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34. La Inspiración![]() Evangelismo es el estudio de cómo testificar eficazmente y compartir el evangelio con audacia. Considera los elementos básicos del plan de salvación y su presentación con claridad. Enseña como superar la resistencia de diferentes tipos de mentalidades. Explica cómo hacer el seguimiento y presenta las verdades fundamentales que el obrero cristiano tiene que enseñarle al recién convertido. 10. La Inspiración de la Biblia Preguntas por W. E. Powell;
Respuestas por H. P. Barker
EN nuestros diálogos anteriores hemos
hablado de muchas cosas maravillosas que aparecen en la Biblia. En
esta ocasión vamos a hablar de la Biblia misma, y del título que
tiene a nuestra obediencia. Espero que como resultado de ello, pueda
crecer nuestra reverencia por el santo Libro de Dios, y que se
implante en nuestros corazones un deseo por una mayor familiaridad
con sus enseñanzas. ¿Qué hace que la Biblia sea
diferente de cualquier otro libro? La Biblia nos viene con una afirmación que
no hace ningún otro libro del mundo que sea digno de una verdadera
atención. No me será necesario referirme al Corán, ni a los
libros sagrados del los hindúes o de otras naciones orientales, ni
a las pretensiones sin sustancia de los mormones y de otros grupos.
Puede que sus seguidores reclamen inspiración para los mismos, pero
nadie aquí estaría dispuesto a dar ninguna consideración a tal
pretensión. Dejando de lado estos productos del
fanatismo y del paganismo, si comparamos la Biblia con otros libros
buenos y útiles, descubrimos que se levanta sobre una base
inconmensurablemente más elevada que incluso los mejores entre
ellos. Los libros escritos por consagrados hombres de Dios son de
lectura útil y provechosa, y sus escritores pueden haber tenido la
ayuda del Espíritu Santo mientras los escribían. Pero, con todo,
las palabras de tales libros son las palabras de sus escritores, y
no las mismas palabras de Dios. En el caso de la Biblia, es
diferente. Sus palabras han sido dadas divinamente. «Toda la
Escritura es inspirada por Dios» (2 Timoteo 3:16). Es
decir, la Biblia fue escrita, no porque el Espíritu santo sugiriese
pensamientos buenos y santos a los escritores (como puede suceder en
la actualidad), sino por la inspiración de las palabras mismas a
fin de impedir toda posibilidad de error o imperfección. Las
Sagradas Escrituras, tal como fueron dadas al principio, son como su
Divino Autor —perfectas. Esta es la verdad que deseo mantener, por
la gracia de Dios. ¿Cómo puede usted demostrar que la
Biblia está inspirada? El cristiano que conoce y ama su Biblia
encontrará en sus maravillosas excelencias, y en la manera en que
habla a su corazón y afecta a su conciencia, una suficiente prueba
de su origen divino. Si te encontrases en aquella calle de allí
al mediodía, no necesitarías que nadie te demostrase que el sol
resplandece. Sentirías su calor, y esto te sería suficiente. Y si
recibieras un profundo corte de una navaja de afeitar, ¿necesitarías
alguna otra prueba de que está afilada? De la misma manera, cuando
uno siente su corazón ardiente por la lectura de este bendito Libro,
como solo el amor divino lo puede hacer arder; y cuando la
conciencia se siente afectada, como solo la voz de la autoridad
divina la puede afectar —uno tiene prueba de la inspiración de
las Escrituras. Las evidencias externas son cosas débiles
para descansar la fe sobre ellas. Pero en el caso de la Biblia, no
están en absoluto ausentes. El maravilloso y detallado cumplimiento de
sus profecías; la perfecta armonía entre sus diversas partes,
redactadas como lo fueron bajo diversas circunstancias y en
diferentes épocas; el fracaso absoluto de sus críticos en su
intento de fundamentar sus acusaciones de imperfección; la
imposibilidad para la mente humana, por muy instruida y culta que
sea, para sondear y agotar sus enseñanzas —todos estos y muchos
otros hechos dan testimonio de la autoría divina de la Biblia. ¿Cómo concuerda la inspiración
divina de la Biblia con el hecho de que sus diversas partes fueron
escritas por hombres? Se empleó a hombres para escribir las
palabras, y con este propósito se seleccionaron escritores cuyo carácter,
posición o historia les hacían especialmente idóneos para
comunicar la revelación que les fue dada. Pero las palabras por
medio de las que ellos hicieron sus respectivas comunicaciones eran
tan verdaderamente las verdades del mismo Dios como si Su propio
dedo las hubiera grabado. Ilustremos lo que quiero decir con ello.
Cuando Moisés fue llamado a la cumbre del monte, recibió la ley
grabada en dos tablas de piedra, «escritas con el dedo de Dios» (Éxodo
31:18). Sin emplear ningún instrumento humano, el mismo Dios había
escrito las palabras. «Y las tablas eran obra de Dios, y la
escritura era escritura de Dios grabada sobre las tablas» (Éxodo
32:16). Pero cuando Moisés descendió del monte y
encontró al pueblo clamando y danzando en honor de un becerro de
oro, con un impulso de ira justiciera rompió a trozos las tabletas
que Dios le había dado. Tras esto, Moisés fue vuelto a llamar a la
cumbre del monte para una nueva entrega de las tablas, pero en este
caso Moisés debía preparar el material (Éxodo 34:1), y
aunque Dios de nuevo emprendió escribir Sus palabras sobre ellas, fue
por mano de Moisés que las iba a escribir. «Y Jehová dijo a
Moisés: Escribe tú
estas palabras» (v. 27). Pero aunque fue la mano de Moisés la que
en esta ocasión escribió estas palabras, eran tan verdaderamente
las palabras del mismo Dios como cuando Su propio dedo las había
escrito; de modo que Moisés pudo decir: «Estas son las cosas que
Jehová ha mandado que sean hechas» (Éxodo 35:1). Esto nos servirá de ayuda para comprender
como unas palabras escritas sobre materiales fabricados por hombres,
y por dedos humanos, pueden sin embargo ser los mismos dichos de
Dios. Así son las palabras de la Biblia. Si pasamos a Hechos 1:16, veremos que las
palabras de las Escrituras se describen así. El apóstol Pedro,
citando del Antiguo Testamento, designa la cita como una escritura
«que el Espíritu Santo habló antes por boca de David».
También, en Hechos 28:25, Pablo exclama: «Bien habló el Espíritu
Santo por medio del profeta Isaías». Los hay que pretenden haber
encontrado contradicciones y errores en la Biblia. ¿Qué dice usted
acerca de esto? Por lo general es fácil demostrar que los
errores existen en las mentes de los críticos, y no en la Biblia.
Tomemos, por ejemplo, la pretendida discrepancia entre la enseñanza
de Pablo y la de Santiago acerca del tema de la justificación. El
primero dice que somos justificados por la fe, el segundo que somos
justificados por las obras. Pero, al examinar la cuestión,
encontramos que la justificación de la que habla Pablo es la
justificación ante Dios; mientras que Santiago habla de la
justificación delante de los hombres, algo totalmente
diferente. Así, la acusación de error cae sobre la cabeza del crítico,
que resulta culpable de superficialidad y de falta de discernimiento. Tomemos otro ejemplo. En el Evangelio de
Mateo, se dice que el llamado «Sermón del Monte» fue pronunciado
en un monte, donde el Señor Jesús se sentó y enseñó
a Sus discípulos. «Pero», dice el crítico, «en el Evangelio de
Lucas se dice que este mismo sermón fue pronunciado mientras el Señor
estaba de pie, y además no en un monte, sino en un lugar
llano» (Lucas 6:17). ¡Y presentan este ejemplo como una
prueba concluyente de contradicción entre los escritores de los
Evangelios! Yo más bien hubiera pensado que esta no es
más que una prueba concluyente de la ceguera de los presuntuosos críticos
de la Biblia. Porque, incluso si suponemos que el sermón registrado
por Mateo y el que nos da Lucas fuesen exactamente el mismo, palabra
por palabra (lo cual distan de serlo), no sigue de ello que haya
ninguna contradicción entre ambos relatos. Allí donde el Señor
iba, predicando el evangelio del Reino, tenía el mismo mensaje que
proclamar, y es muy probable que expusiera las mismas verdades, en términos
idénticos o semejantes, en diferentes localidades. ¿Qué hay pues
que nos impida creer que en una ocasión el Señor pronunció las
palabras que aparecen en Mateo, sentado en la ladera de un monte, y
en otra ocasión las palabras que aparecen en Lucas, de pie en un
lugar llano? Este parece ser el caso. Bien lejos de ser un ejemplo de imperfección
en la Biblia, se trata de otro ejemplo de su maravillosa y detallada
perfección. Porque en Mateo se presenta al Señor como el
largamente esperado Mesías de los judíos, el Siloh a quien
se congregarían todos los pueblos. La gran carga de Su mensaje que
se presenta de este modo era «Venid a Mí». ¡Qué
apropiada es entonces la imagen que Mateo dibuja del Señor sentado
en el monte, con Sus seguidores reunidos en torno a Él! Pero en Lucas El se presenta como el Hijo
del Hombre, que descendió en gracia celestial para satisfacer la
necesidad del hombre pecador. La carga del mensaje evangélico en
Lucas no es tanto «Venid a Mí» como «Yo he venido a vosotros».
«Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había
perdido» (Lucas 19:10). De ahí que Su descenso al lugar llano para
pronunciar el sermón es el incidente seleccionado para el retrato
mediante la pluma de Lucas, en hermosa armonía con el propósito de
su evangelio. Así es como quedan los críticos. Un microscopista o un químico, por
diestros que sean, nunca podrán satisfacer su hambre mediante la
disección o el análisis del plato de alimento que tienen delante
de ellos. Tampoco nosotros, si ocupamos el sillón del crítico,
prosperaremos con nuestro estudio de la Palabra de Dios. Es con un
espíritu humilde, como el de un niño, que deberíamos alimentarnos
de lo que Dios nos ha dado para alimento de nuestras almas, y dejar
la búsqueda de faltas a aquellos que deseen permanecer flacos y famélicos
toda su vida. ¿No hay muchas cosas en la Biblia
muy difíciles para que los cristianos jóvenes las comprendan? Sí, sin duda alguna; pero, por otra parte,
hay mucho que el más sencillo creyente puede comprender y de lo que
se puede alimentar. Se cuenta una historia de una vieja señora que
comparaba la lectura de la Biblia con comer un plato de pescado. «Cuando
llego a una espina», dice, «no me preocupo porque no la puedo
digerir. La pongo a un lado y sigo comiendo aquella parte del
pescado que puedo asimilar. Y cuando leo la Palabra de Dios, si
llego a algo que va más allá de mi pobre comprensión, no me
preocupo por ello, solo lo dejo hasta aquel momento en que el Señor
quiera darme mejor entendimiento, y, entretanto, dirijo mi atención
a la abundancia de preciosas verdades que son suficientemente
sencillas para que yo las comprenda, y consigo muchas buenas comidas
para mi alma con ello». Esta vieja señora era sabia, y yo querría
aconsejar a todos los jóvenes cristianos que lean sus Biblias en
base a este mismo principio. Lo que encuentren difícil de
comprender lo pueden dejar para una futura consideración, o bien
pueden buscar la ayuda de algún cristiano espiritual que esté más
avanzado que ellos en las cosas de Dios. ¿No hay peligro de que los
cristianos jóvenes interpreten erróneamente la Biblia, y que con
ello se perjudiquen espiritualmente? No solo hay el peligro, sino la certidumbre
de interpretar erróneamente las Escrituras si confiamos en nuestro
propio entendimiento para su estudio. Solo hay una Persona en la
tierra que pueda interpretar correctamente para nuestras almas la
bendita enseñanza de la Palabra de Dios. Me refiero al Espíritu
Santo. Pero Él está aquí, entre otras razones, con el propósito
expreso de iluminar nuestras almas con el conocimiento de la verdad.
Fue Él, en primera instancia, el autor de las palabras de la Biblia,
y Él puede nos aclarar su significado. Él es el Divino Intérprete
del Libro Divino. Gracias a Dios, no somos abandonados al
juicio privado para la interpretación de las Escrituras, ni
dependemos de las decisiones de eruditos doctores, ni de los
pronunciamientos de ninguna pretendida autoridad humana, sea papal o
de otra clase. Tenemos al mismo Espíritu Santo como nuestro Maestro
y Guía. El que lea su Biblia en una sencilla y ferviente
dependencia de Su enseñanza no quedará decepcionado. Será
guardado de muchos errores, y será alimentado con la mejor flor de
harina del trigo más selecto. Si un joven cristiano fuese a decir:
«Me gustaría estudiar mi Biblia, pero no sé por dónde empezar»,
¿cómo le aconsejaría? Esta es una pregunta de difícil respuesta,
porque mucho depende del grado de familiaridad que se tenga con las
Escrituras. Se podría comenzar estudiando las
maravillosas parábolas que se nos dan en el Evangelio de Lucas, que
exponen de una forma tan sobresaliente la gracia de Dios. Me refiero
a las parábolas del hijo pródigo, de la gran cena y del buen
samaritano. Por otra parte, se podrían escudriñar las
Escrituras para descubrir lo que dicen acerca de cualquier cuestión
determinada que pueda estar pesando en la mente. Pero en particular recomendaríamos a todos
los cristianos jóvenes que lean por sí mismos las porciones de las
Escrituras que se nos proponen en nuestras reuniones públicas,
aquellas mediante las que se expone el evangelio, o aquellas que se
puedan escoger como tema de una lectura bíblica o de una
conferencia. Estas porciones se seleccionan a menudo con vistas
especialmente a las necesidades espirituales de los creyentes jóvenes,
y se deberían estudiar en privado después de haberse considerado
en la reunión. ¿Hay algunos puntos no esenciales en
la Biblia? Parece bien poco probable que Dios se
hubiera preocupado de darnos una revelación de cosas para que
podamos contemplarlas con indiferencia. Demasiadas veces nos parecemos a los viejos
astrónomos que consideraban la tierra como el centro del universo,
y que así razonaban. Somos proclives a considerarnos como la figura
central del maravilloso plan de Dios, y a considerar cualquier cosa
de la que no veamos una relación inmediata con nuestra propia
bendición como un punto «no esencial». Pero esta es una manera
profundamente egoísta de considerar esta cuestión. La realidad es
que Cristo es el centro de todos los planes y propósitos de
Dios, y lo que se revela es con vistas a Su gloria. Puede que no
veamos como alguna verdad en particular nos afecta a nosotros,
pero si está de alguna forma relacionada con la gloria de Cristo,
¿puede algún corazón leal considerarla como «no esencial»? Así, podemos estar seguros de que todo en
la Biblia es esencial —esencial para la gloria de Cristo y para la
integridad de la revelación de Dios, y si intentamos prescindir de
ninguna de sus partes, seremos por ello mismo perdedores. ¿Aconsejaría usted a un inconverso
que proceda a leer la Biblia? Desde luego, porque sus palabras son
palabras de vida. No quiero decir con esto que los hombres puedan
salvarse por la lectura de la Biblia. Uno puede haberse leído la
Biblia entera y poder repetirla de memoria capítulo por capítulo,
y sin embargo no ser salvo. Pero hay incontables ejemplos conocidos de
almas a las que les ha llegado la voz de Dios con poder vivificador
a través de las páginas de las Escrituras. El Espíritu Santo
aplica algún pasaje a la conciencia, y es así el medio de
despertamiento y bendición. Incluso ha habido incrédulos que,
estudiando la Biblia con el deseo de encontrar fallos en ella, han
sido despertados y llevados a Cristo por lo que han encontrado en
ella; ha habido paganos, en lugares donde nunca se ha oído la voz
del predicador, que han obtenido copias de la Palabra de Dios, y que
han encontrado vida y bendición en Cristo por medio de ella. ¿Está usted en favor de enseñar la
Biblia a los niños? Totalmente. Los padres cristianos descuidan
un deber de la mayor importancia si no emprenden saturar las mentes
de sus pequeños con las verdades de la Palabra de dios. Es cierto
que para que estas verdades tengan efecto ha de haber una obra del
Espíritu Santo en el alma; pero si la mente está saturada con las
Escrituras desde la juventud, hay material que el Espíritu Santo
puede usar en cualquier ocasión posterior. ¡Cuántos hay que,
durante la madurez, han recordado algún pasaje de las Escrituras
que habían aprendido en su niñez, y este pasaje ha hecho una
impresión tan poderosa sobre sus almas que ha resultado en su
conversión! De modo que incluso si hemos de esperar muchos días, o
años, para que la semilla brote, es bueno sembrarla en las mentes
de nuestros niños. Podemos estar seguros de que si no impregnamos
sus mentes con la enseñanza del Libro de Dios, Satanás estará
bien listo para aprovecharse de ello y plantar allí sus malos
pensamientos. Así, por todos los medios, enseñad a vuestros hijos,
y que reciban la enseñanza de las verdades de la santa Palabra de
Dios. Doce Diálogos Bíblicos - Harold P. Barker y otros. Traducción del inglés: Santiago Escuain © Copyright 2005, SEDIN - todos los derechos reservados. SEDIN-Servicio Evangélico Apartado 126 17244 Cassà de la Selva (Girona) ESPAÑA Se puede reproducir en todo o en parte para usos no comerciales, a condición de que se cite la procedencia reproduciendo íntegramente lo anterior y esta nota. http://www.sedin.org/dialogues/d00cast.html |
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