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  24. Retiro 1

Homilética es el arte y ciencia de predicar para comunicar el mensaje de la Palabra de Dios.  Se estudia cómo organizar el material, preparar el bosquejo y predicar efectivamente.  Presenta a través del estudio de sermones ejemplares un modelo útil para los que empiezan a lanzarse al dificil arte de la predicación, mostrándo cómo decir las cosas de un modo claro y concreto.

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EL MOTOR DEL MINISTERIO CRISTIANO

(2a Corintios 5:14) 

Hemos estado aquí exhortándonos, edificándonos, recibiendo enseñanzas mediante ponencias, cursillos y coloquios. Yo diría que hemos estado pulimentando y engrasando la maquinaria de nuestro testimonio evangélico. Pero ¿cuál es el motor que ha puesto en marcha e impulsa todos estos engranajes que envían la palabra hablada por los aires en la cadenciosa lengua de Cervantes, y multiplica la palabra escrita para que el mensaje de salvación entre por los ojos de los niños, y hable a los corazones de jóvenes y adultos? ¿Qué es lo que mantiene en acción a todo este instrumental de predicadores, locutores, instructores de escuela dominical, vendedores de libros y visitadores? Algunos se apresurarán a decir: La oración; otros, el Espíritu Santo. Yo llamaría al Espíritu Santo la energía que desciende del Dios Trino, y a la oración el contactar de ella, ¿pero cuál es, en realidad, el motor de semejante actividad?

Creo que el pasaje leído de 2.a Corintios nos da la respuesta. Allí encontramos a un hombre que es un portento de actividad envagelística. Pudiera ser un rabino cómodamente situado en Jerusalén, ocupando una cátedra en el colegio de su maestro Gamaliel; o un patricio romano en su confortable hogar de Tarso de Cilicia; pero es un incansable trotamundos, corriendo de nación en nación y de continente en continente por las orillas del Mediterráneo. Un predicador espontáneo insultado en las sinagogas, perseguido en las ciudades, apedreado, puesto en la cárcel, abucheado por horas enteras, que anuncia el Evangelio de día y trabaja de noche; escribe largas cartas, recibe visitas y atiende con solicitud las consultas de numerosas iglesias.

Su actividad es tan extraordinaria y su consagración tan apasionada, que algunos llegan a decir que está loco (versículo 13). El apóstol defiende su sensatez y su prudencia aludiendo a la esperanza de otra vida; (vers. 1, 9 y 10); y termina sometiéndose a un examen imparcial ante la con­ciencia de su detractores (vers. 11). Después de esto, abriendo de par en par las puertas de su alma declara a todos el secreto de su asombrosa vida. Siguiendo la anterior metáfora, diría que nos lleva a la sala de máquinas de su propio ser moral, y nos muestra en el centro de su asombrosa perso­nalidad una poderosa dinamo, conectada con todas las actividades de su vida apostólica: "He aquí —exclama— el secreto de lo que os extraña y admira. He aquí el poder que mueve la vida, las manos, los pies de este hombre para vosotros incomprensible; de este aparente loco". Es:

1) El secreto del amor (vers. 14:15). Se trata de un loco de amor. Ganado, y estrechamente unido, a Aquel que con su vida, con su muerte, con su sacrificio imponderable, conquistó su corazón y lo encendió en esta llama viva, se mueve al impulso de este poder sublime. "El amor de Cristo me constriñe"; me impulsa, me lanza, me empuja a todas las actividades que admiráis, pues, como dice en otro lugar, ¡Ay de mí si no anunciare el Evangelio....!

¿Es así nuestro caso, hermanos? Examinemos esta mañana nuestros corazones ante Dios. ¿Cuál es el verdadero impulso que mueve nuestras actividades y nuestras empresas para la comunicación del Evangelio?

¿Es el dinero? ¿Somos meros profesionales de la obra de Dios?

¿Es el orgullo? ¿Que pueda ser admirada nuestra labor y nuestras iniciativas por propios y extraños. (Véase anécdota El sueño de un pastor.) ¿Cuál sería el resultado de un análisis de nuestro celo? ¿Para qué vivimos?

¿Por quién vivimos? ¿Es el amor de Cristo la única y verdadera fuerza impulsiva de nuestras vidas?

Se ha dicho que el cristianismo es un idilio espiritual.... Así lo declara Juan: "Nosotros le amamos a El porque El nos amó primero." Nuestra conversión y nuestra consagración a su servicio, no son sino una respuesta lógica, natural, al amor de que fuimos objeto.

Varias veces he predicado sobre el tema "El amor que ató a Cristo a la cruz" y lo he ilustrado con la anécdota El mártir y las cadenas (véase anécdota). ¿Cómo respondemos nosotros? ¿Es verdad que servimos a Cristo por amor; con un amor tan puro, tan leal, tan verdadero como el que El tuvo por nosotros?

2) El amor debe ser correspondido. Cuando niño, solía visitar un laboratorio pedagógico de Física, situado en la cumbre del Tibidabo, donde, entre muchos otros experimentos curiosos, se nos mostraba el de la correspondencia del sonido. Una cuerda afinada a cierto tono, al ser golpeada, producía una onda sonora que ponía en vibración, y hasta en movimiento, otra cuerda afinada al mismo tono situado a algunos metros de distancia. Para nosotros era una maravilla ver cómo la cuerda simpática respondía con el mismo tono a la vibración de su homogénea, sin que nadie la tocase. He aquí una ilustración de cómo el amor de Cristo halla eco en lo corazones sintonizados por el Espíritu Santo.

¿No os habéis fijado cómo parece ser esta la gran preocupación de Cristo, en el famoso pasaje de Mateo 16? Cuando Jesús anuncia por primera vez su muerte redentora a sus discípulos, y después de reprender a Pedro que trataba de desviarle del camino del sacrificio, exclama a renglón seguido: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo.... porque el que quisiere salvar su vida la perderá...." Uniendo este versículo al 26: "¿De qué aprovechará el hombre si ganare todo el mundo y perdiere su alma?" Hemos aplicado muchas veces este pasaje a los inconversos. Pero el versículo 26 es para los inconversos y el 27 es para nosotros. Sabemos que la salvación no es por obras, pero la recompensa sí. Podría darse el caso de salvar el alma y perder la vida, es decir, la gran oportunidad que representa nuestra vida en el plan de Dios, por no haber sabido o querido dedicarla a lo único que tiene repercusión y premio en la eternidad. (Véase anécdota Ingenua oración infantil.) ¿Hallará el Señor en nosotros obras de amor, de legítimo afecto y gratitud que le permitan la satisfacción de poner un gran crédito a nuestra cuenta? ¿Haremos de nuestra breve y deleznable vida un éxito rotundo para la eternidad?

3) El amor debe ser tenaz. Esta es la condición del verdadero amor. ¿Habéis visto lo que hacen dos que se quieren de veras cuando chocan con la oposición de padres, parientes o amigos?  ¡Cuántos dramas de amor humano tienen en tensión los corazones de millares de lectores de novelas o de espectadores de la grande y pequeña pantalla! Sin embargo, muchos que se emocionan por algún amor ficticio han oído hablar de un amor sublime, no de un ser humano, sino divino, que se sacrificó por ellos sin tener ninguna necesidad de amarles, ni sufrir hasta tal punto y, sin embargo, permanecen indiferentes, o sea amilanan fácilmente ante la oposición o persecución a que el amor a Cristo les expondría (Mateo 13:21).  Gracias a Dios,  empero,  que  su amor ha hallado eco en algunos corazones acá y allende el océano en personas que pueden declarar como Pedro: "Señor, tú sabes todas las cosas; tú sabes que te amamos."

4) El amor es ingenioso. Me he gozado en estos días al visitar la exposición del Congreso examinando, además de interesantes libros, ingeniosos métodos audiovisuales que en ella se exhiben. Lo que alegraba mi corazón era pensar que los cerebros y las manos que habían ingeniado todos aquellos sistemas curiosos de presentar el mensaje de Cristo a niños y adultos, lo habían hecho más que por dinero por el ardiente deseo que sienten de hacer claro y asequible el mensaje de Cristo. El amor es siempre ingenioso y a veces la dificultad aguza el ingenio y la iniciativa. (Véase anécdota Recursos ingeniosos en tiempos de intolerancia.)

Algunos hermanos extranjeros han mostrado admiración por tales incidentes, pero yo no veo en ello nada de extraordinario. Estoy seguro que muchos cristianos sinceros, en los países que representáis, harían exactamente lo mismo, o quizá mucho más, de haberse encontrado en las mismas circunstancias que nos hallamos en aquellos tiempos, porque ellos también aman a Cristo.

5) El amor es permanente. "Nunca deja de ser", afirma el apóstol Pablo. ¿Es así en nosotros? ¡Cuántas veces parece más bien intermitente! Se enciende fácilmente y se apaga como fuego de bengala o de virutas! Han pasado pocos años desde el tiempo de nuestras dificultades en España, y a veces nos sentimos tentados a decir que necesitaríamos otra época de intolerancia. Tenemos celos e incomprensiones, egoísmos y contiendas, como en todas partes. ¿No será porque no era todo oro puro lo que brillaba en los días difíciles? Eran, sí, pepitas de oro, de verdadero amor a nuestro Salvador; pero entremezclados con mucho orgullo personal, de iglesia, de denominación o de empresa. Dios tiene que aquilatar nuestro celo por medio de pruebas. ¿Cómo podemos hacerlo para que sea sólo oro puro nuestro servicio? Porque, hermanos, "el sueño del pastor" ha de ser realidad para cada uno de nosotros antes de x años; quizá muchos menos de los que pen­samos. ¿Qué motivos encontrará entonces en nuestro servicio? Salgamos de esta asamblea con el sincero propósito de poner más fuego en nuestra vida; más poder en la acción....

Recordemos la cruz. La fuerza divina que Cristo manifestó cuando "fortaleció su rostro para ir a Jerusalén"; el valor y la tenacidad que mostró al andar de Getsemaní al Pretorio, para llevar la cruz y para mantenerse en ella a pesar de todas las incitaciones a declinar su salvadora empresa.... Nosotros, salvados por su gracia y servidores suyos, pidamos la misma fuerza, el mismo poder, la misma decisión para corresponderle dignamente en nuestro servicio.

ANÉCDOTAS

EL SUEÑO DE UN PASTOR

Se cuenta de cierto pastor que después de un domingo fatigoso y triunfal en el que había pronunciado un elocuente sermón que desper­tó entusiasmo, felicitaciones y decisiones, se sentó, cansado, en el gran sillón del pulpito y quedando dormido tuvo el siguiente sueño:

Vio entrar por la puerta del templo la majestuosa figura del Salvador que avanzaba por el pasillo central hacia él. El pastor cayó de rodillas y mediante aquel fenómeno psíquico que nos permite razonar durante el sueño sin apercibirnos de la imposibilidad de aquello que estamos soñando, exclamó: ¿Hasta aquí me honras, Señor? ¡Cuánto me consideras, que te dignas visitarme! Pero la majestuosa figura del Salvador se limita a decir: "¿Cómo está tu celo"?

El predicador siente su celo como algo tangible dentro de su pecho, lo saca y lo entrega a su augusto visitante. Este lo pone en una balanza y el pastor oye con satisfacción decir: "100 libras." A conti­nuación ve que a golpes de martillo la piedra se parte como débil ganga y el Señor va separando las diferentes partículas de metal precioso de otros conglomerados. Observa el pastor con ansiosa zozobra cómo va escribiendo el resultado. Por fin extiende la mano para recoger el esperado análisis y lee lo siguiente:

Orgullo de denominación                        20 %   Madera

Orgullo de iglesia                                   35 %   1 Heno

Orgullo personal                                     40 % Hojarasca

Amor a las almas                                   2 % Oro

Amor a Dios3 %                                    Puro

Total                                         100 %

Ante el choque que le produce tan pésimo resultado, despierta el pastor y cae de rodillas físicamente esta vez, pidiendo ahora que cuando venga la realidad de lo que ha anticipado su subconsciente pueda su balance ser mucho mejor.

¿Cuál sería el resultado del análisis de este nuestro celo para la obra que estamos llevando a cabo y que nos hemos gozado en exhibir en estos días?

EL MÁRTIR Y LAS CADENAS

En días de persecución, al ser llevado cierto mártir a la hoguera, elevó una oración expresando el gozo que sentía por el privilegio de sellar el testimonio de su fe con su propia vida.

—Te doy gracias, Señor —decía el noble mártir—, porque hoy es el día de mi victoria; hoy mismo te veré y estaré contigo por todos los siglos.

El verdugo, conmovido y atento a las palabras del noble testigo de Cristo, dejaba flojas las cadenas que ataban a éste al poste de la ejecución. Entonces el mártir, bajando la cabeza, exclamó:

—Sin embargo,  amigo mío,  sujeta bien  las cadenas.

¿Por qué hizo tal advertencia el noble mártir? Porque aun cuando el espíritu estaba presto, sabía que la carne era débil, y temía que no pudiendo aguantar el dolor del fuego, el instinto de conservación le hiciera saltar de las llamas y realizar, en tal hora de prueba, lo que tantas veces había rehusado: apostatar de su fe.

¿Pero qué cadenas ataban a Jesucristo a la cruz? Cuando los sier­vos de Caifas fueron a prenderle en el huerto de Getsemaní, tres veces cayeron en tierra, con lo cual Cristo dio una prueba de su poder sobrenatural. Con la misma facilidad habría podido librarse de sus enemigos en los angustiosos momentos del Calvario.

—Baja de la cruz —le decían burlonamente sus enemigos.

—Baja y sálvanos también a nosotros, si eres el Hijo de Dios —clamaban sus compañeros de suplicio.

—Baja de la cruz —le aconsejaba e incluso exigía su naturaleza humana ante un dolor que parecía insufrible. Sin embargo, El no ejerció su omnipotencia para librarse. Podemos, pues, decir que lo que sujetaba a Cristo en la cruz del Calvario no era sino las cadenas de su pro­fundo amor a cada uno de los pecadores necesitados. Podemos imaginarnos al Salvador como oyendo, en su sapiencia, las voces de millares de pecadores decirle: "Sufre por nosotros, bendito Mesías, cumple la redención, y te amaremos, te glorificaremos y seremos fieles testigos de tu amor, en nuestra vida terrestre y por los siglos eternos." Este amor y esperanza fue, sin duda, lo que mantuvo a Cristo sufriendo por nos­otros en la cruz, hasta que pudo exclamar: "Consumado es." 

INGENUA ORACIÓN JUVENIL

El autor recuerda que en los días de su juventud, cuando estaba preparándose para predicar el Evangelio, leyó el libro "Jesús viene", de James H. Conkey, y recibió tal impacto de la próxima venida del Señor, que cayó sobre sus rodillas y oró dándole gracias al Señor por su venida, añadiendo: "Señor, si es posible, retárdala algunos años, para que yo tenga oportunidad de servirte, y ganar algunas almas para Ti”

RECURSOS INGENIOSOS EN TIEMPOS DE INTOLERANCIA

En los difíciles días de la posguerra en España, los creyentes evangélicos tuvimos que apelar a ingeniosas maneras para llevar adelante nuestro testimonio. Los cultos se celebraban por las casas, ya que casi todos los templos se hallaban clausurados. En algunas poblaciones esto se realizaba con cierta tolerancia de parte de las autoridades locales, pero en algunos lugares la vigilancia era muy estrecha y las sanciones frecuentes.

En Medina del Campo (Valladolid), donde la policía rondaba con frecuencia alrededor de la casa en que se celebraban los cultos, y más de una vez había entrado para esperar y castigar con una multa a todos los que iban llegando, y con cárcel a los dueños de la casa, los creyentes eran advertidos de si había o no peligro en entrar mediante un cántaro puesto en el balcón de la calle (como es costumbre allí, y más en aquellos tiempos, para mantener el agua fresca) De este modo, con una simple mirada al balcón sabían los asistentes si podían entrar confiadamente o sí tenían que pasar de largo aquel día, y evitar así el encuentro con la policía. Una invitación a los mismos policías a beber agua fresca, o un trago de agua bebido sin necesidad por alguno de los habitantes de la casa, era la excusa para colocar el cántaro en la posición convenida con los demás creyentes.

En la ciudad de Tarrasa, después de dos años de celebrar los cul­tos por las casas, había unas 16 personas que debían ser bautizadas A tal efecto, invitamos a todos los miembros a acudir cierto domingo a la casa pastoral, contigua a la iglesia. Durante la semana habíamos quitado con cuidado el sello gubernativo fijado en una puerta interior que daba acceso al templo. El bautisterio fue limpiado y preparado. Se advirtió a los creyentes mantenerse de pie alrededor del pulpito. Después de realizado el acto, y cuando nos disponíamos a poner de nuevo el sello de clausura, nos dimos cuenta de que aun cuando el polvo sobre los bancos estaba intacto, la presencia de la congregación quedaba delatada por las pisadas sobre el polvoriento suelo ¿Cómo evitar la evidencia en caso de inspección?

Fuimos a comprar un saco de cemento color terroso y empezamos a lanzar sendos puñados al aire, hasta que se hizo una nube de polvo que, posándose suavemente sobre todo el local, cubrió enteramente las pisadas dejándolo con la apariencia de que nadie había entrado en el recinto prohibido.

Púlpito Cristiano por Samuel Vila

 
1. El Tema
2. Textuales
3. Temáticos
4. Subdiviciones
5. Material
6. Expositivos
7. Ordenación
8. Introducción
9. Conclusión
10. Estudios
11. Ilustraciones
12. Predicación
13. Preparación
14. Retórica
15. Elocución
16. Gestos
17. Navidad 1
18. Navidad 2
19 Pascua 1
20 Pascua 2
21. Pascua 3
22. Matrimonio 1
23. Matrimonio 2
24. Retiro 1
25. Retiro 2
26. Vacaciones 1
27. Funeral 1
28. Funeral 2
29. Evangelismo 1
30. Evangelismo 2
31. Evangelismo 3
32. Devocional 1
 

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