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Seminario Reina Valera
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10. Matrimonio Consejería Cristiana es una introducción a la consejería bíblica que el pastor puede aplicar a las necesidades de las personas que buscan su ayuda. Se estudia el comportamiento del hombre y los factores que forjan su carácter para comprender mejor la condición humana. Esta matería representa una investigación del educador cristiano y rector del Seminario Reina Valera, Gilberto Abels. Inicio de la vida en pareja
Identidad Normalmente, con la convivencia se inicia la etapa de identificarse como
pareja, de dejar de lado el tú y el yo, que son reemplazados por el
"nosotros", donde el compartir es la fórmula esencial Lo principal para crear ese "nosotros" es el desarrollo de la
intimidad, que lleva a los dos a mostrarse más abiertamente. La
comunicación juega un papel fundamental en esa apertura para
convertirse en descubridores y no en juez del otro. Es colocarse en
el lugar del otro, entendiendo lo que piensa, siente y cómo actúa.
Para que la intimidad se desarrolle hay que vencer el miedo a mostrase a
sí mismos con sus temores y vergüenzas, ese temor a decepcionar al
otro, lo cual es un error, porque uno es amado realmente cuando se
muestra tal como es y el otro así lo acepta. Comunicación sexual El lenguaje íntimo de la pareja se expresa a través del cuerpo, donde
la comunicación va más allá de las palabras. Es una comunicación
integral que refleja los más profundos deseos, temores y
necesidades, y que da la posibilidad de descubrir diferentes facetas
de la personalidad. Hay que considerar el afecto sexual como algo que se debe aprender.
Algunos piensan erróneamente que el hombre siempre tiene que "hacerlo
bien a la primera", como si naciera sabiendo. A la mujer, en cambio, históricamente le ha estado prohibido llevar la
iniciativa en cualquier relación sexual, obligada a ir siempre a
remolque de lo que el hombre dictara, aunque ello le impidiera
disfrutar plenamente. En términos sexuales, la mujer tiene un
proceso de excitación más lento, con lo cual es importante que
ella guíe al hombre señalándole lo que le agrada o le desagrada,
haciendo la relación más satisfactoria. De esta forma, la relación
se hace "con" el otro, y no "a pesar" del otro. Actitud frente a las disputas Como dijimos al comienzo, no es extraño encontrar parejas que poco después
de iniciar la vida en común se ven invadidos por la desilusión.
Probablemente, pensaran que todo el amor que profesan hacia su compañero
o compañera haría imposible la aparición de discusiones y enfados
relativamente importantes. Podría decirse que el amor entre los dos
miembros de la pareja es el bálsamo capaz de curar las heridas que
provocan las desavenencias, pero no una vacuna infalible, por
intenso que ese amor sea. Se debe tener presente que los conflictos,
a veces importantes, a veces absurdos, son el peaje que hay que
pagar para que la pareja continúe avanzando satisfactoriamente por
la autopista de su relación. Los padres La relación con
la familia de origen cambia radicalmente: se hace más madura y
adulta. La madre y la hija se ven ahora como esposas o compañeras
de sus respectivas parejas, y no sólo como madre e hija. La libertad
emocional con los padres no se consigue de forma instantánea, sino
que se va logrando paulatinamente. La pareja debe tomar esta
separación como un proceso sociológico normal. Una separación
gradual y nada traumática permite que entre ambos se desarrolle una
identidad común. Por su parte,
los padres pueden ayudar a la pareja de muchas formas. Estas ayudas
a veces también son necesarias en la medida que no interfieran con
la relación de pareja y no afecten a su intimidad. Iniciar una
nueva vida con otra persona no debe significar nunca una ruptura drástica
con aquellos con los que hemos compartido nuestras penas y alegrías
hasta este momento. Para terminar, debemos recordar siempre que lo principal que tiene que aprender una pareja que se embarca en la apasionante aventura de vivir juntos es crear una identidad común que sea capaz de vencer los contratiempos y desavenencias que inevitablemente irán surgiendo a lo largo y ancho de su relación. Una frágil unión que se debe cimentar día a día Es fácil convenir en que no hay una fórmula que garantiza el éxito de la vida en pareja. Cada unión se rige por unas reglas, normalmente no explicitadas por sus miembros pero que sirven para mantener viva (en el mejor de los casos, armónica) la relación mientras dura. Lo que sigue son sencillas propuestas generales para fomentar la armonía en la vida de pareja, partiendo siempre de dos puntos de partida: la igualdad de derechos de sus miembros y la promoción de una dinámica activa, equilibrada, participativa y sincera en el desarrollo de la relación a lo largo del tiempo. Efigenio Amezua, experto sexólogo y teórico de la vida en pareja, define a ésta como una relación de comunicación que debe organizarse sobre las bases de sentirse con..., comunicarse con... y compartirse con... Expliquemos estos conceptos. Sentir la presencia de la otra persona en ese camino que ambos han decidido compartir, percibir su compañía, su apoyo y su incondicionalidad, lo que no exime a cada uno de la responsabilidad de andar la parte del camino que le corresponde. Comunicarse desde el gesto y la palabra, con una verbalidad abierta y positiva, de quien cree y confía en su interlocutor y con un cuerpo que se expresa desde la receptividad, la amistad y la caricia. Compartirse no significa sólo intercambiar cosas, favores o deberes. Compartirse es darse, mostrarse involucrado, ofrecer abiertamente la vulnerabilidad de cada uno en la seguridad de ser entendido, aceptado y querido. Una rutina de equilibrio y consenso La búsqueda de la armonía de la pareja nos mueve a muchos a intentar identificar todo aquello que conviene evitar y también lo que debemos hacer cuando surgen los desencuentros. Comencemos por crear una rutina en la que queden desterrados los silencios con significados negativos, los enfados soterrados y los rencores acumulados. En su lugar, hablemos. Pongamos un diálogo constante y la negociación: el consenso y los acuerdos. Ante la discrepancia de opiniones, la alternancia en las decisiones es una buena opción: hoy eliges tú la película a ver en el cine, mañana decido yo a qué restaurante vamos. O cada uno va por su lado, por qué no. Lo importante es mantener el buen ambiente y evitar los agravios o las desconsideraciones. No temamos los desencuentros ni las crisis, intentemos utilizarlos para fortalecer la relación. Unas buenas habilidades de comunicación nos sacarán de muchos atolladeros. Puestos a desterrar hábitos perniciosos, empecemos con la culpabilización. Abandonemos esa caza de brujas de quién ha sido el culpable, y pasemos a considerar global y lúcidamente qué parte de responsabilidad nos corresponde a cada uno en los hechos. Y a la más mínima duda, preguntemos. Ceder el paso a los sobreentendidos, los silencios acusatorios y las suposiciones genera posos de desconfianza y distanciamiento que envenenan la relación y resultan difíciles de disipar. Una pregunta, un comentario a tiempo, frena ansiedades y malestares y permite que fluya la comunicación. Otra cosa es cuando surgen problemas de gran calado (discrepancias profundas en temas esenciales, relaciones sentimentales con personas fuera de la pareja, incompatibilidad de caracteres o costumbres, aburrimiento o cansancio en la pareja...), que requieren medidas a veces drásticas que no son objeto de esta reflexión. De todos modos, estas propuestas son también útiles para encarar situaciones excepcionales o graves que deterioran gravemente la relación. Vivir en pareja no debería significar una actitud de dar sin límites y no esperar nada a cambio. Eso es una falacia y genera desequilibrios que, antes o después, terminan pasando factura. En la pareja, al igual que en toda relación, hay que dar y recibir. Hoy yo, mañana tú. Vasos comunicantes que se ladean en un sentido u otro y cuyo fin es mantener la estabilidad. Las desigualdades pueden dar lugar a situaciones de dominio que a largo plazo generan insatisfacción al menos en una de las dos partes. Hemos de conocer al otro Conviene que nuestra pareja sepa qué nos gusta, qué y cómo lo queremos. Hemos de mantener informada a nuestra pareja del momento que vivimos, porque no siempre sentimos, ni queremos, ni vivimos lo mismo: nuestra vida es una sucesión de etapas, y cada una de ellas tiene sus peculiaridades propias. Somos, afortunadamente muy distintos, pero también compartimos cosas. A todos nos gusta que nos respeten, que nos quieran, que cuenten con nuestra opinión, que nos valoren como personas en toda nuestra dimensión: como trabajadores, como hijos, como padres, como amantes, como amigos, como interlocutores. El cuerpo es un gran comunicador y hemos de dejarle expresarse. Si queremos mantener un diálogo fluido con nuestra pareja, las relaciones corporales (no exclusivamente las sexuales, sino también las caricias, los besos, los abrazos) han de ser cotidianas y satisfactorias para ambos. Adaptémoslas a cada momento, circunstancia y etapa de nuestra vida. Que formen parte de ésta porque ayudan a garantizar que la calidez, la ilusión y la búsqueda del disfrute forman parte de nuestro código. "Se hace camino al andar" decía la canción. La pareja se hace cuando cada día sentimos que vamos juntos en el mismo camino, comunicándonos desde el cuerpo y la palabra y compartiéndonos de forma incondicional. Establezcamos nuestro propio código propio, basado en la comunicación, la confianza, el respeto, la ternura y el placer. Lo que no conviene hacer
Algunos
secretos de los matrimonios felices Cuando
se les pregunta el secreto de la felicidad de su matrimonio, muchas
parejas en esta gozosa situación lo atribuyen a la suerte. Les
parece natural, no se les ocurre cómo podría ser de otra manera,
ya que tuvieron la fortuna de encontrar a esa maravillosa pareja. No
se dan cuenta de que fue su inconsciente el responsable de esa
elección, gracias al modelo que aprendieron en su familia de origen,
donde —la mayor parte de las veces— los propios padres tuvieron
un matrimonio feliz. También aprendieron en su primer hogar a ser
tratados con respeto y cariño; fueron acogidos con amor y luego se
les impulsó a ser libres. De ahí que hayan logrado hacer una
elección sana. ¿Pero
qué pasa cuando no se contó con la fortuna de un hogar así?
Quienes vienen de un hogar desintegrado
o una familia disfuncional, ¿no tienen posibilidades de lograr un
matrimonio feliz? Claro
que pueden lograrlo, pero tienen que lograr primero una madurez básica
y luego ser conscientes de las dificultades que enfrentan, de las
necesidades propias, las del cónyuge y las de la relación, para de
este modo salvar los obstáculos que se les presentan. Para
lograr un matrimonio feliz hay algunos puntos que son de crucial
importancia.
Estos son algunos de los secretos de
los matrimonios felices, según algunos expertos en el tema.
Estas parejas: *
Nutren constantemente su relación. *
Respetan la individualidad del otro, su ser, su personalidad, su
desarrollo en el mundo. *
Respetan la libertad del otro. *
Reiteran día a día el compromiso que tienen uno con el otro. *
Son, uno para el otro, los mejores amigos. *
Tienen un intercambio flexible de posiciones de poder.
Según las situaciones y de acuerdo con
las capacidades de cada quien, a veces uno y a veces el otro ejerce
el liderazgo. *
Aun con el paso de los años se mantiene la atracción física.
*
La relación sexual es libre, espontánea y satisfactoria. *
Se tocan, abrazan, besan, acarician. *
Tienen sentido del humor, especialmente cuando se trata de enfrentar
sus diferencias. *
Expresan lo que sienten y sus sentimientos son validados por el otro. *
Dicen lo que se los ocurre; no se avergüenzan de parecer tontos o
ignorantes. * Dicen claramente lo que piensan cuando algo no les parece correcto. *
Tienen gestos como llamarse al trabajo, comprarse flores o pequeños
obsequios, decirse “te amo”, halagarse mutuamente, planear
encuentros juntos, momentos especiales…
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