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8. La Humildad
en la Oración![]() Vida Espiritual ilumina la manera práctica de incorporar la espiritualidad a la vida personal y el ministerio. Se estudia el poder de la oración ilustrada a través de las Escrituras como base de una vida verdaderamente victoriosa en comunión con la voluntad de Dios. LA HUMILDAD EN
LA ORACIÓN por Ray C.
Stedman
Cuando se menciona el libro de Daniel
a la mayoría de los cristianos, se le prenden sus oídos porque
creen que se va a hablar acerca de profecía. Daniel es un gran
libro de profecía, de los últimos días, del hombre de pecado, el
anticristo, de lo que va a pasar cuando Rusia invada a Israel, etc.
Todo el mundo se éxito cuando uno estudia este libro. Realmente es muy negativo--especialmente
para cristianos nuevos--poner mucho énfasis en asuntos proféticos.
Es una tendencia natural, supongo, pero es algo que debilita, porque
los asuntos proféticos son realmente un tipo de curso graduado en
teología, no un curso para principiante. Cuando yo era un joven
cristiano, en mis años veinte, me dieron un libro muy grande
llamado Verdad Dispensacional de Clarence Larkin. Este libro estaba
lleno con toda clase de mapas, diagramas y representaciones de como
Dios iba a obrar, ¡todo esto muy grandemente y maravillosamente
preparado! Yo lo devoré, pero he tenido que reproducirlo y revisar
la gran mayoría a la luz de las Escrituras. Solo cuando uno
entiende los movimientos de Dios como es revelado en el resto de la
Escritura uno puede de verdad comenzar a entender lo que estos
pasajes predictivos están diciendo. Es bueno recordar eso. Ahora continuando con nuestra serie de
oración del Antiguo Testamento, vamos a ir a un pasaje que trata
del mismo profeta Daniel, y lo que Dios le reveló. Esta sección
está atada a un gran pasaje profético, pero viene como respuesta a
la oración maravillosa que Daniel oró. En este tiempo, Daniel era
viejo de edad, alrededor de noventa años de edad. El había servido
tras muchos cambios de la dinastía de el reino de Babilonia, siendo
el primer ministro virtual del reino bajo tres reyes sucesivos. Detrás
de su gran carrera, él está ahora mirando hacia la vida pasada.
Como nos dice el recuento en los primeros versos, él está leyendo
en las Escrituras para encontrar lo que Dios va a hacer. Daniel
9:1-3: En el año primero de Darío hijo de Asuero,
de la nación de los Medos, el cual fue puesto por rey sobre el
reino de los Caldeos; En el año primero de su reinado, yo Daniel
miré atentamente en los libros el número de los años, del cual
habló Jehová al profeta Jeremías, que había de concluir la
asolación de Jerusalén en setenta años. Y volví mi rostro al Señor
Dios, buscándole en oración y ruego, en ayuno, y cilicio, y ceniza.
{Dan 9:1-3} Daniel nos dice que el oró esta oración
en el primer año del rey Darío, el general de la ciudad de
Babilonia. Darío era medo que sirvió bajo el emperador Cirio el
Grande. Así que en el primer año del reino de Darío como rey de
la provincia de Babilonia, Daniel revela esto en las Escrituras. La mayoría de los estudiosos dan la fecha
de esta época alrededor del año 537 A.C. De acuerdo a la cronología
de las Escrituras, en el 605 A.C., casi setenta años antes, el rey
Nabucodonosor dirigió un gran ejército en contra de los egipcios
en una batalla crítica de la historia, la batalla de Karkemis,
peleada en las costas de el río Éufrates. Allí los egipcios
fueron derrotados de su posición como uno los poderes militares más
grandes de la época. Nabucodonosor continuó y capturó a Jerusalén
en ese mismo año, tomando cautivo algunos príncipes reales de la
casa de Israel, entre ellos Daniel y tres de sus amigos, que nos son
conocidos por sus nombres babilonios que eran Sadrach, Mesach y
Abed-nego. Todo esto sucedió como setenta años después. Ahora, Daniel estaba leyendo del libro de
Jeremía el profeta, y dijo estas palabras del libro de Jeremías,
capítulo 29. Porque así dijo Jehová: Cuando en
Babilonia se cumplieren los setenta años, yo os visitaré, y
despertaré sobre vosotros mi buena palabra, para tornaros á este
lugar. Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros,
dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin
que esperáis. {Jer 29:10-11} Esas palabras debieron haber animado a
Daniel, porque el realizó que el tiempo el apropiado. Han pasado
casi setenta años, y aún no había señal de que los israelitas en
Babilonia estuvieran interesados en regresar a Israel. Fueron
tratados con gran respeto por los babilonios, quienes le cedieron
grandes libertades. De hecho, sabemos de otros recuentos de que se
habían establecidos y habían comenzado negocios. Habían sido
mantenedores de ovejas en la tierra de Israel, pero se convirtieron
en mantenedores de comercios en Babilonia. Algunos de ellos
comenzaron negocios--¡Macy’s, Gimbel’s, El Emporio y otras
tiendas grandes se estaban beneficiando ya de estos tiempos!--así
que esta gente no estaba interesada en regresar a las desolaciones
ruinas y de Israel. Por esta razón, Daniel y algunos de sus acompañantes
ayunaron y se cubrieron con ropas de tela de sacos, en la manera
hebrea de expresar su dolor, y comenzaron a orar. Ahora, a veces no vemos el hecho de que
Dios les dijo que hicieran esto mismo. Si leen en la profecía de
Jeremías en el próximo verso nos dice: Entonces me invocaréis, é iréis y oraréis
á mí, y yo os oiré: Y me buscaréis y hallaréis, porque me
buscaréis de todo vuestro corazón. Y seré hallado de vosotros,
dice Jehová, y tornaré vuestra cautividad, y os juntaré de todas
las gentes, y de todos los lugares adonde os arrojé, dice Jehová;
y os haré volver al lugar de donde os hice ser llevados. { Jer
29:12-14} Esto es un mensaje de gran ayuda para
nosotros en nuestra propia vida de oración, porque aunque Dios
anuncia lo que él va a hacer, él también indica claramente de que
una forma que él lo va a hacer es a través de la oración; que
cuando su pueblo ora, él va a cumplir lo que ya ha dicho que va a
hacer. Encuentro que mucha gente está confundida
con este asunto. Ellos leen en sus biblias lo que Dios ha dicho que
va a hacer y se dicen a si mismo, "Bien, Dios lo va a hacer. No
hay nada que hacer para mi, así que me siento a esperar y observar
que suceda. Entonces cuando nada sucede piensan que Dios no es fiel
a su promesa. Pero Dios no es que no sea fiel a su promesa, sino, es
porque el hombre no ha respondido la parte que Dios le ha dado. Una
de las cosas que hemos estado aprendiendo en esta serie es que la
oración es la forma de envolvernos en el programa que él ha
establecido hacer. Tenemos que rechazar la noción de que la
oración es una forma por la que Dios nos ha dado para que él haga
el trabajo por nosotros. La mayoría de nosotros piensa de la oración
de esa manera. Sentimos que tenemos necesidades, y queremos que algo
sea hecho--algo que encontramos que esta fuera de nuestro alcance
para manejar con nuestras prácticas de manipulación y confiamos en
las promesas de Dios. Venimos delante de él y decimos, "Tú
dices que harás cualquier cosa que pidamos, ahora, esto es lo que
yo quiero que hagas." En ese enfoque estamos diciendo realmente
que Dios es un tipo de mozo celestial; que cuando oprimimos el botón
de la oración él va a aparecer y toma las órdenes de lo que
queremos que él haga. Pero eso es totalmente una falta de
entendimiento de la naturaleza y el propósito de la oración. Oración
es la manera en que Dios nos envuelve en lo que él tiene la intención
de hacer. Oración es tan importante en su posición
que él nos dice que va a retrasar lo que él va a hacer hasta que
comencemos a responder en oración, o nos deja a nosotros y motiva a
otra persona a orar. El el libro de Santiago leemos, "Tu no
recibes, porque no pides." {Sant 4:2b}. Santiago continua
diciendo que aún cuando pides no lo haces correctamente, porque
buscas que tus propias necesidades sean satisfechas. Pero aquí se
nos recuerda que la oración es parte del plan de Dios. Ahora esto es cierto también con relación
a las promesas de los últimos días. Debemos orar para que Dios
bendiga a Israel y abra sus ojos en su tierra, y ore para que los
propósitos de Dios sean cumplidos en los reinos de la tierra. Como
creyentes tenemos parte en los planes de Dios. Por lo tanto cuando
Daniel leyó esto en libro de Jeremías, él obedeció lo que Dios
dijo, y comenzó a orar con todo su corazón buscando el rostro de
Dios en esta gran oración. Esta es una de las oraciones más
sobresalientes registradas en las Escrituras. Veamos como Daniel
comenzó. La primer cosa que él hizo--y esto es siempre la forma
correcta para hacer en la oración--es observar al Dios a quién él
estaba orando. Oigan estas palabras en el verso 4: Y oré á Jehová mi Dios, y confesé, y
dije: Ahora Señor, Dios grande, digno de ser temido, que guardas el
pacto y la misericordia con los que te aman y guardan tus
mandamientos; {Dan 9:4} No comieses contigo mismo o con tus
problemas. Jesús nos enseñó que la manera de orar es comenzar con
Dios: "Nuestro Padre que estás en los cielos, santificado sea
tu nombre" {Mat 6:9, Luc 11:2}. Daniel comienza enfocando en la
naturaleza y el carácter de Dios, y ve dos cosas: Primero, Dios es un grande y temible. Esas
palabras suenan temerosas para nosotros porque no pensamos de esa
manera de Dios a menudo. Pero Daniel ha aprendido algo de la
naturaleza majestuosa de Dios, de su poder, su sabiduría y su poder
soberano sobre todas las naciones de la tierra. Si deseas que tu
opinión de Dios sea aclarado en relación a este tema, te
recomiendo que leas las profecías de Isaías. Allí verás que Ser
asombroso es Dios. Esto es también la opinión de Daniel de Él. Pero noten muy cuidadosamente que Daniel
conecta esto con la compasión de gracia y amor de Dios. El ve a
Dios como un Ser de majestuosa asombrosa, y un Ser de amor tierno y
compasión infinito. Eso es lo que Dios es, pero muchos de nosotros
se inclinan a un lado o al otro. Algunos de nosotros ve a Dios como un Ser
de gran majestad y poder y nos vemos como saltamontes en sus ojos, y
que de Él no se esperaría que tuviera ningún interés en nuestros
asuntos. Hay gente que ora con esa mentalidad: "O, tu Dios
grande y temible que te sientas en la cima del universo," dicen
ellos. Uno se maravilla si alguna vez van a llegar a llamarle Padre
y pedirle algo. Pero, por otro lado, podemos ser de una
manera que se pasa de la confianza. Recuerdo una estrella de cine
algunos años atrás que dijo, "Dios es un juguete viviente."
Dios no es eso. Él es un Padre tierno y compasivo con un gran corazón
de Padre y amor de Padre para con nosotros, y debemos de verle de
esa manera. Pero estás dos áreas de Dios son
correctas. Que maravillosamente Daniel combina estas dos--la
grandeza de Dios, y las misericordias tiernas de Dios--en una visión
real de Dios. Tengo conmigo una cita de una carta que
recibí de Lambert Dolphin esta navidad, un ex-miembro de nuestra
congregación. (Mucho de ustedes saben la presión intensa que él
ha pasado en años recientes.) Fue de gran choque para mi estos dos
párrafos en la carta en la cuál él describe lo que Dios ha sido
para él: En la mañana del 5 de Julio de 1979, Dios
vino a mí. No dije que yo vine a él, porque fue él quién
intervino. [Esto fue en un tiempo que él estaba alejado de Dios.]
Estaba manejando hacia el trabajo cuando tuve una visión temerosa
de la parte de atrás de Dios, [El se refiere a Éxodo 33, cuando
Moisés vio la parte de atrás de Dios.] Dios estaba furioso, y yo
sabía de ese juicio, la obra extraña de Dios había comenzado en
mi vida. Creo que este fue mi primer encuentro real con la santidad
de Dios. Fui aplastado como la cáscara de un huevo, y tirado
completamente fuera de balance en una experiencia psicótica.
Recuerdo vivamente todo detalle. De ese día en adelante, Dios ha
sido no tan solo real pero temible. Pero aún vino a mí la
esperanza en esa misma hora y mi vida comenzó a cambiar por
completo en una manera profunda. Arrepentimiento--eso es, verse uno
mismo en una posición diferente y cambiar el comportamiento como
resultado--es muy doloroso, pero finalmente necesario para todo
cristiano. Actualmente, creo que debemos arrepentirnos diariamente
para que Dios nos molde y nos forme menos violentamente y traumáticamente
que lo que sea necesario. Desde Julio pasado, Dios ha hecho una
manifestación vez tras vez con imágines y experiencias de su
santidad trascendental; y a lo largo de el asombro temeroso ha
venido cuerdas de gracia y limpieza profunda interna. Ese es la clase de Dios que oramos. Estas
cualidades son reflejadas en una forma hermosa en la oración de
Daniel. Ahora hay tres elementos que quiero llamar su atención en
esta oración: Primero, y muy evidente es la confesión de
su pecado. Daniel comienza inmediatamente confesando. Pero lo
asombroso es que este hombre, de acuerdo al registro, no ha tenido
pecado en contra de él. En ninguna ocasión en las Escrituras se
nos dice que Daniel hizo algo malo. Ahora yo estoy seguro que él
hizo cosas malas. Ciertamente, el pecado debió haber sido parte de
su vida, porque las Escrituras nos dice que no hay ningún hombre
sin pecado, pero el registro no nos da un recuento de ello. Pero,
oigan como Daniel se identifica con el pecado de su pueblo. Verso 5:
Hemos pecado, hemos hecho iniquidad, hemos
obrado impíamente, y hemos sido rebeldes, y nos hemos apartado de
tus mandamientos y de tus juicios. {Dan 9:5} Aquí aparecen listados cinco descripciones
diferentes de hacer lo malo: hemos pecado; hemos hecho iniquidad;
hemos obrado impíamente; hemos sido rebeldes; nos hemos apartados
de tus mandamientos y de tu juicio. Además verso 6: No hemos obedecido á tus siervos los
profetas, {Dan 9:6a} Eso es, echando hacia un lado la palabra de
Dios. Recuerdan cuantas veces Jesús le dijo a los grupo que él se
dirigió, "Aquel que tiene oído para oír, déjelo oír."
Daniel lo reconoce, no hemos oído a tus siervos los profetas, "que en tu nombre hablaron á nuestros
reyes, y á nuestros príncipes, á nuestros padres, y á todo el
pueblo de la tierra." {Dan 9:6b} Después dice en el verso 13: "y no hemos rogado á la faz de Jehová
nuestro Dios," {Dan 9:13b} Daniel confiesa su propio pecado y el
pecado de su pueblo en esta forma específica: Hemos pecado; No hemos oído; Nos hemos rebelado y no obedecimos; No hemos rogado a la faz de Jehová nuestro Dios. Ahora, esto señala algo que
es ignorado en nuestras oraciones. ¿Cuántas veces incluimos en
ellas la confesión honesta de pecado de puro corazón? No hay quizás
algo que sea más difícil y duro para nosotros que el admitir que
estábamos equivocados. Todos nosotros por naturaleza somos como la
gente en el libro de Jueces, de quienes dice, "Todos hicieron
lo que era correcto bajo sus ojos," {Jue 17:6, 21:25}. Cuando
te miras a ti mismo siempre te ves sin faltas, ¿no es así? Pero
cuando tienes una medida por la cual compararte es cuando en verdad
puedes verte. Estoy convencido que esto es porque Dios
nos deja padecer de mal aliento; es su forma grafica de enseñarnos
que hay algo en nosotros, que no podemos ver o detectar nosotros
mismos, que es muy desagradable y difícil de vivir con ello. ¿No
es asombroso que cuando tienes mal aliento no lo sabes hasta que la
gente comienza a evadirte? El otro día en el dentista yo sentí lástima
por él, porque tiene que mirar dentro de las bocas de tanta gente
que sus alientos se le hace muy difícil de trabajar. ¿No es
asombroso lo difícil que es decírselo a alguien? No nos atrevemos
mencionárselo a nuestros amigos más cercanos. Si alguien nos dice
que tenemos mal aliento, nos sentimos asolados y humillados. Esto es
un retrato grafico de este problema de estar a la defensiva y sin la
disposición de ver algo malo en nosotros mismos. Ahora, por eso es que es difícil el
confesar pecados, pero al hacerlo es aún honesto y algo real. Dios
no nos pide que confesemos nuestros pecados porque él trata de
humillarnos o penalizarnos o para ponernos tristes. Sino que Él nos
lo pide porque nos engañamos nosotros mismos, somos deshonestos con
nosotros mismos, no somos realistas acerca de nuestras vidas, y él
es el realista final. Dios siempre maneja las cosas exactamente de
la forma real que son y él dice que no hay forma que podamos ser
ayudados hasta que comencemos a hacer lo mismo. El nos pide, por lo
tanto, que comencemos reconociendo las áreas que hemos fallado. Es por eso que tenemos las Escrituras. La
palabra de Dios es como un espejo. Muchos de nosotros, sin embargo
tendemos a ignorarlas Escrituras porque sabemos que esto es cierto.
Si miras en la palabra de Dios, en el espejo de la Palabra, vas a
ver muy pronto en la forma que te ves, y no es siempre agradable.
Otras personas vienen a nuestras vidas por esa razón. Como no
podemos vernos de la forma en que real somos, Dios en su gracia pone
a alguien en nuestra vida para ayudarnos a vernos nosotros mismos.
Podemos ayudarles en la misma forma también. Esa es la gloria
completa en las relaciones. Por esta razón es que es muy tonto el
resistir lo que otros te están diciendo. Si alguien te dice algo
que no es agradable, puedes que creas que viene desde un punto de
vista torcido, y puedes estar correcto. Pero, cuando media docena de
personas te dicen la misma cosa, tú debes comenzar a prestar atención,
porque te están diciendo algo que es verdad y que no puedes ver.
Hasta que no comiences a verte a ti mismo en la realidad, estás
viviendo en un mundo de fantasía, dañando todo lo que tocas por qué
no ves la realidad, nos ves lo que hay realmente. Lo que más puede
ayudarnos en nuestra vida de oración, por lo tanto es tomar un
momento al comienzo de nuestra oración para encarar lo que la
palabra de Dios nos dice que está mal en nuestras vidas--falta de
amor, brusquedad, actitud sarcástica, nuestra tendencia de
defendernos y menospreciar a otros. Esto es donde Daniel comienza.
Todo esto es resumido en una gran palabra que es encontrada en la
Escritura, la palabra "arrepentirse." Cuando nos
arrepentimos comenzamos a arreglar las cosas en nuestra vida:
comenzamos a actuar honestamente con nosotros mismos y con los demás.
Pero tenemos dificultad haciendo esto a veces por la forma en que
pensamos de Dios. Daniel hace notar algo importante en su
oración, donde el continua en el medio de su confesión
reconociendo algo más acerca de Dios. Verso 7: Tuya es, Señor, la justicia, y nuestra la
confusión de rostro, como en el día de hoy á todo hombre de Judá,
y á los moradores de Jerusalén, y á todo Israel, á los de cerca
y á los de lejos, en todas las tierras á donde los has echado á
causa de su rebelión con que contra ti se rebelaron. {Dan 9:7} Este es un reconocimiento de que Dios está
correcto en lo que ha hecho. Nosotros como humanos, dice Daniel
hemos fallado. La señal de esto es que estamos "confundidos."
Actualmente, la palabra significa frustrados--nada nos va bien en
nuestra vida, hacemos planes y se caen, estamos constantemente
encontrándonos frustrados. Esas son siempre señales de que tenemos
una perspectiva errónea de la vida, de que no vemos las cosas
claramente, que nuestra visión ha sido cegada y confundida por
actitudes erróneas de nosotros mismos. El resultado es "confusión
de rostro", y Daniel lo reconoce. Además, alguna de la calamidades
pronosticadas que la palabra de Dios dijo que le sucedería a Israel
si se desviaban de él le han venido encima. La Biblia nos dice
cosas así también a nosotros. En el sermón del monte, Jesús dijo
de que debíamos hacer las paces con nuestro adversario pronto
mientras estamos con él en el camino para que seamos enviados a los
que "atormentan" (esa es la palabra que él usa), y no
saldremos libre hasta que hayamos pagado hasta el último centavo
{Mat 5:25-26}. Esta palabra "tormentos," se refiere a un
sentido de culpabilidad, confusión y frustración. Jesús está
diciendo que si no encaramos las acusaciones que son ciertas de
nuestra conducta y comportamiento seremos entregados a los tormentos
internos que quitarán nuestra paz mental y robará nuestro sueño
en la noche; seremos molestados por neurosis, psicosis y otras
manifestaciones neuróticas; tendremos el estomago revuelto y se
convertirán en úlceras. Tendremos todos estos "tormentos"
porque no enfrentamos la verdaderamente la vida. Pero noten lo que Daniel dice acerca de
Dios: "Tuya es la justicia, Señor." Otra vez dice él en el verso 14, Veló por tanto Jehová sobre el mal, y trájolo
sobre nosotros; porque justo es Jehová nuestro Dios en todas sus
obras que hizo {Dan 9:14a} Una de los obstáculos mayores en la oración
es que la mayoría de nosotros están enojados con Dios. No nos
gusta lo que Dios nos ha hecho; pensamos que hemos sido tratados
injustamente. ¿Cuántos de nosotros hemos sido cogidos en una
manera u otra diciendo, "Señor por qué me estás haciendo
esto? Por qué me estás tratando en esta forma? ¿Qué he hecho yo
para merecer esto? Todo eso es una forma sutil de echarle la culpa a
Dios, diciendo que él no es justo. Esto es algo que nunca debemos
decirle a Dios. Dios no puede ser injusto, él no puede mentir, no
nos engaña, no puede ser injusto con nosotros, no puede estar sin
amor hacia nosotros. Su naturaleza es amorosa. Por lo tanto lo que
él hace es amoroso, y lo que él nos da es también amoroso. Recuerden que esta oración fue expresada
por un hombre que fue una vez príncipe de la casa real de Israel.
Daniel debió haber tenido planes, sueños, y proyectos para lo que
él quisiera ser cuando alcanzara su herencia. Pero todo estos
planes fueron interrumpidos duramente por una invasión del ejército
extranjero. Él fue tomado cautivo y llevado a Babilonia. Allí, en
un país extranjero, con todos sus planes rotos en pedazos, Daniel
comenzó a aprender a caminar como un hombre justo en medio de gente
pagana. El tuvo que observar a sus tres amigos ser tirados en el
horno de fuego porque se mantuvieron en la verdad en el medio de una
gran presión. Cuando fue primer ministro del reino, Daniel mismo
fue atrapado por algunos de sus enemigos y tirado a la guarida de
los leones. Todo esto fueron circunstancias por la cual creeríamos
que tuvo que sucederle a Daniel y se hiciera las siguientes
preguntas, "¿Donde está Dios? ¿Por qué él deja que me
sucedan a mi estas cosas?" y decir como decimos a menudo,
"No es justo. Yo he sido fiel a Dios y he obedecido su palabra,
pero él deja que esto me pase." ¿Has dicho alguna vez algo semejante? Pero Daniel aprendió que Dios nunca hace
algo incorrecto. Es él quién tiene que ajustarse a Dios. Lo que
Dios está haciendo viene de un corazón de amor y sabiduría, que
nunca tiene coraje y odio para nosotros. ¡Qué tremenda lección de
la oración es esta! Es fácil de confesar tu pecado a un Dios que
reconoces como justo, que no murmura, quejándose y argumentando de
que Dios te ha engañado o privarte de algunas bendiciones bien
merecidas en la vida. Daniel está listo ahora para pedirle a
Dios que actué, así que vienen sus suplicas. Verso 15: Ahora pues, Señor Dios nuestro, que
sacaste tu pueblo de la tierra de Egipto con mano poderosa, y te
hiciste nombre cual en este día; hemos pecado, impíamente hemos
hecho. Oh Señor, según todas tus justicias, apártese ahora tu ira
y tu furor de sobre tu ciudad Jerusalén,.. {Dan 9:15-16a} Aquí Daniel va al grano. Él está
diciendo realmente, "Señor quita la maldición de Jerusalén.
Deja que esa ciudad sea restaurada de acuerdo a tus promesas hechas
a Jeremías que después de setenta años tú lo harías. Ahora Señor
mueve a la gente. Haz que esto suceda. Muévelos de nuevo y quita la
maldición de esta gran ciudad." Después Daniel continúa en el verso 17: Ahora pues, Dios nuestro, oye la oración
de tu siervo, y sus ruegos, y haz que tu rostro resplandezca sobre
tu santuario asolado, por amor del Señor. {Dan 9:17} La oración de Daniel fue específicamente
por la restauración de la ciudad y el templo y santuario. Ahora noten la forma audaz en que Daniel
termina su oración, Verso 19: Oye, Señor; oh Señor, perdona; presta oído,
Señor, y haz; no pongas dilación, por amor de ti mismo, Dios mío:
porque tu nombre es llamado sobre tu ciudad y sobre tu pueblo. {Dan
9:19} Una vez que pongamos nuestras vidas
correcta delante del Señor, cuando tomamos nuestra posición
adecuada delante del Dios de toda la tierra, entonces, como dicen
las Escrituras, "cuando nos humillamos delante de el poderoso
nombre de Dios, vamos a ser exaltados." Esa es la promesa. Dios
comienza a trabajar allí. Podemos entonces venir con audacia a
pedirle grandes cosas que son necesarias. Vamos a mirar rápidamente a los
resultados. Verso 20: Aun estaba hablando, y orando, y confesando
mi pecado y el pecado de mi pueblo Israel, y derramaba mi ruego
delante de Jehová mi Dios por el monte santo de mi Dios; Aun estaba
hablando en oración [aún no había
terminado con la oración], y aquel varón Gabriel, al cual había
visto en visión al principio, volando con presteza, me tocó como
á la hora del sacrificio de la tarde. É hízome entender, y habló
conmigo, y dijo: Daniel, ahora he salido para hacerte entender la
declaración. Al principio de tus ruegos salió la palabra [al
mismo principio de tu oración], y yo he venido para enseñártela,
porque tú eres varón de deseos. Entiende pues la palabra, y
entiende la visión. {Dan 9:20-23} Entonces sigue lo que quizás es la profecía
más importante de toda la Biblia. Es llamada la profecía de las
setenta semanas de años, eso es, 490 años que iban a ser marcados
para el cumplimiento de las promesas de Dios a Israel. Estos años
cubren desde el principio de la construcción de las murallas de
Jerusalén hasta los tiempos de Jesús, después toma un gran salto
(como casi todos los estudiosos bíblicos están de acuerdo) a un
periodo final de siete años cuando el Señor últimamente regresará
y establezca su pueblo y su ciudad en el lugar. No tengo el tiempo de entrar en este tópico
ahora, pero noten algo: En el verso 24 la profesía concierne a la
ciudad de Jerusalén y "al lugar santo," el cuál es el
templo, así que esa oración de Daniel fue contestada, y más que
contestada. Esta es la manera en que Dios obra. El comenzó a
conmover a Zerubabel, Esra y Nehemías, y a otros quienes fueron
llamados a dirigir la expedición de regreso a la tierra de Israel
en contestación directa a la oración de Daniel. Pero lejos de eso,
en una mayor dimensión que la que Daniel pudo haber visto, fue la
promesa de Dios de que el trataría con el pecado de todo el mundo
en el lugar mas santo, en Jerusalén, a través de la presencia del
Mesías, de quién esta profecía habla, y la construcción de la
ciudad (la nueva Jerusalén, el nuevo santuario, "la habitación
de Dios y el Espíritu--la iglesia). El cumplimiento mayor de esta
oración es la iglesia misma, que es ahora edificada por Dios en
esta época, para que la oración de Daniel fuera mucho mayor de lo
que él pudo haber realizado. Yo espero que esto nos motive a recordar
que la humildad es la clave para tocar el corazón de Dios. Al
humillarnos nosotros mismos correctamente delante de él, removemos
todos los obstáculos de la oración. Dios va a actuar en formas
mucho mayor de lo que podamos pedir o soñar, y el cumplimiento
continuará, quizás por siglos todavía por venir. Santiago dijo estas palabras, que les dejo
para terminar: "La oración ferviente de el hombre justo puede
mucho" {Sant 5:16}, como una traducción lo pone, "deja
salir un tremendo poder." Eso es lo que hizo la oración de
Daniel, y es lo que nuestra oración puede también hacer. Oración Padre nuestro, confesamos a tí que somos
niños en este asunto de la oración; solo estamos apenas
aprendiendo a como balbucir las palabras. Pero tu gran corazón de
Padre nos exhorta, ofrece enseñarnos y guiarnos. Danos Señor, para
que podamos cesar esta murmuración y quejas mundanas, y recordemos
que ha sido enviada a nosotros de tu mano amorosa como un reto para
que vivamos una vida recta en medio de ello. Lo
pedimos en el nombre de Jesús, Amén.
Título: La Humildad en la Oración Copyright © 1995 Discovery Publishing un
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