muchacha, que había sido con anterioridad dirigente de una
banda, relatar de una manera ingenua y sencilla, la historia de su
vida. ¡De qué modo tan dramático ilustró esta verdad! No existe
respuesta a los terribles problemas creados por la delincuencia
juvenil, la inmoralidad, la adición a las drogas, la homosexualidad
y todas estas poderosas fuerzas que enganchan y se apoderan de las
vidas humanas, excepto el ponerse totalmente en manos de Dios y
decir: "soy un pecador. El problema consiste, sin embargo, en
que pensamos que el tomar semejante decisión es solo para casos de
emergencia. Creemos que esto es algo que está a nuestro alcance
cuando nos ponemos en contra de todo ello y cuando no tenemos a nada
mas a que recurrir. Parece llevarnos muchísimo tiempo aprender que
este es el fundamento normal de la vida que Dios tiene para
nosotros. Es preciso que seamos siempre conscientes de que no
poseemos habilidad alguna por nosotros mismos y que nunca se
pretendió que nos sintiésemos capaces de afrontar cualquier
situación, aparte de Jesús el Mesías. Por lo tanto, la oración
es una expresión del hecho de que nos hemos dado cuenta de que
tenemos una necesidad, frente a la cual nos sentimos impotentes, y
solamente Dios puede suplirla. En la figura de este publicano aprendemos
una segunda cosa acerca de la verdadera oración. Esta es siempre un
reconocimiento de la divina suficiencia. Este hombre dijo: "Señor,
sé propicio a mí y esa es la verdadera oración, ya sea una oración
a nuestro favor, en nuestra necesidad o una oración por otra
persona, que en la visión, nos está apoyando. Nuestra ayuda debe
proceder de Dios y este hombre no buscó su ayuda en ninguna otra
parte. No dijo: "Señor, tal vez ese fariseo que está ahí
puede ayudarme. No, lo que dijo fue: "Dios, ten misericordia de
mi. En las palabras ten misericordia se oculta la maravillosa
historia de la venida de Jesús el Mesías, la sangrienta cruz y la
resurrección. Este hombre usó una palabra teológica que significa
"se propicio a mi es decir, "Señor, habiendo quedado
satisfecha tu justicia, muéstrame ahora tu amor. Y estaba
convencido de que la misericordia de Dios estaba a su disposición,
porque Jesús dijo que "descendió a casa justificado. Fue
transformado, diferente y sanado. Se apropió lo que había dicho
Dios y creyó en él y también en eso consiste la oración. La oración es algo más que pedir, es
tomar. La oración es más que suplicar, es creer. La oración es más
que las palabras pronunciadas, es la actitud que mantenemos. ¿Cuántas veces al día tiene usted una
necesidad? ¿Cuántas veces al día carece de algo? ¡Pues ese es el
número de veces que debe de orar! Siempre que haya conciencia de
que existe una necesidad, es una oportunidad para permitir que el
corazón, la voz, sea cual fuere la forma que adopte la oración, se
eleve de inmediato a Dios y diga usted: "Dios, ten
misericordia, Señor, cubre mi necesidad. En estos momentos tu eres
mi esperanza, mi ayuda, mi todo. Poco importa que lo único que
tenga que hacer sea atarse los zapatos o fregar los cacharros o
escribir una carta o preparar unos deberes, o hacer una llamada
telefónica, sea cual sea la necesidad, es el momento oportuno para
orar. La cuestión con la que quiero concluir el
tema es ésta, y la hago de corazón: ¿ha orado alguna vez de
verdad? Si lo que dice Jesús es cierto, que el
orar es lo contrario de desfallecer, ¿por qué me encuentro con que
mi vida es una de frecuente desfallecimiento?... ¿por qué me
desanimo? ...¿por qué me siento desanimado y derrotado? La
respuesta evidente es que no he estado realmente orando, porque
estas dos situaciones resultan incompatibles, no pueden existir al
mismo tiempo, tiene que suceder una de las dos cosas. ¿Ha orado usted alguna vez? ¿Lo ha hecho
de verdad? ¿Se ha dedicado usted alguna vez a una
vida de oración, en la que a cada momento está usted contando con
que Dios va a suplir su necesidad? ¿Está usted dispuesto a comenzar esa
clase de vida esta mañana misma? Jesús nos deja precisamente en este punto.
Tal vez podamos decir por primera vez: "Señor, ten
misericordia de mi, que soy pecador. Incluso después de años de
haber vivido la vida cristiana podemos comenzar de nuevo y podemos
decir: "Señor, al irme esta mañana de este lugar, permíteme
que reconozca tu fidelidad para conmigo, hazme contar con tu deseo
de permanecer en mi y obra a través de mi para hacer que mi vida
sea lo que debe de ser. Oración Santo Padre, haz que esta mañana nos
tomemos estas palabras muy en serio porque no han sido pronunciadas
sencillamente para entretenernos, ni siquiera para enseñarnos, sino
para cambiarnos, para liberarnos, para que vivamos, para transformar
nuestra debilidad, vacío e inutilidad en verdad, vida, gozo, amor y
poder. Te pedimos ahora que cada uno de nosotros pueda, en este
momento de tranquilidad, comenzar a llevar una vida de oración. No
disponemos de ninguna otra ayuda, pero tú eres más que suficiente
y en esto confiamos. En el nombre de
Jesús, amen.
Título: La Naturaleza de la Oración Copyright © 1995 Discovery Publishing un
ministerio de la Iglesia Peninsula Bible. Este archivo de datos es
propiedad exclusiva de Discovery Publishing, un ministerio de la
Iglesia Peninsula Bible. Solo puede copiarse en su totalidad con el
fin de circularlo gratis. Todas las copias de este archivo de datos
deben llevar la notificación de derechos de autor arriba
mencionados. No se puede copiar en parte, editar, revisar ni copiar
con el fin de vender o incorporar a ninguna publicación comercial,
grabación, retransmisión, representaciones, muestras o ningún
otro producto para la venta estos archivos de datos, sin el permiso
escrito de Discovery Publishing. Para solicitar dicha autorización
se deberá hacer por escrito dirigiéndose a Discovery Publishing,
3505 Middlefield Rd. Palo Alto, California 94306-3695.
|
![]() |
|||
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
Bienvenido | Inscripciones | Orientación | Donar al seminario - su ofrenda hace este ministerio posible |