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2. El Ancla
de la Oración![]() Vida Espiritual ilumina la manera práctica de incorporar la espiritualidad a la vida personal y el ministerio. Se estudia el poder de la oración ilustrada a través de las Escrituras como base de una vida verdaderamente victoriosa en comunión con la voluntad de Dios. EL ANCLA DE LA
ORACIÓN por Ray C.
Stedman
Mucha gente en este país están
luchando con la pregunta hecha por uno de los líderes del grupo de
Mayoría Moral en relación a si Dios escucha las oraciones de los
Judíos o no. Muchos están preguntando, por el rechazo de Jesús de
parte de los judíos, ¿escucha Dios sus oraciones o no? Mi
contestación sería que Dios escucha las oraciones de todos en
todas partes. Hay un verso en los Salmos que dice, "Tu oyes la
oración: A ti vendrá toda carne," (Salmos 65:2). Tenemos
también una indicación de esto en el Nuevo Testamento. Cornelio
era un romano pagano que fue influenciado por la comunidad Judía.
El aprendió algo acerca de Dios y comenzó a orarle a él, y un ángel
fue enviado a decirle que sus oraciones y limosnas habían sido
reconocidas por Dios. El ángel fue enviado a guiarle a una verdad
profunda (Hechos 10:4). Así que hay mucha evidencia en las
Escrituras que Dios escucha todas las oraciones. De hecho,
aprendimos en nuestro primer estudio que Dios mismo inicia la oración.
Aún personas ateas oran a veces. Un viejo capitán marino me comentó una
vez acerca de las tormentas que el había pasado. Dijo acerca de una
tormenta terrible en particular, "Dios escuchó de muchos extraños
aquella noche." Así que hay un deseo instintivo para orar que
sale de dentro de nosotros. En esta serie de estudios de la oración
veremos a la tremenda relación que los creyentes tienen con Dios.
Yo espero que estos estudios sean progresivos, eso es, no queremos
olvidar lo que aprendimos la vez pasada, sino añadiéndole a lo que
aprendamos hoy. Yo confío que tendremos nuestras preguntas acerca
de la oración contestadas según vamos progresando. Hoy queremos ver al misterio y los mitos de
la oración. Hay cosas que hemos aprendido desde la niñez, mitos,
malentendidos, y conceptos acerca de la oración que están erróneos,
y necesitan corregirse. Pero, cuando hayamos aprendido todo lo que
podamos, todavía existe un misterio acerca de la oración. La oración es iniciada por Dios, como ya
hemos aprendido. El siempre comienza la oración, aunque lo sepamos
o no. Y es esperado a ser una conversación íntima y relajada con
Dios. No importa cuál sea el motivo de la oración, su forma debe
ser una hablando directamente con él. Solo dos personas están
envueltas en la oración, usted y Dios. Otros pueden estar
escuchando, pero tu mismo estás confrontando al Ser divino. Entonces la oración, como también vimos
en nuestro último estudio, es deseada a ser instructivo; aprendemos
de nuestras oraciones. Dios les hizo preguntas a Adán y Eva, y en
la búsqueda de las contestaciones, ellos aprendieron mucho acerca
de ellos mismos, como también de Dios, y de la vida misma. No
conozco un aspecto de la oración que sea más importante que esto.
Si oramos vamos a aprender; si no oramos no vamos a aprender;
permanecemos en la ignorancia. Hoy quiero mirar a una oración familiar,
encontrada en él capítulo 18 de Génesis. Este es el incidente muy
conocido cuando Dios deja a Abraham saber el secreto de la hora que
había llegado para juzgar a Sodoma y Gomorra, esas ciudades llanas
donde Lot, el sobrino de Abraham, estaba viviendo. El recuento nos
dice que Dios había enviado dos ángeles a Sodoma para destruir la
ciudad. Evidentemente iba a ser destruida por una catástrofe
natural. El recuento sugiere enfáticamente que fue destruida por la
erupción de un volcán, por fuego y azufre, eso es, sulfuro,
llovido en la ciudad y destruida con sus habitantes. Hoy día hay
evidencias de tal ocurrencia en el valle donde Sodoma y Gomorra
estaban localizadas. Algunos de nosotros recuerdan el pasado Mayo
18, cuando el monte St. Helens de momento hizo erupción e hizo
devastación en una área muy grande con nubes de cenizas ardientes,
pueden ciertamente creer que este bien pudo haber sido la forma en
que las ciudades de Sodoma y Gomorra fueron destruidas. Ellos le
llamaban entonces, en los tiempos de Abraham, como estoy seguro como
lo llamaríamos hoy día, un desastre natural, pero Dios está detrás
de la naturaleza. El anunció a Abraham que él estaba listo para
destruir a través de un juicio de desastre natural estas ciudades
malvadas. En el recuento se nos dice que los ángeles,
Y apartáronse de allí los varones, y
fueron hacia Sodoma: mas Abraham estaba aún delante de Jehová. Y
acercóse Abraham y dijo: ¿Destruirás también al justo con el impío? Quizá hay cincuenta justos dentro de la
ciudad: ¿destruirás también y no perdonarás al lugar por
cincuenta justos que estén dentro de él? Lejos de ti el hacer tal,
que hagas morir al justo con el impío y que sea el justo tratado
como el impío; nunca tal hagas. El juez de toda la tierra, ¿no ha
de hacer lo que es justo? Entonces respondió Jehová: Si hallare en
Sodoma cincuenta justos dentro de la ciudad, perdonaré á todo este
lugar por amor de ellos.
(Gen. 18:22-26) Como ya saben, el recuento continua con
Abraham reduciendo el número cada vez hasta que llega a diez
personas justas. En nuestro estudio anterior hicimos
referencia a este incidente como ejemplo de los mitos esparcidos
acerca de la oración. He escuchado mensajes en este incidente que
sugiere que esta es la forma de orar- -determinando que uno quiere
que Dios haga, entonces venir delante de él, agarrase de él y no
dejarle ir hasta que el ceda a lo que uno quiere. Es una forma de
inducir a Dios a hacer algo. Ahora, eso no es oración, y eso no es
lo que está pasando aquí tampoco. Malentendemos grandemente este
recuento si lo leemos en esa manera. Debemos recordar que a través
de todas las Escrituras aprendemos a que es el Espíritu de Dios quién
movió a Abraham a interceder por la ciudad, y especialmente por los
justos que se encontraban allí. Todos estos recuentos bíblicos
donde hombres han influenciado en Dios debe entenderse en este
contexto. Es Dios quién los ha movido; es Dios orando a Dios a través
de la agencia del ser humano. Esto es lo que se nos dice claramente en la
carta de Pablo a los Romanos, donde tenemos una gran promesa y gran
revelación en la oración: Y asimismo también el Espíritu ayuda
nuestra flaqueza: porque qué hemos de pedir como conviene, no lo
sabemos; sino que el mismo Espíritu pide por nosotros con gemidos
indecibles. (Rom 8:26) Las palabras literales son, "con gruñimientos
que no pueden expresarse." Todos nosotros hemos sentido en
ocasiones algún profundo, latente, inquietud en nuestro espíritu
que casi no podíamos ponerlo en palabras. No sabíamos que orar,
pero la inquietud que sentimos es una forma de oración. El Espíritu
estaba orando en nosotros sin usar palabras. Entonces en el verso que sigue se nos dice,
Mas el que escudriña los corazones, sabe
cuál es el intento del Espíritu, porque conforme á la voluntad de
Dios, demanda por los santos. (Rom 8:27) Eso es lo que estaba pasando con Abraham, y
eso contesta la pregunta, "¿Por qué él se detuvo con diez
justos?" ¿no es así? He escuchado mensajes que han dicho,
"Si Abraham solo hubiese tenido la fe de continuar! Si hubiese
dejado reducir otro corte, a cinco, quizás la ciudad se hubiera
escapado. ¿Por qué no continuo? Bueno, la contestación es porque
el Espíritu de Dios que estaba en él no continuó, eso es el porqué.
Fue la voluntad de Dios destruir estas ciudades. Estas personas han
alcanzado el lugar adonde sus debilidades y su resistencia a la
verdad son merecedoras de juicio. No sabemos cuán mucha exposición
de la verdad hayan tenido antes, pero seguramente que Abraham había
tenido contacto con la ciudad de Sodoma. El conocía al rey; él había
salvado los habitantes de esta ciudad de una invasión unos años
antes. Él sin duda le había hablado del Dios que él adoraba. Y
Lot vivía en la ciudad. El debió haberles dicho, pero había
resistencia a sus palabras. Al fin ellos encontraron el lugar del
juicio. Ahora el juicio de Dios nunca es
intencionado para aniquilar. En Romanos 1, se nos dice que el juicio
viene solamente para hacer que la gente oiga, para llamar su atención.
Dios estaba destruyendo estas ciudades para que el resto del mundo
oyera, para que otros, escuchando de su destino, prestarán atención
a lo que estaba pasando en sus vidas y en particular al tipo de
pecado en que ellos estaban envueltos. Esta ciudad había alcanzado
el lugar donde, en la mente, y, obviamente, en el pensamiento de
Dios, que no había uso de tratar de alcanzarles más. Ellos habían
resistido al punto de endurecer el corazón, así que el juicio llegó.
Los puritanos acostumbraban de ponerlo en esta forma, "Hay una línea que no vemos que cruza
todo camino: Aquí está una ciudad que ha pasado esa línea. Sin embargo es incorrecto para nosotros, de
tener la impresión de este recuento que la homosexualidad, la cuál
fue la maldad predominante en Sodoma, sea el pecado peor posible, y
que la gente que le da paso a esta maldad que estén bien cerca del
juicio de Dios. Eso no es lo que esto sugiere. Jesús predicó en
dos ciudades, Capernaún y Betsaida, y dijo que el juicio de ellas
era peor, porque el dijo, "¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti,
Bethsaida! porque si en Tiro y en Sidón fueran hechas las
maravillas que han sido hechas en vosotras, en otro tiempo se
hubieran arrepentido en saco y en ceniza. Por tanto os digo, que á
Tiro y á Sidón será más tolerable el castigo en el día del
juicio, que á vosotras. Y tu, Capernaum, que eres levantada hasta
el cielo, hasta los infiernos serás bajada; porque si en los de
Sodoma fueran hechas las maravillas que han sido hechas en ti,
hubieran quedado hasta el día de hoy," { Mat. 11:21-23}. Aquí
habían dos ciudades las cuáles no se habían dado a las prácticas
homosexuales, la cual sin embargo, de acuerdo al juicio de Jesús,
eran más dignas de condenación que los habitantes de Sodoma y
Gomorra. Así que no es la naturaleza de su pecado que les estaba
trayendo al juicio, sino, es la persistencia de continuar en la
maldad y su rechazo de reconocer lo que Dios les estaba diciendo
acerca de lo que su pecado les estaba haciendo. Abraham, de todas formas, había sido
informado que la hora había llegado. La reacción que obtenemos es
que el está asombrado por esto, pero es muy importante que veamos
qué es lo que en verdad le está molestando. Si haces la pregunta,
"¿Está Abraham de verdad tratando de salvar estas ciudades?"
la contestación debe de ser, "No, eso no es realmente su interés.
Abraham conoce que la hora del juicio de Dios ha llegado, que ha
habido un registro de su paciencia por mucho tiempo hasta este punto.
El sabe que son las personas injustas solamente que serán juzgadas,
así que él no está tratando de salvar las ciudades. El expresa su
sentimiento es estas palabras: "¿Destruirás tu los justos con
los pecadores?" ¿Vas a tratar los justos de la misma manera
que tu tratas a los pecadores?" Eso es lo que le está
afligiendo. Algunos de los comentaristas que han
tratado con este pasaje están correctos al sugerir que hay una empuñadura
de miedo agarrando el corazón de Abraham en este punto, que el teme
que va a encontrar que Dios no es realmente quién el creía que
era. Podría ser que el está interesado acerca de lo que nosotros,
con la base que tenemos del Nuevo Testamento, llamamos, "el
efecto de la sal" de los creyentes. Gente justa, sabemos, tiene
una manera de salar toda el área alrededor, preservándola de
corrupción y juicio. Abraham, quizás, está tribulado que si Dios
destruye a una ciudad completa llena de gente pecadora, con algunos
justos entre ellos, el dicho saldrá a otros que los justos no
tienen ningún efecto y se dejará ver la impresión incorrecta.
Puede ser también que el se esté preguntando, "¿Tiene algún
valor el regalo de la justificación, que Dios me ha dado? Si Dios
trata los justos de la misma forma que los pecadores, ¿tengo yo
alguna esperanza cuando me llegue la hora de estar delante del Dios
de toda la tierra?" Así que Abraham tiene el corazón contrito,
preguntando si Dios es en realidad la clase de Dios que el pensó
que era él. ¿Se ha sentido alguna vez de esa manera?
En sus oraciones, o en su confortamiento con la vida, ¿ha visto de
momento a Dios manifestarse en formas que usted no anticipó,
dejando que cosas pasen que usted no creyó que él permitiera? ¿Ha
pensado, "¿Señor puedes tu realmente hacer esto?" ¿No
debe el Juez de toda la tierra hacer lo correcto? Esto no es
correcto. Hay ocasiones en las Escrituras cuando los
hombres se sintieron de esta forma. Se acuerdan de como David cuando
traía el arca otra vez a Jerusalén después de haber estado en la
ciudad de Filistina por muchos años. Al estar trayéndola él en la
carreta, el buey tropezó y pareció como si el arca fuera a caer.
Un hombre llamado Uziah lo alcanzó y lo enderezó y al momento que
tocó el arca cayó muerto instantáneamente por la mano de Dios.
David estaba tan tembloroso que cogió el arca y la puso en una casa
vecina y la dejó allí por seis meses. El no sabía que iba a hacer
con un Dios que tomara la vida de un hombre que estaba tratando de
prevenir un accidente. En el recuento en Habacuc, quién, en su
oración por Israel, aprendió que Dios tuvo la intención de traer
a los babilonios en contra de la nación y destruirla y tomar la
gente cautiva y llevarlas a Babilonia, él se asombró de que un
Dios de justicia dejara que esto pasara a su propia gente. Mucha
gente se ha sentido de esta manera cuando han leído las historias
en el Antiguo Testamento acerca de Dios cuando ordena al ejército
Israelita a acabar con los habitantes de ciudades enteras. Se
preguntan, "¿Es ese el Dios que adoro? ¿Puede el Dios de amor
y misericordia y paciencia dar un mandato como ese?" Ellos están
aterrorizados. Estamos acercándonos muy de cerca de ver
como Abraham se sintió en este punto, cuando sentimos ese horror de
momento que Dios no vá a actuar como nosotros esperamos que lo haga.
Abraham está haciendo aquí la pregunta, "¿Hace la
justificación alguna diferencia? Si Dios aniquila estas ciudades
llenos de ambas personas, pecadores y justos, si todos sin tratados
por igual, ¿no nos dice que la justificación realmente no hace
ninguna diferencia, que Dios mismo no presta atención al regalo de
la justificación que nos ha sido dada? Esa es la razón de su
inquietud. Tenemos que recordar, sin embargo, que
Abraham entendió lo que justificación era en realidad. Mucha gente
que leen este recuento no lo entiende. Ellos piensan que ser justos
significa ser buenos, personas decentes que viven una vida moral que
se deja ver, que no violan las leyes, y no se meten en problemas con
sus vecinos son personas "buenas". Estoy seguro que había
gente así en las ciudades de Sodoma y Gomorra. Si usted visita una
comunidad de homosexuales hoy verán mucha gente agradable, que,
aunque estén practicando el mismo pecado que los habitantes de
Sodoma y Gomorra, son personas honradas y decentes en muchos
aspectos. Así que mucha gente lee este recuento como si Abraham
estuviera diciendo, "¿Vas tu a aniquilar esa clase de personas
(buenas) como también a los obviamente impíos, blasfemos, y de
clase violenta?" Pero Abraham no estaba pensando en eso. El
entendía que ser justificado no quiere decir ser personas buenas y
morales que no se merecen juicio, porque nadie es así en la mira de
Dios. Abraham entendió que justificación se refiere a personas egoístas,
ambiciosas, orgullosas y merecedores de juicio como usted y como yo,
que, sin embargo, por el sacrificio de la sangre provista por Dios
mismo, ha sido dado como un regalo que no merecemos, que ha sido
introducido a una relación con Dios que es pura gracia y nada más.
Lo que Abraham está interesado es, "¿hace eso alguna
diferencia? ¿Honrará Dios eso en la hora de juicio? ¿Le gobierna
esto a él o le cambia cuando llega la hora de la crisis?" Él
está perplejo, incierto, inseguro. Así, reconociendo su propia
ignorancia y debilidad, le trae su problema ante Dios. Pueden ver como él tímidamente se
aventura, "Señor, un momento. Supuestamente hay cincuenta
justos en esa ciudad, ¿la destruirías tu?" La respuesta
entonces viene de inmediato, "No, no la destruiré por
cincuenta." Otra vez, se aventura tímidamente. "¿Que tal
cuarenta y cinco?" "No, dice Dios inmediatamente, "si
encuentro cuarenta y cinco no la destruiré." Entonces Abraham
se ciñe en atrevimiento y dice. "Señor, no te enojes, pero
voy a presionar un poco más. ¿Qué tal cuarenta, treinta, o veinte?"
Finalmente, va al límite de su atrevimiento, sintiendo el final de
su inquietud cuando dice, "¿Señor que tal diez? Si hay diez
justos los salvaría y también a la ciudad?" La respuesta
inmediata de Dios en relación hasta que límite es la siguiente,
"Hasta adonde tu llegues Abraham, yo también iré. Si hay diez
justos no destruiré la ciudad." Dada está contestación de Dios, suaviza
la empuñadura de miedo que Abraham tiene agarrado en su corazón.
Cada contestación es una certeza de este gran hombre de Dios que
Dios honrará su promesa, que él preservará al justo en la hora de
crisis y peligro y no físicamente todo el tiempo. Abraham entendió
que Sodoma y Gomorra iban a ser ejemplos por todo el tiempo de la
retribución y justicia divina, un símbolo de condenación eterna.
Y eso es lo que ellos han visto. Alguien ha dicho no hace mucho tiempo,
"¡Si Dios no destruye a San Francisco, el va a tener que
disculparse a los habitantes de Sodoma y Gomorra!" Esas ciudades son símbolos de la justicia
llevada en la plenitud de la ira. Abraham es afirmado que Dios
confirma lo que dice, que justificación hace diferencia, que las
promesas de Dios son válidas en la hora de la crisis, y que él no
trata el justo como trata al pecador. Cuando él llega a esa premisa,
Abraham está satisfecho. Él no estaba tratando de salvar la ciudad,
y no la salvó, ya que el recuento sigue al punto que Sodoma y
Gomorra fueron juzgadas. Pero hay unas palabras interesantes al
final del capítulo 18, verso 33. Y fuese Jehová, luego que acabó de hablar
á Abraham: y Abraham se volvió á su lugar. {Gen 18:33} Según usted lee el recuento es Abraham el
que ha estado hablándole a Dios, pero este verso indica claramente
que existe algo más profundo, que Dios ha estado hablándole a
Abraham y que el propósito de este intercambio es de asegurarle a
él que las promesas del regalo de la justificación son válidas,
que la justificación se nos es dada cuando no la meremos y aún
Dios lo honra y cumple. Nosotros estamos parados en otro plano,
siendo tratados en una forma diferente de los que están alrededor
de nosotros solamente por la misericordia y la gracia de Dios. Después en él capítulo 19 tenemos la
historia de la destrucción de Sodoma. Es una historia terrible de
dar rienda suelta a la pasión y deseos pervertidos, donde una
ciudad es dada por completa y que aún atacaban a los extranjeros
que venían en medio de ellos. Esto hace que surja la pregunta, ¿cuántos
justos habían en Sodoma? La contestación es: Uno. Cuatro personas
fueron libradas de la ciudad al principio, Lot y su esposa y sus dos
hijas, esos son todos. Los ángeles tuvieron que sacarles a la
fuerza de la ciudad para salvar sus vidas, y aún uno de ellos
pereció en el camino. La esposa de Lot viró hacia atrás y miró a
la ciudad, desobedeciendo la alerta de los ángeles, y ella se
convirtió en un pila de sal. (Pueden visitar esa área hoy día y
ver los pilares de piedras cubiertas con sal encrestada que son señaladas
como la esposa de Lot.) En una historia muy desagradable, también
en el capítulo 19, las dos hijas de Lot, confundidas por el enemigo
de Sodoma, recurrieron a cometer incesto con su propio padre para
que pudieran tener hijos. Esos hijos crecieron y formaron dos
naciones que a través de la historia bíblica, hasta hoy día, han
sido enemigos de Israel. No hay indicación en las Escrituras que
estas dos hijas fueran justas. Pero hay un recuento en Segunda de Pedro,
que sugiere que la única persona justa en esa ciudad fue el mismo
Lot. En Segunda de Pedro leemos: Y si condenó por destrucción las ciudades
de Sodoma y de Gomorra, tornándolas en ceniza, y poniéndolas por
ejemplo á los que habían de vivir sin temor y reverencia de Dios,
Y libró al justo Lot, acosado por la nefanda conducta de los
malvados; (Porque este justo, con ver y oír, morando entre ellos,
afligía cada día su alma justa con los hechos de aquellos injustos;)
Sabe el Señor librar de tentación á los píos, y reservar á los
injustos para ser atormentados en el día del juicio; Y
principalmente á aquellos que, siguiendo la carne, andan en
concupiscencia é inmundicia, y desprecian la potestad {2 Pedro
2:6-10a} Eso es un comentario divinamente inspirado
de la destrucción de Sodoma y Gomorra. Tiene gran relevancia a
nuestra propia situación hoy día. Pero lo que me tiene intrigado es que
aprendemos algo acerca de la oración en esto. La gran lección que
viene a mi corazón, y espero que al de ustedes, de esta historia es
que la verdadera oración está siempre fundada en él carácter de
Dios, no en las necesidades, lo que deseamos, y los deseos del
hombre. Comienza con quién es Dios, y lo que él desea. Por eso es
que la oración modelo que se nos es dada por nuestro Señor mismo
comienza con esa petición triple: Primero, "Padre nuestro" (indica nuestra
relación con Dios); Segundo, "que estás en los cielos" (indica
su invisibilidad hacia nosotros per aún su presencia disponible a
nuestras necesidades), y Tercero, "Santificado sea tu nombre" (la
grandeza y él carácter de Dios que forma la base de la oración).
Al igual que Abraham, necesitamos certeza
de vez en cuando de que Dios es realmente la clase de Dios que el
reclama ser, que aún en el medio del juicio él honra sus promesas
y redime sus ofertas a aquellos que le claman. Abraham tiene descanso ahora en su corazón
como resultado de este recuento, seguro de que Dios honra a los
justos, y que el regalo de la justificación que él da es un
reclamo válido a su vista para una relación con él. Esa es la
base de la oración. No tenemos ningún derecho de venir a Dios
para meramente usarlo como un tipo de "centro de abastecimiento
celestial" que podemos sacar en cualquier momento que tengamos
necesidades mayores. Lo que tenemos que ver es que si la oración
está basada en "el carácter y las promesas de Dios. Permítame compartir con ustedes una cita
de un buen libro acerca de la oración hecha por un escritor inglés
llamado, Reginaldo E. O. White. Él dice, A veces es él carácter de Dios revelado
en sus formas consistentes que son la base de la fe: "Si
Dios viste la hierba del campo· ¿no puede él vestirte a tí?"
A veces es él carácter de Dios demostrado por lo que él ya ha
hecho que provee la base de la confianza: "Aquel que no escatimó
en dar a Su Hijo, pero lo envió para beneficio de todos nosotros,
¿cómo es que entonces él junto con Jesús también nos dará
libremente todas las cosas? Y a menudo es él carácter de Dios
expresado en Sus promesas que forman nuestra oración y nos exhorta
preguntando: "Ahora pues, Jehová Dios, tu eres Dios, y tus
palabras serán firmes, ya que has dicho á tu siervo este bien.
Tenlo pues ahora a bien, y bendice la casa de tu siervo, para que
perpetuamente permanezca delante de ti: pues que tu, Jehová Dios,
lo has dicho, y con tu bendición será bendita la casa de tu siervo
para siempre." (2 Samuel 7:28-29). En cada caso la atención es
dirigida hacia afuera de nosotros y nuestros deseoso desiertos hacia
Dios y Su amor consistente, Su perseverancia constante. Fe siempre
proviene de parte del Dios que conocemos que nos provee la bondad
que buscamos. Para ponerlo el punto en forma diferente, creemos, no
como a veces decimos ligeramente, en lo eficaz de la oración pero
en la gracia de Dios. En eso la oración descansa. Eso es lo que Abraham nos está enseñando
aquí, que Dios es quien dice que él es. Contemos con esto y recordémonos de ello,
tenemos una base en la cual podemos orar con confianza, con
entendimiento, y con conocimiento. Que Dios nos ayude a entender y a
aprender como agarrarnos de este gran ministerio de la oración. Oración Señor gracias por este incidente en la
vida de Abraham que nos recuerda que nuestro destino y nuestra
relación contigo al momento presente está anclado en tu fidelidad
a tus promesas. No tenemos derecho de venir. No tenemos justificación
que venga de nosotros. Solo tenemos eso que nos es dado por el
regalo de tu Hijo para nuestro beneficio. Gracias por eso, pero
gracias también por la certeza de que es una promesa válida, que
al venir basado en eso, tenemos una base real de esa relación que
podemos contar. Gracias porque tu eres nuestro Padre, que nos has
perdonado, que nos has librado de la culpa de nuestro pasado, aún
nuestro pasado inmediato, ayer y hace diez minutos. Gracias porque
tu nos has dado grandes promesas para el presente y el futuro, una
provisión de amor y aceptación, guía de protección y todas estas
cosas. Oramos para que tu nombre sea por lo tanto glorificado; que
él mundo pueda mirar la justificación en medio y que ellos vean
que tu mano y tu corazón están comprometidos a aquellos que
responden a tu oferta de gracia, y tu juicio espera a aquellos que
resisten la plegaria paciente de su Dios. Te lo pedimos en él
nombre de Jesús, Amén.
Título: El Ancla de la Oración Copyright © 1995 Discovery Publishing un
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