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31. Ministros Que No Están Pastoreando Ministerio Pastoral prepara líderes para pastorear al rebaño de Cristo, entrenados en los aspectos y responsabilidades del ministerio pastoral. Se busca que el futuro pastor sea un hombre de Dios íntegro. Da énfasis en quién es el pastor como persona. Incluye cómo organizar y administrar su tiempo en el pastorado e informa sobre la celebración de las ordenanzas, funerales y otros servicios especiales. Su profesor es el educador cristiano y rector del Seminario Reina Valera, Gilberto Abels. Ministros que no están pastoreando
No todos los
ministros son llamados a servir en un pastorado. A veces es el deber
de los que fueron llamados a tal puesto, dejarlo para aceptar otro
aspecto de la obra del ministerio. En el ministerio que el Cristo
ascendido dio a su iglesia fueron nombrados, aparte de pastores,
evangelistas y maestros. (Efesios 4:11) Son términos para designar
puestos importantes en el reino de Dios. Aquí se presenta una
explicación breve de la función dada a ellos. I. Evangelista. Entre ellos, Misioneros foráneos.
Al considerar el deber de entrar a un campo foráneo hay que tomar
en cuenta las calificaciones necesarias. El mero anhelo o inclinación
emocional tiene poco peso si uno no reúne los requisitos. Entre los
requisitos más obvios se puede hacer mención de los siguientes: Un cuerpo físico
sano. La gran mayoría de nuestros campos misioneros están en el
oriente con un clima desfavorable que prueba en lo extremo las
fuerzas físicas. Nadie, ya debilitado por enfermedades o
susceptible a enfermedades, debe aventurarse a tales campos
misioneros. Si va, sus debilidades van a impedirle darse por
completo a la obra y más probablemente su estancia será breve. En
todo caso, sería sabio buscar consejo médico. Sentido común. La
administración práctica de la misión muchas veces es la
responsabilidad del misionero. Por eso, es imprescindible que él
tenga una buena medida de tacto y sabiduría. En un campo nuevo él
estará alejado de consejeros de confianza y él tendrá que
apoyarse sobre su propio juicio para tomar decisiones. En los campos
más desarrollados él puede buscar consejo de los nacionales. En
todo caso él debe saber llevarse bien con los nacionales y servir
como su consejero también. Una mente idealista, no realista, no
sirve en tal situación a pesar de su inteligencia y buena educación.
Facilidad en
aprender un idioma nuevo. Es difícil aprender un idioma nuevo y en
especial uno de los del oriente. Hace falta aprenderlo lo mejor
posible para que se pueda hablar con fluidez. Algunos hombres con
mucha habilidad han fracasado en esto en el campo foráneo. Cuando
es así, puede ser que puedan servir en otras capacidades, pero no
pueden predicar ni enseñar. Por eso, es imprescindible que el
candidato tenga una aptitud ordinaria para lenguajes para asegurar
que, con persistencia, él será capaz de dominar el vernáculo de
la gente. El don de predicar.
La predicación a los incrédulos es una manera eficaz de
evangelizar y las condiciones de sobresalir en ella son las mismas
en todos lados. También el misionero debe ser "apto para enseñar."
(II Tim. 2:24) Esto requiere que él tenga facilidad para persuadir
e ilustrar de manera que puede declarar la verdad con claridad. En
los campos foráneos muchas veces se requiere que él sepa predicar
de una manera conversacional. En tal caso él tiene que saber
refutar argumentos y lidiar con los que saben llegar a fondo en
razonamientos. Si él fracasa en esto, el evangelio queda mal
estimado. Fe, energía y
perseverancia. En estos puestos alejados, un espíritu tímido,
vacilante, y pusilánime está destinado a fracasar. Coraje,
determinación y esfuerzo son capaces de alcanzar resultados
permanentes. Los misioneros Carey y Judson esperaron años con
confianza sin vacilar antes de ver su primer converso. Requiere las
mismas calidades de carácter de los que son pioneros en campos foráneos.
Al evaluar las cualificaciones de un joven hay que tomar en cuanta
que él no está desarrollado y las cualidades que tiene ahora son
el principio y la esperanza de lo que desarrollará con poder más
adelante. En un campo foráneo, igual que en su patria, las
emergencias y circunstancias sirven para desarrollar a un hombre.
Por eso, ningún joven debe rechazar la llamada a un campo foráneo
basado sobre su falta de cualificaciones. Más bien él debe
estudiar su carácter y buscar consejo de los con habilidad pueden
evaluar sus capacidades. Así, al tomar una decisión sobre un
asunto con tantas consecuencias, no estará tan propenso a
equivocarse. Semejante decisión se debe tomar con una vista
imparcial y con una consciencia clara. Debemos tomar en cuanta que
hay peligro de que, sin darse cuenta, nuestro egoísmo magnificará
las razones en contra de la vida misionera y apreciará demasiado
baja la fuerza de las razones en su favor. No voy a tocar la
naturaleza de la obra misionera y la manera de llevarla a cabo.
Estos se encuentran abundantemente presentados en los libros
"El Misionero Foráneo" escrito por Rev. M. J. Knowlion
D.D. Y "Las Misiones Foránea, Sus Relaciones y Relaciones"
por el Rev. Rufus Anderson. En algunos aspectos, las relaciones del
misionero son delicadas y requieren, por su parte, dirección. Aquí
se puede mencionar: a. Su relación
para con su junta misionera. La junta está
encargada de la administración del dinero encomendado a ella por
las iglesias. Por eso, la misión debe tener cierta medida de
supervisión y dirección sobre él en cuanto a su manera de llevar
a cabo su obra. La línea de demarcación entre la autoridad de la
junta y la independencia del misionero al dirigir su obra no es
siempre fácil de determinar. Sin un espíritu de gentileza,
paciencia y confianza, es posible que surjan conflictos serios. En
la administración del dinero es importante mantener un balance de
las entradas y salidas por parte de ambos, la junta y el misionero.
Así se puede evitar aun la sospecha de ser estafador. En esto, como
en todos los asuntos de la administración de dinero, es sabio poner
por obra el consejo del Apóstol Pablo cuando dijo, "Evitando
que nadie nos censura en cuanto a esta ofrenda abundante que
administramos, procurando hacer las cosas honradamente, no solo
delante del Señor sino también delante de los hombres." (II
Cor. 8:20-21) b. Sus
relaciones para con los pastores nacionales e iglesias también son
delicadas. Anteriormente la
obra del misionero era, más que nada, la supervisión en general de
las iglesias nacionales. En esto el misionero no pudo ejercer un
poder arbitrario. El no es un obispo con autoridad sobre las
iglesias, impidiendo a los pastores ejercer su poder sobre sus
iglesias. El no debe mirar por alto la independencia de las iglesias.
Su poder es, más bien, moral y su obra es la de entrenar a las
iglesias y pastores para ser capaces de cumplir sus funciones
independientemente del misionero. Por eso, él debe ser diligente en
guardarse de un espíritu arbitrario o métodos que chocan con la
justa independencia de pastores e iglesias. La historia testifica
del alto carácter y la nobleza de los hombres que han salido como
misioneros. A pesar de las relaciones delicadas, raras veces han
existido roces entre las juntas misioneras y los misioneros. Para la
mayoría, las iglesias foráneas han sido adiestradas de tal manera
que son ejemplos en su organización y carácter; obrando en la
simpleza e independencia de las iglesias del Nuevo Testamento. B. Misioneros
hogareños. Esto significa a
los misioneros que se ocupan en trabajar en su patria. La mayoría
de estos son pastores en iglesias nuevas o débiles. Su cargo es
distinto de la del pastor común y corriente en el hecho de que su
apoyo viene en parte de una organización misionera. Por esto tienen
la obligación de rendir cuentas con el cuerpo que ayuda a su
sustento. Algunos de ellos están ocupados en ministerios ambulantes
en ghettos urbanos o en suburbios nuevos o zonas no evangelizadas
del país. Su obra consiste en visitar casa por casa, predicar
cuando tienen oportunidad, organizar escuelas dominicales y la
formación de iglesias. Hay pocas obras que requieren más fuerza de
carácter, firmeza de juicio, fuerza indomable, abnegación y
dedicación. Entre los que están ocupados en esta obra están
algunos de los más nobles siervos de Cristo. No hace falta tratar
de sus deberes que son casi iguales a los de los demás pastores. C. Evangelistas
que viajan de iglesia a iglesia. En todas las edades
Dios ha dado dones especiales que sirven en el despertamiento y la
salvación de almas. A veces el pastor no tiene estos dones. Por
supuesto, si tiene estos dones son de gran valor. El evangelista no
siempre tiene la educación y habilidad docente del pastor. Puede
ser que le falte el poder de guiar continuamente, organizar y
gobernar a una iglesia. Lo que él tiene a su favor es poder
reforzar y amplificar las verdades que el pastor ya ha enseñado. Él
puede desarrollar convicciones latentes y mover a los hombres a
tomar decisiones definidas. Hay pastores que tienen el don de enseñar
pero les falta el poder despertar y mover a la gente a tomar
decisiones. Por eso, muchas veces sucede en la obra del Señor que
uno siembra y otro siega. En tal sentido, el evangelista viene como
segador con sus dones de recoger donde el sembrador ha obrado por un
rato largo con paciencia. El pastor ha preparado una cosecha
espiritual. La relación entre
el evangelista y el pastor en reuniones especiales es siempre
delicada. Antes de empezar, ellos deben tener un entendimiento
franco y así habrá cooperación cordial entre ellos. El
evangelista debe guardarse de meterse en lo que pertenece al pastor
ni quitar de la estima que la iglesia tiene por su pastor. A veces
hay peligro de esto. El evangelista puede tener un número reducido
de sermones y usarlos una y otra vez. Él puede predicar con buenas
ilustraciones, elocuencia, libertad y fuerza. Al contrario, el
pastor tiene que tocar un amplio rango de temas y de continuo tiene
que preparar sermones nuevos. Hay peligro que algunos oyentes, menos
pensativos, piensen que su pastor es aburrido en comparación con el
evangelista. Si es así el pastor sufre. Entre los conversos
también a menudo hay una atracción hacia a aquel que fue el agente
en su conversión. Ellos miran por alto el esfuerzo largo y penoso
de su pastor en llevarles al punto de estar listo para tomar una
decisión. Por eso, es el deber del evangelista reconocer y frenar
estas tendencias y reforzar, de cualquier manera posible, la estima
que la gente debe tener por su pastor. Su ministerio es una bendición
permanente si resulta en reforzar la relación entre el pastor y su
pueblo. Un pastor joven,
por supuesto, confiará mucho en el juicio y la experiencia del
evangelista en planear las reuniones pero es dudoso que el
evangelista quiera insistir en controlarla totalmente o si el pastor
debe concederle el control. En especial el pastor debe mantener
control de las reuniones cuando toca la cuestión de los candidatos
para la membresía en la iglesia. Dado a su conocimiento de la gente
del barrio, el pastor está más capacitado para juzgar el carácter
de la gente y no está tan propenso a equivocarse como un
desconocido. La tentación de buscar la fama, por ambos, el pastor y
el evangelista, por ver un gran número de miembros nuevos, con
apuro y poca discriminación, puede resultar en daño a la iglesia.
Algunos de los
evangelistas más eminentes limitaron sus sermones a más o menos,
los mismos temas. A través de su carrera fueron añadiendo a su
claridad, fuerza y viveza de ilustraciones y la eficacia de su
aplicación. El Rev. Jacobo Knapp tenía un ministerio cuyo éxito
no fue igualado por ningún predicador de este siglo. Él adoptó
este método. Este escritor estaba con él en tres series de
reuniones. La primera cerca al principio de su ministerio y la última
algunos 30 años más tarde, cerca al fin de su ministerio. En cada
una, él usó, la mayoría de las veces, los mismas temas. Pero era
impresionante ver el avance en su poder y en los resultados. Pocos
en la multitud de los que se reunieron para escucharle en las 6
semanas sucesivas olvidarán la fuerza de su razonamiento, el poder
gráfico de sus ilustraciones y la gran eficacia de su aplicación
de la verdad a la consciencia y al corazón. Él había juntado en
aquella serie de 75-100 sermones los resultados más ricos del
pensamiento de por vida. Esta concentración de toda la fuerza de un
hombre sobre algunos pocos sermones da al evangelista gran ventaja
en el púlpito. En su vida
espiritual, el evangelista está en peligro de sentir orgullo de su
piedad. De continuo él experimenta el movimiento del Espíritu en
las almas y está expuesto al peligro de mirar por alto el hecho de
que, la mayor parte, él está cosechando lo que otros sembraron y
que la conversión es únicamente la culminación de una larga serie
de influencias de las cuales él fue la última. Es natural que
creyentes rescatados de una vida perdida y almas convertidas tengan
en alta estima a aquel que fuera instrumental en su despertamiento.
El evangelista puede fracasar en la humildad genuina si no reconoce
que cada efecto espiritual es la obra del Espíritu santo. Si lo
hace, él puede asumir una actitud de espiritualidad superior. El
resultado puede ser que él pierda poder ante Dios y, a su vez,
poder para con los hombres. No hay carga de más
alta responsabilidad ni más grande utilidad que la del evangelista.
La carga ha sido ocupada por algunos de los más nobles hombres en
la iglesia de Dios. Han sido hombres llenos del Espíritu Santo y de
fe cuyos nombres traen una fragancia a la memoria de multitudes como
los heraldos de la salvación. Por regla general, la carga debe ser
ocupada únicamente por los que tienen experiencia porque requiere
pureza y fuerza de carácter, firmeza de juicio y una medida grande
de fe, paciencia, sabiduría y conocimiento de las personas. Son
cualidades que únicamente se consiguen por la experiencia. II. Maestros. La palabra
"maestros" en el Nuevo testamento es reservada para
hombres en la iglesia cuya obra es la enseñanza pública de verdad
espiritual. Así se usa en I Cor. 12:28. "A unos puso Dios en
la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero
maestros..." Sin duda la palabra embarca a los pastores y
evangelistas pero incluye a todos los que se ocupan en la enseñanza.
También Ef. 4:11 dice, "Y él mismo constituyó a unos, apóstoles;
a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y
maestros." Aquí también se trata de hombres que enseñan públicamente
Maestros, como
evangelistas, no tienen parte en la administración de la iglesia.
Son miembros con todos los privilegios que van con la membresía.
Puede ser que tienen autoridad para predicar y administrar las
ordenanzas. Ellos, como los demás, pueden ser disciplinados por la
iglesia. Como miembros, ellos deben cumplir con su deber en apoyar a
la iglesia con sus ofrendas, asistir fielmente a las reuniones y
ayudar en todo en la obra de la iglesia. (En
cuanto al diezmo, ver en www.eltrayecto.org
mi estudio sobre Muchas veces hay
una relación delicada entre esta clase de ministros y el pastor de
la iglesia. Aunque no tienen autoridad oficial, su carácter y dones
les dan mucha influencia en la iglesia y la sociedad. Por eso, ellos
deben guardarse de meterse en las prerrogativas del pastor. Por
ejemplo, en casamientos y velorios en la iglesia es correcto que el
pastor este encargado. El maestro debe guardarse de asumir demasiada
responsabilidad en las reuniones de adoración en la iglesia. En
todas las relaciones en la iglesia y la vida social él debe
conceder al pastor la preeminencia que le corresponde y hacer todo
lo posible para facilitar la obra del pastor. Así maestros y socios
llegan a ser para el pastor, no una fuente de malestar y estorbo,
sino una bendición y fuente de fuerza. Hay ministros que
sirven a las iglesias en general. Ellos viajan de iglesia a iglesia
para ministrar en varias capacidades o como representantes de
organizaciones. Sin la obligación de servir a una iglesia, hay
peligro de que ellos tengan un espíritu profesional que les
debilite en realidades espirituales y quite su poder en el
ministerio del evangelio. Para prevenir esto, él debe cultivar en
su alma un espíritu de siervo y evitar lazos sociales o comerciales
que militan en contra a su vida espiritual o debiliten su influencia
como ministros en la comunidad. Es posible que, para él, sea difícil
mantener un horario fijo, por lo que debe guardarse de descuidar hábitos,
de tener un tiempo devocional a diario y de estudiar III. Los laicos Hay muchos cuyos
dones les capacitan para ser útiles en predicar Es obvio que
semejante licencia debe ser dada con sabiduría y discreción. Un
hombre que no tiene juicio sano ni mucho conocimiento de las
Escrituras o de carácter dudoso moral y espiritual no debe ser
nombrado como un predicador del evangelio. No importa su carisma o
popularidad en la comunidad, al fin y al cabo, él va a hacer más
daño que bien. Nadie debe
aventurarse a predicar sin una licencia o autorización de la
iglesia. Es cierto que es el deber de cada creyente proclamar el
evangelio pero esto no quiere decir que él tiene autoridad para
asumir el puesto de predicar en público. La llamada de Dios en el
alma del hombre es imprescindible en la llamada a predicar. Este
sentir del deber de predicar debe estar acompañado por la
confirmación y autorización de la iglesia. El meterse en el
ministerio, auto movido y auto nombrado, no está aprobado por las
Escrituras. El hacerlo siempre tiene malas consecuencias. Iglesias y pastores
deben usar discreción sabia en buscar y desarrollar dones que
sirven en el ministerio. Mucho poder queda latente que, con el
cuidado debido, puede ser desarrollado y utilizado en la obra del
ministerio. Muchas veces cristianos, sin desarrollo, pueden ser
engrandecidos en gran manera por ubicarlos en su esfera debida de
actividad. Hay muchos desiertos en nuestras iglesias y comunidades
que pudieren ser desarrollados y hechos fructíferos para cultivar,
desarrollar y utilizar los dones de los laicos. Uno de los deberes más
sublimes de una iglesia es el de reconocer y utilizar los dones que
Cristo ha dado a los suyos. PREGUNTAS SOBRE LA LECCIÓN 1. ¿Cual es la función del evangelista? 2.
Mencione algunas de las cualidades que debe tener un Evangelista 3. Menciones los diferentes tipos de evangelistas. 4. ¿Cuál es el motivo del evangelista? 5. ¿Qué significa ser ‘maestro’? |
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