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36. La Segunda Venida Evangelismo es el estudio de cómo testificar eficazmente y compartir el evangelio con audacia. Considera los elementos básicos del plan de salvación y su presentación con claridad. Enseña como superar la resistencia de diferentes tipos de mentalidades. Explica cómo hacer el seguimiento y presenta las verdades fundamentales que el obrero cristiano tiene que enseñarle al recién convertido. 12. La Segunda Venida Del Señor Preguntas por S. W. Royes;
Respuestas por H. P. Barker
ES bueno que nos recordemos unos a otros
que la Biblia nos presenta no teorías u opiniones, sino realidades.
Y si alguien fuera a preguntarme: «¿Cuáles son los hechos
principales relacionados con el cristianismo?», le contestaría que
tres de los hechos más asombrosos son estos: (1) El trono de la Deidad está ocupado por
un HOMBRE. (2) Dios el Espíritu Santo es un Residente
en este planeta. (3) El Señor Jesucristo tiene un tesoro
peculiar en el mundo, y está a punto de acudir personalmente para
transferir este tesoro de la tierra al cielo. Es acerca del último de estos tres hechos
que vamos a ocuparnos ahora. Es un hecho que Jesús ha de
volver, tan verdadero como que estuvo ya aquí durante treinta y
tres años, y que murió en la cruz. Antes de comenzar nuestras preguntas, os
pediré que abráis la Biblia y leáis tres notables pasajes en los
que la segunda venida del Señor es mencionada como un hecho,
primero por un apóstol, luego por un ángel, y en tercer lugar por
el Señor mismo. Pasemos primero a 1 Tesalonicenses 4:15-17. «Por
lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que
vivimos, que habremos quedado hasta LA VENIDA DEL SEÑOR, no
precederemos a los que durmieron. «Porque
el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con
trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo
resucitarán primero. «Luego
nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos
arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor
en el aire, y así estaremos siempre con el Señor.» Ahora examinemos Hechos 1:11, donde tenemos
un testimonio angélico de la misma verdad: «Este
mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá
como le habéis visto ir al cielo.» El tercer pasaje que os pido que leáis es
Juan 14:3, donde el Señor mismo, mientras estaba todavía en la
tierra, promete de forma clara que volverá con el propósito de
recibir a Su pueblo en la casa de Su Padre. «Y
si me fuere y os preparare lugar, VENDRÉ OTRA VEZ, y os tomaré a mí
mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.» Estos tres pasajes son suficientes para
exponer la verdad de que la segunda venida del Señor es una parte
integral de la doctrina cristiana. Pero, recordemos, no es una mera
doctrina, es un hecho; y es como hecho que la
consideraremos. Cuando habla de la venida del Señor,
¿se refiere usted a la muerte? Desde luego que no. Nadie que lea con
cuidado estos tres pasajes que he citado podría caer en el error de
confundir entre ambas cosas. Cuando un creyente muere, ¿acaso el Señor
desciende con aclamación? ¿Acaso viene tal como le vieron ir? ¿Se
llama de sus sepulcros a los santos que durmieron, y se los convoca
a encontrarse con el Señor en el aire? No, no sucede nada de esto. Dejad que os muestre, mediante una sencilla
ilustración, lo que es la muerte para el cristiano. Un señor entra en una de las estaciones
rurales de tren y pide un billete de primera clase a Kingston.
Quedan veinte minutos para que llegue el tren, y él se dirige a la
cómoda sala de espera de primera clase, y se sienta. Mientras está
allí, entra otro hombre en la estación. A juzgar por su apariencia,
es un obrero, y no muy abundante en bienes de este mundo. También
él se dirige a Kingston, y pide un billete de tercera clase. Lo
mismo que el primer llegado, tiene que esperar a que venga el tren,
pero no puede usar la sala de espera de primera clase. Se tiene que
contentar con la sala de tercera clase, incómoda y atestada, y con
corrientes de aire. Pero observemos esto, el hombre de primera
clase y el de tercera están ambos esperando el mismo tren. Del mismo modo, hay dos clases de creyentes
que se dirigen a la gloria, y que están esperando la venida del Señor
para llevarlos allí. Estamos los que todavía vivimos, esperando en
esta desolada e incómoda sala de tercera clase que es este mundo,
rodeados de pruebas, sometidos a tentaciones y acosados por el
pecado. Hay otros que, por así decirlo, han pasado a la sala de
espera de primera clase. Reposan en una escena de paz sin nubes, sin
pecado, ni cuidados ni tristeza que estorben su dicha. Están «con
Cristo», pero sus cuerpos están en el sepulcro. Todavía no
han entrado en la plenitud de la vida de resurrección. Siguen esperando
—esperando aquello mismo que esperamos nosotros, es decir, la
venida del Señor. Para el cristiano, por tanto, la muerte,
lejos de ser el cumplimiento de su esperanza, es meramente un siervo
que lo introduce en la sala de espera de primera clase, donde estará
«ausente del cuerpo, presente con el Señor» hasta el día en que
regrese Jesús. ¿Acaso el cristiano no experimenta a
menudo la venida de Cristo a su corazón? Sí, sin duda alguna; pero esto no es lo
que estamos tratando ahora. Recuerdo una ocasión en que hablaba con
una anciana acerca de la venida del Señor. Mientras hablaba, su
rostro se iluminó de gozo, y poniendo la mano sobre el corazón,
exclamó: «¡Oh, Él acude a menudo! Apenas si pasa un día sin que
Él venga». Esta querida anciana tenía razón. Desde
luego, Jesús acude a los corazones de Su pueblo de una manera
espiritual. Pero esto es algo muy diferente de la venida de la que
hemos leído juntos. Si pasamos a Juan 14, veréis dos cosas.
Leamos el versículo 23: «El que me ama, mi palabra guardará; y mi
Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él». Contrastemos esto con lo que ya hemos leído
en el versículo 3 del mismo capítulo. El versículo 23 se refiere
a una venida espiritual de Cristo y del Padre a nosotros; el
versículo 3 se refiere a la venida futura, personal, real de Cristo
a por nosotros. Lo primero es lo que podemos gozar a diario;
lo segundo es lo que todavía esperamos. Cuando el Señor venga, ¿tendrá
lugar el fin del mundo? No, en absoluto. La Escritura está llena
de promesas y de profecías que demuestran que el mundo ha de llegar
a ser una escena de maravillosa bendición bajo el reinado de Cristo
durante mil años. Los hombres martillarán sus espadas para
azadones y vivirán en armonía. El Israel restaurado será el
centro desde el que irradiará la bendición hasta lo último de la
tierra (Isaías 2:3). Incluso la creación animal compartirá el
gozo de esta edad —el león yacerá con el cordero. Satanás será
atado, y reinará la justicia. Todo esto tiene lugar después que el
Señor venga, de modo que el fin del mundo será al menos mil años
después de ello. La venida del Señor es el suceso que introduce un
largo curso de acontecimientos. Con Su venida va a tomar los reinos
de la tierra, y reinará con Sus santos y ostentará Sus derechos en
el lugar donde fue rechazado. Pero antes que Él venga con este propósito,
acudirá para tomar posesión de lo que ya es Suyo —Su peculiar
tesoro, Su perla de gran precio —la Iglesia que Él adquirió con
Su sangre. Con ella volverá el Señor como el
Heredero legítimo para someter la tierra y reinar en paz y con
justicia, de modo que habrá un largo período de tiempo entre Su
venida y el fin del mundo. ¿Qué sucederá cuando Jesús venga? Si leéis cuidadosamente aquellos versículos
de 1 Tesalonicenses otra vez, y los comparáis con 1 Corintios
15:51, 52, encontraréis una respuesta muy clara a esta pregunta.
Los santos vivientes serán transformados, los que duermen serán
levantados, y todos juntos serán arrebatados para reunirse con el
Señor en el aire. Los que no sean de Cristo, muertos o vivos,
quedarán atrás. Sabéis lo que es un imán, ¿verdad?
Supongamos que sobre esta mesa tuviéramos una mezcla de limaduras
de acero y de briznas de paja. Acerco el imán más y más a la
mesa. ¿Qué sucede? De repente, todas las limaduras de acero
ascienden volando y se pegan al imán. ¿Y qué pasa con las briznas
de paja? Se quedan inmóviles sobre la mesa. Esto es precisamente lo que sucederá
cuando venga el Señor. Él ha llegado a ser desde luego un imán
para nuestros corazones, cautivándolos y atrayéndolos. Cuando Él
venga, aquellos con los que Él tenga una relación —las limaduras
de acero, los verdaderos creyentes— serán recogidos con Su poder
a Él en el aire. ¿Y qué de aquellos que no le conocen —la paja?
Serán por un tiempo dejados a sí mismos, pero su carrera pronto
acabará: «Quemará la paja en fuego que nunca se apagará» (Mateo
3:12). ¿No habrá posibilidad de salvación
para los que queden atrás? No para aquellos que hayan oído el
evangelio y lo hayan rechazado. Serán judicialmente cegados y
endurecidos. Dejemos que la Escritura se pronuncie acerca de esto.
Leamos las solemnes palabras de 2 Tesalonicenses 2:10-12: «No
recibieron el amor de la verdad para ser salvos. Por esto Dios les
envía un poder engañoso, para que crean la mentira, a fin de que
sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se
complacieron en la injusticia». La puerta de misericordia, ahora abierta de
par en par, quedará entonces irremediablemente cerrada. «Después
que el padre de familia se haya levantado y cerrado la puerta, y
estando fuera empecéis a llamar a la puerta, diciendo: Señor, Señor,
ábrenos, él respondiendo os dirá: No sé de dónde sois. Entonces
comenzaréis a decir: Delante de ti hemos comido y bebido, y en
nuestras plazas enseñaste. Pero os dirá: Os digo que no sé de dónde
sois; apartaos de mí todos vosotros, hacedores de maldad» (Lucas
13:25-27). Estas palabras terriblemente solemnes
responden a su pregunta de forma clara y decisiva. No, no
habrá salvación para aquellos que la rechacen ahora. ¿Puede usted clarificar más la
distinción entre la venida del Señor a por Su pueblo y Su
posterior venida con ellos? Un amigo mío me llevó una vez de paseo
por Newcastle-on-Tyne. «¿Ve usted aquella colina allá?», me
preguntó, señalando una considerable altura al otro lado del río. «Sí», contesté. «¿Hay algo
interesante?» «Se llama la Colina del Alcaide», dijo,
«y por esta razón. Hace mucho tiempo, cuando llegaban los jueces
de circuito de Durham para celebrar juicios en Newcastle, los
alcaides de la ciudad solían ir hasta aquella colina a su encuentro.
Después de recibirlos allí, acompañaban a los jueces de vuelta a
la ciudad para comenzar los juicios. Ahora bien, esto será quizá de ayuda para
clarificar la distinción entre la venida del Señor a por Su
pueblo y Su posterior venida con ellos. Tenemos ambas cosas
en las Escrituras. Primero, «vendré otra vez, y os tomaré a mí
mismo». Esta es Su venida a por nosotros. Luego, en Judas
14, «He aquí, vino el Señor con sus santas decenas de millares,
para hacer juicio». Él viene para celebrar el juicio, por así
decirlo, para visitar a los impíos con Su desagrado, cuando «limpiará
su era». En esto Él estará acompañado por Sus santos, como los
jueces que venían de Durham a Newcastle iban acompañados de los
alcaides de esta ciudad. Pero, para que pueda ser así, Su pueblo
será llamado de la tierra para recibirlo en el aire. Entonces
volverán con Él cuando Él venga con poder para conquistar. Véase
Apocalipsis 19:11-14. Es este último acontecimiento el que se
menciona una y otra vez en el Antiguo Testamento. En el Nuevo
Testamento se designa frecuentemente como Su manifestación,
o Su venida en gloria, en contraste con Su venida a por su pueblo
solamente. ¿Qué sucederá entre la venida del
Señor a por Su Iglesia y Su manifestación con poder? Me tomaría mucho tiempo poder dar siquiera
un bosquejo del curso de acontecimientos que se indican en las
escrituras proféticas para este intervalo de tiempo. No podemos
siquiera citar los pasajes que hablan de los mismos. Pero puedo
decir de manera resumida que un cuidadoso estudio de las Escrituras
nos lleva a creer que tan pronto como la Iglesia sea arrebatada al
cielo, la maldad aumentará en el mundo a pasos agigantados, y
culminará con el «hombre de pecado», que, bajo la influencia
directa de Satanás, encabezará una terrible apostasía. Dios estará
mientras tanto obrando en y por medio de algunos de Su antiguo
pueblo, los judíos, reuniéndolos de nuevo en la tierra de sus
antepasados, y preparándolos, en medio de unos sufrimientos insólitos,
para que lleguen a ser un medio de bendición para todo el mundo. Al
mismo tiempo tendrán lugar destacados acontecimientos en la esfera
política. El Imperio Romano, reavivado en forma de diez reinos
confederados, dará su apoyo a su cabeza, la «bestia», que está
estrechamente aliado con el «anticristo» u «hombre de pecado».
La Cristiandad corrompida será al principio la influencia dirigente,
pero la incredulidad conseguirá el predominio, y la iglesia apóstata,
escupida de la boca de Cristo, caerá como presa miserable de los
poderes del mundo, cuyos favores tanto tiempo buscó. Luego, después que hayan caído muchos
duros golpes de la vara de Dios sobre la tierra, Cristo aparecerá
de repente, con Sus santos, trayendo una repentina destrucción
sobre el inicuo (el anticristo) y sus asociados. Pero, a fin de
poder seguir todos estos aspectos en las Escrituras, es necesario un
estudio de todo el ámbito de la profecía, y esto rebasa los límites
del tema que nos ocupa. ¿Se puede fijar alguna fecha para la
venida del Señor? En Marcos 13:35 se nos manda velar,
porque se desconoce la hora de Su venida. ¿Cómo podría nadie
velar para la venida del Señor, si se supiera que Él no iba a
llegar hasta una fecha determinada? La exhortación a velar
implica claramente la incertidumbre respecto al tiempo. Sé muy bien que se han realizado muchos
intentos de fijar fechas para el regreso del Señor. El único
resultado de tales intentos es causar descrédito sobre «aquella
esperanza bienaventurada», y llevar a que quede asociada en las
mentes de la gente con insensatez y fanatismo. Ha surgido mucha confusión debido a que
muchos han dejado de ver que el tiempo actual es un intervalo
en la línea de los tratos de Dios con los hombres. Cuando Cristo
fue entregado a la muerte por los judíos, Dios suspendió Sus
tratos con ellos como nación. Desde aquel momento Él ha estado
ocupado en salvar por Su gracia a aquellos que constituyen la
Iglesia. Cuando la Iglesia quede completada, el Señor vendrá y la
tomará de la tierra. Entonces Dios reanudará el hilo, por así
decirlo, que ha interrumpido; y entonces volverá a empezar la
historia de Su pueblo terrenal, y de nuevo tendrán su puesto las
fechas, los tiempos y las sazones. Pero no hay fechas algunas
conectadas con el actual intervalo. En cualquier momento
podemos oír la llamada al hogar. ¡Qué dulce para los que están
preparados! ¡Amado hermano creyente, piensa en esto! ¡Otro momento,
y puede que oigas la voz del Amado de tu alma! ¡Otro momento, y
puedes sentir el abrazo de aquellos brazos eternos! ¡Otro momento,
y puede que estés en el hogar —tu hogar porque es Su
hogar; y tú eres Suyo, y tuyo es Él! Aparte de velar, ¿tenemos algo que
hacer con vistas a la venida del Señor? Sí. Tenemos que salir a Su
encuentro (Mateo 25:6). Salir de todo aquello con lo que no nos
gustaría que Él nos encontrase mezclados; salir de la comodidad y
de la pereza; salir de los hábitos pecaminosos; salir de
asociaciones que no sean santas. Luego se nos manda que negociemos
hasta que Él venga (Lucas 19:13). Debemos dedicarnos a Sus
intereses durante Su ausencia, concentrados en Su servicio. Si leéis el Nuevo Testamento, quedaréis
sorprendidos al encontrar cuántas veces el pensamiento del regreso
del Señor se expone de una manera práctica, para reforzar varias
exhortaciones. Abrigar esta bienaventurada esperanza y vivir en la
expectativa diaria del regreso del Señor comporta ser un cristiano
muy práctico. «Todo aquel que tiene esta esperanza en él,
se purifica a sí mismo, así como él es puro» (1 Juan 3.3). Que sea nuestra porción, queridos hermanos
cristianos, no solo que «vivamos en este siglo sobria, justa y
piadosamente», sino que nos mantengamos aguardando «la
esperanza bienaventurada» y también aquello que ha de seguir,
«la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador
Jesucristo» (Tito 2:12, 13). Doce Diálogos Bíblicos - Harold P. Barker y otros. Traducción del inglés: Santiago Escuain © Copyright 2005, SEDIN - todos los derechos reservados. SEDIN-Servicio Evangélico Apartado 126 17244 Cassà de la Selva (Girona) ESPAÑA Se puede reproducir en todo o en parte para usos no comerciales, a condición de que se cite la procedencia reproduciendo íntegramente lo anterior y esta nota. http://www.sedin.org/dialogues/d00cast.html |
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