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18. Orando Juntos![]() Vida Espiritual ilumina la manera práctica de incorporar la espiritualidad a la vida personal y el ministerio. Se estudia el poder de la oración ilustrada a través de las Escrituras como base de una vida verdaderamente victoriosa en comunión con la voluntad de Dios. ORANDO JUNTOS por Ray C.
Stedman
Esta es la séptima de esta serie sobre la
oración. Es posible que algunos de ustedes se estén diciendo:
"¿Cuánto tiempo tendré que esperar, Señor, cuánto tiempo?
Si es así, me siento tentado a responder con el relato del
predicador, que era nuevo en su iglesia, y su congregación se sintió
profundamente conmovida por él. El domingo siguiente por la mañana
predicó exactamente el mismo mensaje y la congregación se preguntó
por qué y al tercer domingo volvió a predicar de nuevo el mismo
mensaje. Después de esto, el comité de diáconos le esperó a la
salida y le preguntaron si no tenía ningún otro mensaje y él les
respondió que sí, que tenía muchos. El comité le preguntó
entonces ¿cuánto tiempo va a estar usted predicando acerca del
robo? a lo que les contestó "voy a continuar haciéndolo hasta
que dejen ustedes de robar y cuando lo hagan entonces cambiaré mi
mensaje. No estoy intentando hacer algo por el
estilo con el tema de la oración, puesto que me he sentido animado
por el número de personas que han comenzado a asistir a las
reuniones de oración semanales en las casas y en la iglesia, pero sí
estoy intentando explorar, con la gracia de Dios, algunos de los
tremendos secretos de la oración, especialmente aquellos que nos
fueron revelados por el propio Jesús, el Mesías. Quisiera que leyésemos el capítulo 18 de
Mateo en relación con el tema de hoy sobre la oración, comenzando
por el versículo 18. Jesús dijo al concluir su palabra acerca de
los problemas y la disciplina en la iglesia: "De cierto, de cierto os digo que todo
lo que atéis en la tierra habrá sido atado en el cielo, y todo lo
que desatéis en la tierra habrá sido desatado en el cielo...
porque donde dos o tres están congregados en mi nombre, allí estoy
yo en medio de ellos. (Mateo 18:18-20) ¡Estas palabras casi nos asustan! porque
nos revelan lo más atractivo, pero al mismo tiempo lo más temible
acerca de la oración, que es su autoridad. La oración es algo muy
poderoso. "La oración ha dividido ya los mares y ha arrastrado
los ríos que fluyen, ha hecho que rocas de pedernal broten a chorro
creando fuentes, ha apagado las llamas del fuego, ha cerrado las
fauces de los leones, ha desarmado a víboras y a anulado el efecto
de los venenos, ha formado a la estrellas en contra de los malvados,
ha detenido el curso de la luna y ha arrastrado al sol en su carrera,
ha abierto de golpe las verjas de hierro y ha llamado a las almas de
la eternidad, ha conquistado a los más fuertes demonios y ha
mandado a legiones de ángeles que desciendan de los cielos. La
oración ha puesto freno y encadenado las más desenfrenadas
pasiones de los hombres y ha destruido a inmensos ejércitos de
orgullosos, atrevidos y violentos ateos. La oración ha traído a un
hombre de las profundidades del océano y ha transportado a otro al
cielo en un carro de fuego. Eso no es sencillamente una hipérbole,
sino un hecho histórico. La oración ha realizado además muchas
otras importantes cosas, porque es una fuerza imponente y poderosa
en el mundo de los hombres. Pero, como es natural, es preciso entender
muy bien una gran potencia, o de lo contrario puede ser sumamente
peligrosa. Hace una serie de años el Sr. George Speaks, que estará
exponiendo los Sermones de la Ciencia en la Feria Mundial de Nueva
York este verano, estuvo aquí en Palo Alto. En una ocasión, cuando
los dos estábamos solos colocando una parte de su equipo en la
plataforma, le pregunté si me permitiría situarme sobre cable del
cual fluirían un millón de voltios de electricidad por todo mi
cuerpo y encenderían una linterna que tenía en la mano, como él
hizo en su demostración. Me miró y me dijo: "Bueno, no me
importa, pero pasa una cosa. Estaría bien si todo saliese como es
debido, pero si algo falla y no sabe usted qué hacer, podría ser
realmente desastroso. De algún modo, eso tuvo un especial efecto
sobre mi, de modo que renuncie a la idea después de su argumento. En este pasaje de las Escrituras, hemos
visto en estos versículos tres aspectos muy reveladores acerca de
la oración, que reflejan la gran autoridad que tiene la oración
por todo el mundo. En el versículo 18 vemos que la oración
es una autoridad que funciona como un misterio: "De cierto os digo que todo lo que atéis
en la tierra habrá sido atado en el cielo, y todo lo que desatéis
en la tierra habrá sido desatado en el cielo. (Mat. 18:18) Atar y desatar, leyendo estas palabras,
suena casi como si se tratase de magia, ¿no es cierto? En los
cuentos de hadas que leemos cuando somos pequeños siempre hay algún
objeto mágico, una lámpara, un anillo o una palabra mágica que,
una vez que la persona la posee, puede hacer las cosas más extrañas.
Puede convertir a las personas en sapos u otros animales, puede
hacer un hechizo o encantamiento, creando de inmediato castillos y
puentes o cualquier otra cosa que se necesite. Podía viajar sobre
una alfombra o incluso sobre el viento y, en general, comportarse de
una manera totalmente extraordinaria. En este sentido, por lo menos,
la oración es realmente como si fuese magia. Porque lo que, sin
duda, está diciendo nuestro Señor es que es posible para los seres
humanos corrientes, como usted y yo, ejercitar el extraordinario
poder de la oración y que el cielo, en cierto sentido, ratifica lo
que se hace en la tierra, que nos pondríamos en contacto con el
mundo más allá de esta tierra corriente, que es visible para
nuestros sentidos. Esto es, sin duda, lo que quiso decir
haciendo uso del contraste que existe entre el cielo y la tierra en
este versículo e indudablemente debemos tomarnos estas palabras muy
en serio. Nos damos perfecta cuenta de que la oración no es magia,
que no podemos hacer lo que se nos apetezca, actuando
caprichosamente y transformando a las personas en toda clase de
extraños objetos. Existen limitaciones respecto a la oración, algo
que examinaremos a lo largo de este estudio. Pero creo que lo
primero que debemos hacer es entender lo que quiso decir Jesús al
referirse al cielo y a la tierra. Con frecuencia se mal interpreta
este versículo porque no acabamos de entender su significado,
especialmente lo que quiere decir respecto al cielo. ¿Qué es el
cielo y dónde está? El tener que hacer semejante pregunta pone
de manifiesto una mala interpretación básica de lo que es el cielo,
porque con harta frecuencia pensamos en él en términos de espacio.
Es decir, la tierra está "aquí abajo y el cielo está "allí
arriba en alguna parte. Como es natural, los rusos, le han sacado
partido a este concepto. Dicen que han lanzado a sus cosmonautas al
espacio para buscar el cielo, pero que no lo han podido encontrar.
No había ninguna señal de él "allá arriba, por lo que
llegaron a la conclusión de que sencillamente no existía. Nosotros
decimos: "qué lamentable que los hombres sean tan ignorantes
como para pensar que podrían ver el cielo como si de algo físico
se tratase. Pero me temo que también nosotros demostramos la misma
debilidad, en cuanto a nuestra manera de pensar acerca del cielo,
porque con frecuencia interpretamos este versículo como si el Señor
estuviese diciendo que aquí abajo en la tierra se nos conceden
ciertos poderes para atar y desatar y Dios, allá arriba en el cielo,
está obligado a ratificar nuestras acciones y estar de acuerdo con
ellas. La doctrina católica del perdón se basa
en este concepto. Dicen que la Iglesia Católica tiene poder,
gracias a lo que dice este versículo, para perdonar los pecados y
cuando el cura dice "Absuelto (tus pecados te son perdonados)
Dios, en el cielo, debe perdonar los pecados sobre la base de este
versículo. Por desgracia, este es el resultado de una
manera equivocada de pensar respecto al cielo. El cielo no se
determina espacialmente, no está "allá arriba mientras
nosotros estamos "aquí abajo ni tampoco podemos pensar en él
en términos de tiempo. Pensamos en la tierra como ahora, es decir,
esta vida y el cielo después, más adelante, pensando que el cielo
es lo que viene después de la muerte, pero no creo que las
Escrituras se refieran a él en ese sentido. Es cierto que el cielo
existe después de la vida, pero lo que nuestro Señor Jesús está
diciendo aquí es que el cielo existe al mismo tiempo que existe la
tierra, ambos son parte de esta vida. Esto es más que decir que las
decisiones que tomamos en esta vida producen resultados decisivos en
el cielo después de la muerte. Esto es cierto, como es natural,
pero no es lo que está diciendo aquí. Lo que está diciendo es
sencillamente que el cielo es el reino silencioso, invisible y
espiritual, que se encuentra a todo nuestro alrededor, que nos rodea,
que nos circunda, que nos abraza, esperando que lo reconozcamos.
Cuando entramos en el reino de los cielos reconocemos dicho reino,
creemos en él, actuando conforme a su realidad. En las
bienaventuranzas Jesús nos dio la clave respecto a lo que es entrar
en él. "Bienaventurados los pobres de espíritu porque de los
tales es el reino de los cielos. (Mat. 5:3). La tierra, como opuesto
al cielo, es el mundo de los sentidos, nosotros tomamos, sentimos,
vemos y nos valemos de los cinco sentidos. El cielo no es
sencillamente algo futuro, el cielo también es presente y es tan
real como lo es la tierra. Es paralelo a nuestro conocido mundo físico,
nos está diciendo Jesús, y las puertas entre ambos mundos están
abiertas. Este versículo afirma que existe una
correspondencia entre el cielo y la tierra. El mundo exterior de
tiempo, espacio, acontecimiento e historia, con el que estamos
familiarizados no es más que un reflejo del mundo interior, de ese
mundo invisible que está a todo nuestro alrededor, que es el mundo
espiritual de Dios. En otras palabras, en cierto modo la tierra es
un reflejo del cielo. Pero nosotros no podemos ver ese mundo
interior con nuestros sentidos físicos, todo cuanto vemos es su
reflejo en el mundo externo de la historia. Viene a ser algo así
como la parte posterior de nuestra cabeza, que no hemos visto nunca.
Todo lo que podemos ver es solo el reflejo de ella cuando el barbero
coloca un espejo delante de nosotros después de habernos cortado el
pelo. Entonces podemos vernos la parte de atrás de la cabeza, no de
hecho, sino como un reflejo. Solo vemos una imagen de ella. En muchos sentidos, la filosofía cristiana
de la historia es sencillamente eso. Los acontecimientos que
aparecen en nuestros periódicos diarios, acerca de los cuales
leemos esta mañana, son sencillos reflejos de lo que ha sucedido en
el mundo invisible del espíritu, en el cielo, por así decirlo, que
está en nuestro interior y a nuestro alrededor. Y lo asombroso es
que Jesús está diciendo aquí que las cosas invisibles que suceden
en el cielo, que se reflejarán en la tierra, no se determinan en el
cielo, sino en la tierra, en el corazón de un creyente que ore.
"Lo que atéis en la tierra será atado en el cielo. Lo que
usted ate en esta vida exterior que tenemos, en esta vida consciente,
en contacto con las cosas de los sentidos, se determinará en ese
mundo invisible y hallará de nuevo su reflejo en la tierra, en las
cosas de esta vida. Sin duda esto es un gran misterio y no creo
que ninguno de nosotros alcance a comprender exactamente por qué
Dios espera hasta que los creyentes oren antes de empezar a hacer lo
que pretendía hacer desde el principio, e incluso anunció que haría,
pero el hecho indiscutiblemente es ese, que eso es lo que él hace.
Espera hasta que alguien ore antes de entrar en acción. Leemos que
cuando Daniel, siendo ya anciano, leyó el relato de Jeremías
acerca de la cautividad babilonia, que iba a tocar a su fin,
habiendo seguido su curso durante setenta años, Daniel se sintió
movido a orar con poder para que Dios enviase de nuevo a Israel a
los que estaban cautivos en Babilonia. ¡Pero aquellos cautivos no
comenzaron a regresar hasta que Daniel no oró! También ha quedado
constancia de este principio en la Epístola de Santiago, donde se
nos dice: "No tenéis porque no pedís. (San. 4:2) Es así de
sencillo. Dios espera hasta que le pedimos antes de hacer algo. Como ustedes saben, en nuestro Gobierno de
los Estados Unidos existen ciertos poderes que denominamos poderes
para atar y desatar, que se le conceden al Presidente y solo a él.
Por ejemplo, solo el Presidente puede firmar tratados con potencias
extranjeras y, de ese modo, unir esta nación a otra. No existe ningún
otro individuo en nuestro gobierno que esté autorizado a poner su
firma a un tratado y hacer que tenga efecto. Solamente el Presidente
puede desencadenar la potencia atómica de esta nación. Tan
importante es el asunto de decidir enviar los grandes misiles a
surcar el espacio que el poder para realizarlo ha sido delegado a un
solo hombre, al Presidente de los Estados Unidos. Además, solo el
Presidente puede perdonar a ciertos criminales y librarles de la
pena que exigía la ley. Solo él puede hacer semejante cosa. Toda
la nación puede, bajo ciertas circunstancias, desear que el
Presidente actúe de ese modo y puede ejercer una gran fuerza moral
sobre el hombre que ocupa el puesto para que actúe, pero hasta que
el Presidente no actúa no se puede hacer nada. Jesús nos está diciendo aquí que Dios ha
concedido poderes para atar y desatar a cada uno de los creyentes y
hasta que no los usamos, no sucede nada. A nosotros nos han sido
dados los poderes para atar y desatar, y en el ámbito de nuestra
vida personal son casi absolutos. Dios nos ha dicho que tenemos poder para
atar toda forma de maldad en nuestras vidas. No hay nada que tenga
que tener dominio sobre nosotros. "Porque el pecado no se enseñoreará
de vosotros dice Pablo, "porque no estáis bajo la ley, sino
bajo la gracia. (Rom. 6:14). Por gracia tenemos el poder necesario
para atar toda fuerza de maldad, toda autoridad contraria, en
nuestro interior. En el capítulo diez de Segunda Corintios,
Pablo deja claro que la lucha que tenemos no es contra carne ni
sangre, sino que tiene un sentido espiritual. Estamos luchando
contra autoridades y poderes del mal en los lugares celestiales.
Pero tenemos el poder para controlarlas en nuestra vida, considerándonos
muertos al pecado y vivos en Dios. Es mas, tenemos la capacidad para
desencadenar todo el enorme poder de los recursos del Espíritu en
nuestra propia vida. Ninguno de nosotros tiene excusa para no ser
todo lo que Dios quiere que seamos, ni uno solo. Alguien ha dicho
con razón que somos todo lo victoriosos que deseamos ser. Poco
importa lo que haya sido usted, no importa lo débil que haya sido,
lo que haya fracasado, lo vacilante, ha sido usted exactamente lo
victorioso que ha querido ser, porque nos ha sido concedido el poder
en Jesús el Mesías, para poder atar toda fuerza que se oponga,
cada uno de los motivos malvados en nuestra vida, y para
desencadenar todo el poder del Espíritu por medio de nosotros, y no
solo en nuestras vidas, sino también en las de otras personas. Ese es el significado de la oración
intercesora. Podemos ayudar muchísimo a otras personas orando por
ellas, para que se levanten o caigan, según sea el caso. Con
frecuencia he visto como personas jóvenes que al principio de su
experiencia como creyentes han caído en la apatía y la
indiferencia, han dejado de interesarse en los valores espirituales
y gradualmente se han dejado llevar por una vida vulgar, dejándose
arrastrar por malos vicios, por principios morales degenerados y
luego, de repente, han empezado a cambiar, de la noche a la mañana.
Su actitud ha cambiado radicalmente y han dejado atrás la fase por
la que han pasado y han empezado a interesarse de nuevo en las cosas
espirituales y a crecer espiritualmente. Una nueva luz ha iluminado
sus semblantes, su rostro y sus ojos y han adoptado una nueva
actitud, cambiando totalmente. No he visto nunca que suceda algo así
sin que, antes o después, se descubra que alguien se había
preocupado por esa persona joven y había empezado a orar por ella.
Es posible que nunca se lo mencionen a nadie más, pero se produce
un cambio absoluto en el ambiente que rodea a la persona por la cual
están orando. Es por eso que Pablo dice: "orad por nosotros,
para que la palabra del Señor se difunda rápidamente y sea
glorificada, así como sucedió también entre vosotros. Al leer
estas palabras, acerca de atar y desatar, nos damos cuenta de que a
pesar de que no acabamos de entenderlas del todo, sin embargo,
resulta aparente que la oración tiene autoridad, una autoridad que
actúa de modo misterioso. Es el eslabón que nos une con ese mundo
invisible, que es el centro de control de toda vida humana. Cuando
oramos nos hallamos en la frontera entre dos mundos. Por lo tanto,
Santiago dice: "la ferviente oración del justo, obrando
eficazmente, puede mucho. (San. 5:16) Ahora bien, no solo es cierto que la oración
es una autoridad que obra de manera misteriosa, sino que es una
autoridad que se expresa en unidad. Veamos lo que dice el versículo
19: "Otra vez os digo que, si dos de
vosotros se ponen de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa
que pidan, les será hecha por mi Padre que está en los cielos.
(Mat. 18:19) Esa es la carta para la reunión de oración.
Un creyente que ore solo es de gran efecto, pero ¿qué sucede
cuando dos o más están reunidos juntos? Es evidente, a juzgar por
lo que dice aquí, que existe una asombrosa aritmética en relación
con la oración. En Deuteronomio, Moisés le dijo al pueblo de
Israel: "¿Cómo podrá perseguir uno a mil? ¿Cómo harán
huir dos a diez mil? (Deut. 32:30) Ese es un extraño porcentaje, en lo que es
una pregunta retorica ¿no es así? Si fuese una aritmética
sencilla, diríamos que uno debería hacer huir a mil y dos a dos
mil, pero cuando dos creyentes se reúnen existe un aumento geométrico
en el efecto que tienen. Dos hará que diez mil huyan. Desde los primeros tiempos, la iglesia ha
sentido la necesidad de reunirse para orar juntos. En Hechos 4 vemos
que la iglesia se reunía a orar después de haber estado perseguida
por el Sanedrín. Hay otro relato en Hechos 12 acerca de Pedro en la
cárcel y mientras él estaba allí la iglesia estuvo orando por él
y fue librado de la cárcel. ¿Cuál es el propósito de dicha oración?
Jesús nos dice que es que estemos de acuerdo en algo. "Otra vez os digo que, si dos de
vosotros se ponen de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa
que pidan, les será hecha por mi Padre que está en los cielos.
(Mat. 18:19) Como usted sabe, las palabras son algo
fascinante y existen por lo menos ocho palabras en el Nuevo
Testamento griego que se traducen como estar de acuerdo. Una de
ellas significa literalmente "estar juntos, lo cual quiere
decir que dos personas toman una decisión en conjunto y es así
normalmente como interpretamos este versículo. Interpretamos que lo
que quiere decir es que si yo quiero algo, encuentro a otra persona
que quiere lo mismo y estamos de acuerdo en oración y, por lo
tanto, Dios debe honrar nuestra oración y debe hacer nuestra
voluntad, pero no es eso lo que esto significa. Hay otra palabra que
se usa y que quiere decir: "sonar juntos, armonizar. Dos notas
consonantes, que se tocan juntas en el piano, armonizarán. De modo
que este versículo nos ofrece una imagen de dos creyentes que se reúnen,
uno de ellos dice lo que tiene en su corazón, lo que está
convencido de que Dios quiere que pida en oración y se encuentran
con que están de acuerdo, que armonizan y emiten juntos el mismo
sonido, siendo esos los sentidos en los que pueden esperar que Dios
obre. Hay aspectos acerca de los cuales Dios dice: "sea hecho.
Hay una gloriosa contundencia al respecto, ¿verdad? ¡Se hará! Por eso es por lo que a mí me gusta oír
los "amen en las reuniones de oración. Tal vez sea un
anticuado por disfrutar escuchando esa palabra de vez en cuando.
Después de todo, es exactamente lo que sugieren las Escrituras.
Cuando una persona dirige la oración el resto está escuchando, o
por lo menos deberían estar escuchando, y cuando encuentran algo
ante lo cual pueden responder, dicen "amen ya sea silenciosa o
audiblemente. Lo que están diciendo es: "estoy de acuerdo, es
lo que Dios también me ha dicho a mí. Cuando se escuchan los
"amen, ya sea de manera audible o silenciosa, enfatiza los
aspectos en los que existe un verdadero acuerdo, en los que el Espíritu
de Dios está obrando, produciendo unidad y es entonces cuando la
oración tiene autoridad. Nuestra Junta de Ancianos hace mucho que ha
aprendido que la mente del Espíritu se decide cuando diez hombres
se reúnen y tienen un sentido de la unidad. Cuando sienten que
existe la unidad, sienten que han descubierto lo que Dios quiere y
es lo que está diciendo Jesús. "Cuando dos o tres de vosotros
tocáis la misma nota, sin haber comparado notas de antemano, sino
sencillamente, de manera voluntaria, espontanea, haciéndolo
palpable, será hecho por mi Padre que está en el cielo. Y luego la última cosa. Es evidente en el
versículo 20 que la oración es una autoridad que tiene su origen
en la personalidad: "Porque donde dos o tres están
congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos. (Mat.
18:20). No se pierda el lector la fuerza que tiene
esta breve frase a modo de introducción porque: "donde dos o
tres están congregados en mi nombre. Esa es la explicación del
misterio del versículo 18 y el origen de la unidad en el versículo
19. Confieso que no acabo de entender cómo un solo hombre o mujer,
niño o niña, que ore basándose en los poderes de atar y desatar
que le han sido concedidos por Dios, puede poner en movimiento tan
poderosas fuerzas como las que con frecuencia desencadena la oración
pero, como es natural, es porque no se trata de un sencillo hombre
que está orando, sino del Mesías que está en él cuando ora. Es
el hecho de que mora en cada uno de los creyentes Aquel que dijo:
"todo poder me es dado en el cielo y en la tierra (Mat. 28:18).
Por lo tanto, cuando un creyente ora, no es solo un hombre orando,
sino que es el Mesías orando a través de él. "porque Dios es
el que produce en vosotros dice Pablo, "tanto el querer como el
hacer, su buena voluntad. (Fil. 2:13) No cabe duda de que esto revela claramente
que los creyentes son criaturas que pertenecen a dos mundos
diferentes. En nuestra humanidad, como el resto de la raza humana,
pertenecemos a la tierra. Vivimos en un mundo de espacio y tiempo,
influenciamos los acontecimientos que nos rodean, reaccionamos a
ellos como lo hacen los demás, leemos los mismos periódicos, oímos
los mismos informes en la televisión, nos vemos sometidos a las
mismas presiones que el mundo que nos rodea, somos criaturas de la
tierra, pero en la nueva vida en Jesús, el Mesías, en los lugares
celestiales en los que vivimos en el Mesías, somos criaturas del
cielo, estamos en contacto con el mundo invisible, el mundo que
controla el mundo exterior. Nos hallamos, como ya he dicho, en la
frontera entre dos mundos, y como alguien ha dicho con mucha razón:
"la oración es, por lo tanto, Dios el Hijo orando a Dios el
Padre en el poder de Dios el Espíritu, y la sala de oración es el
corazón del creyente. Esa es la historia completa de la oración. Ahora bien, esta personalidad que mora en
nosotros no es solo la explicación del misterio del versículo 18,
sino que es la unidad del versículo 19. Escribiendo a los efesios,
Pablo dijo que Jesús el Mesías está: "por encima de todo principado,
autoridad, poder señorío y todo nombre que sea nombrado, no solo
en esta edad sino también en la venidera. Aún todas las cosas las
sometió Dios bajo sus pies y le puso a él por cabeza sobre todas
las cosas para la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de
aquel que todo lo llena en todo. (Efesios 1:21-23) En otras palabras, la expresión del poder
de Jesús el Mesías no se ve nunca en toda su plenitud en un
creyente en particular, sino en la iglesia como un todo. La forma más
sencilla de la iglesia se describe como "cuando dos o tres se
reúnen en mi nombre. Usted y yo, como creyentes individuales, no
podemos reflejar a Jesús el Mesías. Es solo cuando dos o tres, o
doscientos o trescientos, o dos mil o tres mil, se reúnen en su
nombre, cuando se manifiesta totalmente en esta vida, todo el
sentido absoluto del poder que ha sido entregado a Jesús el Mesías,
que es sobre todo nombre que sea nombrado, tanto en este tiempo como
en el venidero. Esto significa que nunca podemos conocer totalmente
a Jesús el Mesías, a menos que le conozcamos en relación con otra
persona. En la gran oración de Pablo en Efesios 3,
hora para que podamos conocer la anchura, la longitud, la altura y
la profundidad, y para que podamos conocer, juntamente con todos los
santos, el amor que es en Jesús el Mesías (Efe. 3:17-19) "con
todos los santos. Nunca podremos conocerlo nosotros solos. Podemos
coger nuestra Biblia y estudiarla, podemos analizarla y saturar
nuestra mente, memorizándola, pero hasta que no empecemos a
compartirla con otros creyentes, no podremos nunca captar en toda su
plenitud quién es realmente Jesús el Mesías. Es más, nunca podremos enterarnos de lo
poderoso y glorioso que es Dios a menos que empecemos a exigir que
se manifieste su poder y su gloria y, de ese modo, aprendamos que
nunca podemos tocar fondo. Eso es lo que da sentido a esta reunión
hoy. "Donde dos o tres están reunidos en mi nombre dice Jesús,
"yo estoy en medio de ellos. El poder de la iglesia no radica
en el número que se puede fácilmente reunir, qué idea tan
equivocada es esa, que si podemos reunir suficiente número de
personas para orar, tendremos suficiente poder como para corregir lo
que está mal en el mundo y volver a conseguir que esté bien. Nada
más lejos de la verdad. El poder de la iglesia tampoco radica en el
lugar que ocupa en la comunidad. ¡Qué tremendo malentendido! Nos
creemos que si conseguimos que un número determinado de hombres,
que ocupan puestos de autoridad o de liderazgo o de importancia en
la comunidad, dirigentes de la vida cívica, al Alcalde, los
banqueros y a los que pertenecen al mundo de los negocios, los
titanes, los magnates, vienen a nuestra iglesia tendremos suficiente
categoría como para poder ejercer un gran poder sobre las mentes y
los corazones de los hombres. ¡Qué insensatos somos! El poder de
la iglesia no depende de su número, de su posición, de su riqueza,
de su dinero, del lugar que ocupa. El poder de la Iglesia se halla
en Jesús el Mesías, tal y como dice aquí: "donde dos o tres
están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos. Solamente de él fluye este maravilloso
poder para atar y desatar, y esa tremenda unidad, mediante la cual
la mente del Espíritu se conoce y Dios obra por medio de las vidas
de los creyentes y eso es lo que cambia el curso y el destino del
mundo que nos rodea. ¡Gloriémonos en eso! Si deseamos
gloriarnos en algo, como lo hizo la iglesia primitiva, gloriémonos
en el hecho de que Jesús el Mesías vive y se mueve en medio de
nosotros, en que le pertenecemos, en que su vida se expresa por
medio de nosotros. La oración produce su más profundo y permanente
impacto por medio de él y es solo gracias a su presencia que la
oración posee significado y valor. Oración Padre, qué gran equivocación cometemos
cuando complicamos las cosas. ¡Qué maravilloso es volver a la
sencillez que se encuentra en Jesús el Mesías! ¡Qué insensatos
somos cuando buscamos sustitutos a esa sencillez, a esa relación
sencilla con un Señor poderoso y victorioso en medio de su Iglesia!
Señor, enséñanos a gloriarnos en esto, enséñanos a contar con
ello, enséñanos a orar sobre esta base y solo esta y, habiendo
reconocido que estas cosas son verdad, sean cuales sean las
circunstancias que nos puedan rodear, concédenos la fe para dar un
paso adelante y actuar conforme a ellas. En
el nombre del Mesías, amen.
Título: Orando Juntos Copyright © 1995 Discovery Publishing un
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